Ryue Nishizawa ha expresado ideas profundas sobre el movimiento, los espacios y cómo la arquitectura puede moldear nuestras experiencias físicas y sensoriales. Sus diseños buscan crear entornos en los que las personas puedan interactuar libremente con la arquitectura y la naturaleza, eliminando barreras y generando una experiencia sensorial envolvente. Este enfoque se evidencia en el Museo de Arte Teshima, donde a través de formas orgánicas y espacios abiertos, invita al visitante a experimentar movimiento y silencio, desdibujando las fronteras entre lo construido y el mundo natural.

Para Nishizawa, la arquitectura debe reflejar modos de vida en evolución y expresar patrones humanos cambiantes, integrando los ritmos cotidianos, el movimiento físico y el compromiso sensorial. Sus proyectos con SANAA, por ejemplo, emplean la naturaleza como contrapunto a los espacios construidos, introduciendo un diseño que incorpora la espontaneidad “salvaje” del entorno natural, otorgando a sus obras un sentido de vida y movimiento.

Una residencia creativa inspirada en Ryue Nishizawa

En diciembre de 2021, el director de cine Chileno Joaquín Mora me convocó para desarrollar un proyecto postpandemia que explorara la expresión artística en un contexto colectivo. Junto a él y la directora de arte Florencia Astorga, comenzamos un viaje por la sinuosa costa del norte chileno, inspirados en la obra del arquitecto japonés.

La residencia se llevó a cabo en la Casa en Ocho Quebradas de Nishizawa en Los Vilos, donde nos dedicamos a desarrollar una pieza audiovisual que evocara su lenguaje arquitectónico y el especial entorno geográfico done se encuentra encallada.

La geografía de Ocho Quebradas está marcada por la intersección entre la cordillera de los Andes y el océano Pacífico, creando un paisaje único. Allí la arquitectura de Nishizawa se despliega como un sinuoso camino que imita el movimiento de las placas tectónicas, adentrándose en la tierra de forma casi orgánica. Su diseño no solo define el espacio, sino que actúa como un catalizador de energías ocultas, funcionando como un puente hacia lo subterráneo. Este marco se convirtió en el escenario ideal para una exploración coreográfica y performática.

Ryue Nishizawa diseñó la Casa Ocho Quebradas en Los Vilos, Chile, en la costa de la Región de Coquimbo, integrando conceptos que reflejan la relación entre Japón y Chile, especialmente a través de su ubicación en el “Círculo de Fuego” del Pacífico. La iniciativa de Ocho al Cubo nació como respuesta a los terremotos que impactaron a ambos países en 2010 y 2011, en busca de repensar cómo la arquitectura puede dialogar con la geografía en contextos sísmicos y naturales únicos.

La estructura de la casa, que se caracteriza por sus suaves ondulaciones, está pensada para ilustrar los movimientos naturales de las placas tectónicas. Con solo tres puntos de contacto en la base, la casa parece “flotar” sobre el terreno rocoso creando una sensación de inmersión en el entorno costero.

The Edge of the Void: exploración del espacio y la corporalidad

La pieza audiovisual The Edge of the Void, concebida por Joaquín Mora y filmada íntegramente en la Casa en Ocho Quebradas, explora la filosofía arquitectónica de Nishizawa al indagar en el movimiento, la presencia física y la experiencia sensorial.

Al entrar, vivenciamos esa fuerza, la mirada no resuelta hacia lo inasible. En El borde del vacío, las fuerzas de la naturaleza modelan el espacio como vientos que nos liberan de todos los centros. Allí, el cuerpo se transforma, deja de elegir y se entrega a lo incontrolable, el mismo sentimiento que da vida a la obra de Nishisiwa.

En esta obra, los elementos naturales —la luz, el viento, el sonido del mar— son protagonistas, lo que me ofreció como intérprete la posibilidad de utilizar el lenguaje acrobático para expandir las posibilidades expresivas del espacio. En este contexto, la danza se transformó en un medio dinámico que nos permitió interactuar manera innovadora.

La dirección de arte, creada por Florencia Astorga, utilizó extensos lienzos ondulantes que envolvían mi cuerpo y se desplegaban al ritmo del viento. Cada movimiento de estos tejidos en el paisaje costero de Ocho Quebradas reflejaba el flujo constante y el retorno eterno del mar. Ello nos permitió jugar con las tensiones inherentes a la experiencia humana en un entorno tan expuesto a la vez que nos invitó a la reflexión sobre la vulnerabilidad y la libertad que surgen al explorar los límites del espacio.

En The Edge of the Void, cada movimiento es como una ola, que surge, crece y se disuelve en un flujo constante, en sintonía con el paisaje que lo rodea. La arquitectura de Nishizawa, al igual que las olas, abraza la costa, moldeando y siendo moldeada por su entorno. La pieza explora esta poética natural, donde el cuerpo fluye con el espacio abierto, sin barreras, y la fuerza silenciosa del vacío.

La música de Sebastián Vergara, compuesta a partir de los sonidos de los acantilados, del susurro de las olas y el murmullo del viento, se convirtió en la voz de este escenario. Estos sonidos naturales, entrelazados con notas y silencios, lograron evocan la cadencia del océano y su fuerza latente. Así, la pieza audiovisual no solo recrea el entorno, sino que lo potencia poéticamente.

En este borde, donde lo sólido y lo efímero se encuentran, la obra trasciende su fisicidad y se convierte en un espacio de contemplación y fluidez. En esta intersección, el espacio arquitectónico se transformó, en un catalizador para la creatividad y una reflexión sobre nuestra relación con el entorno.