Ayer llegué al aeropuerto a las 17.10 y en el momento del “check in” me dijeron que el vuelo a Frankfurt estaba retrasado y que seguramente perdería mi conexión para Bolonia. La mejor alternativa disponible era ir a Ámsterdam y de allí a Bolonia. Ningún problema, les dije, y partí rápidamente con la nueva reservación a hacer el “check in” con la KLM para Ámsterdam. Ellos partían de otro terminal y por eso tenía que apurarme un poco. Llegué con tiempo y además pude controlar mis correos antes de subirme al avión, que estaba completamente lleno. Me senté al lado de una joven de 24 años con la cual conversé durante todo el viaje, haciéndole preguntas y escuchando atentamente sus comentarios. Ella estudiaba en la Universidad de Tampere para graduarse como profesora de lenguas: inglés y alemán. Una profesión que en Finlandia es bien pagada y para entrar a la facultad hay que superar una serie de exámenes. Solo el 10% de los postulantes es finalmente aceptado y la preparación es también práctica y focaliza no sólo en conocimientos específicos del ramo, sino también en didáctica, comunicación, motivación y técnicas de psicología social, gestión de grupos, interacción e inclusión.
Finlandia cuenta con una de las mejores escuelas en Europa y el mundo. Durante la conversación, le conté que había visitado un centro para “startups” y le describí las cosas que había visto y lo que me habían contado. El centro era financiado por la universidad de Helsinki y puesto a disposición de los estudiantes gratuitamente, ofreciéndoles amplios espacios para reuniones, oficinas en un ambiente abierto, conexión rápida a internet y una asistencia cualificada para que pudieran desarrollar sus empresas y consolidar su posición en el mercado. El futuro del país depende de la capacidad de crear nuevas empresas con productos de alto valor agregado y con una red de ayuda que permita reducir los tiempos en el paso desde una idea a un plan, del plan al producto, del producto a la empresa y al mercado, mejorando siempre la idea, el plan, el producto y las capacidades de la empresa. Este es el ciclo y esta es la realidad que determina que un país como Finlandia sea uno de los más innovadores del mundo.
La conversación con la joven me permitió ver estas cosas desde un punto de vista personal. Ella hablaba inglés con soltura, había vivido por periodos de tres a seis meses en varios países europeos. Tenía una idea de lo que quiera hacer profesionalmente y lo estaba haciendo. Tenía un amigo en Alemania y en este viaje lo iba a visitar por dos semanas.
Escuchándola, no pude evitar que el concepto de indicador del progreso social ocupara espacio en mi mente. Este agregado que permite medir y comparar el bienestar entre regiones y países incluye aspectos básicos relacionados con la salud, la infraestructura, los servicios, la educación y las posibilidades de desarrollo personal. Decir que un país tiene un alto índice de progreso social implica que sus habitantes están bien y se desarrollan plenamente como individuos y, en este sentido, como índice tiene mucho más sentido que el producto nacional bruto, que mide y cuantifica actividades económicas que no tienen un impacto directo con la calidad de la vida.
La conversación fue abierta y, haciéndole preguntas y conversando sobre temas relacionados con su vida personal, descubrí que era del norte del país, de una pequeña comunidad, que estaba relativamente en contra de la legalización de las drogas ligeras, que aprobaba el derecho al aborto, a los matrimonios homosexuales y que en general estaba bien informada. Mientras hablábamos, anotaba algunas de las referencias que le dada sobre libros y temas. Sin que esta haya sido mi intención, me di cuenta al terminar que algunos de los pasajeros alrededor nos seguían con atención. Una vez en tierra, me saludó afectuosamente y se apuró a la salida de su próximo vuelo, que partía en menos de 35 minutos.
Después de despedirnos, la seguí con la mirada y me puse a pensar que si todos los jóvenes tuvieran consciencia de cómo votar y además de exigir a sus representantes políticos transparencia y resultados prácticos relacionados directamente con aspectos relevantes del índice de progreso social, el mundo sería diferente. Después pensé en mis hijas y todas las posibilidades que tenían como personas ya adultas y profesionalmente preparadas y como se podría contribuir a mejorar las oportunidades personales de cada joven en otras partes del mundo. Mi respuesta inmediata fue educación y más educación y apoyo en todos los frentes. La juventud es la mejor inversión que podemos hacer en el desarrollo del capital humano y tenemos que hacerlo ahora, sin esperar un segundo.
Después controlé la hora y descubrí que tenía que apurarme para llegar a la salida B6, de donde partía mi vuelo de regreso. Y recorriendo el aeropuerto de Ámsterdam, reconocí un ambiente que por muchos años me fue familiar.