El capital es un parásito abstracto, un vampiro insaciable y un generador de zombis; pero la carne viva que convierte en trabajo muerto es el nuestro, y los zombis somos nosotros.

(Mark Fisher)

El contexto cultural de la Argentina se encuentra agraviado por un ataque perpetuo a las instituciones que lo forman. Bajo el afán de estabilizar una economía que, según el presidente y muchas métricas sociales, venía a pique, se tomaron varias medidas. En estas uno asumiría que, en la búsqueda de no afectar a aquellos perjudicados por esta crisis, se le aumentaría las tarifas, la carga impositiva para las grandes empresas, quienes obtuvieron ganancias récord desde la pandemia y no se lo retribuyeron a la población.

Bueno, lamento informar que no fue el camino tomado. Más bien se tomó el opuesto. En vez de apoyarse en los grupos sociales para abastecer la falta de comida, en la cultura y la ciencia para generar trabajo y en el arte para apaciguar el malestar social, se destruyeron las industrias que fomentaban todas estas ramas. Ramas que generan una sociedad más unificada, solidaria y enriquecida, tanto material como espiritualmente. No, lo que nos encontramos hoy en día, luego de medio año del nuevo (viejo) modelo neoliberal, es un vaciamiento de estas instituciones, el cual procederé a denotar en sus particularidades.

El cierre de las industrias culturales

El proyecto de Ley Bases, que habrá tenido su definición en junio, tiene unos capítulos dedicados a la desfinanciación (y si bien no está descrito, uno podría esbozar presuntamente la idea de su venta a privados) del Instituto Nacional del Teatro (INT), del Fondo Nacional de las Artes (FNA), el Instituto Nacional de la Música (INAMU) y del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). En su mayoría entidades autárquicas y descentralizadas, ergo, el peso impositivo que le hace al Estado nacional es mínimo en comparación a, por ejemplo, los beneficios que le provee a Mercado Libre, una entidad privada con oficina principal en Uruguay.

Dado este detalle, es fácil estipular las intenciones detrás de estas acciones. La intención no es de ahorrarle gastos al fondo nacional sino dinamitar la identidad cultural de la Argentina. En este plan de hacer una Argentina nueva a la imagen “liberal” del actual presidente, claramente la cultura es parte de esta limpieza.

Tampoco es raro que hayan cerrado la única agencia de noticias que conectaba a toda la argentina, Télam. Pensemos que además de una población carente de identidad cultural, quieren también una población desconectada y embrutecida, dado a que Télam era la única agencia de noticias que recopilaba información de las esquinas más recónditas del país, donde una agencia formal de prensa no podría sostenerse. Una democratización de los medios por los cuales la gente se puede informar y puede replegar información importante, aunque estés en Algarrobo del Águila (La Pampa) o Salta capital. La distancia y la desconexión ya no es un obstáculo. O por lo menos no lo era hasta ahora, dado que esta agencia de reconocimiento mundial larga sus últimos pulmonazos de oxígeno, cesando su existencia.

Lo descrito hasta ahora no es una rareza para un gobierno tan fascista como el que está en este momento en Argentina. Lo que sí resulta inusual es lo que está sucediendo con la institución científica del país, el CONICET.

Si bien oficialmente no se ha dicho nada respecto al cierre del CONICET por los medios del gobierno, un buen indicio de las intenciones del presidente actual es siempre su querido y amado X, donde sus me gustas cuentan más que mil historias, y uno de ellos fue destinado a una publicación que dice:

Si con el cierre de Télam estoy teniendo picos de éxtasis, realmente no me imagino lo que me pueda provocar cuando tiren abajo medio ÑOQUICET. Esa realmente es la madre de todas las batallas. Ahí hay que entrar con la motosierra y purgar con gusto.

Esta satisfacción cínica que le gusta reproducir a Milei demuestra la carencia de visión periférica que tiene respecto a sus propias creencias ideológicas. La ciencia no es impulsada por capital en sus fases iniciales, sino más bien por instituciones académicas e inyección económica del Estado. Al capital privado no le interesa perseguir ámbitos nuevos de desarrollo científico si no demuestra su capacidad de devolver esa inversión en medidas duplicantes de la cifra inicial. La concepción de que el capital es el incitador del progreso es y ha sido categóricamente falsa en materia de desarrollo académico acá y en todo el mundo, y una nación es sólo tan fuerte como su ciencia (y como su ejército, pero eso es un tema para otro día).

Javier Milei todavía no tiene el capital político como para destruir un pilar tan fundamental de la vida académica, científica y económica como lo es el CONICET, hay bases de la sociedad argentina que van a ser extremadamente difíciles que tumbe, pero esto no signifique que no lo vaya a poder intentar, y en ese intento puede lograr debilitarlo lo suficiente como para que estas batallas saldadas vuelvan a ponerse en disputa. El propio director del Instituto de Investigaciones Físicas y Teóricas Aplicadas (INIFTA-CONICET), Félix Requejo, dijo en un programa de radio respecto a estas ideas que “el CONICET no es una institución para hacer un negocio, imaginar la privatización del CONICET es no entender cómo funciona la ciencia”.

¿Pero por qué habría que escuchar a un profesional, si total le podés preguntar a tu hermana la panadera, tu quinto perro clonado o tu retrato en óleo de Adam Smith?