El pasado noviembre se celebró la Conferencia del Clima, COP26, en Glasgow. Como ya comentamos en nuestro artículo de valoración, sus resultados fueron ciertamente positivos en comparación con el lento progreso de las anteriores conferencias. El liderazgo de la presidencia británica que en aquel momento asumió la presidencia de la COP, los crecientes y más acuciantes impactos del cambio climático a lo largo de todo el planeta, junto con la atención mediática que se da a estos eventos anuales, propició el avance y en Glasgow se acordaron propuestas y programas de trabajo, muy necesarios, que deberían empezar a desplegarse cuanto antes. Entre estos destacamos el Diálogo de Glasgow sobre pérdidas y daños, el Programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh, sobre el objetivo mundial relativo a la adaptación, y el Programa de trabajo para una mitigación ambiciosa.
Seis meses después de Glasgow, la primera quincena de junio, se celebró en Bonn la conferencia interanual sobre el Cambio Climático. Bonn es la ciudad donde se encuentra la sede de la Convención Marco del Cambio Climático (UNFCCC), y a finales de la primavera siempre se celebra en ella una conferencia con el objetivo de dar seguimiento y continuidad al trabajo que se va realizando en la UNFCCC. Esta conferencia, no tiene el rango de una COP ni cuenta con la presencia de líderes mundiales, en consecuencia, los medios de comunicación no suelen prestarle atención. Esto no resta importancia a todo lo que se va cocinando en Bonn, ya que serán los insumos de la próxima Conferencia del Clima, COP27, que a finales de año se celebrará en Sharm el-Sheikh (Egipto). Además, cuando las delegaciones de los países no están bajo la presión de los focos muestran de forma más clara sus posicionamientos y su voluntad (o no) de avanzar en ciertos temas.
Este artículo lo dedicaremos a comentar lo acontecido en la pasada conferencia de Bonn esperando que pueda dar a nuestros lectores algunas claves para vislumbrar lo que puede ocurrir en la próxima COP27.
Un Bonn con falta de liderazgos
Para que el multilateralismo avance es necesario que se invierta mucha energía en fraguar los consensos que son imprescindibles para llegar a acuerdos substanciales. Recordemos que en la UNFCCC todo debe acordarse por consenso entre los 197 países que forman parte de la Convención. Conseguir el consenso es una tarea muy difícil que necesita de liderazgos con gran empatía y tenacidad. La presidencia británica encabezada por Alok Sharma tuvo un papel crucial en Glasgow, pero paradójicamente ha estado completamente ausente en Bonn. Se nos hace extremadamente difícil entender esta ausencia, dado que Alok Sharma debería ser el primer interesado en llegar a convertir en realidad todo lo que surgió de Glasgow. Quizás podemos encontrar explicación en el nuevo telón de fondo impuesto por la fatídica guerra de Ucrania…
En Bonn también se despidió Patricia Espinosa, la mujer que desde la aprobación del Acuerdo de París ha estado al mando del secretariado de la UNFCCC, y a quien desde aquí queremos hacer llegar nuestro respeto y gratitud. Hace unos días fue nombrado Ibrahim Thiaw como secretario general interino a la espera de que el proceso de selección de un nuevo secretario o secretaria general se complete. La situación de provisionalidad al mando de la UNFCCC debilita el posible liderazgo por parte del secretariado.
La conferencia de Bonn empezó tropezando con la agenda
En la sesión inaugural de la conferencia ya se evidenció que aquello no sería fácil. El primer escollo fue llegar acordar la agenda, es decir, los puntos del orden del día de la Conferencia. Dos temas clave para los países del sur: el Diálogo de Glasgow sobre daños y pérdidas y el Programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh sobre adaptación, pese a estar programados bajo el epígrafe de Mandate Events no aparecían en el primer borrador de la agenda de los órganos subsidiarios de la convención. Esto hubiera impedido que se tomaran decisiones firmes en estos foros y que el trabajo quedara como un mero diálogo. Unas semanas antes de empezar la conferencia, Bolivia pidió la incorporación de ambos puntos a la agenda oficial, la cual debía ser discutida y aprobada en la sesión inaugural. Finalmente, después de largos debates solo se consiguió que quedara incorporado a la agenda el programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh sobre adaptación.
El Diálogo de Glasgow sobre pérdidas y daños
En Glasgow los países del sur, especialmente los menos desarrollados y los estados insulares, pusieron sobre la mesa la imperiosa necesidad de establecer un instrumento financiero para sufragar las crecientes pérdidas y daños que muchos países ya están sufriendo como consecuencia del cambio climático. La mayoría de estos países tienen unos niveles de emisiones per cápita bajísimos, y en consecuencia no son, en modo alguno, responsables de lo que están sufriendo. Piden a los países desarrollados que asuman su responsabilidad y que aporten fondos para poder reducir al mínimo y afrontar las pérdidas y los daños, este era el objetivo del El Diálogo de Glasgow sobre pérdidas y daños que se inició en Bonn.
En las salas de negociación quedó muy patente que los países desarrollados no quieren oír a hablar de indemnizar por pérdidas y daños, ya que lo ven como un pozo sin fondo (y lo es). Argumentaron que lo que debe hacerse es reforzar las dotaciones de instrumentos financieros ya existentes, como el Green Climate Found o la Global Environmental Facility, ya que esto ahorraría tiempo y esfuerzos. El problema es que los fondos para la acción climática que el norte global transfiere al sur son absolutamente insuficientes y es imposible estirarlos aún más y pretender que también puedan estar al servicio de compensaciones a los terribles daños y pérdidas que van a ir en aumento.
El programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh, sobre el objetivo mundial relativo a la adaptación
Otra de las iniciativas surgida de Glasgow fue el Programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh, sobre el objetivo mundial relativo a la adaptación. En primer lugar, debemos clarificar qué significa el «objetivo mundial relativo a la adaptación». Adaptarse al cambio climático es hacer los cambios necesarios en nuestras sociedades con el objetivo de minimizar los riesgos ante los impactos del cambio climático y estar más y mejor preparados para afrontar estos impactos. Por ejemplo, se pueden salvar vidas humanas promoviendo sistemas que alerten a la población de posibles inundaciones. El segundo de los objetivos del acuerdo de París hace referencia a la adaptación, y dice que es necesario «Aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos». Evidentemente, deberíamos contar con un sistema que permita medir los avances hacia este objetivo, que es un objetivo que debemos alcanzar a nivel global. La pregunta que aún no tiene respuesta y que el programa de Glasgow-Sharm el-Sheikh debería responder es: ¿cómo medimos el nivel de adaptación alcanzado globalmente? La respuesta debe tener en cuenta que, según la ciencia, la ventana para la adaptación es pequeña y se irá estrechando a medida que la temperatura vaya aumentando.
Valoramos positivamente las conclusiones del trabajo realizado en Bonn en este ámbito. Estas van en la dirección de incorporar la visión de expertos, utilizando espacios de trabajo más operativos y flexibles que las tradicionales sesiones de negociación. También prevén seguir avanzando en propuestas de indicadores, métricas, etc. que permitan informar del progreso realizado en la adaptación desde una perspectiva global.
El programa de trabajo para una mitigación ambiciosa
En Glasgow quedó patente que los compromisos que hoy en día tenemos sobre la mesa alejan al mundo de cualquier trayectoria compatible con estabilizar el nivel de calentamiento global a niveles que aseguren la viabilidad de los ecosistemas terrestres. Solo para poner algún número: para conseguir el objetivo del Acuerdo de París, en 2030 deberíamos reducir las emisiones un 45% respecto los niveles de 2010. Los compromisos a los que nos referíamos, lejos de reducir las emisiones, suponen un aumento del 16%. La comunidad científica nos alerta muy seriamente que esta década es crucial y que, si no lo conseguimos, en 2030 ya será demasiado tarde para revertir la crisis climática.
El programa de trabajo para una mitigación ambiciosa debería servir para aumentar de forma urgente la ambición y la aplicación de medidas en materia de mitigación en esta década crucial. No hay que decir que el éxito de este programa debería ser un tema de gran interés a nivel global. En las sesiones de Bonn, el objetivo era empezar a elaborar un proyecto de decisión sobre este asunto para su examen y aprobación en la COP27. Después de horas de trabajo y de debates, los resultados recogidos en las conclusiones son extremadamente pobres por falta de consenso en el tema. Cabe comentar que a lo largo de los días de la conferencia se elaboraron un par de documentos de naturaleza «informal» que recogían fielmente las opiniones de todos los países participantes. Estos documentos contenían propuestas muy progresistas, como por ejemplo la necesidad de asegurar un acceso justo de los países menos desarrollados al presupuesto global de carbono restante, y otras propuestas a todas luces espinosas, como referirse a los países «principales emisores» en vez de utilizar la denominación «países desarrollados» que es la que aparece en la Convención Climática y en el Acuerdo de París. Por una u otra razón, no se llegó a consensuar nada realmente substantivo, y finalmente incluso se retiró del documento de conclusiones la referencia a los documentos informales citados anteriormente. Pese a que está programado realizar un taller para seguir avanzando en el tema, quizá su complejidad exigirá que acabe siendo tratado a «alto nivel» por parte de los jefes de estado en la próxima COP27. ¡Ojalá estén a la altura de lo que las circunstancias requieren!
El balance mundial o inventario global
El Acuerdo de París prevé que cada 5 años, empezando en 2023, se realice un balance a nivel global del progreso en la consecución de sus objetivos en mitigación, adaptación y medios para la implementación (transferencia de tecnología, financiación y capacitación). El primer inventario global debe finalizar en 2023 y el proceso empezó en la pasada conferencia de Bonn.
Después de una sesión de obertura especialmente fatigosa donde escuchamos una y otra vez letanías que algunos delegados repetían en todos los foros, se pasó a sesiones temáticas mucho más operativas y ágiles. En este ámbito valoramos de forma muy positiva los esfuerzos realizados para aproximar y facilitar el diálogo entre científicos de muy alto nivel y los delegados de los países. El gap que existe entre el conocimiento científico y los responsables de la toma de decisiones es inmenso y debería cerrarse. También son remarcables los esfuerzos para dar voz a las organizaciones observadoras de la sociedad civil que siguen las negociaciones climáticas. Estamos seguros de que este proceso dará resultados muy valiosos y de gran interés. La única duda es hasta qué punto estos resultados servirán de insumo a los tomadores de decisiones. Experiencias pasadas como el Diálogo de Talanoa, celebrado en 2018, deberían sentar precedente. Es imprescindible, no solo hacer un buen «inventario global», sino también abrir vías para que sus resultados incidan en la definición de las políticas futuras.
A modo de conclusión
Los progresos de la pasada Conferencia del Clima de Bonn han sido más bien escasos. El encontronazo entre el norte y el sur global es constante y bloquea el avance de muchas cuestiones. El norte está preocupado e interesado en la mitigación, el sur también, pero reclama que exista un balance entre la mitigación y la adaptación al cambio climático, ya que muchos de los países del sur no tienen mucho que mitigar y sí que tienen pendiente empezar a adaptarse para poder resistir impactos que en algunos casos están arrasando con sus territorios y hundiendo sus economías. El sur pide financiación para la adaptación y para hacer frente a los daños y las pérdidas, el norte provee de financiación insuficiente, principalmente para la mitigación, y en forma de préstamos que incrementan la deuda externa del sur. Hasta que no haya entendimiento real en estos temas el avance será difícil… Además, la guerra en Ucrania y las crisis energética y alimentaria que conlleva, han relegado la emergencia climática a un segundo plano. Es aquello que lo urgente quita espacio a lo importante.
Y mientras en Bonn seguimos debatiendo, el tiempo para la acción se está agotando.
(Artículo en coautoría con Josep Xercavins i Valls, Profesor jubilado de la UPC y ex-codirector del GGCC de la UPC)