Milei acaba de echar a la Canciller Mondino por su manifiesta ineficiencia en el manejo de la política exterior. En rigor, todos los errores de la economista cordobesa no llegan a hacer sombra a los trágicos 13 minutos del discurso presidencial ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. En ese fatal cuarto de hora, Milei sepultó todos los principios de la mejor tradición diplomática argentina como nación independiente. Desde la renuncia al Principio de Neutralidad, la no intervención en asuntos internos de otros países; el compromiso de no intervenir en conflictos armados entre terceros países; la promoción de la solución pacífica de las disputas a través de la diplomacia; hasta la defensa de la soberanía de las naciones y el derecho de los pueblos a decidir su propio destino. Sin anestesia, todo en 13 minutos y unos pocos segundos. Ante una sala semivacía, Milei expuso el programa más ideológico y simplificado de política exterior del que haya memoria en los anales de la ONU.
Para Milei, la mejor política exterior es no tener ninguna. Basta con un alineamiento permanente y automático con EUA e Israel y sumarse como Socio Global de la OTAN. Para eso, no se necesita un cuerpo del servicio exterior profesionalizado, experiencia, formación especial ni idoneidad. Sólo se requiere subordinación y obediencia a los ideales libertarios, condensados en los 13 minutos fatales en la Asamblea General de la ONU. Para rematar esta “privatización de la política exterior” a sus intereses personalísimos, envió dos humillantes Notas Oficiales, desde la Secretaría de la Presidencia, advirtiendo al Personal del Servicio Exterior de la Nación, así como a los servidores civiles del Ministerio, que quien no estuviera de acuerdo con su Decálogo, debía dar un paso al costado, es decir, renunciar. No satisfecho con eso, al eyectar de su cargo a Mondino, envió una segunda Nota Oficial, anunciando una Auditoría para identificar a los miembros del Servicio Exterior de la Nación y empleados de la Cancillería que sostengan ideas, posiciones o conductas no encuadradas en los ideales libertarios, para sanear al Ministerio de infiltrados que resistan sus prístinos principios en materia de política exterior.
En rigor, toda esta parafernalia con el personal diplomático es humo para esconder que la Cancillería está paralizada desde su asunción como presidente y las medidas esenciales de política exterior y los negocios, que tanto atraen a Milei, se manejan en otro Ministerio: el de Defensa a cargo del pupilo de Patricia Bullrich, el ex radical mendocino Luis Petri.
La otanización de la Argentina y los negocios de armamentos
En abril de 2024, el Ministro de Defensa Luis Petri viajó a Bruselas para dar el paso decisivo en el realineamiento de la política exterior argentina: la presentación de la Carta de Intención para unirse a la Organización del Atlántico Norte, como Socio Global. En esa ocasión Petri se reunió con el Secretario General Adjunto de la OTAN Mircea Geoana para comenzar los trámites de incorporación de Argentina como Socio Global. Pero no fue lo único que hizo.
En esa gira europea Petri oficializó la compra de 24 aviones F-16 Figthing Falcon a Dinamarca, quien los había adquirido en 1980 a la firma estadounidense Lockheed-Martin. Esos aviones de guerra tienen 25 años de fabricación, fueron parte de un lote de F16A y F16B y hace tiempo que no vuelan. Fueron adquiridos por Argentina, en estado de obsolescencia, por la suma de 320 millones de dólares. La triangulación con Dinamarca se explica porque EUA debe respetar el compromiso que tienen la OTAN y todos sus miembros de no vender material de guerra a la Argentina, condición impuesta por el Reino Unido desde 1982, es decir, desde la Guerra de Malvinas.
Es una carambola a tres bandas, el material obsoleto que Dinamarca no pudo enviar a Ucrania, lo coloca en Argentina con el acuerdo de los EUA de que Lockheed-Martín proveerá de modernos aviones de ataque a Dinamarca y será el proveedor exclusivo de las reparaciones, equipamiento y modernización de la chatarra comprada por Argentina; además de asegurarle a nuestro país la provisión de material de guerra que lo habilite a combatir en su nueva condición de socio global de la OTAN.
La prestigiosa revista The National Interest, en su edición del 1 de noviembre de 2024, nos termina de develar la importancia de los acuerdos alcanzados por Petri. Según este medio, por un nuevo contrato con Lockheed-Martin, Argentina recibirá 36 misiles AIM-120 C-8 Advanced Medium Range Aire-Aire, Misiles (AMRAAM), además de 102 bombas para propósitos generales MK-82500 libras, 50 bombas guiadas por rayos laser GBU-12 Paveway II, así como equipamiento en comunicaciones e instrumentos de navegación, repuestos, sistemas de soporte terrestre y mantenimiento técnico para el Block 10/15 Fighting Falcons. Asimismo, Lockheed-Martin será el principal contratista para la provisión de materiales, pertrechos y modernización de todo el material adquirido por Argentina. El nuevo contrato suscripto por el Ministro Petri asciende a 941millones de dólares.
Como lo demuestran los hechos referidos, la verdadera política exterior de Milei y los negocios conexos no tienen que ver con la Cancillería. Han sido subrogados al Ministerio de Defensa, a Patricia Bullrich, su esposo que es un gran trader de armas y equipos de espionaje, proveedor casi exclusivo de la SIDE y otros órganos de inteligencia y, al empleado de ambos, Luis Petri que vive disfrazado con uniforme de fajina.
El abandono de la Neutralidad y los vínculos comerciales establecidos con Lockheed-Martin y la OTAN se explican en el marco de una lógica guerrerista que se corresponde con los intereses de EUA de globalizar la OTAN. Se trata de una apuesta militarista para contener a China, Rusia, India y los BRICS en su acelerado ascenso en la geopolítica y la economía mundial y el reconocimiento de que “la era del dominio hegemónico de Occidente ha llegado a su fin”. Así lo ha reconocido Josep Borrell, el jefe de la política exterior de la Unión Europea, en un texto recientemente publicado. Este reconocimiento de una realidad difícil de refutar enfrenta a las élites occidentales con una dramática pregunta: ¿qué hacer frente a ello?
Como un personaje de una tragedia clásica, Borrell balbucea algunos signos de la tormenta que los llevará al naufragio, pero decide avanzar con más ahínco hacia los oscuros nubarrones, empujado por fuerzas que no controla, pero que representa.
Globalizar la OTAN
Una de las respuestas centrales ante el actual escenario de quiebre de la hegemonía de las fuerzas globalistas angloestadounidenses y de grupos de poder aliados es insistir con la idea de la OTAN global, que comenzó a surgir en la última década del Siglo XX, en el auge del orden mundial unipolar y la imposición del modelo económico neoliberal.
Lord Ismay decía que la Alianza Atlántica se había creado “para mantener a los rusos afuera, a los americanos adentro y a los alemanes abajo”. Para los grupos de poder centrales de Washington y Londres, seguía siendo clave -en aquel escenario de la postguerra Fría- terminar de debilitar estructuralmente a Rusia para dejarla definitivamente aislada y afuera. Asimismo, y sobre todo, mantener a los alemanes debajo. Generaba una creciente inquietud en la anglósfera la reunificación de Alemania con su parte oriental que aumentaba su peso económico y territorial, el éxito de su competitiva industria alimentada con hidrocarburos abundantes y baratos de Rusia y el avance de la Unión Europea, a partir de Maastrich (1993) y la creación del Euro.
La perspectiva de una OTAN global es la más adecuada para definir la mutación que se produjo en la alianza atlántica después del colapso de la URSS. Derrotado el gran enemigo de la Guerra Fría, la OTAN comienza a convertirse en la herramienta político-militar del Occidente geopolítico conducido por el polo de poder angloestadounidense para sostener su supremacía. La clave pasa a ser asegurar estratégicamente el orden mundial unipolar basado en un capitalismo transnacional dominado por las redes financieras con centro en Wall Street, Londres y la red de centros financieros internacionales.
Es decir, una nueva concepción estratégica comienza a conducir la alianza atlántica. El lineamiento dominante se convierte en la expansión hacia el Este de Europa, para construir un cordón sanitario alrededor de Rusia y a lo largo de todas sus fronteras. Asimismo, expandirse al Asia, Indo-Pacífico y Oceanía para tejer una red de contención militar alrededor de China. Secundariamente, el proceso expansivo de la OTAN se extiende con la invasión a Afganistán y otros escenarios de Medio Oriente, Asia y África. El lema es: “Sólo una alianza verdaderamente global puede abordar los desafíos globales de nuestro tiempo”.
A partir de ese momento la lucha hegemónica se plantea entre el “unipolarismo occidental” o el “multipolarismo de los BRICS”.
La apuesta militarista de Occidente
Los números hablan por sí solos para definir la “apuesta militarista de Occidente”. El gasto en defensa de los estados miembros de la OTAN, que empezaron siendo 6 y hoy suman 32, liderados por los EUA, representa el 67%del gasto militar total mundial. La “pacifista Europa” gastó en 2023, 588.000 millones de dólares, 16% más que en 2022 y 62% por encima de lo que gastaba una década atrás, superando por más de 5 veces al gasto de Rusia y más que duplicando al de China (que posee un PBI mayor que el conjunto de Europa). Este número es impactante: el gasto militar de Rusia equivale a sólo el 8% del gasto de la OTAN. Así y todo, para Borrell la cuestión en Europa es gastar más en defensa. Así les va.
El problema del militarismo, como toda perspectiva instrumentalista, es que pierde la dimensión de la política. Y eso es clave para entender los resultados adversos en varios escenarios a pesar de la descomunal inversión.
La crisis de la hegemonía angloestadounidense, el polo dominante de los últimos 200 años es también una crisis de la “primacía occidental” y de su declive secular relativo, el cuál contrasta con el ascenso de China y otros países emergentes. Proceso que significa una transformación estructural del sistema mundial y como contracara, implica la caducidad del viejo ordenamiento político mundial y de las instituciones que cristalizaban las anteriores jerarquías de poder.
Las tensiones en torno a Taiwán, la guerra tecnológica impulsada por EUA contra China, que se articula con la guerra comercial, la escalada en las guerras de Ucrania, el Líbano, Israel e Irán o la creciente guerra de información y propaganda son fragmentos y frentes de este nuevo escenario de Guerra Mundial Híbrida. Al revés de lo que sucedió a partir del Siglo XIX, el viejo polo dominante tiene actualmente grandes dificultades para imponer sus intereses a través de la aplicación de la “violencia organizada”, como decía Samuel Huntington. Pero no va a dejar de intentarlo.
La OTAN global resurge a causa de una necesidad histórica: el tiempo corre a favor del enemigo. La apuesta militarista intenta aprovechar la ventaja militar para frustrar la multipolaridad o quiebre hegemónico, impulsada por el polo angloestadounidense. Sin embargo, no podemos olvidar que hace pocos años la misma OTAN había sido diagnosticada por Emmanuel Macron de “muerte cerebral”, en 2019, cuando Donald Trump gobernaba los EUA. ¿Qué pasará si vuelve?
Conclusiones
Argentina carece de una política exterior, ese es un atributo de países con relativa autonomía. Al alinearse férreamente con EUA e Israel, la sustituye por una política de defensa que se equipa para intervenir en conflictos que no afectan sus intereses nacionales.
El propio ministro de Defensa reconoce que el ingreso como socio Global de la OTAN, tiene el propósito de impedir que las inversiones rusas o chinas se expandan América Latina. Eso justifica el costoso reequipamiento militar, en medio del ajuste más extremo de la economía argentina.
Esta política centrada en fortalecer capacidades militares rompe el equilibrio tradicional de fuerzas en América del Sur, alimenta hipótesis de conflictos y posterga indefinidamente los objetivos de integración regional.
La Argentina, en el marco de la Guerra Híbrida Mundial que hemos caracterizado, se convierte en blanco de ataques por actores no estatales.
La elección de la OTAN en lugar de los BRICS, nos integra a un sistema de seguridad colectiva extrarregional que nos obliga a intervenir en conflicto entre terceros países. En cambio, los BRICS son un Grupo de Países Emergentes que privilegian el desarrollo en lugar del armamentismo y fomentan el multilateralismo y la multipolaridad en el sistema internacional.
En suma, el gobierno de Milei ha consumado una conspiración suicida contra los intereses permanentes de la República de la República Argentina. Está aislando al país de sus principales socios comerciales y de sus auténticos socios geopolíticamente estratégicos. Todo ello, sin la menor participación del Congreso que, por la Constitución Nacional, tiene una competencia inalienable en la política exterior y en los asuntos sobre la guerra y la paz. Abandona la neutralidad en un mundo atravesado por una guerra mundial híbrida y fragmentada, que puede escalar en cualquier momento. El perfil autocrático de Milei explica esta “privatización de la política exterior”, concebida y ejecutada en función de su visión personalísima violenta y equivocada del mundo en que le toca gobernar a la Argentina.
Por último, pero no por ser menos trascendente, en su inmensa ignorancia Milei omite dos datos fundamentales que descalifican la otanización de la Argentina. El primero, es que el único país de América Latina que es socio global de la OTAN es Colombia. Pero no lo hizo gratis, sino a cambio del Plan Colombia que le costó a EUA miles de millones de dólares, para solo desplazar los cárteles de la droga a Ecuador y la frontera con México. A cambio incorporó a Colombia a su zona de seguridad estratégica, que antes llegaba hasta el Canal de Panamá, y la instalación de bases militares estadounidenses para monitorear la Amazonía, Venezuela buena parte de América del Sur. La otra gran omisión es que la OTAN no sólo fue una fuerza beligerante enemiga de Argentina y solidaria con el Reino Unido por el Artículo 5° del Tratado del Atlántico Norte de 1949 que dice: “Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas... será considerado como un ataque dirigido a todas ellas, y en consecuencia, acuerdan que, si tal ataque se produce, cada una de ellas.... ayudará a la Parte o Partes atacadas”.
La OTAN declaró por unanimidad que, en la tima de Malvinas, Argentina fue el país agresor, reconociendo la plena y total soberanía del Reino Unido sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Cuando nos incorporemos como socios globales de la OTAN, todos los esfuerzos diplomáticos de la Argentina, realizados durante 132 años y que culminaron con la adopción, por parte del Comité de Descolonización de la Posición Argentina, en su Resolución 2065 (XX) de 1965, caerán como hojas secas, a la vez que el Reino Unido y su socio atlántico EUA serán las potencias dominantes en el Atlántico Sur.
Finalmente, cabe destacar que la Constitución de la República Argentina califica a quienes promueven estas políticas como “infames traidores a la Patria”.