La industria automotriz venezolana se ha contraído durante los últimos años hasta alcanzar valores similares a la década de los 60. El sector, que cuenta con una capacidad instalada de 250.000 vehículos anuales, solo logró producir 19.759 automóviles a lo largo de 2014, lo que equivale a una caída del 72,46% con respecto a la fabricación de vehículos del ejercicio anterior, según datos de la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez).
La venta de automóviles, entre nacionales e importados, fue de 23.707 unidades en 2014, lo que implica una vertiginosa caída del 80% en comparación con el año previo. Un dato que, si bien resulta preocupante por sí mismo, empeora al saber que sólo representa el 37% de los vehículos colocados en el año 2003, cuando Venezuela padeció los trágicos efectos de una economía que se contrajo un 9,2% (siendo la crisis más fuerte vivida en el país desde el trágico Viernes Negro de 1983).
Los fabricantes aseguran que la producción se ha visto menguada, en gran medida, desde la implementación del control cambiario impuesto en Venezuela en el año 2003, así como por las trabas gubernamentales, como los permisos de importación o las presiones laborales que son organizadas desde los sindicatos. Situaciones que han llevado, por ejemplo, a que la empresa Mitsubishi Motors (fabricante de Mitsubishi, Hyundai y Fuso) decidiera cerrar temporalmente su planta durante 2009 por problemas laborales o paralizar su producción en 2014 ante la falta de materias primas.
La ausencia de vehículos nuevos en el mercado ha obligado al aumento en el precio de los automóviles de segunda mano. En este sentido, un vehículo importado puede tener un valor que oscila entre los 1,5 y 3 millones de bolívares (incluidas las tasas de la aduana, IVA, matriculación e impuestos), el mismo precio en el que cotizan los automóviles del mercado secundario en todo el país.
El descontrol de los precios presenta una realidad dual en el mercado. Mientras un vehículo nuevo puede costar cerca de 400.000 bolívares a precio regulado por la Superintendencia de Costos y Precios Justos, el mismo modelo en el mercado secundario duplica este valor, ya que ofrecen disponibilidad inmediata dentro del país.
Expectativas cero
Las expectativas de una mejora en el sector parecen ser nulas ante el recrudecimiento de la crisis económica. En primer lugar ante la caída de los precios en el barril de petróleo, desde donde proviene el 90% de los dólares de Venezuela, divisas que requiere la industria automotriz para alcanzar una producción habitual.
La falta de dólares coincide, además, con la entrada en recesión de la economía nacional, tras registrar una caída en el Producto Interno Bruto (PIB) durante tres semestres consecutivos en 2014 (-4,8%, -4,9% y -2,3%). Así como con la falta de medidas para impulsar y promover, de forma real, una reactivación del sector automotriz.
El único anuncio realizado desde el Gobierno, hasta la fecha, fue el de facilitar una línea de producción a la empresa china Chery, con el objetivo de modernizar las flotas de taxis que están operando en el país. Según declaraciones de Nicolás Maduro, se incorporarían en una primera etapa más de 20.000 nuevas unidades de transporte que funcionarán con sistema a gas. Una medida que, si bien está enmarcada en los acuerdos de colaboración bilaterales con China, ignora que la producción nacional de vehículos con sistema dual de Gas Natural Vehicular se desplomó un 73,3% en 2014, según datos emitidos por la Cámara Automotriz de Venezuela.
La situación de la industria automotriz será más complicada durante el ejercicio 2015, por lo que se estima que la producción continúe con su evolución negativa de los últimos años, mientras que el valor del mercado secundario seguirá fortaleciéndose. Una tendencia que, guiada por desafortunadas políticas económicas, pondrá nuevamente luz roja al desarrollo del sector.