Planificaste ese viaje a Buenos Aires durante mucho tiempo y cuando por fin llegás, llueve. No desesperes, hoy te traigo tres opciones bajo techo para empezar a conocer la city desde otra perspectiva.
Museos de Buenos Aires: Malba
Si querés conocer más acerca del arte contemporáneo argentino y latinoamericano, entonces sin duda tenés que visitar el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Este edificio, revestido de piedra caliza con superficies de vidrio y acero, se construyó en el año 1997, aunque se inauguró en 2001. Quien llevó a cabo esta tarea fue el estudio cordobés Atelman-Fourcade-Tapia, ganador de un concurso internacional.
El lugar aloja la colección de arte de la Fundación Costantini que cuenta con más de 400 obras entre fotografías, grabados, pinturas y esculturas de grandes artistas latinoamericanos del siglo XX.
Al ingresar, en el hall de entrada, se encuentran las boleterías para adquirir los tickets. Con mi cámara colgada al cuello me acerqué a la chica que sonriente atendía al público y le pedí una entrada general. Vale aclarar que también se pueden comprar de forma online.
Algo que me gustó mucho fue su tienda. Sí, el Malba tiene una tienda en planta baja que es un paseo obligado donde se exponen y comercializan distintos objetos de artistas latinoamericanos. También cuenta con un bar para tomar algo.
En cuanto a exposiciones, las hay rotativas y semipermanentes. En este caso me tocó asistir a una temporal llamada “Manifestación” del dúo Mondongo que proponía un homenaje al artista rosarino Antonio Berni. La propuesta hace hincapié en los asentamientos precarios de viviendas surgidos en Argentina en la segunda mitad del siglo XX.
Algo que se destaca es un cuadro con una versión más contemporánea realizado en plastilina. Allí, los Mondongo representaban a personas pertenecientes a diferentes clases sociales durante una protesta.
También se pueden visitar otras exposiciones como “Tercer Ojo” (2022-2025) de la colección Malba y de su fundador Eduardo F. Costantini que reúne más de 220 obras de artistas latinoamericanos como Xul Solar, Fernando Botero, Jorge de la Vega, entre otros. Sin embargo, no es la única expo que hay. “Frida y Diego, transformar los afectos” también estará disponible hasta 2025.
El viudo, Fernando Botero, 1968
Pero no todo son cuadros. Hay un ciclo de cine cuya cartelera se renueva de forma constante. Además existe la posibilidad de recorrer el museo en grupo mayor a 10 personas con o sin guía con reserva previa, tanto para visitas educativas como para grupos particulares. En su página web pueden consultar sus días, precios y horarios.
Arte, cultura y cine. Una combinación perfecta para un día de lluvia.
Una experiencia de otra galaxia: Planetario Galileo Galilei
Otra opción para incluir en un itinerario, sobre todo si van con niños, es el Planetario Galileo Galilei. Comenzó a funcionar en el año 1967 y en su primera proyección participaron estudiantes de distintos colegios. Tan solo un año después abrió sus puertas al público en general, convirtiéndose así en el principal centro de divulgación astronómica de la ciudad de Buenos Aires.
Siempre concurrido por grandes y chicos, se ubica en el parque Tres de Febrero y se encuentra rodeado por los lagos de Palermo. Lleva su nombre en homenaje a Galileo Galilei, matemático italiano que contribuyó a la revolución científica con sus aportes a la comprensión del universo.
A simple vista su estructura con apariencia de nave interestelar fascina. Unos metros más adelante, en la entrada, un meteorito metálico llamado “La perdida”, compuesto por hierro y níquel y hallado en Gancedo, Campo del cielo, provincia de Chaco, prepara al público para la visita. Es importante mencionar que Campo del cielo es uno de los mayores campos de impacto de meteoritos conocido en la Tierra.
El Planetario consta de 5 pisos. En la primera planta se expone una roca lunar que trajo la misión Apolo XI, regalo del expresidente estadounidense Richard Nixon. Rodeándola se encuentran una serie de pantallas touch en las que se comparte información sobre nuestro planeta. El robot humanoide Gailbot actúa de guía.
Durante el recorrido se pueden encontrar distintas curiosidades como “El Copernicano”, un sistema planetario mecánico construido en Alemania en el año 1901. Su esfera de vidrio representa al universo con sus estrellas y constelaciones. En el centro están el sol y los planetas.
En la segunda planta se ubica la sala de espectáculos, espacio de proyección semiesférica con 360 butacas reclinables y una cúpula de veinte metros de diámetro donde se llevan a cabo las proyecciones de estrellas y planetas, gracias al equipamiento de alta tecnología. Un dato importante a mencionar es que hasta el año 2011 se utilizó el proyector Zeiss que luego fue reemplazado por uno digital. Hoy se lo exhibe dentro de las instalaciones como una reliquia.
El planetario posee una cartelera variada de espectáculos tanto para el público en general como para estudiantes de distintos niveles educativos.
En los últimos años, se implementaron cambios en materia de accesibilidad como parte del proyecto de inclusión de personas con discapacidad. Además, se trabajó en la adaptación de los espectáculos en conjunto con la comunidad sorda.
Por último, cuenta con dos subsuelos, en los que funcionan una biblioteca, las oficinas administrativas y la sala de máquinas. Quiero hacer una mención especial a Sol Bejarán, quien ofició de guía durante el recorrido y facilitó la obtención de las tomas del interior del lugar, ya que no contaba con un ticket de ingreso a las instalaciones.
Bares de Buenos Aires: el Gran Café Tortoni
Si bien se trata de uno de los bares de Buenos Aires más emblemáticos, nunca lo había visitado. Quise aprovechar que en Argentina es invierno y animada por la idea de probar sus ya famosos churros con chocolate caliente, decidí que era tiempo de conocerlo.
Quiero contar un poco de su historia, aquella que hace que cientos de personas alrededor del mundo se acerquen al Gran Café Tortoni. Por empezar, su nombre lo eligió el propio fundador Monsieur Jean Touan, en homenaje al Café Tortoni de París. En Buenos Aires abrió sus puertas en 1858 y aunque cambió varias veces de lugar, fue el primero en estrenar Avenida de Mayo tras su apertura en 1894.
Su fachada, obra del arquitecto noruego Alejandro Christophersen, se diseñó en 1888. Ingresar a sus instalaciones es como entrar en una cápsula del tiempo y vivir una experiencia inmersiva en otro siglo.
Sus mesas de mármol, sus sillas de cuero y sus vitrinas repletas de objetos y viejas fotografías, son testigos mudos de la historia. No es difícil imaginar entonces, aquellas épocas en las que un joven Gardel ocupaba una mesa reservada lejos de la vista de su público.
En cuanto a la gastronomía del lugar, el chocolate caliente es un must. Lo sirven en una taza de porcelana con 3 churros rellenos de dulce de leche y es una experiencia única para el paladar.
Algo curioso que se puede encontrar en el café son las esculturas en tamaño real de Jorge Luis Borges, Carlos Gardel y Alfonsina Storni en un pequeño rincón, obra del escultor Gustavo Fernández. Allí se los puede ver en torno a una mesa como si compartieran una tertulia.
Cabe recordar que durante esos años, las mujeres podían concurrir al café junto a los hombres, pero no se les permitía ingresar al salón principal. Una de las precursoras en hacerlo fue la escritora Alfonsina Storni, quien también tiene allí un recinto con su nombre.
Otras salas que se pueden encontrar son la “César Tiempo”, en la que funcionó una peluquería y hoy exhibe en sus vitrinas documentación histórica, la sala “Eladia Blázquez” y la “Quinquela Martin” donde se realizan eventos y shows de tango.
Entre los años 1926 y 1943, funcionó allí “La Peña literaria del Café Tortoni”. Algunas de las figuras que asistieron fueron Baldomero Fernández Moreno, Marcelo Torcuato de Alvear y José Ortega y Gasset. Allí se organizaban grandes debates y conferencias. Con el pasar de los años, se formó una nueva peña y de estos encuentros surgieron revistas como El Ornitorrinco, El escarabajo de oro y El grillo de papel.
Frecuentado por locales y extranjeros, sin duda, un café de otro tiempo que hay que visitar al menos una vez en la vida.