La semana pasada, a pesar del gélido clima, por fuera de clubes, auditorios, universidades, museos y hasta algunas iglesias de Manhattan, las filas de público se alargaban para poder ingresar a diversas funciones de música, teatro y danza.
Se trataba de los casi mil eventos relacionados con la quincuagésima octava edición del congreso de Association of Performing Arts Presenters (APAP, por sus siglas en inglés) que cada año a principios de enero convoca en cinco días intensos de actividad casi febril, por un lado, artistas con deseos de promover su mercancía cultural y por otro lado, los curadores y promotores con acceso a galerías, auditorios, instituciones, universidades y centros culturales que pudieran presentar este arte.
Presenciar la conferencia de APAP es una excelente manera de tomarle el pulso a la industria del arte. A través de paneles, sesiones y las funciones mismas, se va viendo las respuestas artísticas y creativas a los mayores retos a los que hoy día se enfrentan artistas, promotores, curadores e instituciones.
Estos retos los define con gran lucidez el mexicoamericano Mario García Durham, originario de Houston, Texas y Presidente y Director Ejecutivo de APAP. García-Durham considera que entre otros retos, la industria del arte tiene que enfrentarse a los cambios demográficos en los Estados Unidos (un país en el que las minorías se vuelven mayoría); la globalización de un mundo que gracias a la tecnología se vuelve cada vez más ricamente interconectado e interdependiente; el desafío de defender el arte y sus valores y beneficios intangibles frente a una cultura que valora ante todo las posibilidades monetarias de cada experiencia.
Este mundo interconectado e interdependiente, el valor intangible del arte y el importante aporte artístico de los inmigrantes quienes hoy día alimentan la cultura norteamericana es parte de lo que presenciamos en APAP cada año.
Entre las series de conciertos más anticipadas, el festival de Winter JazzFest se ha vuelto el festival más importante de jazz de la ciudad en sus once años de existencia, y ofreció en tres días entre su centenar de conciertos varios de artistas latinos extraordinarios, que de alguna manera definen las mayores tendencias actuales del jazz latino.
Edmar Castañeda, arpista de Bogotá, Colombia, maneja un jazz con muchos dejos del llano colombiano en el cual de manera sumamente hábil y delicada casi baila con el arpa un zapateado joropo. Alfredo Rodríguez, joven pianista cubano cuyo último álbum nominado a Grammy fue producido por Quincy Jones, mostró las cualidades de lo que significa un jazz contemporáneo arraigado en la realidad cultural de Cuba: vimos pasión, texturas y además una manera original de tocar más partes del piano que las teclas que creó una sonoridad percusiva y muy cubana que a la par se nutrió del diálogo entablado con el extraordinario baterista puertorriqueño Henry Cole. Dafnis Prieto, baterista cubano, en composiciones intrincadas y complejas tejió capas de ritmos finos y bellas con los miembros de su sexteto, sobre todo los tres vientos. Finalmente, el gran pianista mexicano, Arturo O’Farrill, hijo del gran Chico O’Farrill, y acompañado de dos de sus hijos en un conjunto grande, mostró la continuidad musical de una dinastía musical, tocando varias composiciones de sus hijos con gran maestría.
Globalfest 2015, otra serie de conciertos cuyas entradas se agotan aún días antes de que comience APAP, es un festival en el que se dan doce conciertos a lo largo de seis horas en un solo edificio. Experimentamos la vitalidad eufórica del Nile Project, fundado en el 2011 por una etnomusicóloga egipcia, Mina Girgis, y la cantante etíope americana Meklit Hadero, para crear música que combina los diversos instrumentos, lenguas y tradiciones de la región; la sincera intensidad del grupo de jóvenes tejanos Riyazz Qawwali, quienes crean música pakistaní y sufi que responde de manera simultánea a varias tradiciones y dioses universales; de Medellín, Colombia, la agrupación de Puerto Candelaria con su cumbia rockera, rebelde y experimental acompañada de efusivas coreografías sincronizadas; las baladas bilingües, románticas e introspectivas del cantautor argentino Kevin Johansen, acompañado a la brocha por el caricaturista Liniers, quien pintaba a la par de las melodías de Johansen, y mucha música más. Subimos y bajamos por los tres pisos de Webster Hall, fluyendo felices entre melodías y ritmos de todas partes del mundo, disfrutando el goce de lo que tiene toda sociedad humana en común: la música.
Además de los anteriormente mencionados festivales de gran envergadura, a lo largo de APAP se presentan decenas de noches de conciertos patrocinadas por compañías disqueras. Una de las veladas más extraordinarias la vivimos gracias a Prince Arts Records, función con mucho público de la comunidad senegalesa que duró hasta las cuatro de la madrugada y en la que protagonizaron Aida Samb, Birahim, Ousmane Guangue y Alioune Guisse, cuatro cantantes de Senegal, que centraron su canto en en el género del m’balax. Ofrecieron versiones contemporáneas de temas dentro de este género que cobró popularidad mundial gracias a Youssou N’Dour plenas enorme vitalidad y frescura que ofrecían una perspectiva de lo que denominaron ellos “la nueva generación de África”.
Otros ejemplos de momentos musicales extraordinarios se dieron en la excelente selección de artistas presentados por las disqueras de Barbes y de Electric Cowbell. De esta selección, destacaron los artistas latinos, cuyo aporte define un mundo sónico híbrido y sin fronteras que surge en la nueva latinidad estadounidense, en el que caben felizmente la cantautora puertorriqueña Ani Cordero, quien entonó dulcemente interpretaciones contemporáneas de las clásicas baladas latinoamericanas de protesta de la década de los setenta a los noventa, de Los Ángeles, Las Cafeteras con sus baladas jarochas mexicoamericanas con dosis de rock y punk, y también de esa ciudad, los chicos de Chicano Batman cuyos temas parten de una base de rock chicano con matices de soul, psicodelia, surf rock y cumbia.
¡Nos vemos en APAP 2016!