El hijo nuevamente le mostró sus dibujos al padre para recibir, otra vez, su crítica reprobación. ¿Por qué insistes en perder tu valioso tiempo? ¿Qué ganas con hacer esos dibujillos insignificantes? Sigue mi ejemplo. De llegar a ser a tu edad, un semianalfabeto, preferí estudiar con ahínco, hasta convertirme en ya siendo bastante mayor, en el médico que soy ahora. Por qué no sigues mis pasos y entras a la escuela de medicina de la universidad de Zaragoza. Incluso te puedo ser de mucha ayuda, ya que allí ahora mismo soy docente. No descansaré hasta verte convertido en todo un galeno.
El joven, de anchas espaldas y gruesos brazos guardó sus dibujos y le respondió calladamente. Nada de lo que hago te parece bien. No quieres que sea artista, tampoco te parece bien que haga deportes. Te molesta que dedique tiempo a fortalecer mis músculos en el gimnasio. Lo hago para sentirme bien y gozar de buena salud. Pero a todo le encuentras objeciones. Sin embargo, está bien, te complaceré, entraré a estudiar medicina, pero con todo respeto te advierto. Si me disgusta tal estudio, me saldré, aun con tu franca oposición. No puedes obligarme a seguir una carrera contra mi voluntad.
El padre asintió gravemente. De acuerdo, estoy seguro de que no te arrepentirás. Yo me encargaré de los detalles de la inscripción y te acompañaré cuando comiencen las clases. Puedes ir hojeando estos textos míos de anatomía y fisiología, si te parece bien. Además, aprovecha para despedirte de tus amistades, que por las fotografías que me has enseñado, comparten contigo muchas afinidades. Entre ellas, el fisicoculturismo, la fotografía, algo tan novedoso y que veo sabes de ella. Interesante, por cierto, la foto en que apareces con taparrabo, arco y flecha. Me han informado que incluso, para ayudarte a pagar tan cara afición, produces y vendes placas fotográficas. Noto, además, que has leído con agrado los numerosos libros de aventuras que me has pedido. Supongo que esas fotos que remedan héroes selváticos provienen de esas lecturas. Eso está bien, por ahora. Lo que sigue es otra clase de lecturas. La medicina es ciencias y arte a la vez. Prepárate para asimilar los textos científicos. Te parecerán duros y áridos al principio, pero con el tiempo, les cogerás el gusto. Y puede que después, hasta los amarás. Así pasa.
Justo Ramón Casasús, nunca llegó a imaginar que su hijo Santiago Ramón y Cajal iba a ser el primer español en recibir el premio Nobel de medicina, ni que su capacidad para el dibujo iba a tener un papel tan destacado en las publicaciones científicas que realizó. Menos que en su legado a la ciencia figuran 1,349 imágenes fotográficas tomadas por él.
Sus primeros años
Nació en Petilla de Aragón el 1 de mayo de 1852 y su madre se llamó Antonia Cajal. Por la profesión de médico del padre, tuvieron durante su infancia, que cambiar de pueblo en varias ocasiones. Realizó sus estudios de primaria con los escolapios de Jaca, en donde se reveló en contra del aprendizaje memorístico del latín, por lo cual recibió su correspondiente castigo, y el bachillerato lo concluyó en el instituto de Huesca. Durante esa época, mostró tener un carácter rebelde, amante de la naturaleza, especialmente de la montaña (Instituto Cervantes).
En ocasiones llegó a tener una conducta traviesa y hasta agresiva con ciertos vecinos, tanto así que en una ocasión lo condenaron a tres días de cárcel por derribar el portal de uno de ellos. Llegó hasta ser considerado un «pequeño vándalo que seguramente tendría un triste final» ((María Genoveva González Morán). Durante el bachillerato, en diferentes oportunidades su padre lo sacó del colegio por problemas disciplinarios, obligándolo, para enmendarlo, a ser aprendiz de barbero e incluso de zapatero.
Al cumplir 16 años, el joven comenzó a interesase por las clases de anatomía que le proporcionaba su padre, quien descubrió que su facilidad para la pintura le permitía al hijo realizar unas ilustraciones muy bellas y realistas. Logró así interesarlo y que accediera a iniciar estudios de medicina en la universidad de Zaragoza, en donde don Justo era profesor de anatomía. Allí Santiago se convirtió en otra persona. Fue un estudiante serio y formal, tanto que prontamente fue nombrado asistente de disección y mejoró sus ingresos dando clases particulares de anatomía. A mediados de 1873, recién cumplidos los 21 años se graduó de médico.
Al ser obligatorio para todo joven servir en el ejército, es llamado a filas y a los pocos meses es convocado para realizar el curso de Sanidad Militar, el cual culmina con distinción. Acto seguido, es enviado a Cuba, con el ejército que buscaba subyugar el movimiento independentista que estaba tomando fuerza. Presta servicios en medio de condiciones sumamente difíciles y peligrosas, cayendo enfermo de paludismo y disentería. Algunos afirman que también enfermó de tuberculosis. Se agrava y, estando en riesgo de muerte, es dado de baja y devuelto a España. Llega nuevamente a Zaragoza, en donde lo nombran ayudante interino de anatomía y poco tiempo después, asciende a profesor auxiliar temporal.
En 1877, dos años después de su regreso de Cuba, cursa y aprueba las asignaturas del doctorado en la Universidad de Madrid. Estando en esta universidad, traba conocimiento con las preparaciones microscópicas, a través de Maestre de San Juan. Con los ahorros obtenidos de su misión militar, compra un microscopio, con lo que ya no depende del viejo aparato que utilizaba en el laboratorio de fisiología. Aprende a tratar los tejidos con reactivos químicos para mejor visualizarlos, comenzando a innovar a fin de obtener mejores resultados, consiguiendo así éxitos en el caso de las fibras nerviosas.
Ya con cierta experiencia y algunas publicaciones en su cuenta, compite para obtener el cargo de director de museos anatómicos de la facultad de medicina de Zaragoza, puesto que obtiene después de reñida competencia. Estimulado por el triunfo académico y con más apoyo social y económico, decide contraer matrimonio con la dama Siveria Fañanás García, decisión que lo hará feliz el resto de sus días, ya que será su gran apoyo y compañera. «El matrimonio le devuelve la salud y le proporciona la paz que necesita para su trabajo. La que pasará trabajos durante casi toda su vida, será su esposa. No en vano se ha dicho que la mitad de Cajal es su mujer» (Pollack, K.).
Sus años de gloria
Su nombre comienza a ser conocido en España y en algunas otras ciudades europeas, pese a que sus trabajos, por ser presentados en revistas locales, no tienen tanta difusión. Así, le llega el ofrecimiento de hacerse cargo de una cátedra de la facultad de medicina de Valencia y la posibilidad de dictar clases extra con el fin de generar más recursos económicos. Corre el año de 1884, pero, un año después, se desata un brote de cólera en la ciudad que después cubrió otros territorios españoles. Sus estudios neurológicos deben interrumpirse, ya que la prioridad es contribuir a detener la epidemia. De esta manera, lleva a cabo estudios sobre el bacilo del cólera, mejorando las técnicas de su teñido y contribuye a la preparación de una vacuna con cultivos muertos (inactivados). Las autoridades oficiales le reconocieron su valiosa contribución.
Vuelto a su trabajo en Valencia, publica diversos trabajos valiosos, pero su mayor esfuerzo se ve compensado con la publicación de un libro, el Manual de histología normal y técnica micrográfica, que contiene 692 páginas y 203 grabados. La obra resulta de inmediato un éxito editorial y la primera edición se agota rápidamente.
Habiéndose familiarizado con la técnica de tinción del tejido nervioso, descubierta por Camilo Golgi en 1893, durante su estadía en Madrid haciendo el doctorado, decide perfeccionarlo, lográndolo exitosamente. Para ello, prefirió emplear cerebros de embriones, en vez de adultos. Así, al aplicar sobre ellos cromato de plata, obtenía imágenes más nítidas.
Otro de sus grandes logros de esa época resultó ser el descubrimiento de que las células nerviosas se comunican entre sí por contigüidad (por contacto de las terminaciones dendríticas) y no por continuidad, como aseguraba la teoría reticular de Golgi. El investigador italiano jamás le perdonó estas importantísimas correcciones a la teoría «golgiana» y siempre manifestó hostilidad al español (María Genoveva González Morán).
Durante su estadía en Valencia, desarrolla una gran pasión por el ajedrez, juego en el que destacará mucho, tanto que, más adelante, casi lo lleva a abandonarlo, al darse cuenta de que paulatinamente le quitaba tiempo valioso para su trabajo investigativo. Igualmente, por ese mismo tiempo, escribe cuentos de ciencia ficción, que publica con el seudónimo de «Doctor Bacteria».
En 1887, Cajal obtiene por traslado la cátedra en Barcelona. Allí se dedica a consolidar su obra sobre el sistema nervioso, basándose en dos elementos con los cuales ha venido trabajando: el trabajo sobre el embrión en vez del adulto y el mejoramiento que ha realizado del método tintorial de Golgi, «el de la doble impregnación». Y así surge resplandeciente en su microscopio, la unidad fundamental del sistema nervioso: «la célula que Waldeyer bautizará con el nombre de neurona» (Pollack, K.).
El mundo científico europeo tarda en reconocer su gloria, pero cuando se produce lo hace sin regateos. El alemán Koliker, durante el congreso anual de la sociedad alemana de patología, al observar las láminas que trae personalmente Cajal, se rinde emocionado ante la evidencia presentada y contagia al resto de los asistentes. Días después dirá que «he descubierto a Cajal».
Acto seguido, el sabio español redacta la teoría de la polarización, mediante la cual la corriente nerviosa recorre la célula siempre en el mismo sentido, de las dendritas al cilindro-eje (Pollack, K.).
El libro más importante que publicó Cajal fue Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados. Años después se imprimió en francés la traducción de su gran obra Histología del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados (1909-1911).
Con gran sentimiento de los barceloneses, Cajal gana la cátedra de Madrid y abandona la ciudad condal. Continúa su labor científica imparable y comienzan a llover las distinciones, premios y honores del extranjero. Doctor Honoris causa de la Universidad de Cambridge, el premio de Moscú, miembro de la Real Academia de Ciencias de Madrid, medalla de la Academia de Ciencias de Berlín y, en 1906, recibe el premio Nobel de medicina.
De 1900 a 1920 fue el director del Instituto de Higiene Alfonso XIII y del Instituto Cajal desde 1920. En 1907 fue nombrado presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Biológicas, estando en el cargo hasta 1932. En 1908 fue elegido senador, en representación de la Universidad Central y dos años más tarde fue designado senador vitalicio. Sin embargo, él no tenía aspiraciones políticas y rechazó el puesto de ministro de Instrucción Pública e incluso, en 1925, la propuesta de la CNT de la presidencia de la futura República Federal.
Cajal nos legó una serie de brillantes discípulos, entre los cuales se pueden mencionar a Rafael Lorente de No, Fernando de Castro, Pío del Río Ortega.
Santiago Ramón y Cajal falleció en Madrid, el 18 de octubre de 1934.
Algunas frases de Santiago Ramón y Cajal
Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.
Las neuronas son células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental.
La corteza cerebral semeja un jardín poblado de innumerables árboles, las células piramidales, gracias a un cultivo inteligente, pueden multiplicar sus ramas, hundir más lejos sus raíces y producir flores y frutos cada vez más exquisitos.
Notas
Ansede, M. (2018). Cuando Ramón y Cajal iba en taparrabos. El País.
Cervantes.es (s.f.) Santiago Ramón y Cajal. Biografía.
González Morán, M. G. (2009). Santiago Ramón y Cajal. A cien años del premio Nobel. Ciencias. Universidad Autónoma de México.
Morán A. (s.f.). Santiago Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia.
Pollack, K. (1970). Los discípulos de Hipócrates. Una historia de la medicina. Barcelona, España: Círculo de lectores. Plaza y Janés.
Ventana al conocimiento (2015). Cajal, mucho más que un Nobel. Open mind BBVA.
Impulsa neuropsicología. (s.f.) Ramón y Cajal. Padre de la Neurociencia moderna.