Obras y restauraciones, como la presentación de la próxima intervención de mantenimiento de los celebérrimos frescos de Ambrogio Lorenzetti Alegoría de los efectos del Buen y Mal Gobierno (1338/39), conservados en la Sala della Pace del Palacio Público. Se trata de un homenaje a los Güelfos (partidarios del Papa), que se confirma una de las primeras obras maestras de la pintura europea. Su autor, Ambrogio Lorenzetti, es uno de los pintores más fascinantes del siglo XIV, cuya figura se presenta algo oscurecida por los cuatro grandes pintores de su época: Cimabue, Giotto, Duccio y Simone Martini. De este último recoge su maestría y la predilección por el detalle además del dominio del color, si bien aportando a sus pinturas mayor naturalidad. Lo especial de esta visita es que permite ver las pinceladas murales a la misma distancia que las percibía su autor, gracias a los andamios concebidos como «lugar de conocimiento» y de estudio, abierto al público. Y a partir de octubre se dará inicio a la restauración para cuyo curso se podrá acceder.
Seguidamente, nos introducimos en el Museo de los Archivos del Estado, mejor dicho el cofre de unos tesoros documentales de inmenso valor histórico-artístico, como son las tapas de las bicchernas (los registros anuales de la oficina que se ocupaba de la tesorería municipal) decoradas por importantes artistas, entre ellos el citado Ambrogio Lorenzetti. Expuestas en orden cronológico abarcando desde el siglo XIII al XVIII, ilustran el paso de la lengua latina a la senesa vulgar, como subraya la activa directora de la importante institución, Cinzia Cardinali. Y entre estas, se destaca la número 58: La demolición de la fortaleza española (atribuida a Giorgio Di Giovanni) construida por los españoles alrededor de 1550, por orden del emperador Carlos V. La fortificación se hizo necesaria para afrontar las tensiones entre el imperio y Francia. Hasta que en 1552, tuvo lugar una revuelta ciudadana, apoyada por los franceses, que lograron expulsar a los españoles de la ciudad, concediendo a los seneses la demolición. Una meta imperdible, que desde su fundación en 1858, el Archivo de Estado de Siena ocupa el Palacio Piccolomini d’Aragona: un vasto edificio monumental, que ocupa toda la manzana y que con sus evidentes deformidades estilísticas, testimonia una larga vida histórico-arquitectónica. De hecho, los diversos aspectos y usos corresponden a la variada tipología de los documentos custodiados, desde la Edad del Alto Medievo a la contemporánea. No dejará de sorprender.
Tras visitar la resplandeciente Catedral Metropolitana de Santa María Assunta -cuya apertura se remonta a 1215 y cuyo pavimento es uno de los más artísticos de incrustaciones marmóreas de especiales colores elegantemente conjuntados (su proyecto duró seis siglos desde el XIV al XIX)- enfrente del magnífico templo, nos adentramos en los Museos (lo pongo en plural) de Santa María de la Scala, un conjunto monumental, otra joya en el corazón de la ciudad. Inicialmente, nacía como hospital medieval, vinculado al camino de la Francigena, y desarrollándose como tal hasta hace menos de cincuenta años. Este inmenso edificio está siendo objeto de un gran proyecto de recuperación, en los que hoy ladean los numerosos espacios abiertos al público.
Al nivel de la plaza del Duomo, se encuentra la actual entrada del múltiple museo, donde se abren los espacios monumentales constituidos por los amplios salones para la acogida de peregrinos, corredores y espacios destinados a la asistencia y al culto, así como los ambientes de la antigua especiería organizados para las actividades educativas, mientras en el contiguo corredor de San Leopoldo se exhibe la colección de arte para la infancia.
La parte principal de esta planta es el extraordinario espacio para los peregrinos varones, decorado al fresco hacia 1440 por diversos pintores con las vicisitudes míticas y reales de la historia hospitalaria. A la misma época pertenecen los frescos de la Sacristía Vieja, realizados por Lorenzo di Pietro, que dan vida a los artículos del Credo apostólico con episodios testamentarios. Este espacio acoge actualmente el valioso núcleo de relicarios del hospital, formado a partir de las reliquias adquiridas en 1359.
En el sector anteriormente destinado a las mujeres y a la infancia abandonada, precedido por el grandioso salón para las peregrinas, se ha montado recientemente la colección Piccolomini Spannocchi, importante colección de obras reunidas por las dos familias unidas por matrimonio en la segunda mitad del siglo XVIII.
Por su lado, al nivel más bajo (recordemos que Santa María della Scala se extiende sobre una colina) por su pendiente, se articulan varios recorridos museales, centrados por la existencia de un pequeño patio: en los amplios espacios del antiguo granero lucen los mármoles originales de la Fuente Gaia entre 1409 y 1419 de Jacopo della Quercia, acompañados por los los moldes y yesos de Tito Sarrocchi para la réplica decimonónica y al mismo patio se asoman la sede histórica de la cofradía dedicada a Santa Caterina della Notte y la escalera de acceso hacia abajo a la cofradía de Santa María bajo las Bóvedas.
Los niveles I y II, situados en la parte más baja de la estructura, se abren a lo largo del recorrido de una auténtica calle, englobada dentro del hospital en el curso de su expansión hacia la parte descendiente del terreno, formando una sugestiva conexión interior entre los diversos niveles. Los espacios recuperados alojan el Museo Arqueológico Nacional, que aúna los testimonios y los hallazgos del territorio senés además de importantes colecciones locales, cuyo recorrido ostenta el título Siena. Narración de la ciudad desde los orígenes al Medievo. Se ofrecen al público la Fototeca y Biblioteca Giuliano Briganti, así como los salones preparados para exposiciones temporales y citas congresuales.
Otra institución que refuerza aún más la identidad de Siena es su Pinacoteca Nacional -inaugurada en los palacios Buonsignori e Brigidi en 1932 con la ordenación científica de Cesare Brandi- está considerada uno de los más importantes museos italianos, debido sobre todo a su conspicua colección de pinturas de «fondo dorado» de los siglos XIV y XV seneses. Es decir, el gran arte de Siena desde Duccio di Buoninsegna a Lorenzetti, de Simone Martini al Sassetta, de Francesci di Giorgio a Matteo di Giovanni hasta Sodoma e Beccafumi, encuentra en las salas de este museo su larga trayectoria cronológica comprendida entre 1200 a 1600. Cabe subrayar que el núcleo original nació gracias a la pasión de los eruditos abades Giuseppe Ciaccheri y Luigi de Angelis, que coleccionaron entre 1750 y 1810 las pinturas de los mejores artistas seneses.
La identidad de Siena resulta aún más intensificada con el entrañable Palio, su tradicional carrera ecuestre entre 17 «contradas» de la ciudad, muy sentida y transmitida a todas sus generaciones.