Hace dos semanas, supimos de la incursión de tropas ucranianas en territorio ruso. Habían solicitado autorización a la OTAN y una vez concedida no dudaron en avanzar sobre territorio enemigo. Según su presidente no buscan anexar esas tierras a Ucrania, sino atacar a los que llevan dos años haciendo lo propio con el territorio que hasta ahora era considerado Ucrania.
Este hecho de por sí podría considerarse una nota más dentro de las bitácoras de la guerra entre estos dos países que empezó en 2014 en Crimea y que volvió a acelerarse en 2022 cuando Rusia decidió volver a entrar en el territorio ucraniano. Pero no es solo una nota aislada. Esta guerra está entrelazada con otros conflictos bélicos activos en este momento.
Como bien sabemos todos, después del ataque terrorista de Hamas a Israel, el gobierno israelí decidió aprovechar la ocasión para provocar un genocidio en la franja de Gaza. Llevan casi un año arremetiendo a un ritmo de 30 muertos diarios contra los casi dos millones de personas que viven asediadas en ese territorio. Pues bien, Ucrania, Rusia, Israel e Irán están conectadas.
También hace unos pocos días Irán dijo que era inminente un ataque con drones a Israel. La justificación no es clara, tampoco a algunos puede que les parezca necesario, pero si vamos solo a los hechos y no a las opiniones, hay una solicitud para vaciar el tráfico aéreo entre los dos países realizada por Irán lo que implica un mensaje claro: la probabilidad de un ataque con drones o misiles es inminente.
Al tiempo que esto sucedía, ciertos militares ucranianos denunciaron la implantación de colonos israelíes en territorio ucraniano y también en la zona del conflicto, estas denuncias no están confirmadas, pero provienen de militares de corte nazi o de extrema derecha, algo también muy llamativo desde el inicio de ese conflicto. Para sumar otro ingrediente a esta bomba, el gobierno de Rusia dice apoyar el legítimo derecho de Irán a atacar (o defenderse, dado que ya hubo un ataque puntual a Irán desde Israel hace unos meses) al gobierno israelí. Además, según otras fuentes Rusia lleva tiempo usando drones de fabricación iraní en la guerra contra Ucrania.
Un actor secundario (de momento) es China que apoya a Irán, reconoce a Rusia como aliado, pero se mantiene a la espera de nuevos acontecimientos e intercede por la paz en el mundo diciendo que el único promotor de guerras es Estados Unidos. Y no le falta razón, porque USA está detrás de cada uno de los hechos que he comentado párrafos atrás: en Rusia a través de la OTAN autorizando la incursión en ese territorio y en Israel proveyendo armamento y financiación al genocida para las atrocidades que hace en Gaza.
Pero el detonante final sigue pendiente y esperemos que así sea por mucho tiempo.
Hay dos puntos calientes que podrían ser clave en esta suma de conflictos: la energía nuclear y Taiwán. Las tropas aliadas a la OTAN, tropas ucranianas, que están ahora mismo en territorio ruso, están a menos de treinta kilómetros de la central nuclear de Kursk, un complejo con dos centrales (una en activa y otra en construcción) que abastecen de electricidad a más de 8 millones de personas.
Hace poco más de una semana, se reportearon explosiones en las torres de refrigeración de la central nuclear de Zaporizhia, en territorio ucraniano tomado por los rusos y bajo control ruso. Dos centrales nucleares en el epicentro de estos nuevos ataques. A nadie beneficia que haya otro Chernóbil, pero hay locos en ambos bandos y especialmente en el bando que va perdiendo una de las batallas. ¿Podríamos pensar que a Estados Unidos le beneficiaría una guerra que debilitara a Europa? No quiero sembrar esa idea que seguramente muchos de vosotros ya tenéis dentro, dada le belicosidad de los norteamericanos más imperialistas, pero tampoco es algo que podamos descartar. Después de todo, ni Ucrania ni Rusia se benefician con estos riesgos en sus territorios y mucho menos nosotros, los vecinos europeos.
Y en el otro extremo del mundo tenemos a Taiwán, el primer productor mundial de chips electrónicos para automóviles, maquinaria industrial, ordenadores, móviles y todo tipo de equipos electrónicos. Taiwán es para China parte de su territorio, desde siempre. Hay muy pocos países que reconocen la independencia de Taiwán. Este archipiélago a menos de 200Km de China continental está reconocido solamente por 14 países, aunque hay otros 50 que tienen relaciones comerciales con ellos de manera extraoficial, entre ellos la UE y los EUA. Es un delicado equilibro que cada día es más difícil de mantener. Estados Unidos juega al límite cuando visita Taipéi con sus diplomáticos y China hace lo suyo cada vez que realiza maniobras militares.
Las últimas, llevadas a cabo en el estrecho de Taiwán, al norte, sur y este de la isla de Taiwán, así como en las zonas alrededor de las islas de Kinmen, Matsu, Wuqiu y Dongyin, cerca de la costa oriental China, fueron denominadas como una “prueba de capacidad para tomar el poder”.
Los Estados Unidos y China tienen un gran frente abierto en ese archipiélago donde los intereses comerciales y económicos de la OTAN chocan frontalmente con los del gigante asiático.
Sea por H o por B, las guerras y los conflictos pueden unirse de una manera u otra, haciendo que estalle una gran guerra, como sucedió en la década del diez o en la del treinta del siglo pasado. El germen está ahí, la tensión acumulada en los frentes no para de crecer y lo que muchos definían como ‘Occidente’ o ‘Las democracias del mundo’ ya no son otra cosa que el grupo de aliados de Estados Unidos que tienen enfrente a otro grupo mucho menos cohesionado, pero con las mismas intensiones que los primeros: liderar y no ser liderados.
Veremos qué pasa en esta segunda etapa de la guerra fría que puede que deje de serlo en un tiempo indeterminado.