Lo hizo con todas las armas aéreas de precisión, drones y misiles. Sin embargo, no materializó ninguna victoria evidente, ni hubo daños importantes en Israel. Sus sofisticados escudos tecnológicos, que son más que la tan mencionada «cúpula de hierro», funcionaron. El golpe no fue sorpresa y estaban preparados, Israel, Estados Unidos que lo advirtió públicamente, y otras potencias. Por sobre la propaganda desatada, resulta necesario examinarlo con objetividad.
No es fácil pues, en los países involucrados como en muchos otros, los medios de comunicación han contado sus versiones. Irán festejó ruidosamente cada misil y las manifestaciones se dieron por horas, con las consignas acostumbradas, quema de banderas de israelíes o norteamericanas, y las habituales amenazas, cada vez más virulentas a quienes apoyen a Israel. Nada nuevo en realidad, salvo que el ataque ha demostrado que son reales y las puede llevar a cabo. Hasta falseó los resultados, utilizando fotografías de incendios forestales ocurridos en Chile.
Por su parte, la consabida reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas demostró, una vez más, que no hay ningún acuerdo, que las posiciones no han variado frente a la situación del Medio Oriente, sobre Gaza y la guerra de más de seis meses, la causa palestina, la necesaria ayuda humanitaria, o las sanciones a Israel. La paz del mundo está, y más que antes, verdaderamente amenazada. Es cierto, pero hubo afirmaciones que llaman a reflexionar.
El secretario general de la ONU hizo su acostumbrada advertencia de que estamos «al borde del abismo», lo que es comprobable, pero que cada vez impacta menos, de tanto repetirse. El otro punto reiterado, fue el derecho internacional y las disposiciones de la Carta de Naciones Unidas, eso sí, interpretadas por cada interviniente de manera propia pues, el agresor era Israel o Irán, según la correspondiente aplicación del artículo 51 de la Carta sobre la legítima defensa. Israel, ante el ataque de Hamas en Gaza; y de Irán, en respuesta a la eliminación de unos generales de la Guardia Revolucionaria iraní en Siria.
El vapuleado «derecho inmanente de legítima defensa», que también puede ejercerse legalmente y de manera «individual o colectiva» (ahí está por ejemplo la OTAN), además, no puede utilizarse indiscriminadamente, sino que, de manera proporcional a la agresión recibida, y «hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y seguridad internacionales».
Con razón no hay acuerdo alguno. Ante la imposibilidad de que Consejo actúe al respecto, cada parte, extiende su interpretación según le convenga. Israel en Gaza ante el ataque de Hamas, por meses, hasta que por fin el Consejo adoptó, por la abstención de Estados Unidos, la Reciente resolución sobre el cese al fuego, facilitar la urgente ayuda humanitaria, y algo que a veces se olvida, «la liberación de todos los rehenes». Irán, en cambio, sostuvo tal derecho, ante la eliminación precisa de sus generales en el Consulado iraní en Siria.
Por parte de Israel, se restó importancia al ataque, y aseguró su «total fracaso». No hubo un resultado bélico, pero no se pueden desconsiderar otros efectos muy significativos. En primer lugar, Irán utilizó la fuerza y atacó a Israel violando las normas vigentes, y ha reiterado sus amenazas a todos quienes lo apoyen, en cualquier lugar. Cruzó la línea con una acción totalmente prohibida, y pese al desacuerdo reinante, el Consejo no lo apoyó. Arriesga más sanciones, si bien tampoco hay consenso en aplicarlas. La división imperante, se ha acentuado, y la ha aprovechado en su favor. Llamó la atención su explicación, en nombre de la legalidad internacional, y su defensa de las normas, trastocándolo todo. Rusia, igualmente, las invocó como si las respetara en más de dos años de agresión permanente a Ucrania. Así, cada cual, justificó lo que quiso, debilitando nuevamente el sistema internacional, e impidiendo cualquier acuerdo efectivo.
Israel, esta vez en posición de agredido, buscó revertir las condenas mayoritarias de su extendida operación militar en Gaza, las que paralelamente, reactivó. Y las mostró como prueba de que los otros ataques desde Siria, Yemen, Iraq, o del sur del Líbano, por los movimientos fundamentalistas islámicos, efectivamente fueron orquestados, planificados y apoyados, por Irán, tal y como lo ha sostenido. Las potencias occidentales, como Francia, Gran Bretaña y especialmente Estados Unidos, prestaron su ayuda tecnológica defensiva a Israel, incluida Jordania. Y no hubo recriminaciones, salvo del atacante, Irán. Todo ello crea un nuevo escenario regional, aunque nadie desea que la guerra se extienda, pero ya no es el mismo.
El concepto imperante es la «contención» o la «moderación». La pidieron, el secretario general Guterres, y los demás intervinientes. El resultado, al menos por el momento, es que ha funcionado. Irán, sin renunciar a sus amenazas y su encendida retórica, se auto-condicionó a no proseguir los ataques si Israel no respondía. Israel, al no utilizar su consabida retaliación varias veces multiplicada, no ha contraatacado. Son ofertas que, con las reacciones habituales iraníes e israelitas, de insistir cuando lo crean conveniente y redobladamente, resulta sumamente frágil. Pero al menos, no hay un conflicto mayor todavía.
Otra consecuencia que se puede apreciar está en la causa palestina. Dejó de estar en el foco del debate, y en vez de ayudarla la acción iraní, por ahora, la compromete, al sobreponerse por el decisivo ataque de Irán, y otros actores a Israel, por primera vez en la historia, cumpliendo sus reiteradas amenazas. Constituye una agresión armada de un país miembro de las Naciones Unidas, a otro, directamente, lo que prohíbe taxativamente el derecho y la Carta, además de evidenciar la ayuda a tantas operaciones terroristas, como tanto se ha sospechado.
Corresponde a Irán y a Israel, perseverar en la contención, o romperla. Ambos lo están analizando, por sobre los odios e impulsos conocidos, y no debe ser para nada fácil. También están en juego realidades internas. En Irán, el régimen teocrático, necesita fortificarse, reencantar su población y apaciguar muchas protestas que han aumentado. Israel y sobre todo Netanyahu, ante el creciente cansancio de la población, los más de 130 cautivos todavía en manos de Hamas, y la indefinición del control de Gaza, con el repudio internacional, sabrá sacar partido del ataque iraní.
Queda la interrogante más difícil: ¿Se equivocó Irán? O su proyecto de ser considerado una nueva potencia mundial, con poder nuclear a futuro, ¿podrá sostenerse en el tiempo actuando impunemente sobre Israel? No parece asegurado, y su acción no puede ser autorizada, menos sus amenazas y apoyo al extremismo. Esta vía no ha sido respaldada, y salvo los apoyos de movimientos que él mismo ha creado y financiado, el mundo árabe y sus tradicionales pugnas Shiies (Irán) y Sunies (la mayoría), podrían reaparecer, y echar por tierra sus objetivos.
Nada es definitivo, y todo puede cambiar en un instante, o agravarse por ataques terroristas en cualquier parte. Es imposible anticiparlo.