Denomino «sistema-mundo» (SM) al conjunto de elementos sociales, económicos, jurídicos, políticos, éticos y culturales organizados y correlacionados con el propósito de alcanzar fines históricamente determinados. La caracterización de tal «sistema» es debatible, pero conviene identificar algunos rasgos que permitan acercarse a su naturaleza. En esta oportunidad me concentro en uno de esos rasgos debido al cual el SM puede ser calificado como criminal. Me refiero al complejo militar-industrial (CMI) que comprende interacciones estatales, gubernamentales, grupos armados no estatales, el subsistema económico armamentista y las narrativas políticas, ideológicas, religiosas y mediáticas que lo justifican. La producción de armas y su distribución, así como la rentabilidad del CMI se derivan del número de guerras que existan y de las necesidades de eficacia homicida en los conflictos y combates. Mis reflexiones toman como fuente de datos al Informe del Instituto Internacional sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI, 2023), pero antes de entrar en la materia principal de este ensayo comparto el perfil general de la ontología histórica y social que subyace a la interpretación de los hechos analizados.
Determinismo, ley de hierro del SM y paradigma del odio
Que el SM, visto desde el CMI, es homicida, resulta evidente con solo repasar la historia universal de la guerra, lanzar una mirada a la geopolítica actual, a los conflictos contemporáneos y al subsistema económico que financia la producción de armas, y sus correspondientes ramificaciones de exportación, importación y consumo. Al ahondar un poco más en este asunto se observa que en el mundo mental, emocional y lingüístico de los seres humanos se genera, reproduce y proyecta el carácter criminal del SM, lo cual explica, en parte, el hecho de que las interacciones entre las personas muchas veces conduzcan a divisiones y enfrentamientos de distinto tipo e intensidad. En tal contexto las narrativas ideológicas y mediáticas son meros disfraces homicidas del carnaval asesino prohijado por el SM y su CMI.
Como he sostenido en anteriores escritos, el SM está regido por una regularidad envolvente a la que denomino «ley de hierro del SM», cuyo enunciado es: «todo en el sistema, nada fuera del sistema, nadie contra el sistema». No importa —y aquí utilizo un vocabulario casi prehistórico— si se habla desde una ideología de izquierda, de centro o de derecha, progresista o conservadora, todas operan bajo esta ley, y son intercambiables entre sí. Tales ideologías constituyen expresiones de una raíz común que las hermana, y que traducen la misma dialéctica amigo-enemigo, y las mismas leyes de la guerra y del asesinato. En tal tesitura incluso los llamados movimientos antisistema son sistémicos, están contabilizados en el SM y en su CMI.
Es en el marco indicado donde las narrativas ideológicas, los imperialismos y las comunicaciones sociales generan el paradigma del odio ¿En qué consiste este paradigma? Lo resumo de la siguiente forma: es una creencia-vivencia según la cual existe un orden en el universo y un conocimiento de ese orden; tal conocimiento es propiedad de alguien o de algunas personas, y ese alguien o grupo de personas, por el hecho de estar en posesión del supuesto conocimiento sobre el orden universal, imponen su voluntad, su sentir y su pensamiento a los demás mortales, lo hacen sin matarlos mientras sean dóciles, pero los asesinan cuando presentan alguna resistencia. Los dueños del supuesto conocimiento sobre el orden universal son los iluminados, representantes de dios en la tierra, elegidos desde la eternidad, manifestaciones de la materia infinita, del Estado, del gobierno, del mercado, del pueblo, de la clase social, del partido político o de cualquier otro tipo de identidad. Este es el esquema de los dogmas, sectarismos y fanatismos que, de manera preferente pero no exclusiva, se observa en política, ideología y religión, y que se exterioriza en un estado permanente de guerra abierta o encubierta. La guerra global en curso, que por el momento encuentra en Europa, Medio Oriente y Asia sus áreas de mayor intensidad, es un reflejo de lo que estoy afirmando. SM, CMI, ley de hierro del SM, narrativas mediáticas e ideológicas y paradigma del odio, estas son las columnas vertebrales que sostienen la historia de las guerras, y nutren las realidades humanas en lo que parece ser un determinismo absoluto.
Autonomía, autodeterminación y autogestión: libertad y liberación
El análisis, sin embargo, se queda corto si se detiene en las constataciones señaladas. La dialéctica autodestructiva referida en el apartado anterior, si fuese la única existente, configuraría un universo por completo rígido y monolítico, donde la vida humana sería un mero resorte de un engranaje indestructible y criminal, aun cuando aparente la mayor de las bondades y muestre rostros de amor infinito en todas las geografías. En un cosmos con tal característica no habría lugar para lo disruptivo, innovativo y creativo, todo formaría parte de la irracionalidad criminal del SM. Sin embargo —y esta es la buena noticia—, la situación no es fatalista ni determinista, no estamos en presencia de una prisión de violencia homicida de la que no sea posible salir. Al estudiar la historia y al analizar la condición contemporánea, también se constata la presencia de una fisura, un espacio de realidad poderosísimo que pulveriza desde dentro al SM, desnudándolo, desmitificándolo y desmontándolo en sus cimientos: es la capacidad de autonomía, autodeterminación y autogestión creativa inherente a la experiencia humana. Si esta capacidad no existiera no sería posible un ensayo como este, ni tampoco pensar y sentir de otra manera a lo que en los medios de comunicación se presenta como pensamiento único y verdadero. La habilidad de crear realidades inexistentes antes del acto creativo de la autogestión es una potencia del ser humano que neutraliza, hasta hacer desaparecer, las estratagemas del SM.
En alguna oportunidad desarrollaré con detalle esta ontología fundamental, histórica y social, por ahora reténgase la tesis de que el SM, tal como se materializa en el CMI, es una máquina asesina, narcisista y egolátrica, no importa cómo se le llame desde las enfermizas, macabras, perversas y pervertidoras ideologías que lo justifican, embellecen y mistifican. Liberarse de esa maquinaria y abandonar sus narrativas, sin importar su signo ideológico, es el mayor acto de libertad y de liberación, cualquier otra cosa equivale a una mueca de terror o a una oceánica sonrisa que gotea mares de sangre.
Aclarado el perfil general de la ontología fundamental, histórica y social subyacente a esta reflexión, me concentro en describir e interpretar algunos aspectos básicos del CMI.
«Mi vida es tu muerte, mi muerte es tu vida»: guerra global, transferencia internacional de armas, conflictos armados, gasto militar y fuerzas nucleares
Para el año 2022 se reportaron más de 55 conflictos armados en todo el mundo, incluyendo el conflicto convencional e híbrido originado con la invasión de Rusia a Ucrania, y sin incluir el conflicto en el Medio Oriente. El enfrentamiento Rusia-Ucrania es, en realidad, y lo ha sido desde el inicio, un conflicto internacional en múltiples frentes que involucra a Europa, Rusia, China y Estados Unidos, siendo sus efectos desestabilizadores de escala mundial. Mientras que la guerra en Medio Oriente cuenta con la participación, directa o indirecta, de Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea, Israel, Gaza, Irán, Irak, Yemen, Líbano, Siria y grupos militares permanentes, estatales o no, que responden a estos imperios, países e identidades nacionales.
Tanto en el frente europeo como en el medio oriental y el asiático de la guerra global en curso, los bloques de poder enfrentados no son homogéneos, y en el caso de que los conflictos se intensifiquen y escalen es probable que las diferencias se hagan por completo evidentes. Es factible hablar de un flanco, por ahora difuso de esta guerra global, que involucra al conjunto del planeta y que poco a poco irá clarificándose. En tal tesitura la guerra se libra en todos los países, y este es un rasgo inédito en la historia universal de las guerras, lo que ha sido posible debido a la globalización y a la creación de un «mundo red tecnológico» (MRT) donde se han intensificado y profundizado las más diversas conexiones planetarias. Esto explica, por ejemplo, que Estados Unidos, Rusia y China intensifiquen sus esfuerzos para crear sistemas de alianzas estatales, de gobierno y de movimientos en todas las regiones del planeta, incluidas las más recónditas y aisladas. Nunca ha sido tan cierto que la guerra en curso sea planetaria.
Mapa I: conflictos armados por número estimado de muertes relacionadas, 2022. Los distintos tonos de color indican la intensidad del conflicto según número de muertos. Fuente: SIPRI, Yearbook, 2023, p. 2.
En el marco de la situación de guerra conviene referir los datos sobre la transferencia internacional de grandes armas como un ejemplo de la presencia corrosiva y criminal de este subsistema económico. Conforme a lo indicado por el Instituto Internacional sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI, 2023) se han «…identificado a 63 Estados como exportadores de grandes armas en 2018-22, pero la mayoría son exportadores menores. Los 25 mayores proveedores representaron el 98 por ciento del volumen de las exportaciones, y los 5 mayores proveedores del período —Estados Unidos, Rusia, Francia, China y Alemania— el 76 por ciento», siendo evidente que las facturaciones de los proveedores de armas experimentan un incremento significativo en los últimos años. El siguiente gráfico muestra la tendencia en las transferencias internacionales de grandes armas entre los años 1955 y 2022. Obsérvese el ascenso ocurrido en los años finales de la Guerra Fría, y el que empieza a experimentarse en la actualidad.
Gráfico I: tendencia en las transferencias de grandes armas, 1955-2022. Fuente: SIPRI, Yearbook 2023, resumen, p. 10.
El SIPRI clasifica la intensidad de los conflictos armados por el número de muertes asociadas, lo cual no parece ser el mejor criterio analítico debido a que cualquiera que sea el conflicto implica la correlación de varias dimensiones (económicas, sociales, políticas, demográficas) y, por lo tanto, su intensidad y gravedad debe poder determinarse al articular los distintos elementos involucrados y no solo uno de ellos. No obstante, es un dato que debe tenerse presente el que existen conflictos con 10,000,00 muertes o más, otros de alta intensidad donde mueren entre 1000 y 9999 personas, y otros de baja intensidad donde los asesinados oscilan entre 25 y 999 individuos. En términos cualitativos cualquier conflicto armado es una expresión de máxima irracionalidad no importa si el número de muertos es mayor o menor a una determinada cantidad, a lo que debe agregarse que la dimensión cuantitativa es dudosa debido a las dificultades en el campo de batalla, y a que muchas veces los números se establecen según sean las intencionalidades de la manipulación política, militar y mediática. El dato cuantitativo disponible, aun teniendo alguna relevancia, es un referente incierto para la interpretación cualitativa.
En el análisis de los conflictos armados activos, debe tenerse presente que en ellos participan fuerzas político-militares de imperios, Estados y gobiernos, pero también empresas militares y de seguridad privadas (EMSP) que operan como ramificaciones de estos, aun cuando tales instancias no lo reconozcan. En el Informe SIPRI 2023 se lee respecto a este asunto que:
Los factores que contribuyen al crecimiento de las EMSP varían según regiones y estados, pero en su mayoría se ajustan a cálculos de rentabilidad, en que el sector proporciona competencias y servicios que los estados no poseen o les costaría demasiado desarrollar o realizar por sí mismos. Hoy en día, las EMSP operan en casi todos los países del mundo, para una amplia variedad de clientes, asumiendo funciones estatales y de seguridad críticas… Unos pocos estados acogen la mayoría de las EMSP: se estima que Estados Unidos, el Reino Unido, China y Sudáfrica acogen el 70 por ciento del sector. Rusia, aunque cuenta con un sector de EMSP relativamente pequeño, podría decirse que ha utilizado a sus contratistas para el combate más que otros países (SIPRI, 2023, p. 6).
Lo indicado en la cita es pertinente en todos sus extremos, y muy importante porque dilucida el componente económico inherente en todo conflicto, su expansión global y el hecho de que la creación, financiamiento, proyección y operatividad de las EMSP forma parte de estrategias políticas e ideológicas decididas en las instancias estatales y gubernamentales no solo por razones económicas y de posibilidades de gestión operativa, sino también por la necesidad de expandir determinadas visiones de mundo e intereses geopolíticos que, al combinarse con la manipulación mediática, generan poblaciones humanas por completo dóciles, atontadas y serviles respecto a los intereses que se promueven. Lo escrito, por supuesto, no lo aplico a muchas EMSP que funcionan bajo parámetros de seguridad comúnmente aceptados al interior de los países, sino solo en los casos donde las EMSP participan en conflictos armados en interés propio y de los Estados, gobiernos e imperios a los cuales se vinculan directa o indirectamente. Debe tomarse en cuenta, por lo demás, que aún en el caso de las EMSP que funcionan de manera legal y son socialmente aceptadas por sus servicios a la seguridad de las personas y familias, en determinadas condiciones políticas pueden transformarse en grupos armados en función de intencionalidades políticas e ideológicas.
En un contexto como el descrito no sorprende que en el período comprendido entre los años 2014 y 2022, se produjera un aumento consecutivo en el gasto militar mundial hasta alcanzar la cifra estimada de 2.24 billones de dólares, siendo así que los gobiernos de todo el mundo destinaron una media del 6.2 por ciento de sus presupuestos a las fuerzas militares. Es muy probable que estos datos eleven su dimensión cuantitativa entre los años 2023-2030 debido a la situación geopolítica, económica y militar en Europa, en el Medio Oriente y en Asia Central. En la práctica, todas las regiones del mundo experimentan, con excepciones coyunturales, un creciente aumento en gasto militar, y cada habitante del planeta transfiere a los ejércitos una media cercana a los trescientos dólares ($282) (SIPRI, p. 8).
No voy a referirme a lo que significaría reorientar el gasto militar y en investigación tecnológico-militar con fines pacíficos y sociales. Es claro que si se establece una transferencia continua del gasto militar hacia ámbitos sociales no militares, esto traería consecuencias en extremo positivas en términos de reducción de la pobreza, eliminación de la pobreza extrema, disminución de la desigualdad, eliminación del hambre, fortalecimiento de las investigaciones científicas y tecnológicas con fines no armamentistas, exploración espacial, contención y reversión del cambio climático, disminución de las migraciones forzadas por causas sociales y políticas, calidad de la educación y de la cultura. Es imperativo llamar la atención sobre el hecho de que el desarrollo humano integral, para ser efectivo y envolvente, debe acompañarse de un descenso gradual y permanente de los recursos financieros y humanos destinados a la guerra. Las narrativas políticas, de cualquier signo ideológico, revelan una profunda y corrosiva hipocresía y voluntad manipuladora cuando abundan en vocablos como justicia, ecología y libertad, al mismo tiempo que se conducen como cómplices y partícipes del CMI cuya rentabilidad es una función directa de la destrucción homicida de todas las formas de vida.
Lo que las informaciones indicadas revelan respecto a la psicología de guerra, a los crecientes enfrentamientos armados y a la mentalidad, también de guerra, que nutre buena parte de los comportamientos políticos e ideológicos, es terrorífico. La situación actual demuestra, por enésima vez, que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y que la política es la continuación de la guerra. Existe una interacción entre ambos aspectos (política y guerra) que impide comprender a una sin la otra, y es notoria la complicidad-cooperación de los actores militares, políticos, ideológicos y económicos en el crecimiento del gasto militar, el desarrollo de los conflictos armados y en la gestión de esos conflictos. Al interior de tal complicidad-cooperación se ubican buena parte de las operaciones de paz. Estas operaciones, no todas por supuesto, forman parte de negociaciones multidimensionales entre los mismos actores que producen las situaciones de guerra, con lo cual se está en presencia de un juego macabro donde los responsables de las guerras son también los responsables de la paz ¿De qué paz se habla en tales casos? ¿Acaso se trata de interrupciones temporales de las guerras que no erradican los orígenes estructurales de los conflictos? ¿Es posible hacer desaparecer las causas estructurales de las guerras? Una extensa evidencia cuantitativa y cualitativa demuestra que muchísimas veces la paz de que se conversa y que se presenta como objetivo de las negociaciones no pasa de ser una ficción ideológica o un simple engaño. La circunstancia es por completo atroz: «hagamos la paz y preparemos la próxima guerra, hagamos la guerra y luego firmemos la paz». La mentira es infinita.
La carga militar (gasto militar mundial como porcentaje del PIB), por región, 2013-2022, según el SIPRI, se refleja en el siguiente cuadro:
Gráfico II: carga militar, por región, 2013-2022. Fuente: SIPRI, Yearbook, 2023, p. 9.
Es más que probable que esta relación se incremente durante el año 2024 como resultado de la guerra global en curso. En general todos los indicadores asociados a la producción, distribución y consumo de armamentos, y a la investigación científico-tecnológica de carácter militar, presentan una tendencia al alza. La Tierra es cada vez más un planeta envuelto en armas y en dogmas, fanatismos, poderes religiosos centralistas y autoritarios, y sectarismos ideológicos de todo tipo, tal como lo ejemplifica el ascenso del irracionalismo, el racismo, el fanatismo, el antisemitismo, la judeofobia y la islamofobia.
Sistema global multicivilizatorio y barbarie
Existen en el orbe muchas civilizaciones que atesoran riquezas experienciales extraordinarias, pero no existe un sistema global multicivilizatorio (SGM) que sea unitario en la diversidad de sus experiencias, y que se enriquezca con las singularidades de las distintas civilizaciones. Lo que sí existe es una guerra permanente desarrollada en múltiples frentes. La creación del SGM, enraizado en la paz como forma de vida, los sistemas de libertades, la dignidad, la autonomía, la autogestión y los derechos de las personas, constituye uno de los desafíos perennes de la vida humana que debe ser planteado a tiempo y a destiempo, y sin descanso.
Armas nucleares, biológicas y químicas
Retomando el tema principal de este ensayo conviene referirse a la existencia de armas nucleares de destrucción masiva, sean tácticas o estratégicas. A este respecto un pequeño grupo de países, entre los cuales se encuentran Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia, son los principales productores de armas nucleares. En enero 2023 se contabilizaban en el mundo 12,512 armas nucleares, de las cuales 9,576 se encontraban operativas. En ese mismo mes las reservas mundiales de armas nucleares se distribuían de la siguiente manera:
Mapa II: reservas mundiales de armas nucleares en enero 2023. Fuente: SIPRI, Yearbook, 2023, p. 12. Los datos indicados deben tomarse como estimaciones, y no significan que todos los países referidos en ellos hayan realizado ensayos de sus armas nucleares.
A la proliferación de armas convencionales y nucleares, desplegadas o no, y al aumento sostenido del gasto militar, se suma la existencia de armas químicas y biológicas, así como la progresiva militarización del espacio y del ciberespacio, todo lo cual confirma el ascenso del irracionalismo en el mundo, de la avasalladora violencia en contra de la vida en todas sus formas y de la violación permanente de los derechos humanos, y esto ocurre en un planeta donde predominan narrativas políticas según las cuales se debe proteger los derechos de las personas, la vida y la naturaleza sin restricciones de ningún tipo. Esta profunda y corrosiva incoherencia envuelve la cotidianeidad de la vida humana y genera una creciente pérdida de credibilidad de las instituciones y de los movimientos sociales. En este contexto histórico las tecno-burocracias político-institucionales, religiosas e ideológicas son parte orgánica del SM, incluso en su dimensión criminal.
La incoherencia existencial de la Organización de las Naciones Unidas
Es sintomático e ilustra la tesis sostenida en este ensayo el hecho de que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sean también los principales productores de armamento nuclear para el aniquilamiento masivo y selectivo de la población humana, y para la destrucción de la naturaleza en todas sus formas. En el mismo sentido, es también sintomático que la totalidad de los miembros de las Naciones Unidas formen parte directa e indirecta del CMI y, por lo tanto, participen de su funcionamiento e irracionalidad homicida. Esta disfuncionalidad ética monumental explica la pérdida de credibilidad social en una organización que se supone tiene como propósito mantener la paz y la coexistencia amistosa. En la misma dirección conviene recordar que los principales exportadores e importadores de grandes armas son países como Estados Unidos, Rusia, Francia, China, Alemania, Italia y Reino Unido, cuyos Estados y gobiernos son actores principales en las Naciones Unidas y en las relaciones internacionales. El hecho de que la Organización de las Naciones Unidas esté formada por países cuyos Estados y gobiernos son parte de la red global del CMI, impide que pueda satisfacer sus propósitos institucionales y, lo que es aún peor, transforma a esta instancia en un espacio de intensas negociaciones y de sectarismos políticos constantes donde se proclaman altísimos ideales de paz, al mismo tiempo que se favorece la práctica global de las dialécticas de la guerra. Se trata de una incoherencia existencial de proporciones universales.
En el Informe SIPRI 2023 se lee que:
El SIPRI ha identificado a 167 estados como importadores de grandes armas en 2018-2022 [número casi igual al número de miembros de las Naciones Unidas —193] Los cinco mayores fueron India, Arabia Saudí, Qatar, Australia y China, en conjunto el 36 por ciento de las importaciones de armas. La región que recibió el mayor volumen de importaciones de grandes armas en 2018-2022 fue Asia y Oceanía, con el 41 por ciento del total, seguida de Oriente Medio (31 por ciento), Europa (16 por ciento), América (5.8 por ciento) y África (5 por ciento)…
¿Qué hacer? ¿En qué dirección actuar? Hacia la fundación de un movimiento por la paz cuyo objetivo central sea la desaparición del CMI
No es viable la desaparición inmediata, simultánea y completa del CMI; para satisfacer tal objetivo se requeriría construir la paz no como una negociación entre los mismos que hacen las guerras, sino como una forma de vida sin odios ni fanatismos, basada en conocimientos y sabiduría, no en ideologías. A pesar de la inviabilidad actual de un escenario como el señalado, es imperativo convertirlo en el propósito y la exigencia fundamental de cualquier persona, movimiento o institución que trabaje en favor de la paz. Conviene actuar para lograr avances sustantivos en un proceso gradual, pero intenso y sistémico que conduzca a erradicar el CMI y sus narrativas ideológicas. En esta dirección es clave abandonar la totalidad de las ideologías, al mismo tiempo que se experimentan, generan y profundizan los conocimientos, y para esto conviene generalizar la cultura científica y tecnológica, el humanismo y la sabiduría, de modo tal que la verdad sea un descubrimiento-revelación alcanzado a través de la investigación, el estudio y la convivencia experiencial. En este mismo sentido, es fundamental reflexionar ateniéndose a los hechos y a la carga de la prueba, e interiorizar la diversidad de las experiencias humanas no como concesión de Estados y gobiernos, sino como un rasgo inherente a la condición humana que Estados y gobiernos deben respetar. Estimo clave avanzar hacia una circunstancia histórica donde sea esencial la sociedad autodeterminada y autogestionada, y no el Estado, ni el gobierno ni otros feudos de poder. Más sociedad–menos Estado, más sociedad autogestionada (SA), menos sociedad dirigida (SD) por las tecno-burocracias y los feudos de poder estatales, gubernamentales, ideológicos, políticos, religiosos, academicistas, financieros, industriales, agrícolas y comerciales, en tanto exteriorizaciones alienadas de la experiencia humana. Si se logra concretar acciones en la ruta señalada, más temprano que tarde se llegará a una situación histórica donde la paz no sea una negociación entre los que hacen la guerra, sino una experiencia de vida permanente. Para apurar este resultado no sirven los extremismos políticos e ideológicos, ni tampoco las ambigüedades del tibio gradualismo. En ambos casos todo cambia para seguir igual (gatopardismo). Lo que se requiere es ser radical, es decir, ir a la raíz de la realidad, y desde ahí experimentar la vida como donación y autogestión.
Lo escrito no es una utopía. En realidad, lo utópico representa una de las más grandes y seudopoéticas evasiones, un engaño del SM y de su CMI, que posterga para un tiempo incierto, indeterminado e incluso imposible, la realización de los ideales. Frente al engaño de la utopía, debe afirmarse que en cualquier momento del espacio-tiempo es posible la libertad y la liberación. Esta realidad, que por lo pronto no es realizable como contenido histórico colectivo, es el presente de las personas que son autónomas respecto a los intereses creados y mezclados de la guerra global en curso. Ahora es la hora de la barbarie guerrerista, pero por eso mismo también es la hora de la victoria autónoma y autogestionada frente a esa barbarie.