Todos conocemos el valor colectivo de pertenencia e identidad, dependiendo de la época que puede tener una vivienda, edificio, conjunto de ellos o los espacios paisajísticos a la hora de aplicar una posterior conservación, resguardo o intervención en la memoria de un barrio.
El sentido de pertenencia y de cultura patrimonial de una sociedad o vecindad, que como proceso dinámico afecta, en cierta medida, a los elementos culturales sean tangibles, intangibles o asociados.
El enfoque sobre el entorno de un inmueble o espacio social, que son aceptados como tales (propios) por una comunidad, adquieren un valor especial para los que lo reconocen y disfrutan. Es decir, que el patrimonio se encuentra sujeto a la propia cultura, y a la acción cultural patrimonial de una sociedad y de su época, y además, en particular a una comunidad o vecindad donde se encuentran.

Recuérdese que a medida que desciende la educación de la población, fenómeno político estatal actuante, disminuye la capacidad de apropiación de capital cultural transmitido. Véanse, como ejemplo, los aspectos educativos de las sociedades periodo Industrial, post modernismo, donde el acceso a los bienes culturales era desigual en la escala poblacional, o sea que sólo estaban presente a una cultura limitada.

Entonces se podría afirmar que el término patrimonio, para la memoria de un barrio, es aquel enfoque que se analiza como conjunto de bienes heredados que posee una vecindad y cuyos elementos culturales sean herencia legítima indubitables de su historia, además adquiere su valor como tal de patrimonio cultural, arqueológico, estético, arquitectónico y paisajístico dependiendo del caso.
Y esto es posible por el distingo de tres elementos que deben asociarse y que son: un estado, la sociedad y el sector privado.
Ellos le darán el nombre de patrimonial y cultural.

Sin embargo, en nuestro tiempo contemporáneo el concepto de patrimonio ha evolucionado sustancialmente. No es solamente hablar de heredad patrimonial como legado, sino que este concepto de patrimonio está también acompañado y ligado a nuestro presente, como parte del desarrollo de nuestra propia cultura.

¿Qué nos permite hablar hoy de patrimonio tangible e intangible, como se menciono anteriormente, y además de cómo podrán ser estos culturales o naturales?
Siendo el patrimonio dinámico, pues se encuentra en función del crecimiento en la educación y en las culturas de los grupos sociales; visión que puede verse afectada o no dependiendo del criterio de selección que se utilice a la hora de intervenir sobre un inmueble o espacio. Por tanto, si se desconocen los sentimientos colectivos, los análisis históricos o culturales más el proceso identidad individual o colectivo/social, se pierde la acción de patrimonialización, que no es otra que empoderar la memoria de un barrio como bien patrimonial para darle su valor cultural.

Es asi como, los criterios de patrimonialización urbana implican reconocer que, al mantener las premisas sobre qué constituye un bien cultural o natural, es posible abordar el patrimonio arquitectónico de un barrio o ciudad. Además, se pueden definir las características según la tipología de las construcciones de viviendas y los espacios que contribuyen a un criterio paisajístico identitario, conformando así un hábitat para una determinada época. De igual modo, se identifican aquellos fragmentos de la ciudad que carecen de valor patrimonial o no poseen una memoria histórica. Aunque estos espacios sean portadores de urbanidad y no estén arraigados, se consideran reemplazables y abren paso al desarrollo.

Sin embargo, suelen surgir conflictos entre los habitantes de estos lugares, luchan contra la urbanidad, para proteger esos tejidos urbanos, hasta tanto surja una normativa adecuada para darles la protección. Es el concepto de patrimonialización, que se pone de nuevo en juego “que es de uno y es de todos”. Por consiguiente, sus acciones evitan las intervenciones, que siguen la lógica, de las ya afectadas, parcelas intervenidas.

La iniciativa de proteger no solo los edificios individuales de valor histórico, sino también grandes áreas urbanas, como una forma de preservar la memoria de un barrio o incluso de toda una ciudad, surgió a mediados del siglo XX en Francia. Este esfuerzo por conservar lo antiguo y combinarlo con lo nuevo se convirtió en una idea colectiva que se extendió gradualmente a nivel global. Pues, hoy en día, el concepto de proteger el edificio o fachada está integrado en las normativas donde se adapta el sistemas de configuración urbana y ha llegado a clasificar por zonas de acuerdo a la tipología, del sector, barrio o cuadrante, que se representa como un gran monumento urbanístico.

Es decir, que los modelos del desarrollismo arquitectónico sobre los inmuebles, van adaptando los nuevos espacios verdes y edificaciones de manera que la vecindad se integra paulatinamente a los desniveles y las modificaciones en altura y con sus límites. Haciendo que el territorio conserve esa parte de viejo en contraste con lo novedoso. En otras palabras, la ingeniería de la planeación urbana hoy fluye en la corriente arquitectónica de la protección del arraigo.
Aquí también juega otro aspecto, lo visual, que no es otro que el concepto de o paisajístico. En tal sentido, las ciudades se articulan a los nuevos diálogos entre lo nuevo y lo antiguo. La protección ya no es ya solo a los monumentos históricos o viviendas individuales sino al conjunto de edificios y espacios que tengan un interés local por valor paisajista, cultural o arquitectónico.

Por consiguiente, trascienden los paisajes cubiertos con los abiertos, para el uso de la gastronomía, el turismo, la economía circular y sustentable, como reconocimiento del patrimonio de lo intangible de sus lugares. En cambio con aquellos espacios vacíos de memoria, estos son aplicables para la urbanización moderna o urbanismo progresista de zonificación y de torres. Por tanto, ya no solo se piensa como en aquellos años donde los países vendían los lugares para el turismo de clases burguesas, muy marcado en el siglo XIX, sino que al integrar los barrios populares se han ido cambiando las ciudades para ser más pintorescas y atractivas al turismo de clases.

Sin embargo, para que estos cambios sociales se dieran, hubo algunas asociaciones de barrios que fueron los primeros eslabones para la protección y conservación patrimonial de sus edificios. Dando su voz ante los planos de modernización urbanísticas y su desarrollismo. Conservando como carácter propio o carácter popular viejas casonas o manzanas de edificios o mercados centrales. Esta corriente de pensamiento trajo aire a la arquitectura urbana con nuevas visibilidades en los planos de uso del suelo y que permiten retomar la integridad. Es decir, cuidando los barrios con sus formas reales y bajo el principio de armonizar el sector en torno a lo patrimonial. O sea respetando las alturas máximas para el trazado de los lugares y que no se permita las alturas fuera de dichos márgenes protegiendo de esta manera, la idea de “las memorias barriales”.

Una manera de realizar una intervención urbana, lo primero que se suele hacer hoy en día es analizar cómo se desarrolla la traza urbana y cuáles son las regulaciones de los códigos urbanos o fórmulas urbanas, en las que se requiere modificar para preservar el patrimonio cultural, arquitectónico y urbanístico.
Se conservan algunos elementos que contribuyen a la identidad urbana de esa ciudad o barrio, no solo como bienes propios, sino como parte de la integración a las demás cuadrículas, que hacen que la ciudad sea considerada un bien cultural más por su arquitectura. De hecho, se definen las áreas especiales a conservar y las que son propicias para aplicar una nueva urbanización. Por tanto, el plano de la ciudad adquiere áreas que ya están definidas por alto valor cultural arquitectónico o paisajistico mientras que otras podrían estar en desarrollo, con corredores que delimitan zonas de diferentes alturas, sean alta, media o baja, siguiendo los códigos de edificación.

Para concluir, al expresar un beneplácito, mediante normas o leyes la protección del patrimonio cultural, natural y arquitectónico en la memoria de un barrio, se debe tener en cuenta su valor ecológico, estético, histórico, social y urbano, así como el nivel de protección del bien y su clasificación, ya sea como monumental, alta, media o testimonial.
Es crucial tener en cuenta que esto variará según el tipo de arquitectura, presente en el edificio o espacio, lo que determinará el grado de intervención que puede ser necesario, ya sea integral o parcial, en el futuro.