Con el tiempo me di cuenta de que determinados usos de la libertad pueden suponer un peligro para la democracia. ¿Será un indicio el hecho de que las amenazas que pesan hoy en día sobre la democracia procedan, no de fuera, de los que se presentan abiertamente como sus enemigos, sino de dentro, de ideologías, movimientos y actuaciones que dicen defender sus valores? ¿O incluso un indicio de que los valores en cuestión no son siempre buenos?1

A lo largo de la historia los avances, descubrimientos, desarrollo y progreso han ido haciendo que la vida tuviese más calidad y, consiguientemente, el ser humano viva cada vez más y mejor. A inicios del siglo XX, la esperanza de vida estaba en torno a los 40 años, hoy en día esta supera los 80 y, aunque evidentemente esto tiene un límite, este aún no ha llegado.

La historia del ser humano es la historia de la evolución y, en nuestra época contemporánea, se puede explicar el desarrollo con las revoluciones industriales justo en el momento en el que estamos sumidos en lo que se ha dado en llamar la 4.ª e, incluso, 5.ª revolución industrial. Pero siempre que ha habido un periodo de desarrollo, de novedosas innovaciones trascendentales y de cambio de paradigma, han surgido los voceros de lo antiguo. Aquellos que, basándose en la amenaza de lo nuevo, del miedo al futuro con anclajes en la tradición y en el valor del orden y la seguridad, han cuestionado los avances, aunque, como es lógico, estos se han ido acabando por imponer.

Cuando Henry Ford introdujo el automóvil en el mercado a principios del siglo XX hubo resistencias por personas y grupos que preferían seguir utilizando el caballo como medio de transporte. Para estos «tradicionales» el automóvil representaba una nueva tecnología y un cambio radical. Muchos individuos eran reacios a adoptarlo debido bien al temor a lo desconocido, bien a que tuvieran otros intereses económicos o empresariales. El mantenimiento y la conducción de un automóvil también requerían habilidades y conocimientos diferentes a los necesarios para cuidar de un caballo, lo que generaba incertidumbre. Además, los caballos llevaban siendo utilizados como medio de transporte tradicional muchos siglos, por lo que eran una forma de transporte arraigada en la sociedad.

Al principio, los automóviles eran caros y no estaban al alcance de todos. Esto significaba que muchas personas no podían permitirse comprarlos, lo que limitaba su adopción masiva. Los caballos, en cambio, eran relativamente más asequibles siendo una opción más económica para el transporte, especialmente para aquellos que no tenían los recursos para adquirirlos.

Hay que sumar que, en esos tiempos, no existían aun infraestructuras adecuadas, carreteras pavimentadas, estaciones de servicio y talleres de reparación, lo que dificultaba su uso y mantenimiento.

A pesar de la resistencia inicial, la popularidad del automóvil comenzó a aumentar gradualmente a medida que se superaron estos desafíos. Con el tiempo, se construyeron carreteras, se redujeron los costes de fabricación y se estableció una infraestructura adecuada para su uso generalizado. Además, ofrecían ventajas como la velocidad, la comodidad y la conveniencia, lo que finalmente llevó a una adopción masiva y a una disminución en la preferencia por los caballos como medio de transporte.

Los viejos temores que hablaban del caro mantenimiento de los coches, de las frecuencias de sus averías y de los temidos accidentes, se fueron superando hasta ser algo democráticamente masivo y, de hecho, es rara la familia que no tiene actualmente más de uno. Y más raro aun, ver a una familia ir de vacaciones a la costa en un carro tirado por caballos, habitualmente prefieren el coche.

Algo similar sucedió con la incorporación de la electricidad. Al igual que con la introducción de cualquier nueva tecnología, hubo personas que temían y desconfiaban de ella. La electricidad era una novedad en aquel entonces y muchas personas no estaban familiarizadas con su funcionamiento y sus posibles riesgos. Algunos tenían miedo y preferían mantenerse fieles a métodos de iluminación más tradicionales, como las velas.

Inicialmente, era costosa de implementar y solo estaba disponible en áreas urbanas o en lugares con una infraestructura adecuada. Además, las instalaciones requerían un cierto nivel de conocimientos técnicos para su funcionamiento y mantenimiento. En contraste, las velas eran más baratas y ampliamente disponibles en todo momento. Para muchas personas, las velas eran una opción más conveniente y económica.

Con el tiempo, los avances en tecnología y la mejora de las medidas de seguridad ayudaron a superar estas preocupaciones y permitieron su adopción universal. Su comodidad, fiabilidad y versatilidad finalmente llevaron a una disminución en la preferencia por las velas como fuente principal de iluminación.

Seguramente pasará lo mismo con la incipiente inteligencia artificial, los vehículos eléctricos autónomos, la robotización sostenible, la integración social de nuevas formas de género no sujetas únicamente al sexo, la posibilidad de legislar en un amplio abanico de derechos y no solo hacer legislaciones punitivas, el multiculturalismo… ¿Quién sabe? Tiene pinta.

Un mundo que cambia

La élite no está compuesta de ideólogos; toda la instrucción de sus miembros está encaminada a abolir su capacidad para distinguir entre la verdad y la falsedad, entre la realidad y la ficción. Su superioridad consiste en su capacidad inmediata para disolver cada declaración de hecho en una declaración de fines.2

La evolución humana desde la primera revolución industrial hasta la actualidad, con la 4.ª revolución marcada por la digitalización, está suponiendo un proceso de transformación profunda en la estructura social, económica, laboral y cultural. Estos cambios se suceden tras momentos de crisis de manera dialéctica, es decir, con interacciones y transformaciones mutuas que van alumbrando sucesivamente un nuevo paradigma.

La 1.ª revolución industrial, que tuvo lugar aproximadamente entre finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, fue un punto de inflexión importante en la historia humana. Caracterizada por la mecanización de la producción, el uso de máquinas de vapor y la aparición de fábricas. Este cambio llevó a un aumento significativo en la productividad y a una transformación en la estructura social.

La sociedad agraria y rural comenzó a dar paso a una sociedad industrial y urbana, con la migración masiva de personas hacia las ciudades en busca de empleo en las fábricas.

La 2.ª revolución industrial, que tuvo lugar aproximadamente desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, fue impulsada por avances tecnológicos adicionales, como la electricidad, el petróleo y el acero. Avances que permitieron la producción en masa y la aparición de industrias como la automotriz y la química. La producción se volvió más eficiente y la expansión del transporte y las comunicaciones conectó aún más a las personas en todo el mundo. Este período también vio el surgimiento de una clase media más numerosa. La sociedad se volvió más compleja y diversa, con una mayor interdependencia económica a nivel global.

La 3.ª revolución industrial, llamada revolución digital, se produjo en el siglo XX con la llegada de la electrónica, la informática y las tecnologías de la información y la comunicación. La automatización y la digitalización se generalizaron en la producción y los servicios, lo que llevó a cambios significativos en la estructura del trabajo y la economía.

La informática y la comunicación en red permitieron la globalización y la interconexión instantánea a nivel mundial. El desarrollo de Internet y la World Wide Web impulsaron la revolución de la información. La economía se comenzó a basar cada vez más en el conocimiento y el intercambio de información.

La 4.ª revolución industrial (Industria 4.0) está marcada por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, como la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, la robótica avanzada y la biotecnología. Esta revolución está transformando radicalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.

La digitalización y la automatización están cambiando rápidamente la estructura del trabajo. Algunos trabajos están siendo reemplazados por máquinas y algoritmos, mientras que surgen nuevas oportunidades en campos como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la programación y la analítica de datos. La economía está evolucionando hacia un enfoque más sostenible, con mayor conciencia ambiental y social, y un énfasis en la eficiencia y la optimización de recursos.

La estructura social también está experimentando cambios significativos. La conectividad y las redes sociales han dado lugar a nuevas formas de interacción y participación ciudadana. Esto está llevando a una mayor conciencia y movilización social en temas como la igualdad de género, los derechos humanos y el medio ambiente.

En resumen, la evolución humana desde la 1.ª revolución industrial hasta la 4.ª ha implicado cambios profundos en la sociedad, la economía y la estructura del trabajo. Estos cambios han sido impulsados por avances tecnológicos y han dado lugar a nuevos paradigmas en la historia de la humanidad. La historia es dialéctica en el sentido de que estos cambios han sido interactivos y han transformado mutuamente la sociedad y la economía en cada etapa.

La sociedad que emerge de la 4.ª revolución industrial está impulsando cambios hacia una sociedad más participativa, igualitaria, sostenible y diversa. Cambios que están siendo impulsados por una mayor conciencia social, el acceso a la información y las tecnologías digitales, así como por movimientos sociales y activismo en todo el mundo. La ciudadanía está más empoderada y busca tener un papel activo en la configuración de políticas y decisiones públicas.

Además, existe un creciente movimiento hacia la igualdad de género y la defensa de los derechos de las mujeres, minorías y otras razas y credos. La sociedad está trabajando para promover la igualdad de oportunidades en todas las áreas, desde la educación y el empleo hasta la representación política y los roles tradicionales de género.

La sostenibilidad también es un objetivo clave de la sociedad actual. Existe una creciente conciencia sobre la necesidad de proteger el medio ambiente y luchar contra el cambio climático. Las personas están adoptando estilos de vida más sostenibles, promoviendo la energía renovable, reduciendo el consumo y fomentando prácticas empresariales sostenibles.

El feminismo es otro aspecto importante de la sociedad actual. Se están cuestionando y desafiando las estructuras patriarcales y se está luchando por la igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas, independientemente de su género. Se está trabajando para eliminar la violencia de género, promover la educación global y garantizar la representación en todos los ámbitos de la sociedad.

La sociedad actual valora y defiende la diversidad en todas sus formas. Se reconoce la importancia de la inclusión de personas de diferentes razas, etnias, culturas y orientaciones sexuales. La sociedad está avanzando hacia una mentalidad multicultural, donde se aprecia la riqueza de las diferencias y se fomenta el respeto y la tolerancia hacia todas las formas de identidad y expresión.

En este contexto nace la Agenda 2030 que es un plan de acción global adoptado por las Naciones Unidas en 2015. Su objetivo principal es abordar los desafíos mundiales más urgentes y lograr un desarrollo sostenible en todo el mundo para el año 2030. Consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que abarcan una amplia gama de temas interrelacionados, incluyen la erradicación de la pobreza, la protección del medio ambiente, la igualdad de género, la educación de calidad y la paz y la justicia.

Su contenido se basa en la idea de que los desafíos que enfrentamos, como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y los conflictos, son interdependientes y requieren una respuesta integral y colaborativa. La respuesta al mundo en el que vivimos y que está emergiendo de un nuevo modelo económico, social y cultural se basa en un enfoque integrado y holístico.

Pero, no todo acaba aquí. Como hemos visto, la evolución socioeconómica y cultural es una rueda que no cesa de rodar y que, aunque se atasca en diversas crisis, sigue funcionando y generando nuevos modelos que responden al momento en el que vive cada sociedad, procurando una vida mejor, de ahí que vivamos en un mundo que cambia continuamente y en el que antes no había luz eléctrica, sino velas y no se tenían tantos vehículos por familia, sino caballos.

Aunque la historia seguirá su curso irremediablemente, en contextos como el presente, suelen aparecer voces disonantes, grupos que consideran los cambios una amenaza, los interesados de una u otra forma que defienden que el nuevo paradigma amenaza su estatus o simplemente a la tradición, sin pensar que las tradiciones lo son hasta que dejan de serlo y que, aunque temporalmente ganen la batalla, «los potros del tiempo» se abrirán paso «porque son de pura raza».3

La batalla cultural (I)

Construir un hábito, un «ethos» democrático, no solo requiere de la capacidad de aprender a escuchar a los otros, a formular objeciones si esos puntos de vista omiten la posibilidad de que otros sean considerados en las normas a decidir; requiere también del fortalecimiento de la autonomía en un sentido plenamente kantiano, junto a la virtud cívica que posibilita entender otros puntos de vista distintos u otras voces: la solidaridad.4

Los cambios dialécticos en la estructura social son irremediables, pero hay grupos que se resisten a ellos y aspiran a contagiar su concepción vital al mayor número de población.

En estos momentos, y desde el final de la Segunda Guerra Mundial, vivimos en el momento de la historia donde más nivel de vida material se ha logrado, con postulados éticos y morales y una calidad de vida impensable siglos antes. Todo ello gracias a la democracia liberal establecida en todo Occidente, Estados Unidos y gran parte de los países más pujantes del mundo.

En ese contexto los partidos democratacristianos y socialdemócratas han desempeñado un papel crucial. Ambos movimientos políticos representan diferentes enfoques ideológicos y han contribuido de manera significativa a la construcción de sociedades más justas y equitativas.

Los partidos democratacristianos (conservadores) abogan por una sociedad ordenada según valores morales como la solidaridad, la subsidiariedad y la justicia social. Su importancia radica en su defensa de los derechos humanos y la dignidad de la persona. Promovieron políticas que buscaban superar las divisiones sociales y económicas, fomentando la solidaridad y la cooperación entre diferentes grupos.

Los partidos socialdemócratas (socialistas) también surgieron como una respuesta a los desafíos socioeconómicos y la desigualdad generada por el capitalismo. Se basan en la idea de que el Estado debe desempeñar un papel activo en la promoción del bienestar social y la protección de los derechos de todos. Su importancia radica en su defensa de políticas que buscan garantizar la igualdad de oportunidades y mejorar la calidad de vida, a través de la implementación de programas de seguridad social, educación pública, atención médica universal y regulación laboral.

La combinación de la visión democratacristiana y socialdemócrata ha sido fundamental en la construcción de la democracia liberal social de derecho y el Estado de bienestar. Estos enfoques políticos han permitido establecer un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad colectiva, al tiempo que se garantizan derechos y oportunidades para todos los ciudadanos. Su enfoque equilibrado ha permitido que las sociedades alcancen altos niveles de desarrollo humano y prosperidad económica, mientras se lucha contra la pobreza, la discriminación y la exclusión social.

Al estar viviendo actualmente un cambio de paradigma global, no solo es este un cambio político, lo es también social y económico. Por ello, está integrado también por todos los sectores sociales clave, grupos de presión, principales empresas mundiales de todos los sectores, etc. Y es en este contexto en el que, igual que los que defendían el uso del caballo cuando Ford aspiraba a universalizar el vehículo privado, están apareciendo grupos que defienden el no cambio, apelando a la necesidad del individualismo exacerbado, la soberanía nacionalista y el valor de la tradición.

Es decir, esta batalla cultural es un fenómeno que ha surgido en respuesta a los cambios sociales y culturales que se están produciendo. Estos grupos y movimientos tienen una visión conservadora y reaccionaria, y se oponen a muchas de las ideas y valores promovidos por la Agenda 2030, el cambio climático, la multiculturalidad, el mundo global y el cambio de modelo económico. Se aferran a ideales nacionalistas, etnocéntricos y exclusivistas, promoviendo una visión homogénea y excluyente de la sociedad.

¿Quiénes son? Sencillo, estos movimientos los integran los que no son motores fundamentales de este desarrollo, las empresas no globales, pequeñas, pymes y autónomos, sectores estos a los que les supone un mayor esfuerzo de adaptación y que parten con desventaja en el nuevo modelo y las clases trabajadoras no cualificadas, que ven los cambios, por falta de información, como una amenaza a su propia supervivencia.

Al estar justamente el modelo en pleno cambio y con sus lógicos desajustes, están aprovechando sus déficits. Cierto es que no todo el mundo tiene acceso a coches eléctricos, a alimentos extensivos, a adquirir todo aquello que provee sostenibilidad y cuida el planeta, además, por el momento todo esto es caro. Por eso los ideólogos de esta batalla cultural afirman que una elite internacional no está cuidando a las clases medias y bajas, pero no es así, sencillamente, estamos en pleno cambio.

Y, ¿por qué les interesa defender este modelo? Porque en el nuevo perderán su estatus y situación. Los pequeños empresarios, los autónomos, las elites tradicionalistas no globales serán las grandes perjudicadas de este cambio de modelo. Un directivo de una multinacional o un empleado de esta misma empresa no tiene nada que temer, más bien al contrario. Pero, el pequeño empresario no global, no sostenible, los sectores que tras la 4.ª revolución industrial no sean viables, serán laminados.

La batalla cultural (II)

La globalización es un sistema que ha sido impulsado por élites financieras y políticas en detrimento de la clase trabajadora y la soberanía nacional (…) La globalización también ha erosionado la identidad cultural y la tradición de las naciones, promoviendo una homogeneización global en lugar de respetar la diversidad y la soberanía de los pueblos.5

Al principio de la aparición del coche, no todo el mundo tenía acceso a él por cuestión de precio, igual podemos decir de la electricidad, pero ahora es algo universal. Lo mismo está pasando hoy en día con la robótica, la IA, los coches eléctricos, el no constreñimiento del género al sexo biológico, las nuevas formas de obtención de energías sostenibles, pero llegará su universalización; mientras tanto, sigue abierta la batalla cultural.

En relación con la Agenda 2030, el populismo nacionalista la rechaza siendo, de hecho, su principal objetivo de ataque. Consideran que sus objetivos son una intromisión en la soberanía nacional y una amenaza a su visión nacionalista y conservadora. Además, su enfoque individualista y el rechazo a la cooperación internacional los lleva a rechazar los esfuerzos globales para abordar desafíos compartidos.

Para ellos, el mundo heredado de la democracia-cristiana y la socialdemocracia es un mundo que llaman «progre». Estas convencidos de que las grandes empresas y sus lideres, Bill Gates, Jeff Bezos, Google, Netflix, Disney, Facebook… forman parte de ese contexto «progre» que quiere dominar el mundo para obtener más riqueza. Y lo hacen, según ellos, a través del control social, de ahí, dicen, que se defienda el aborto, la eutanasia, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la defensa de los derechos LGTBI y trans, hasta llegar, sí, así lo dicen, en unos años a la defensa de la pederastia y zoofilia en nuestras sociedades. En resumen, afirman que las elites mundiales quieren que cada vez existan menos seres humanos para convertir el mundo en un parque de atracciones capitalista bajo su control. Y, como resumen, defienden:

  • Lucha activa contra la Agenda 2030 y todo lo que significa: medidas contra el cambio climático, economía sostenible y ecológica, nueva estructura del trabajo más basada en los valores humanos, políticas activas contra la pobreza y la inclusión, etcétera.
  • Lucha activa y radical contra la llamada cultura woke, es decir, contra el movimiento que busca crear conciencia sobre las desigualdades sociales y luchar contra la discriminación, el racismo, el sexismo, la homofobia y otras formas de opresión.
  • Lucha contra las grandes multinacionales que fomentan, según ellos, la cultura woke y que apoyan la ideología «progre» para controlar la sociedad, fomentando el aborto, el multiculturalismo, el fomento de nuevos géneros artificiales.
  • Lucha contra el multiculturalismo y las instituciones globales. Para ellos hay una primacía de la cultura occidental sobre el resto y así debe permanecer, desactivando todo lo que signifique integración de culturas. Llegando a la negación de instituciones globales, como las Naciones Unidas o la Unión Europea ya que perjudican la soberanía nacional.
  • Lucha activa contra la inmigración, que, promovida por el globalismo, quiere eliminar las señas de identidad occidentales y, reitero, la soberanía nacional.
  • Adopción de políticas económicas plenamente liberales, con bajadas masivas de impuestos, incluso su cuasi supresión, para instaurar un modelo de darwinismo social.
  • Enlazando con esto, sustitución de políticas de solidaridad por medidas de caridad y ayuda, sustituyendo las subvenciones por medidas de gracia puntuales.

En resumen, esta batalla cultural se caracteriza por su oposición a los cambios sociales y culturales que se están produciendo en el mundo actual. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas posturas representan solo una parte del espectro político y no reflejan la diversidad de opiniones y perspectivas presentes en la sociedad. Entonces, ¿cómo están llegando al poder?

En todos los países democráticos, independientemente de su calidad democrática, están apareciendo partidos de este tipo. Y, por lo expuesto antes, su mensaje está teniendo tanto eco que, o bien están llegando al poder ganando elecciones, o bien son necesarios para que otros partidos lleguen a él.

Los defensores de esta batalla cultural ya han gobernado, gobiernan y gobernaran en muchos países. Estamos en la parte alta de su ola por lo que, a corto plazo, los veremos en el poder. Estados Unidos, Brasil, Hungría, Polonia, Suecia son ejemplos de países importantes donde ya han tocado poder. En breve se extenderán por casi toda Europa, pero debemos considerarlo un mal menor, una defecación resultante del cambio de modelo.

¿Cómo hacen para llegar al poder? Su enemigo declarado es, como literalmente dicen, el globalismo «progre» en el que incluyen a partidos de derecha e izquierda, pero suelen apoyarse en partidos de derecha democristiana. Para ellos, la socialdemocracia es su enemigo, pero la democracia-cristiana es su víctima. Si llegan al poder directamente, se erigen en los verdaderos valedores de su pensamiento y si no tienen suficiente representatividad para llegar al poder, condicionan y obligan a los partidos liberal-democratacristianos a aceptar sus postulados y condiciones si quieren ostentar el poder. Es decir, vacían de contenido a los partidos de la derecha tradicional.

En muchos países estos partidos conservadores, liberales, democratacristianos no aceptan bajo ninguna premisa las condiciones de estos partidos, pero en otros sí se están aceptando. Veremos a medio y largo plazo cuál es el resultado para estos de este entreguismo y vaciamiento. Quizá a largo plazo la verdadera victima serán los partidos de la derecha democrática tradicional.

Según los nacional-populistas, la derecha democrática en Europa y Estados Unidos ha participado de lo que llaman el consenso «progre» porque se han limitado a gestionar la economía y, cuando han gobernado en toda Europa y EE. UU., no han implantado una cultura conservadora real. Es decir, para estos partidos y movimientos, la democracia-cristiana no ha impedido la globalización, la lucha contra el aborto, la negación del feminismo y de la violencia de género, la imposición del cristianismo frente a otros credos y religiones con los que no debe convivir; no ha luchado activamente contra el islam, etcétera, y ahora, bien porque ganen elecciones, o bien porque los democratacristianos los necesiten para establecer gobiernos, ha llegado la hora de que se gane esta batalla.

Este movimiento nacional-populista que ha aparecido en casi todos los países democráticos del mundo tiene sus ideólogos. Steve Bannon, Aleksandr Dugin, Alain de Benoist y Olavo de Carvalho son algunos de ellos que, aunque cada uno son su enfoque y contexto, comparten algunas similitudes en términos de objetivos y estrategias.

Bannon es un estratega político y mediático estadounidense que ha sido asociado con el movimiento alt-right (derecha alternativa) en los Estados Unidos. Se le atribuye la estrategia de «asaltar el sistema» y ha buscado promover el nacionalismo populista y la retórica antiinmigración en diferentes partes del mundo. Ha sido una figura clave en la promoción de la llamada «nueva derecha» y ha buscado unificar a movimientos y partidos políticos similares en todo el mundo.

Su estrategia defiende una ideología nacional-populista que comparte algunos puntos en común con la política de Putin. Ambos enfatizan la importancia de la soberanía nacional y la defensa de los intereses nacionales. Bannon también ha elogiado a Putin como un líder fuerte y ha expresado simpatía hacia sus políticas y enfoques autoritarios.

Alexandr Dugin es un filósofo y politólogo ruso que ha desarrollado una ideología conocida como «eurasianismo» que aboga por una alianza geopolítica y cultural entre Rusia y las naciones euroasiáticas para contrarrestar la influencia occidental, especialmente la de EE. UU. y la Unión Europea. Se ha caracterizado por su rechazo a los valores liberales y su defensa del autoritarismo. Es uno de los principales ideólogos de Putin y está detrás de la idea que llevó a la invasión de Ucrania de la que, todo el nacionalismo populista occidental comparte, enmarcándola dentro de su idea de debilitamiento y desaparición de la Unión Europea.

Alain de Benoist es un filósofo y escritor francés asociado con la llamada «Nueva Derecha» en Europa. Ha abogado por la preservación de la identidad cultural y étnica de los pueblos europeos, así como por la crítica al liberalismo y al multiculturalismo. Ha defendido la idea de «diferencialismo» y ha promovido la noción de que las culturas y civilizaciones deben mantenerse separadas y preservar sus características distintivas.

Olavo de Carvalho es un escritor y filósofo brasileño conocido por su fuerte influencia en el movimiento conservador en Brasil y su conexión con el presidente Jair Bolsonaro. Ha sido crítico de las ideas de izquierda y la derecha democrática liberal, defendiendo un conservadurismo basado en valores tradicionales y religiosos.

Cierto es que, en definitiva, tras lo expuesto en estas líneas, lo que en realidad parece que está en juego es el papel de la democracia liberal parlamentaria occidental, incluso su viabilidad y existencia, pero, ya digo, no debemos preocuparnos, estos son los estertores de un mundo que acaba.

Notas

1 Todorov, T. (2012). Los enemigos íntimos de la democracia.
2 Arendt, H. (1951). Los orígenes del totalitarismo.
3 El Cabrero. (1991). Porque son de pura raza (tarantas). Del álbum: De la cuadra a la carbonería.
4 Lara, M. P. (1992). La democracia como proyecto de identidad ética.
5 Fragmento de un discurso de Steve Bannon.