Mirad a vuestro alrededor, ahora cerrad los ojos y viajad unos años atrás, no muchos, con veinte años me sobra y me basta. Sorprende ver los grandes cambios que ha sufrido nuestra sociedad occidental en un corto periodo de tiempo, ¿verdad? Supongo que a bote pronto, el mayor cambio que nos viene a la cabeza es el tecnológico, pero hay uno que, a mi entender, sobresale sobre todos por ser el que más repercute a toda la sociedad en general. No hay ningún sector -ni divido por edad, ni por género- que no se vea involucrado en este cambio. Nada más y nada menos que estoy hablando del rol de la mujer en la sociedad occidental en la que vivimos.
En la antigüedad, se consideraba que la mujer era propiedad de un hombre. El sexo femenino solo tenía obligaciones en el hogar impuestas por este. Se puede decir que ser mujer en ese tiempo significaba ser un objeto de satisfacción para los hombres, lo cual, con el tiempo se ha ido modificando.
Hay que ser conscientes de los espacios ganados en todo ámbito ya sea político, social, laboral, cultural y religioso y saber que a pesar de los muchos obstáculos y las barreras impuestas por la sociedad claramente dominada por los hombres, las mujeres han demostrado la igualdad de condición. Este cambio ha tenido como consecuencia la creación de tres tipos de mujeres bien diferenciadas según el grado de adaptación.
En primer lugar nos encontramos con aquellas mujeres que compaginan tanto vida laboral como labores de la casa, sometiéndose a una situación de mucho estrés. Estoy hablando del rol de la mujer maravilla: madre, esposa, profesional, maestra particular de los hijos, administradora y cocinera. Dentro de muchas familias, se sigue esperando que -como se hacía en el hogar de su infancia y como lo hicieron sus madres- la mujer siga siendo quien realice las tareas del hogar, sumándole a esto el hecho de que ahora la mujer también tiene vida laboral.
Mujeres que se debaten entre la culpa por la disminución del tiempo con su familia y la lucha por crecer en un universo laboral que les demanda atención completa, llevando a la mujer a un nivel de auto exigencia enorme para sostener los pilares del trinomio hijos, pareja y trabajo.
Muchas veces toman como obligación deberes como el ser dueña de casa. La sociedad no lo valora, ya que el mundo asume que esto es una obligación adquirida por el solo hecho de ser mujer, pero lo que muchos no entienden es que no es fácil, ya que ellas también tienen aspiraciones, pero el ser asesoras del hogar las consume por completo.
La segunda situación que ha nacido de este cambio y a la que yo me declaro fan incondicional es aquella en la que las labores de la casa son desempeñadas tanto por el hombre como por la mujer. Se han adaptado y han modificado conductas y hábitos que hasta ahora estaban vinculados exclusivamente a las mujeres y donde los hombres solo eran proveedores. Compartir los roles es parte del proceso. De hecho hoy encontramos que los padres comparten más con sus hijos, teniendo una relación más estrecha, ayudando a la madre a compartir los compromisos de la casa en todo el sentido de la palabra. Los hombres se encuentran invadidos en sus espacios y ya no se espera lo mismo de ellos dentro del hogar.
Las mujeres de hoy no quieren ser como sus madres, que hacían del hogar un apostolado, permitiendo que sus maridos creyeran que eran ellos los que tomaban las decisiones y aceptando un papel secundario postergando indefinidamente sus propias ambiciones.
Es necesario además que se finalice desde las mujeres mismas la diferenciación de roles y enseñar a las futuras generaciones que los hijos varones tienen la misma obligación de planchar, limpiar, ayudar en las tareas hogareñas que las hijas mujeres. Así disminuiremos esa brecha. Todo esto es necesario para la formación de generaciones futuras, garantizadoras de una sociedad armónica y sin conflictos.
En definitiva no hay que despertar siempre la idea de que el hombre o la mujer estén más capacitados para lo que sea. Es cierto que cada uno de los sexos tiene algo particular que aportar en la interacción social, pero a veces olvidamos que en la vida se complementa, no se compite.
Y en tercer lugar se encuentran aquellas mujeres que no se conforman con aceptar lo que les corresponde, o sea los mismos derechos del hombre: después de siglos de sometimiento, lo quieren todo. Son mujeres que hacen foco en su rol profesional, en el que la participación laboral en la sociedad, más allá del núcleo familiar, es prioritaria. Mujeres que luchando por su independencia del hombre posponen el matrimonio para más adelante, hasta casi perder la posibilidad natural de ser madres. Quieren hacer carreras en sus empleos a la par del hombre, disfrutan de libertad sexual, gracias a los métodos modernos de control de la natalidad; de independencia económica y poder de decisión; y cada día hay más mujeres que prefieren no casarse ni tener una familia, dedicándose enteramente a sus profesiones.
Son mujeres que se desenvuelven y se desarrollan en un medio que estimula la persecución de nuevas metas, por lo cual, muchas veces se debaten entre la procreación y la administración del hogar y la necesidad de crecimiento personal y profesional.
Las mujeres en la sociedad actual, a mi parecer, son ejemplo de una gran fortaleza, mujeres que no asumen un solo rol, sino que son consideradas totalmente multifuncionales, activas y autónomas. Reflejando la capacidad de estas para superar las adversidades que conlleva el ser mujer, porque ciertamente no es fácil, debido a toda la discriminación que hay, a pesar de que esta sociedad se considere igualitaria y tolerante.
Actualmente, las mujeres tienen pleno protagonismo, invaden las universidades y compiten con los hombres en todas las áreas de la sociedad; tanto en los puestos de trabajo de jerarquía como en las investigaciones científicas, los puestos políticos de más alto nivel y en todos los campos de la cultura. Pero no nos engañemos, aún queda un largo camino por recorrer para conseguir las condiciones de igualdad con los hombres, aún somos minoría y existe mucho machismo, está en nuestras manos cambiar esto y seguir mejorando.
Y no olvidéis nunca que el primer rol de la mujer en la sociedad es justamente ser mujer, con su identidad y su femineidad. No hay por qué adoptar características masculinas para ser más aceptada en esta sociedad occidental. Así que simplemente sé tu misma y haz lo que que te apetezca hacer en cada momento.