Un ambiente crispado en una polarización enfermiza impide comenzar a alimentar un mejor clima político social a fin de ir atenuando el paradigma de «lucha entre opuestos por prevalecer» que caracteriza a la actual sociedad chilena. Es evidente que los 50 años que han transcurrido en Chile desde el quiebre de la democracia, concretada a través de un golpe cívico-militar, en lugar de aunar criterios y esperanzas de futuro, continúa generando e incluso aumentando la polarización ambiental sociopolítica existente.
Parece claro y evidente que, trascurridos 50 años, las condiciones objetivas de Chile y del mundo son actualmente absolutamente distintas a los de la época del golpe. Los diversos aspectos vinculados a lo tecnológico y científico, los aspectos vinculados a los valores humanistas y éticos, aparecen como variables que podrían favorecer a través de procesos de desenvolvimiento de conciencia de la ciudadanía, como esperanzadores para comenzar un proceso hacia un debilitamiento del actual paradigma alimentando una nueva democracia, un nuevo modo de relacionarnos, una diferente cultura, un nuevo modo de hacer «política», es decir, la posibilidad de una nueva manera de gobernarnos.
En un escrito anterior (Ver ¿La luz al final del túnel?) señalábamos que «la gobernanza surja desde los valores éticos y humanistas, sostenidos por los avances científicos y tecnológicos nos podría conducir hacia un nuevo paradigma que cambia todo el modo como nos relacionamos y como solucionamos nuestras dificultades. Todo ello requiere de visiones integrales para mejorar la Institucionalidad vigente.»
El camino a recorrer es urgente: transitar desde la actual «lucha entre opuestos por prevalecer», hacia «La integración de los opuestos, en el respeto mutuo, en la diversidad, para incluirnos en una convivencia equilibrada y con sentido».
El 50º Aniversario del golpe en Chile podría haber sido una gran oportunidad a fin de que desde el gobierno del presidente Boric se diera un paso fundamental: tratar de aunar y resaltar aquellos aspectos que compartimos de modo casi generalizado acerca del Golpe que remece nuestra historia y respetando la validez de aquellos acerca de los que tenemos visiones muy diferentes.
Pudiésemos haber dado comienzo así a un nuevo período de convivencia social y política, a partir de un Acuerdo y Propósito Nacional, que nos hubiese conducido hacia una drástica disminución de la polarización vigente aprovechando la ocasión de los 50 años.
Prácticamente la totalidad de quienes tienen cargos políticos, sociales, institucionales están totalmente de acuerdo sólo en lo siguiente: Que nunca más Chile ha de perder el respeto a los derechos humanos y ciudadanos, ni ha de perder la democracia. Que esta última ha de sostenerse en su esencia, además ha de ir actualizándose y perfeccionándose en el tiempo.
Que los derechos humanos de la ciudadanía traducidos en valores éticos y humanistas, en el respeto a la diversidad, en la libertad esencial de los individuos, reconocerían a través del que habría sido ese documento de Acuerdo Nacional la barbarie cometida sin necesidad alguna durante el régimen dictatorial, manifestado en su peor expresión en los crímenes de lesa humanidad que esa dictadura cometió en base a secuestros de personas, torturas, ejecuciones sin juicio, y muy especialmente por los miles de personas a las que se detuvo y se hizo desaparecer, acerca de las cuales sus familias no tienen información alguna ya ocurridos esos hechos, lo que se habría manifestado en un nunca más para siempre.
En lo anterior, sin duda alguna, habría un casi total consenso. Incluso, de haberse planificado adecuadamente, podría haberse ratificado por un plebiscito ciudadano a fin de que, de haberse efectuado el Acuerdo Nacional, este estaría previamente avalado por la ciudadanía.
Este consenso, además, estaría avalado por las declaraciones del excomandante en jefe del ejército chileno general (r) Ricardo Martínez (2018-2022), en que afirmó que la responsabilidad del Golpe de Estado y la posterior dictadura, con todo lo que aquello implicó, le corresponde a Augusto Pinochet.
En esas declaraciones el ex uniformado afirmó que: «la responsabilidad es de los actores políticos; ellos son los que no pudieron transar sus posiciones y las llevaron a un nivel tan alto que se produjo este rompimiento, en que el Ejército no estaba muy convencido», puesto que «el general Pinochet entró a la planificación 36 horas antes».
En definitiva, opinó que: «los actores políticos tienen una responsabilidad mayor; yo no puedo propiciar o alentar un golpe de Estado sin medir las consecuencias finales, y creo que todos aquellos que en algún momento propiciaron este rompimiento, no llegaron a acuerdos o propiciaron la vía armada (…) tienen que hacer esta reflexión, como yo la hice con el Ejército en su momento».
Actuar al margen de la ley
En cuanto a cómo se gestaron las órdenes en el ámbito militar relacionadas con los sucesos previos y posteriores al 11 de septiembre de 1973, Ricardo Martínez reafirmó que «cuando los hechos ocurren sucesivamente por horas, días, meses e incluso años, no se puede dejar de lado que existen las responsabilidades de mando. Y cuando se quiere detener algo en una estructura tan jerárquica y vertical como es el Ejército, se puede parar en forma casi inmediata ».
También Ricardo Martínez señala: «Yo la indico (esa responsabilidad) en los mandos superiores, porque un subteniente, un cabo o un soldado no tienen más que cumplir una orden. Un ejemplo muy claro de esto es la Caravana de la Muerte: hubo subalternos a quienes les ordenaron los fusilamientos diciéndoles que eran producto de un consejo de guerra que no era tal, y que cuando se investigó, esos mismos oficiales de más alto grado negaron haber dado la orden», recordó el general en retiro.
Todas las evidencias nos hacen pensar que de haber contado con mediana empatía e inteligencia un mandatario de Chile que hubiese estado mínimamente capacitado, podría haber dialogado y convocado a todos los actores políticos e Institucionales del país para generar este Acuerdo Nacional de consenso, posterior a un plebiscito ciudadano. Que lo más probable es que lo hubiese aprobado por una abrumadora mayoría. Pienso que sin duda ese mandatario podría haber conseguido un histórico acuerdo nacional, no sólo acerca de los 50 años del Golpe, sino también para nuestra convivencia como sociedad. Sin embargo, lo que más logró el presidente Boric fue una Declaración de expresidentes de Chile acerca de los 50 años del Golpe.
Un logro demasiado modesto para la ocasión
Boric no tuvo la capacidad, la necesaria empatía, para lograr un «Punto de encuentro transversal», un gran Acuerdo Nacional transversal algo que nos habría enaltecido como país y al actual presidente como cabeza de gobierno. Algo que nos habría dado esperanzas ciudadanas para un nuevo proceso dentro de este gobierno. Terminó prevaleciendo su inexperiencia, la incapacidad reiterada que ha mostrado a lo largo de toda su gestión, que una vez más volvió a surgir.
Fue la tozudez de pretender obtener un «texto oficial» como «Declaración acerca de los 50 años del Golpe» que fuese similar a lo que Boric y quienes lo siguen apoyando lo pretendían. El resultado final es que en Chile perdimos la oportunidad de pasar a otra etapa relacional en lo político social. A comenzar un proceso de superar la polarización vigente.
Chile como sociedad necesita reconocer que tiene un trauma. Que se necesita que los niños y jóvenes conozcan su historia, incluyendo la más reciente, contada desde diversos ángulos y visiones, sin una «versión oficial» y al mismo tiempo acerca de los fuertes traumas que generó la dictadura lastimando el futuro de nuestra sociedad.
Que conozcan que los «detenidos y desaparecidos» que provocó la dictadura, es una enorme crueldad que deja a sus familiares y amigos sin tener siquiera un lugar donde poder recordarlos según sus tradiciones, más allá de sus particulares y respetables credos. Y que esa situación es un trauma que tiene que ser orientado y superado.
Era esta, los 50 años, una gran oportunidad de generar un esfuerzo educacional de reconocimientos, de respeto, de solidaridad, de superación de los traumas. Que se conozca la experiencia de como se ha hecho en la Europa posterior al nazismo y sus barbaridades. Pero no, no fue posible y perdimos una gran oportunidad.
Probablemente si el presidente actual de Chile hubiese sido un Ricardo Lagos, una Michelle Bachelet, un Eduardo Frei e incluso un Sebastián Piñera, ese consenso Nacional y ese esfuerzo educacional para nuestra sociedad hubiese sido posible. Pero con Boric como presidente eso no es una opción.
Boric, junto a sus seguidores y amigos, al haber nacido en la década de los 80 y por ende sin haber vivido durante el periodo anterior a la dictadura y siendo muy jóvenes durante la misma, necesariamente tienen una visión indirecta, desde lo que han escuchado, leído y conversado.
Al no reconocer sus propias limitaciones, al no asesorarse por personas más maduras y con diversas visiones, al no tener un mínimo de empatía con quienes tienen otros puntos de vista con las que ellos se han formado acerca del contexto anterior al golpe, se quedan en un ideologismo dogmático desperdiciando una gran oportunidad para el país y para el gobierno mismo: el haber comenzado un proceso de cambio relacional con esperanzas de gobernanza para Chile.
Boric junto a sus amigos y seguidores no han querido aprender a reconocer que el contexto en que llega el golpe del 73 tiene diversas interpretaciones según las vivencias de cada cual, pero que son todas respetables. Que en la medida de que pasa el tiempo quienes vivimos esos días hemos madurado, hemos conocido información que no conocíamos anteriormente y que sabemos que la polarización actual, en cuanto tal, a pesar de los diferentes contextos, sigue siendo muy similar a la que había antes del golpe, aun cuando sus contextos sean muy diferentes.
El paradigma de «luchas entre opuestos» sigue vigente y no damos paso alguno para que a lo menos se debilite. Ilustremos acerca de lo dicho:
La ex ministra del gobierno de Piñera, Gloria Hutt, comentando la ceremonia del 11 de septiembre 2023: «No fue el acto de unidad que nosotros habríamos esperado». La presidenta de Evópoli, Gloria Hutt, está conforme con no haber asistido como Chile Vamos a la ceremonia por la conmemoración de los 50 años del 11 de septiembre en La Moneda. «Se confirmó lo que nosotros suponíamos que iba a hacer y de lo que nunca tuvimos la información completa. Fue un acto de reivindicación de las víctimas, lo que me parece que es muy humano, pero no fue el acto de unidad que nosotros habríamos esperado», señaló en Radio Agricultura para justificar la inasistencia de los partidos de oposición.
Otro ejemplo acerca de lo señalado: »El presidente de la Cámara de Diputados, Ricardo Cifuentes (DC), aseguró que el presidente Gabriel Boric contribuyó a la polarización registrada en las últimas semanas en el país. «Hubo actos del presidente que no facilitaron las cosas, por decirlo de alguna manera, que partieron días antes del 11. Me acuerdo de la primera convocatoria que hizo en Europa, en esa gira, ya eran temas complejos, como llamar a un acuerdo sin antes haberlo discutido o conversado con los actores», comentó en EmolTV.
Además, Cifuentes agregó que «en política la única herramienta que tenemos es el diálogo y la conversación, entonces uno no puede anunciar una cosa, menos si está fuera del país, que involucre a otros a los que no se les ha preguntado. Eso fue desordenando después la posibilidad de llegar a algunos acuerdos».
En Chile existen muchos sectores y personas que son capaces de dialogar con respeto y que habrían aceptado participar de un gran Acuerdo Nacional para dar esperanzas a la ciudadanía de que podemos vivir en paz social en lugar de polarizados como actualmente sucede.
A modo de ilustración para los lectores, comparto una entrevista a Lucia Santa Cruz y Carlos Peña, en un video de Diálogos DF: Chile en los últimos 50 años, donde José Tomás Santa María conversa con la historiadora Lucía Santa Cruz y con el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, quienes reflexionan acerca del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, sus causas y consecuencias hasta nuestros días. En estos aspectos existe una gran cantidad de visiones, todas las cuales han de ser respetadas. Es lo que acontece en este diálogo.
Estas dos personas que aun cuando tienen visiones diferentes dialogan y se respetan dándolas a conocer, en lugar de pretender convencer al otro, o tratar de «uniformarlas»; tampoco tienen gestos autoritarios o descalificadores. Es el ambiente que como sociedad necesitamos.
En Chile se vive un ambiente altamente polarizado, que el mismo presidente Boric, días atrás calificó de «ambiente eléctrico» pero sin asumir el alto grado de responsabilidad que el mismo tiene respecto a la «electricidad» que se ha generado.
Boric y quienes lo apoyan, no colaboran a la esperanza de un mejor «ambiente social y político»: privilegian posturas ideológicas dogmáticas, un autoritarismo nacido de la incapacidad de empatizar con el resto, falta de madurez, soberbia, descontrol de mente y palabra, prejuicios e ignorancia. Ello lleva a que Boric no sabe pedir consejo de quienes tienen conocimientos y podrían ayudarlo si escuchara, a trabajar «consigo mismo» en lugar de optar sólo a rodearse de sus incondicionales seguidores.
Sus reiteradas disculpas públicas, sin asesorarse por profesionales competentes que le permitan aprender de sus errores lo llevan no sólo a no aprender de los mismos, sino a volver a repetirlos de diferentes maneras. Por todo ello hemos perdido como sociedad una gran oportunidad: la de los 50 años del Golpe.
La Ceremonia que se realizó el día 11 con la sentida intervención de Isabel Allende que nos conmovió a quienes la escuchamos, era positiva y necesaria: pero no suficiente como para transformarse en una oportunidad de reencuentro entre todos nosotros.
Por ahora los simples ciudadanos que anhelamos un mejor país, una sociedad pacífica, segura, respetuosa, solidaria y armónica, tenemos pocas esperanzas de que la polarización ambiental en lo «politiquero», la falta de seguridad ciudadana en el país, la falta de respeto al estado de derecho, pueda mejorarse en el corto plazo. Ojalá me equivoque.