Desde las brumas de los tiempos más remotos en los que la ignorancia era absoluta, hasta los tiempos actuales en los que nos sorprende aun todo lo que ignoramos, los humanos hemos experimentado la necesidad de conocer nuestra conducta y explicarnos el porqué de las sensaciones, sentimientos, ideas y todo lo que tiene que ver con el pensamiento y la afectividad.
En esa odisea hacia nuestro mundo interior, no han faltado todo tipo de interpretaciones y especulaciones, elucubraciones o hipótesis; en muchas de ellas no ha resultado fácil distinguir la orilla de lo mágico de la de lo racional. En este peregrinaje hacia nosotros mismos se abrió paso la hipnosis, con su halo de misterio y su desplegable de mitos y leyendas que, en demasiadas ocasiones han alterado la realidad de esta práctica clínica.
De los mitos y las prácticas fraudulentas de la hipnosis y de la interesante aportación psicoterapéutica de la hipnosis clínica, hablaré al final del artículo. Ahora te invito a un repaso histórico sobre el uso de la hipnosis.
Hace unos 3000 años, en el Egipto de los faraones, se practicaban técnicas parecidas a la hipnosis. En los templos del sueño, los médicos egipcios practicaban curas de sueño. A estas curas en estos lugares oníricos acudían personas tanto por problemas físicos como del espíritu (probablemente, algo muy cercano a los actuales conflictos psicológicos o mentales). El papiro de Ebers, compilado hacia el 1500 a. C., durante el reinado del faraón Amenhotep I, es la prueba más antigua que tenemos de estos tratamientos.
Similares lugares o templos dedicados a Asclepios, dios de la medicina, los encontramos en la Grecia clásica. En ellos, se practicaba la curación a través del sueño mediante técnicas de inducción, muy distintas a las que utilizamos en la actualidad. En China o la India, también encontramos prácticas de técnicas de concentración y repetición de mantras destinados a los estados de autohipnosis.
Pero, no va a ser hasta el siglo XVIII que podemos hacer un acercamiento aceptablemente serio al mundo de la hipnosis, con la aparición de la Teoría del Magnetismo Animal de Fanz Anton Mesmer, en la que se establecen unos criterios interesantes sobre la posibilidad de la terapia psíquica por medio de la sugestión.
Mesmer, doctor en medicina y filosofía, y muy influenciado por las teorías del médico y alquimista renacentista Paracelso (considerado padre de la farmacología y toxicología modernas), consideraba que de todo ser vivo emana una forma de energía muy parecida al magnetismo de algunos minerales, que dicha energía lo penetraba todo y se podía transmitir de uno seres a otro con posibilidades curativas.
Francisca De Sterlin que padecía desmayos, retención de orina y parálisis transitoria, no tardó en llenarse de los imanes recetados por Mesmer (incluso los llevaba de collar), con los cuales decía lograr curaciones, probablemente debido a la sugestión. Sus terapias alcanzaron gran notoriedad y Mesmer, que no distinguía entre clases sociales, se dedicó de lleno a sus tratamientos.
No tardó en recibir las quejas de la Academia de Medicina de Francia por esta actividad, desde la cual se aseguraba que tal energía no existía y se le acusaba de apartarse de las enseñanzas tradicionales. Lejos de amilanarse por estas críticas, Mesmer continúo profusamente su actividad en el tiempo.
Los discípulos de Mesmer llegaron a modificar las teorías de su maestro y empezaron a hablar de «sueños magnéticos», condicionados según los mesmerianos por el magnetismo terrestre y que provocaban un peculiar estado psíquico de las personas influenciadas y que se empezó a denominar sugestión, aunque el asunto de la sugestión, por entonces, no estaba nada claro.
Pasaría más de medio siglo, hasta que el médico escocés, James Braid, empezó a definir la sugestión como un estado psicofisiológico. Fue el primero en acuñar el término hipnosis y la definió clínicamente sosteniendo que: «la fijación sostenida de la mirada paraliza los centros nerviosos de los ojos y sus dependencias que, alterando el equilibro del sistema nervioso, produce el fenómeno». Las ideas de Braid, abrieron muchas puertas para que colegas de profesión empezaran a experimentar con la hipnosis, aunque esto supusiera que se les tildara de charlatanes.
En el París de finales del siglo XIX, con Charcot y Janet, la hipnosis entra de pleno en la psiquiatría y la reciente ciencia psicológica. Su tratado, en el que definió los tres estados hipnóticos: letárgico, cataléptico y sonambúlico, fue, finalmente aceptado por la Academia de Medicina de Francia, dándole a la hipnosis entrada oficial en el mundo científico.
Charcot reflexionó muy seriamente sobre el origen de los estados de trance en los cuales las personas sufrían sensaciones que luego no recordaban, sanaban tensiones psíquicas o incluso podían realizar algunas conductas ordenadas por el hipnotizador en un estado de semi inconsciencia, razón esta última de la que nació la invención, la falsedad, de que bajo hipnosis un individuo podía llegar a perder su voluntad.
Los trabajos y las experiencias de Charcot, aunque estuvieran muy vinculados a la histeria, dieron lugar al nacimiento de dos escuelas de hipnosis opuestas. Por un lado, la «Ecole de Nancy» de Hippolyte Bernheim, un neuropsiquiatra francés, que defendió el uso de la hipnosis para la curación médica. La otra escuela, la de Sigmund Freud, que buscaba tratamientos novedosos para las psiconeurosis.
Freud abandonaría la hipnosis para desarrollar su terapia psicoanalítica, si bien podemos constatar cómo el psicoanálisis administra una herencia que el hipnotismo le trasmitió. En este mismo siglo XX, célebres científicos como el español Ramón y Cajal, también hicieron uso de la práctica de la hipnosis en algunos de sus casos clínicos.
El circo de la hipnosis
La hipnosis es una interacción entre dos personas. En esta interacción el hipnotizador trata de influir en las percepciones, pensamientos, sentimientos y conducta de la persona hipnotizable pidiéndoles que se concentren en ideas e imágenes que evoquen los efectos deseados que se buscan en el marco de una intervención terapéutica general. Las comunicaciones verbales que el hipnotizador utiliza para alcanzar estos efectos se llaman sugestiones. Las sugestiones se diferencian de otras clases de instrucciones cotidianas en el hecho que implican que el sujeto experimenta la respuesta que sigue la sugestión con éxito como involuntaria y sin esfuerzo.
Cabe señalar de manera categórica que, en esta interacción, aunque la persona hipnotizada deja el control de sus procesos cognitivos, afectivos y conductuales en manos del hipnotizador, el abandono de este control es totalmente voluntario y puede ser retomado por el hipnotizado en cualquier momento. No se produce en ningún momento la pérdida total del control y la voluntad como nos hacen creer el circo mediático de la hipnosis en televisión o en otro tipo de espectáculos.
Pese a percepción de realidad, estos espectáculos están plagados de trucos y manipulaciones que se sustentan en determinados mitos y falsas creencias, algunas de ellos muy iatrogénicos o, dicho de otra manera, peligrosos, como las que te identifico a continuación.
Los mitos en la hipnosis
A pesar de estar científicamente demostrados los beneficios de la hipnosis en el tratamiento de distintos síntomas o trastornos que afectan la calidad de vida de las personas, la hipnosis ha estado más ligada al mundo esotérico, mágico y paranormal que al científico. Es por ello por lo que se han creado una serie de falsas ideas y mitos en torno a ella, reforzados también por los bochornosos espectáculos de televisión y los hipnotizadores de teatro.
Veamos los mitos y falsedades más comunes sobre la hipnosis, los que más resuenan en el ideario popular.
El hipnotizado está bajo el control del hipnotizador. En la hipnosis se pierde la voluntad, cuando contrariamente, la hipnosis es una técnica clínica que fomenta el autocontrol. La sugestión hipnótica es una parte del proceso que, en ningún caso puede conseguir que una persona haga algo en contra de su voluntad.
La persona hipnotizada está dormida y no recuerda nada al despertar. Sin embargo, la realidad es muy diferente, ya que la hipnosis no es sueño. Durante la hipnosis la persona permanece despierta y activa. La evidencia clínica empírica establece la presencia ocasional de aturdimiento o de cierta amnesia temporal de lo sucedido durante el trance, especialmente cuando se accede a recuerdos traumáticos. Lo que es más habitual que ocurra es una distorsión temporal, ya que el sujeto durante el trance tiene la percepción de que pasa mucho menos tiempo del que pasa en realidad.
Con hipnosis se consiguen resultados casi «mágicos». Teniendo en cuenta que la hipnosis no es una terapia en sí misma, sino una técnica terapéutica, sus resultados solo son evaluables en el marco de una acción psicoterapéutica particular.
Las personas hipnotizables son mentalmente débiles, incultos, crédulos o poco inteligentes. Este es una creencia falsa que proviene de la hipnosis de espectáculo. Podemos decir que en condiciones normales prácticamente todas las personas son susceptibles de poder acceder a un estado hipnótico, salvo que tengan algún problema mental que lo desaconseje, como es el caso de la esquizofrenia. Otra cosa es que la hipnosis terapéutica tenga más o menos eficacia dependiendo de la persona.
La hipnosis es peligrosa porque la persona hipnotizada puede no salir del estado hipnótico. Este es uno de los mitos más extendidos, el de no poderse despertar. Pero ya sabemos que la hipnosis no es dormir y el control del estado hipnótico y de salir de él está en manos de la persona hipnotizada. No existe ninguna evidencia de que la hipnosis produzca daño físico o mental alguno.
Beneficios terapéuticos de la hipnosis clínica
La hipnosis y la sugestión clínica pueden acelerar el tratamiento, disminuyendo el esfuerzo subjetivo de la persona. Pero esto no evita que el paciente se deba implicar activamente en el tratamiento para obtener los beneficios perseguidos. La hipnosis no «cura» nada por sí misma, y nadie puede resolver con hipnosis aquello que no esté preparado para resolver sin hipnosis.
La hipnosis clínica ha mostrado evidencia terapéutica en problemas derivados de los trastornos de ansiedad, en la depresión o en los trastornos obsesivos compulsivos (TOC). En muchos de estos pacientes, la hipnosis induce un estado de consciencia que ayuda a contrarrestar los pensamientos intrusivos, la rumiación psicológica y las conductas de evitación.
Mediante hipnosis, la persona hipnotizada aprende a mirar de frente aquello que le produce preocupación y malestar, y a abordarlo de una manera más constructiva. La hipnosis contribuye a mejorar nuestra capacidad para la aceptación.
Como especialista en medicina psicosomática, la hipnosis es un buen recurso terapéutico en mi consulta para el tratamiento de los trastornos psicosomáticos.