En el tiempo que estuvo preso Miguel Hernández, Josefina Manresa, apenas pudo verlo, ya que solo podían visitar a los presos los familiares y al no reconocer la autoridad franquista el matrimonio civil, ella no estaba considerada su esposa. Según la terminología de la época, estaban amancebados. En una carta, le contó a Miguel que solo comía cebollas y patatas cocinadas en un mísero guiso. El le contestó desde la cárcel de Torrijos, en Madrid, con el sobrecogedor poema Nanas de la cebolla, donde el poeta se desgarra. Expresa su impotencia y el temor de no verlos a ella y a su hijo nunca más.
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.
Con este poema cerró Cancionero y romancero de ausencias, fue su último poemario.
El legado de Miguel Hernández está en Quesada (Jaén) de donde era su esposa Josefina Manresa.
¿Pero, qué fue de este niño? Se llamó Manuel Miguel, sobrevivió a las calamidades de la guerra y murió en 1984 a los 45 años. Estuvo casado con Lucía Izquierdo y tuvo dos hijos, Miguel y María José, actuales nietos del poeta. Miguel y Josefina tuvieron antes otro hijo, Manuel Ramón, nacido en 1937, que murió con menos de un año.
Miguel, presintiendo su inminente muerte, acabaría cediendo al matrimonio eclesiástico, agobiado por la idea de que no se le reconociera ningún derecho a Josefina y a su hijo tras su fallecimiento. Un capellán los casó en la enfermería de la cárcel de Alicante el 4 de marzo de 1942, en una ceremonia que apenas duró cinco minutos. El poeta falleció a las 5.32 de la mañana del 28 del mismo mes. Tenía 32 años y los testigos dijeron que no le pudieron cerrar los ojos. Ocurrió en el Reformatorio de Adultos de Alicante.
Tras la muerte del poeta, Josefina decidió trasladarse con su hijo a Elche en 1950 para buscar trabajo. Allí el niño continuó sus estudios escolares.
Ha querido la suerte que el autor de esta crónica haya conocido a un compañero de juventud de este muchacho: Josep Cascales Aracil, vecino de Castelldefels. Me ha contado infinidad de anécdotas que yo desconocía o que había oído a medias. Hasta donde llega mi información, fue una persona con muchos problemas. Murió en 1984 a los 45 años. Tres años después, falleció su madre, que pasó por el trance de ver morir a su esposo y a sus dos hijos. Josefina está enterrada en Alicante junto a Miguel y Manuel Miguel. Murió el 18 de febrero de 1987, tenía 71 años.
También escuché una anécdota, con toda la apariencia de leyenda urbana, pero que no me extrañó conociendo la humanidad del protagonista y que he corroborado con personas que lo vivieron en aquella ciudad: Joan Manuel Serrat editó en 1972 el primer disco con canciones de Miguel, en el que estaba incluido el poema de las nanas. Quiso el cantante llevárselo personalmente a Josefina Manresa para que lo oyera. Al ofrecérselo, esta le contestó: «Hijo, cómo quieres que lo oiga si no tengo tocadiscos». Joan Manuel salió a la calle y le trajo uno. Según mis informaciones, aún existe en Elche la tienda donde lo adquirió. Dijo Joan Manuel que, en Josefina, encontró «una señora dulce, que me transmitió mucho cariño. No había en ella ninguna aspereza, ni temor, ni desconfianza. Me mostró tanta gratitud que me sentía avergonzado».
Placa a la entrada del cementerio de Alicante.
Cuando ya tenía pergeñada esta sencilla crónica, me ha llegado un correo desde la isla griega Mikonos de mi estimado amigo, el catedrático José María Balcells, tal vez la persona que más sabe de la vida y obra del poeta, en el que me informa que ha publicado un nuevo libro sobre Miguel.
El Diario de León recoge la noticia:
A este nuevo aporte en forma de libro le ha puesto el tan elocuente título de «Asuntos del cielo», y en estas páginas ha seleccionado y prologado 31 poemas de tema religioso del autor de «El rayo que no cesa», «Viento del pueblo», y «Cancionero y romancero de ausencias». La obra fue presentada por partida doble en el pasado mes de mayo: el día 7 en el Ateneo barcelonés de la Ciudad Condal, y el 22 en la Biblioteca Pública María Moliner de la alicantina localidad de Orihuela, donde nació Miguel Hernández en 1910.
Preguntado sobre la razón de haber ofrecido a los lectores esta faceta temática del poeta, José María Balcells responde que precisamente lo ha hecho porque nunca antes se había acometido una antología de este carácter, y a su juicio era conveniente hacerla para poner de relieve la importancia literaria que revisten muchos de los textos poéticos de Miguel Hernández inspirados en asuntos religiosos y más concretamente católicos.
Al respecto recuerda como aval para su trabajo que ya Pablo Neruda había subrayado la valía de tales poemas de Miguel Hernández al señalar que el oriolano no solo fue el más grande de los nuevos constructores de la poesía política a partir del año 1936, sino que con anterioridad había sido también el más grande de los poetas nuevos que ha dado el catolicismo español en el siglo XX.
Un libro necesario, sin duda, que abre ventanas en la historia de un poeta que siempre ha estado tan parcialmente estudiado.