Tic tac tic tac tic...tac, todo el mundo te espera desde hace semanas, ya que los expertos encargados de redactar, con carácter consultivo, nos hacen la boca agua y destilan indicios aquí y allá sobre tu contenido, con vistas al referéndum al que será sometido el 25 de julio, un año después de la disolución del parlamento por el presidente Saied.
Algunos ya están deseando leerte y otros ya son escépticos y contrarios y gritan desde todos los profetas y santos que estás en contra de Dios mismo y que estás abriendo la puerta a todos los abusos fuera de la religión musulmana, y ya se están preparando para boicotearte a ti y a Túnez por no ajustarse a la Ouma islámica. ¿Por qué? Paradójicamente, porque uno de los expertos, adelantando la orientación, declaró que te basarías en la civilidad del Estado y no en su religiosidad, una inserción largamente esperada por la mayoría, que resolvería tantas dificultades y confusiones en la gestión del país.
El 20 de junio de 2022, te entregaron al jefe del Estado. Demasiado bueno para ser verdad, ¿serás adoptada por el presidente?
El 30 de junio a las 21:10 se publicó este texto en el Boletín oficial de la República de Túnez. Al día siguiente un alboroto en las redes sociales y en los periódicos lo anunciaba, ¿realmente eres tú? ¿Has sido adoptada por el presidente de la República, vamos a salir a celebrarlo y a hacer youyous de alegría?
Te estoy buscando, te estoy leyendo, pero no hay nada de lo que los expertos han declarado.
¡No, no eres tú, es una constitución para una sociedad ultraconservadora e intolerante!
Era demasiado bueno para ser verdad, ya tenía preparado otro texto que cambiaba el juego, uno que contradecía todas las declaraciones de Sadok Belaid, presidente de la comisión encargada de redactar la nueva Constitución tunecina.
A la vista de las declaraciones del presidente de la república, ya era obvio que no habría tenido en cuenta el trabajo de tus redactores, más de 90 expertos de todos los sectores, mujeres y hombres, progresistas, profundamente humanos, que creen incondicionalmente en el respeto de los derechos humanos, y que para fundar un Estado fuerte es necesario separarlo de la religión, garantizar los derechos y las libertades, reforzar los fundamentos del Estado tunecino, de la nación tunecina, y reactivar la economía, garantizar la independencia del poder de justicia, base de la primera república tras la independencia en 1956.
Sin embargo, la realidad tiene la cabeza dura
Mientras Túnez vive una crisis económica y social y política sin precedentes, con una caída vertiginosa del poder adquisitivo de las familias tunecinas de clase media y especialmente de las más desfavorecidas, un sistema público agonizante, que empuja a nuestros jóvenes, por desesperación, a lanzarse al mar y arriesgarse a morir para buscar un futuro mejor al otro lado del Mediterráneo, el presidente Saied lanzó su golpe de efecto para desviar la atención del fracaso de su gobierno para solucionar los problemas económicos, una constitución hecha a su medida, cuya preocupación es garantizar la práctica de los preceptos de la religión musulmana y pasar de ser la «religión del Estado» a ser la «religión de la comunidad», de acuerdo con una de sus declaraciones: «el Estado debe trabajar para cumplir los objetivos del islam y la sharia».
Les guste o no. Será un paso atrás de diez siglos... La eliminación del islam como «religión del Estado», por cierto, controvertida, ha sido sustituida por, peor aún, «Túnez forma parte de la nación islámica, y el Estado solo debe procurar alcanzar los objetivos del islam puro».
¿Cómo puede el Estado «procurar alcanzar los objetivos del islam puro», si no es volviendo a la sharia (ley islámica) como base de la legislación? La artimaña es evidente, y solo los tontos se dejan engañar.
De hecho, lejos de separar lo legal de lo religioso, como se viene reclamando desde hace años, este proyecto pretende reintroducir a la fuerza lo religioso en la legislación tunecina, anular la libertad de conciencia del artículo 6 de la Constitución de 27 de enero de 2014, instaurar la visión familista del presidente sobre la ciudadanía de las mujeres, que según él se detiene en el hogar, dar primacía a la prohibición coránica de la igualdad de las mujeres en la herencia y dar una importancia excesiva a la equidad en detrimento de la igualdad de derechos.
Blanco: la mujer tunecina, que siempre ha sido un hueso en la garganta de los islamistas
Sesenta años contra el extremismo religioso no han sido suficientes. Incluso los islamistas, que habían intentado incluir la sharia como única fuente de legislación en la Constitución de 2014, fracasaron, y finalmente aceptaron, que el artículo 1 de 2014 «Túnez es un Estado libre y soberano, el islam es su religión» permaneciera inalterado.
Aún hoy, los derechos de las mujeres tunecinas están amenazados.
La nueva constitución de Kais Saied volverá a someter a nuestras hijas, a nuestras nietas, a sus descendientes y a nosotras mismas al yugo de la ley islámica y a un régimen con la obligación de ser sumisas, en nuestros derechos, en nuestros cuerpos y en nuestras vidas.
Porque no se trata de una propuesta de constitución, sino de una constitución de facto, ya que en uno de los artículos afirma: «Esta constitución entrará en vigor tan pronto como el órgano institucional superior para las elecciones anuncie los resultados del referéndum», lo que significa que, sean cuales sean los resultados, este texto entrará en vigor y se aplicará.
Ya no es un referéndum sino un plebiscito
En este caso, el presidente de la república ha redactado una constitución a su gusto, en consonancia con todas sus declaraciones anteriores, que solo giran en torno a la ley islámica, en contra de la igualdad, para educar a los jóvenes en los valores árabe-islámicos. ¿Por qué no educar a los jóvenes en valores humanos?
La consagración de la razón islámica sobre la razón cívica
«El Estado solo debe procurar para alcanzar los objetivos del islam puro». Ya no se habla del carácter civil del Estado; el presidente de la república tunecina se dispone a fundar, en 2022, un estado religioso, donde el ejercicio de las libertades individuales estará enmarcado por un código moral cuyo contenido se desconoce.
Será el fin de la efervescencia de esta década, tras el levantamiento popular de 2011, de la excepción democrática en torno a un proyecto compartido de sociedad progresista, la búsqueda de la justicia y la libertad, adiós a los debates fructíferos, esta constitución quiere amordazar cualquier espíritu crítico, cualquier oposición, y cualquier forma de cuestionamiento, ya que será la piedra angular de todo el sistema, cuyas tareas va a orquestar. El gobierno solo tendrá que obedecer a él y rendir cuentas de sus acciones solo ante él y no ante terceros, y mucho menos ante el pueblo. Ninguna asamblea o parlamento tendrá el poder de ejercer la revocación de la investidura, y la creación de un Consejo Nacional Regional y Territorial consagrará el sistema de gobierno por las bases que él mismo ha decidido.
¿Qué piensan los autores del primer borrador?
Afortunadamente, eligieron el camino de la transparencia y publicaron en el periódico en idioma árabe, Assabah, el texto de la constitución que habían redactado y presentado al presidente de la república, y siguieron las emisiones de radio para diseccionar los dos textos. Por cierto Sadok Belaid, coordinador del Comité de Redacción, y Amin Mahfoudh, uno de sus miembros, han optado por salir de su silencio y distanciarse claramente del texto del presidente de la república, por sentido de la conciencia, aunque solo sea a los ojos de todos los que los respetan y los han tomado siempre como ejemplo de rectitud, patriotismo y sentido del deber hacia un pueblo que dijo no a la dictadura islamista.
Túnez, el país de Tahar Haddad y de Bourguiba, hacia una deriva autoritaria islamista
Este año celebramos el 92º aniversario de la publicación del mayor libro de la historia de Túnez, Nuestra mujer en la sharia y en la sociedad, que decía: «No al matrimonio de menores y hay que fijar una edad mínima para el matrimonio de las niñas», «no al divorcio oral y el divorcio debe darse por decisión judicial», «no al matrimonio consuetudinario», «no a la poligamia»... una obra que cuestiona el islam desde un punto de vista social y legislativo, con una nueva visión de la mujer en relación con la sharia y dentro de la sociedad tunecina.
En esa época, la enfurecida sala hervía como un volcán y el estruendo de los aplausos se mezclaba con la voz de la oración en medio del desconcierto generalizado de los presentes; Taher Al-Haddad en ese tiempo derribó las paredes y abrió muchas ventanas. Era un hombre iluminado, antes de su tiempo. Fue el pionero indiscutible de la modernidad en la sociedad tunecina. Pidió la liberación de las mujeres tunecinas de las costumbres y tradiciones ancestrales, responsables de los males que corroen la sociedad tunecina y le impiden evolucionar. Fue uno de los primeros en defender la idea de que la sociedad no puede evolucionar sin la emancipación de las mujeres.
Señaló, en particular, la mala interpretación de la religión que conduce a prácticas sociales absurdas. «El día en que nuestras mentes se liberen de la prisión de las tradiciones y puedan juzgar libremente nuestro pasado y nuestro presente en interés de nuestro futuro, ese día traerá consigo la acción de nuestras vidas», escribió ya en 1933, como señala la Revue Juridique Thémis, publicada por la Universidad de Montreal. Convencido de que el islam puede adaptarse a todos los tiempos, este sindicalista y pensador ya se oponía a la poligamia e incluso al uso del velo. Basándose en los preceptos de la religión musulmana, demostró en su alegato que las mujeres tienen tantos derechos y deberes como los hombres en la sociedad tunecina, una opinión que hizo que los conservadores de la época se escandalizaran.
Bourguiba declaró en 1981 que «las mujeres no pueden disfrutar de una libertad total y de la posibilidad de decidir su propio futuro hasta que no hayan conseguido el control total de sus cuerpos».
El camino emprendido por Kais Saied, desde su elección, es el opuesto al de Tahar Haddad y Bourguiba. Decidió, en primer, lugar sepultar el muy simbólico proyecto de ley a favor de la igualdad en la herencia. En 2020, bloqueó la última batalla contra la desigualdad legal entre los sexos en la sociedad tunecina. Luego legitimó el uso de velos para las niñas, aceptando dar premios en el Palacio de Cartago a niñas con velo y vestidas con la ropa de la ley islámica. Al reforzar las prácticas oscurantistas que sexualizan el cuerpo de las niñas con la excusa del fervor religioso, condicionándolas desde una edad temprana y quitándoles el libre albedrío, se envía un mensaje degradante sobre las mujeres y se defiende la idea de que una niña, y una mujer, sin velo, pueden representar un atractivo sexual para los adultos.
Una vez más, el cuerpo de las mujeres sigue siendo una cuestión política
Y aunque nombró a una mujer como jefa de gobierno, a la que limitó sus poderes, todos los debates de fondo sobre la causa de las mujeres en el país, el recrudecimiento de la violencia a pesar de las leyes para protegerlas y condenar a los responsables de estas fechorías, las desigualdades, el machismo en su máxima expresión, quedaron sin respuesta, ya que no forman parte de las prioridades del gobierno, empantanado en una crisis económica y social heredada de los gobiernos anteriores, pero incapaz de resolverlas.
Kais Saied pide el sí en el referéndum. Esta nueva constitución no solo le dará un poder absoluto, sino también la imposibilidad de ejercer sobre él cualquier contrapoder, cualquier cuestionamiento o control como corresponde en cualquier democracia.
Esta constitución, si se aplica tal cual, destruirá los fundamentos de la república tunecina independiente y soberana, de una sociedad en la que las relaciones intrafamiliares se basan en la igualdad, la complementariedad y la solidaridad, y más allá de los derechos de las mujeres, del proyecto social, político y económico que ha permitido unir el movimiento por el desarrollo de la sociedad tunecina en su conjunto y el movimiento por la emancipación de las mujeres, un enfoque auténticamente tunecino, ya que concreta las ideas de los reformistas tunecinos del último siglo.
Hoy nos enfrentamos, después de más de una década de lucha para frenar el proyecto islamista, otra vez ante la amenaza inminente de perder todos los logros, derechos y libertades por los que lucharon nuestras antepasadas, abuelas y bisabuelas. Aquí estamos, después del Código de estatus personal de Habib Bourguiba, correctamente inspirado en el libro de Tahar Haddad que cuestionaba acertadamente el islam y su posición frente a las mujeres, después de las luchas de las feministas tunecinas desde mucho antes de la independencia en 1956 hasta hoy, frente al monstruo oscurantista, que, si triunfa, dará muerte a toda la base de la economía y de la sociedad tunecina moderna.
Nadie sabe cómo será el referéndum ni cuáles serán los resultados. La tendencia es que una minoría activa se oponga frente a una mayoría silenciosa, que no necesita inventarse una posición personal, no ve el peligro y que solo piensa en cortar con lo que considera «los creadores de la constitución de 2014».
Pero la realidad tiene la cabeza más dura y tenaz que una constitución islamista que no puede ocultar ni ofrecer respuestas económicas y sociales a la creciente crisis. La realidad seguirá exigiendo soluciones concretas, no ideológicas, para las familias que ya no pueden hacer frente al alto coste de la vida, para los jóvenes que huyen y para los ancianos abandonados a su suerte y el recrudecimiento de la violencia perpetrada contra las mujeres tras las elecciones presidenciales de 2019...
Las mujeres tunecinas, una vez más, no dejarán de oponerse al proyecto islamista, por todas nosotras, por todas nuestras descendientes y por todo el pueblo de Túnez.