Durante las últimas semanas los telediarios y periódicos españoles aparecían cada día repletos de imágenes del temporal de nieve en la mitad norte del país. La atención mediática se volcaba en lugares de los que poco se había oído hablar antes, pero que hoy son noticia porque no saben dónde meter la nieve que los anega.
Mientras, en las costas italianas treinta personas morían de frío durante un rescate marítimo el 10 de febrero. Un día después, más de trescientas personas perdieron la vida en un naufragio cerca de Lampedusa. Una tragedia que ya vivimos, con un número de nombres y apellidos de similares magnitudes, hace apenas dos años en el mismo lugar.
Pero aún más cerca, en la maltratada y desinformada Frontera Sur española, los medios tampoco contaban nada sobre la violenta operación que las fuerzas de seguridad de Marruecos, que actúan bajo el consentimiento y para el alivio de España, iniciaron el 10 de febrero en los campamentos de personas migrantes cercanos a las fronteras con las ciudades autónomas españolas: hombres, mujeres, niños y niñas (muchos de ellos potenciales solicitantes de asilo) fueron detenidos mientras los "alis" marroquíes hacían arder las pocas pertenencias que guardaban. Hubo quien pudo escapar y hoy no sabe dónde meterse sin absolutamente nada. Una mujer contaba que había podido huir con su bebé: “he vuelto a buscar mis cosas, mi niño no ha comido desde la mañana. Pero todo está quemado". Algunos menores quedaron solos al esconderse o huir y ahora vagarán también por las calles de Nador, Beni Ensar y otras ciudades, sin saber si su familia sigue viva.
La información sobre estos sucesos de las últimas semanas ha sido facilitada por activistas y organizaciones que trabajan sobre el terreno y que, en muchos casos, tienen acceso a una comunicación directa con los migrantes. Estas personas y colectivos se sirven de las redes sociales para difundir hechos que son de interés nacional e internacional y que, como tales, deberían ser tratados por los principales medios de comunicación. Una semana después, algunos medios españoles comprometidos y hasta un diario local de Melilla comentaban lo sucedido a raíz de la difusión por parte de una ONG marroquí de imágenes de los campamentos arrasados.
Al menos durante tres días consecutivos, cientos de personas (se calcula que entre 1.500 y 2.000) fueron detenidas y conducidas en autobuses, sin ningún tipo de información, hasta llegar a improvisados centros de detención en ciudades como Essaouira, Chichaoua, Youssoufia, El Jadida o Errachidia, donde durante días esperaron sin saber qué esperar, en unas condiciones que claramente vulneran los banalizados Derechos Humanos. "Perdí a mi hermano en las deportaciones al desierto de 2005. Murió sin justicia, no quiero vivir aquel infierno de nuevo", aseguraba uno de los detenidos en esos momentos de incertidumbre. Otros explicaban que “no hay nadie que haya cometido una falta o un delito para que nos encarcelen en un lugar desconocido, además nos han dejado sin nada”. Días después del comienzo de la operación, el monte Gurugú aun escupía humo tras los incendios provocados por las fuerzas de seguridad marroquíes, y cientos de personas seguían escondidas o retenidas sin conocer el motivo y sin acceso a ningún tipo de justicia. Según algunos activistas y organizaciones no gubernamentales marroquíes, las personas detenidas han sido identificadas y presionadas por sus respectivas embajadas (Camerún, Costa de Marfil, Guinea Conakry, Senegal, Mali) para que soliciten el retorno voluntario a sus lugares de origen. "Las embajadas nos han dicho que las autoridades [marroquíes] no quieren ver personas sin documentación en su territorio", contaba uno de los detenidos. Diez días después de su detención, mujeres, hombres y niños viven sin saber qué hacer, con la preocupación de tener que volver a los lugares de donde huyeron: una guerra, mucha hambre y poco futuro, una ilusión, un sueño que cuando se cumple dista mucho de ser como esperaban.
Pese a que estos sucesos ocurren en las fronteras de España, los corresponsales de los medios y agencias de comunicación son enviados a un pueblo del norte porque han alcanzado los -12 grados en febrero. Y así, mientras unos callan y otros miran para otro lado, en 2014 al menos 3.224 personas murieron en el mar Mediterráneo, a las puertas de la civilizada Europa.
*Los hechos y testimonios que aparecen en este artículo se han hecho públicos a través de activistas y organizaciones que trabajan diariamente por los derechos de los migrantes en la Frontera Sur. Su trabajo es único e imprescindible.