Parece que la respuesta a la tan manida pregunta “¿de dónde venimos?” ya tiene argumento sólido, científico y sin margen de error. Nuestro origen como organismo vivo -en nuestro caso, ser humano- se llama LECA, según las siglas en inglés de Last Eukaryotic Common Ancestor (el último ancestro común de los eucariotas). Es decir, la sustancia que dio vida a todo lo que conocemos como animado a lo largo y ancho del planeta Tierra inició su trayectoria hace 1.500 millones de años, dando lugar a todos los organismos que poseen células con núcleo -los denominados eucariotas- tales como el hombre, los animales, las plantas y los hongos.
Según Romain Derelle, investigador francés que trabaja en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona, y autor del estudio que se acaba de publicar en la revista PNAS, “el LECA era un organismo acuático, de una sola célula y con dos flagelos, los apéndices con forma de látigo que conservan hoy en día los espermatozoides; sin embargo, sabemos muy poco de él y conocerlo más es importante, porque compartimos muchas rutas moleculares. Por ejemplo, los humanos compartimos una tercera parte de nuestras proteínas con las plantas y los hongos”.
Del mismo modo, Iñaki Ruiz Trillo, investigador del CSIC, añade que “ya se había sugerido que el último ancestro común de los eucariotas podía tener dos flagelos, pero es la primera vez que se aporta este soporte experimental. Lo que está claro es que el LECA era mucho más complejo de lo que pensábamos; de hecho, estamos hablando de una de las transiciones más importantes en la historia de la vida”. Por su parte, el biólogo Tom Cavalier-Smith, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), también da por buena la conclusión de que el último ancestro común eucariota fue un organismo con dos flagelos, aunque la batalla científica a este respecto en cuanto a opiniones diversas acaba de empezar.
Pero sigamos avanzando. Si tenemos curiosidad por ir un poco más allá y descubrir el organismo primitivo del que provienen absolutamente todos los seres vivos actuales -ya tengan células con núcleo o sin él- advertiremos que este era una bacteria con 572 genes. Es más, un grupo de evolucionistas moleculares de los Institutos Nacionales de la Salud de Bethesda (Estados Unidos) ha llegado a sostener que si los seres humanos tenemos 30.000 genes, la inmensa mayoría de ellos procede de aquellos 572. Así pues, resulta revelador que esa bacteria a la que debemos nuestro nacimiento se llame LUCA (Last Universal Common Ancestor, el último ancestro común de todos los organismos animados de este planeta) y habría vivido hace la friolera de 3.500 millones de años.
Por supuesto, la cifra exacta de genes que tiene nuestra bacteria madre podría sufrir ajustes más precisos en cualquier momento, pero hay que tener muy en cuenta que esos 572 genes contienen la información necesaria para procesar la energía celular. No obstante, ante lo expuesto cabe un interrogante inmediato: si LUCA tenía 572 genes, ¿cómo logró evolucionar hasta una bacteria común, que tiene más de mil?
Michael Galperin, experto en la materia, responde en los siguientes términos: "Los descendientes de LUCA incrementaron su número de genes, sobre todo, mediante la duplicación de los genes preexistentes. Después, cada linaje bacteriano adquirió muchos genes de otras bacterias a través de la transmisión horizontal. Por su parte, la invención de nuevos genes tiene una importancia menor, aunque también puede ocurrir por barajado de partes de genes preexistentes, inserciones de ADN basura dentro de un gen y otros mecanismos".
Junto a esto, se abre la pregunta de si en aquellos primeros comienzos de la evolución pudo haber un número indeterminado de bacterias LUCA. Y Galperin vuelve a contestar aplicando su conocimiento: “Varios LUCA similares sería una situación indistinguible de uno solo, ¿no es cierto? Además, hay demasiadas similitudes entre todas las células vivas actuales como para proponer seriamente que hubo varios LUCA sin ningún parentesco entre sí”.
A modo de conclusión, por tanto, se puede afirmar que todas las bacterias existentes en la actualidad tienen su origen en LUCA y que, según añaden fuentes cercanas al estudio, surgieron “fundamentalmente a base de sacar copias extra de sus 572 genes y de intercambiárselas por transmisión horizontal. En este sentido, las células eucariotas de las que estamos hechos todos los seres humanos, animales, plantas y hongos se desarrollaron a partir de esas bacterias, al menos en parte debido a la asociación simbiótica de varias de ellas”.
Así pues, la enigmática expresión “de dónde venimos” que siempre ha acompañado a la evolución humana desde que el mundo es mundo, parece ya que pierde su aura de misterio y de desconocimiento para sumergirse en un complejo conglomerado de sintonías químicas, físicas y celulares. Es lo que se define como una verdadera revolución genética.