La figura de San Juan de la Cruz sigue siendo un referente del amor más auténtico y profundo de un alma sencilla y pura que busca y encuentra a Dios, a pesar de las dificultades y oscuridades por las que tiene que pasar.
Un alma que es poseedora de una fuerza arrasadora, vital y extraordinaria que le lleva a adentrarse en el misterio íntimo de lo inefable.
San Juan de la Cruz hace de su experiencia personal con Dios el centro de su vida, y esa vivencia se hace presente en cada momento de su existencia, que comparte de una forma directa e inseparable con la divinidad.
La percepción que el santo tiene de Dios está intrínsecamente arraigada en su persona, que le basta con sumergirse en su propio interior para palpar la presencia divina y sentir que todo su ser está entroncado sustancialmente con ella.
Todas estas vivencias de San Juan de la Cruz son las que vierte en sus escritos y sobre todo en sus poemas por eso su obra poética está llena de los símbolos más brillantes, audaces y elevados, para poder expresar su pensamiento, porque aquello que nos quiere transmitir es la experiencia mística del alma que se une en esponsales con Dios.
La figura de San Juan de la Cruz sigue siendo un referente del amor más auténtico y profundo de un alma sencilla y pura que busca y encuentra a Dios, a pesar de las dificultades y oscuridades, por las que tiene que pasar.
Inspirándome en el Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz he querido recrear unos hermosos poemas De Cántico de Amor, que nos ayude en estos tiempos materialistas, en que impera el afán de riqueza y poder a buscar el sentido de la vida en la espiritualidad, porque no podemos olvidar que el hombre está formado de alma y cuerpo. No solo las cosas efímeras y el consumismo pueden llenar nuestro vacío espiritual.
Requiebros del amado al alma enamorada
Mi amada, blanca estrella,
dulce amor conquistado en la alborada,
eres la luz más bella
que estaba destinada
a encender mi pasión con tu mirada.
Haremos una hoguera
con rastrojos y troncos muy resecos.
y yo junto a tu vera,
escucharemos del latir, los ecos
de ciervos, jabalíes y rebecos.
Y entrada ya la noche.
tu cuerpo junto al mío recostado
será el más bello broche
de resplandor velado
que alumbrará los valles y el collado.
La hermosa primavera
vestirá nuestros bellos esponsales,
del monte a la rivera
brotarán a raudales
los lirios, azucenas y rosales.
Respiremos la brisa
tan suave cual espuma de las olas
en donde tu sonrisa
clara cual las violas
suena a rumor de blancas caracolas.
Postrado ya en tu lecho
besaré tu rostro apasionado,
suspirará mi pecho.
a tu cuerpo enlazado
bajo el cielo más puro y estrellado.
Escucha amada mía
los trinos de los pájaros cantores
al despertar el día
y aspira los olores
que desprenden los ramos de las flores.
Salgamos a los prados
nuestras manos unidas y selladas,
bellos y enamorados,
las bocas apresadas
por la pasión más fuerte arrebatadas.
Goza de la alborada
que empapa de belleza tu figura
y llena tu mirada
de radiante hermosura
que hace de tu presencia mi locura.
Altas garzas rosadas
que vais surcando el cielo en vuelo presto,
cuando estéis elevadas
del duro suelo inhiesto
saludad a mi amada en dulce gesto.
Astros en movimiento,
blancas estrellas y claros luceros
del alto firmamento,
ocultaos ligeros
no despierte mi amor por querer veros.
En tu mirar cautivos
se han quedado mis ojos prisioneros,
sintiendo que están vivos
que su gozo es teneros
no quieren ya dejar de poseeros.
Vayamos a las vides
a escoger los racimos más sabrosos.
Y si tú me lo pides,
gustaremos dichosos
su dulce néctar en mis labios rojos.
Pues ya que te he hallado
en las cumbres más altas del sentido,
y gozoso a mi lado
reposa tu latido
no quiero que jamás de mí sea ido.
Pues ya solo con veros
herido del amor de esos tus ojos,
solo ansío teneros
gozando sin sonrojos
de ti, entre blancas rosas y entre abrojos.
¡Oh vino degustado
en el suave regazo de mi amada!
Después de ser probado
fue mi boca impregnada
del sabor de ambrosía perfumada.
Verdes prados floridos,
arroyos, ríos, fuentes refulgentes,
alces, ciervos curtidos,
criaturas vivientes
que habitáis las montañas y el ejido.
Alzaos de contento
a contemplar la belleza de mi amada
que se esparce en el viento
frágil, sutil y alada,
para ser de vosotros contemplada.