¿Viste cuando algo se rompe y tenés la sensación de que cometiste el error más grande de tu vida, porque es algo muy valioso y no hay manera de que se pueda arreglar? Eso sentí la primera vez que algo en mi cerebro se quebró, que iba a quedar así para siempre, y eso no iba a ser mucho tiempo, porque nadie puede vivir así, es insoportable.

Venía con una «racha» un poco mala, cambios de estilo de vida, crisis con mi pareja, la presión y el cansancio de trabajar mientras estudiaba una carrera, cambios de vivienda, falta de autoestima… Me recomendaron un taller, al que fui como quien busca agua en medio de un desierto, a uno de esos de «coaching» que te soluciona la vida al revelarte una «gran verdad». Si estás mal es porque vos querés, porque no te esforzas lo suficiente. Un taller con muchos gritos, confesiones y exposiciones emocionales fuertes frente a totales desconocidos. Luego de esos dos días movilizantes, no pude volver a conciliar el sueño. Fue como si la tapita que frena los pensamientos dejara de existir y mi cabeza se llenara de voces que me invadían y no podía callar. Ahí comenzó un largo camino, ir a la cama jamás volvió a ser lo mismo.

Probé diferentes terapias, anoté todos los consejos, habré googleado más de mil veces, «¿qué hacer cuando tenés insomnio?». Tuve vergüenza, pedí ayuda muchas veces, e intenté lograrlo sola. Usé medicación y usé meditaciones. Descubrí que no existen métodos universales, fui discerniendo qué es lo que a mí me hacía bien. En algunas ocasiones me sentí en una lucha, peleé, en otras me dejé derrotar.

Según el observatorio de Psicología Social de la facultad de psicología de la UBA (Universidad de Buenos Aires), el 75% de los argentinos sufre alteraciones del sueño, como insomnio o sueño interrumpido. En la mayoría de los casos la inquietud se debe a la situación económica en la que están; y un porcentaje muy alto de personas eligen charlar con sus amistades esta problemática y menos de un tercio acuden a algún profesional. Estudios demuestran que la falta de sueño puede generar daños incluso en la salud física. Es la causa de aproximadamente el 20% de los accidentes automovilísticos y un factor influyente en causas comunes de muerte (hipertensión, Alzheimer, disfunción del sistema inmune). Incluso se comprobó que es un indicador más determinante que la falta de ejercicio en el desarrollo de diabetes tipo II. La falta de sueño afecta al cerebro, los reflejos, la memoria, la toma de decisiones, precisión, coordinación… Estar despierto por muchas horas, es similar a estar bajo los efectos del alcohol.

Lo que en algunas ocasiones me parecía un problema exclusivamente personal, empiezo a pensar que también es social. No he investigado aún lo suficiente pero no dejo de escuchar a mis amigos de veintitantos, comentar que se desvelan por tres razones: entretenimiento, trabajo y estudio. Siendo la segunda la causa más predominante. Como si esas tres cosas no pudieran tener un balance en la vida cotidiana y tuviéramos que «sacrificar» horas de descanso, sin tener en cuenta sus consecuencias.

La verdad es que esta situación me parece preocupante, pero, por ejemplo, estoy escribiendo este artículo a las dos de la mañana, aunque deba despertarme a las seis. Espero poder seguir indagando sobre esto, pero ahora me voy a dormir, para tratar de no pertenecer más al 75 %. Espero que hoy descansen y que algún día si es posible me cuenten, ¿qué es eso que les roba el sueño?

Cambios

Al momento de ir a la cama.
Cambié los gritos por imágenes.
Un frasco lleno de estrellas, que al principio se agitan
están dispersas, como mis ideas.
Y luego se asientan en el fondo, con calma.
Un cachorro durmiendo.
Un bebé sonriendo.
Los cambié por recuerdos y experiencias.
Mis viajes en micro, durmiendo con la boca abierta.
Las veces que me quedé dormida sobre una piedra.
Los descansos en el pasto, al lado del rio.
Acostarme sin alarma.
Los cambié por sonidos.
El ruido del mar y el de un arroyito.
Las canciones de cuna de mi abuela.
Tu voz diciendo «hasta mañana».