Del 2008 al 2012 todo era un caos: a partir de las cinco de la tarde no se veía gente en las calles de la ciudad, en los medios de comunicación se transmitían permanentemente noticias sobre la cruenta lucha de organizaciones criminales y ejecuciones que se disputaban el control para el trasiego de droga hacia la unión americana por la frontera Ciudad Juárez-El Paso.
Se establecieron campañas emergentes para la donación de sangre, porque miles de heridos por proyectiles de arma de fuego requirieron del vital líquido para salvar sus vidas. Para ello se contó con la participación voluntaria de estudiantes de escuelas del nivel superior.
Quedaron vestigios de esa barbarie con más de 100.000 casas vandalizadas, que fueron abandonadas por connacionales que huyeron hacia sus lugares de origen, en otras regiones del territorio mexicano. Fueron cerrando sistemáticamente por los horrores de esa guerra sin cuartel un sinnúmero de tiendas de abarrotes, farmacias, peluquerías, restaurantes, licorerías, centros nocturnos, cantinas y empresas maquiladoras, ente otros.
Predominaron los asaltos, secuestros, violaciones, asesinatos, ejecuciones, robo de vehículos a mano armada y enfrentamientos que derivaron en más de 200 acribillamientos sorpresivos de policías de los tres niveles de gobierno.
Las acciones coordinadas de los cuerpos castrenses, policías federal, estatal y municipal, mediante diversas estrategias, permitieron la detención de más de 2.000 sicarios y extorsionadores, como responsables de multihomicidios, asociación delictuosa, narcotráfico, portación de armas de fuego para uso exclusivo del Ejército Mexicano, (Ak-47, rifles de asalto y granadas de fragmentación), con el debido proceso penal y aplicación de penas condenatorias acumulables y vitalicias o de por vida.