Por un año y casi siete meses, una guerra en el este de Europa, parecía impensable. Sin embargo, es una realidad, con la agresión rusa a Ucrania. Lo más grave es, que no pareciera terminar, ni encontrar alguna solución, pese al esfuerzo de muchos, y las presiones y sanciones al agresor por la mayoría de la comunidad mundial. En consecuencia, merece ser observada de manera diferente. Algunos conflictos subsisten, pero son menores, y no acaparan titulares en los medios. ¿Cuáles podrían ser las características de esta, que la hacen duradera, sin aparecer a primera vista? ¿Cómo, la gran potencia militar rusa, no se impone frente a un vecino comparativamente menor, que no se doblega? Pueden ser muchas causas. Intentaré referirme sólo a algunas.
Debe haber un trasfondo que no resulta evidente. Por sobre la personalidad de Putin, tantas veces analizada, existe el arraigado sentimiento de que Ucrania, les pertenece, pues ha sido el origen de la «Madre Rusia» desde el Imperio Zarista, y una existencia particular. Perteneció a las Repúblicas Socialistas Soviéticas, con relativa autonomía (más aparente que real), aunque distintiva. Tanto, que junto a Bielorrusia, ingresó como miembro pleno de la ONU. Una de las condiciones soviéticas de entonces, para equilibrar la primacía occidental y para aceptar el sistema del Consejo de Seguridad. Luego, el que la independencia de Ucrania, y sobre todo la cesión de Crimea, constituían una limitación a la ancestral búsqueda expedita de Rusia, hacia los mares que le conectan al Mediterráneo. De ahí, su recuperación a todo costo, y la planificada invasión al país, hoy centrada en esa franja territorial.
Cualquiera haya sido su detonante como, el inquietante acercamiento ucraniano a la OTAN, la reivindicación y reocupación de Crimea el 2014, la obediencia irrestricta de Bielorrusia, o la crisis de unidad que presentaba la Unión Europea, no importaban realmente, ante el propósito nunca ocultado, de recuperar todo el país, y dar una advertencia ejemplar, a otras exrepúblicas soviéticas vecinas, que se aferraban, cada día más, a una Europa democrática, y a la mismísima OTAN. Rusia se sintió amenazada, y Putin, el encargado de impedirlo. Los rusos, así lo creen mayoritariamente, y también lo sienten. Un factor no despreciable.
La última publicación de Grand Continent, habla de «Una guerra infinita» en el llamado «Sahel» africano, y la confrontación, por 20 años, entre las potencias occidentales y los yihadistas musulmanes, desde Mali a Níger, y ahora, Gabón, y sus avances mediante golpes de estado, ante la impotencia de Francia, y las vacilaciones de Estados Unidos, imposibilitados de involucrarse militarmente. Se puede comparar con la guerra en Ucrania. Putin ha sabido aprovecharlo, como también China, pues no pretenden imponer democracias, ni seguir el modelo occidental. Se han transformado en apoyos, sin condiciones, y aliados útiles a sus objetivos más amplios. Asimismo, la penetración del Grupo Wagner abrió camino a los rusos, y pese a la muerte de Prigozhin, es probable que vuelva a reconstruirse, tal vez reformulado al alero militar ruso; para evitar la intolerable humillación de llegar con tanques a doscientos kilómetros de Moscú, aplaudido por la población. El largo brazo vengativo de Putin, demostrado en tantos otros casos de contrarios menos peligrosos, sería muy extraño que esta vez no hubiere sido puesto en práctica. El accidente aéreo y la muerte de su líder, es a lo menos, dudosa.
Por su parte, Ucrania ha demostrado un valor y una determinación única, sostenida pese a la relativa inferioridad ante una potencia como Rusia. Su presidente, Zelenski , ahora es una figura reconocida, sin necesidad de uniforme ni instrucción militar, antes era casi un desconocido. Permitió la reunificación de la OTAN, sumar nuevos integrantes, y por sobre todo, lograr el involucramiento cada día mayor de sus miembros, no sólo políticamente, demostrado en las condenas a Rusia y el desprestigio de Putin, más las sanciones, si bien no demasiado efectivas, ya que muchos siguen comprando gas o petróleo, financiando en buena parte su guerra; sino armamentística, con armas modernas y tecnología, lo que tampoco estaba previsto. La resistencia ucraniana ha demostrado que, incluso una gran potencia, puede ser limitada en sus acciones ilegales, y a pesar de que el sistema de seguridad existente no haya podido funcionar, precisamente, porque hay una gran potencia involucrada, y los riesgos son inmensos.
Tal vez, éste es el aspecto más significativo de esta guerra inconclusa, y que podría ser mucho más larga y perjudicial que otras. La NATO está advertida y alerta. Cualquier mal cálculo o un simple error, podría derivar en una conflagración mayor. Todos lo saben, desde el propio Putin que procura no agredir a ninguno de sus miembros, aunque lo quisiera, e intenta atraer aliados, organizando reuniones y regalando trigo. Tampoco los occidentales, la solidaridad con Ucrania tiene sus límites y las peticiones de más y sofisticados armamentos, están dosificadas y calculadas. Una guerra más amplia, en definitiva, no beneficia a nadie. Conviene recordarlo, pues como toda confrontación, se sabe cuando se inicia, pero nunca cuando termina.
El desgaste y daños han sido inmensos. Incluso los presupuestos acordados por los países de la OTAN se han disparado, y eso repercute inevitablemente en todo el mundo, con todos los efectos conocidos. Rusia misma, ha comprometido más de lo imaginado, y la población, por mucho que esté férreamente bajo control, se resiente. Por sobre esos efectos, el que perdure, pasará la cuenta a todos. Si bien la propaganda de lado y lado intenta mostrar éxitos, no será perdurable. Son los hechos y las cifras las que mandan, y no son alentadoras. En Ucrania, no es necesario mostrar la guerra, la sufren a diario y en distintas ciudades y lugares. En Rusia, que confiaba en la irreal «operación militar especial contra los nazis ucranianos», argumentada como necesaria y exitosa, ya no se puede ocultar. Los drones que han llegado a Moscú son bien reales, y les muestran que están en guerra, y no logran imponerse. Ni qué decir de las bajas, siempre ocultas y tergiversadas, pero los caídos, sí que son reales y las familias lo constatan.
Todo dependerá de que la mística triunfadora se mantenga, con los rusos ofuscados y los ucranianos, resistiendo. Por ahora es así, sea por propaganda o convencimiento. El verdadero problema vendrá, cuando las ilusiones choquen con la cruda realidad. No hay todavía vencedores y vencidos, ni tampoco hay paz, mientras esta guerra continúe indefinidamente, pudiendo extenderse a otros participantes. Si persiste, está el riesgo de que se considere como algo normal, aunque muy grave, y todo entendimiento racional se haga imposible, debilitándose la condena a Rusia, sin nombrarla, como acaba de suceder en el G20 de India, y agudizando las divisiones.