Costa Rica terminó su proceso electoral convocado para el 6 de febrero para elegir presidente y diputados. Participaron 25 partidos con candidatos presidenciales, situación inédita en el país, puesto que lo más que habían participado en procesos anteriores fueron 14 partidos.
El espectro político e ideológico fue amplio, desde la izquierda a la derecha, aunque estos conceptos en general estuvieron muy desdibujados y la campaña electoral en ningún sentido se desarrolló sobre estas tendencias políticas, o sobre la posición política o ideológica de estos partidos. Hubo un ligero intento en algunos debates de candidatos de desarrollar un marco anticomunista, como bandera de lucha y de agitación electoral, sin éxito alguno, sin siquiera participar el Partido Comunista, que se llama Vanguardia Popular, que no es ninguna amenaza al sistema político nacional.
En la historia reciente de Costa Rica, desde la fundación de la Segunda República en 1948, con un gobierno de facto, durante los años 1948 y 1949, resultado de una guerra civil, en marzo abril de 1948, iniciando nuevos procesos electorales a partir de 1953, con nueva Constitución Política, en 1949, con nueva legislación electoral y un Tribunal Electoral, que habían surgido en 1946, donde a partir de 1949 el Tribunal adquirió la condición de Poder de Estado independiente. Desde entonces, desde 1953 se han sucedido 17 gobiernos. En 1951 el grupo militar triunfante en la guerra civil fundó el Partido Liberación Nacional, que se arropó de la bandera socialdemócrata. Bajo la Junta de Gobierno por el Decreto Ley No. 105 se prohibió la participación electoral de los comunistas, lo que se reforzó con el 2º. Párrafo del Artículo 98 de la Constitución Política, situación que se mantuvo hasta 1975, cuando los comunistas y la izquierda nacional adquirieron su legalidad electoral. De estos 17 gobiernos el partido Liberación Nacional ha ejercido su control y dirección nacional en 9.
Las fuerzas opositoras a Liberación Nacional, agrupadas bajo las banderas del socialcristianismo, lo han hecho en 6 gobiernos y los últimos dos gobiernos, desde el 2014 al 2022 lo ha ejercido el partido Acción Ciudadana, sin una identificación ideológica precisa, presentándose como una fuerza progresista. Este último partido surgió con dirigentes que habían desertado de Liberación Nacional en el 2000 y empezaron a participar en elecciones desde el 2002, eligiendo diputados en los siguientes procesos electorales hasta que alcanzaron el gobierno en el 2014, y lo repitieron en el 2018, perdiéndolo en esta ocasión, dejando su desenlace final, en una segunda ronda, entre los dos partidos que sacaron más votos el 6 de febrero sin haber logrado un 40% de votos, quedando para esta final el partido Liberación Nacional y un nuevo partido, surgido para esta elección el Progreso Social Demócrata. El partido Liberación Nacional con su vieja bandera socialdemócrata y el Progreso Social Demócrata reivindicándose como el abanderado socialdemócrata del Siglo XXI, aunque en la realidad responde más a las tendencias neoliberales de derecha surgidas en estos tiempos en todo el continente. Así está planteado el escenario electoral en la disputa presidencial que sigue hasta el primer domingo de abril.
El partido de gobierno, Acción Ciudadana, sufrió un descalabro total, ni un solo diputado electo y perdió el gobierno, con una votación menor al 1% del electorado. De los 25 partidos solo 6 partidos superaron el 8 % de votación, los 19 restantes no alcanzaron ni el 1%. El partido Liberación Nacional logró clasificar para disputar la Presidencia y regresar al Gobierno el próximo 8 de mayo, subió su caudal y su porcentaje electorales del 16 al 27%. El partido Progreso Social Demócrata se ganó el segundo puesto de esta próxima elección sorprendiendo en los resultados electorales, sobre todo porque era totalmente nuevo, sin experiencia política anterior y sin experiencia legislativa, pero con un discurso antisistema, antimonopolios estatales, mostrando un autoritarismo en su candidato presidencial que de alguna manera provocó confianza de que con él se podrían corregir problemas del país y de la institucionalidad costarricense, diciendo que gobernará por Decreto y con Referéndums, lo que ha exaltado porque apenas eligió 9 diputados de 57 que tiene el Poder Legislativo, un diputado menos que lo que tiene el actual partido de gobierno, lo que le ha costado su gran derrota por su actividad gubernativa.
Los otros partidos favoritos para las elecciones, la Unidad Social Cristiana, logró aumentar a 11 sus diputados, Restauración Nacional, con banderas cristianas no católicas, eligió 7 diputados, el Frente Amplio, de la izquierda, eligió 6 diputados y una nueva fuerza política, el partido Liberal Progresista, de carácter neoliberal, que también participó por primera vez, eligió 6 diputados. El partido Liberación Nacional por su parte también aumentó sus diputados a 19.
El abstencionismo electoral fue un gran protagonista. Aumentó a un 41% lo que se tenía en promedio de 32% en los procesos electorales desde 1998 hasta el 2018. Este abstencionismo hizo posible que los partidos Restauración Nacional, con su candidato Fabricio Alvarado, el Liberal Progresista con Eli Feinzag y el Frente Amplio con José María Villalta aumentaran sus diputados en 2 o 3 más. Si el abstencionismo se hubiera mantenido en el 30% hubieran sacado 2 o 3 diputados menos, cada uno de ellos, los que se hubieran redistribuido entre los otros partidos. El bajonazo por el abstencionismo en el porcentaje electoral hizo bajar el nivel del cociente y subcociente necesarios para elegir diputados, bajándolo en el subcociente de 21,000 votos a 13,000 lo que favoreció esos diputados electos.
Los dos candidatos que disputarán la elección final son José María Figueres Olsen y Rodrigo Chaves Robles, por los partidos Liberación Nacional y Progreso Social Democrático respectivamente.
El candidato, José María Figueres Olsen, curtido en las luchas políticas y político electorales. En las políticas porque lo trae de su padre, don Pepe, José Figueres Ferrer, presidente de la Junta de Gobierno, 1948-1949, y dos veces presidente constitucional, 1953-1958 y 1970-1974 y de su familia, cuyos miembros han participado de distintos puestos públicos en varios gobiernos. En las político electorales porque empezó su vida política participando del Gobierno de Oscar Arias Sánchez, 1986-1990, junto con su hermana Muny Figueres, ambos como ministros. Más tarde como ministra se sumó una sobrina suya, Dyalá Jiménez Figueres, brillante exalumna mía, y su propio hermano Mariano muy ligado al gobierno de Luis Guillermo Solís del Partido Acción Ciudadana. Luego, él, José María, como candidato y presidente del período 1994-1998. Volvió a la política electoral en el 2017 donde intentó liderar al Partido Liberación Nacional para la campaña electoral del 2018, y mantuvo su pie puesto en el acelerador imponiéndose como el candidato presidencial para estas elecciones del 2022. A su experiencia política agregó una rica y gran experiencia en organismos internacionales, de carácter mundial, que le han permitido relacionarse con el gran mundo económico y financiero. José María representa una familia vinculada a la política nacional desde 1942, cuando su padre fue expulsado de Costa Rica, lo que lo insertó en la política de aquella década.
El otro candidato, Rodrigo Chaves Robles no tiene pasado político electoral ni experiencia en ese sentido, en el país ni fuera de Costa Rica. Su inicio en las faenas políticas las inició con el actual gobierno cuando fue llamado, o invitado, a dirigir el Ministerio de Hacienda, por pocos meses. Su experiencia profesional, como economista, era muy rica y reconocida en el Banco Mundial, donde le tocó atender tareas y programas en varios continentes, con proyección según él mismo ha dicho, a más de 40 países. El inicio de su ejercicio ministerial lo llevó a enfrentarse a funcionarios, mandos medios, que calificó de mediocres e ineficientes, a quienes les pidió su renuncia y los separó de sus funciones, y a ciertos sectores nacionales que se vieron más amenazados que afectados con ciertas políticas hacendarias que quiso impulsar, lo que finalmente le llevaron a dejar el gobierno.
Rodrigo Chaves no responde a una familia de trayectoria política nacional, lo que no le tacha para ser candidato ni para participar en la política actual. Fuera del gobierno inició su ingreso a la vida política, con ánimo de postularse como candidato presidencial. Hizo contactos con diferentes grupos, unos se le alejaron y otros le apoyaron, y finalmente izó las banderas del Partido Progreso Social Democrático, convirtiéndose en un candidato nuevo, primerizo, lo que algunos llaman un outsider.
El Partido Progreso Social Democrático no tiene ninguna experiencia de dirigir un gobierno ni de tener diputados en períodos anteriores. No es un pecado porque es una fuerza política nueva. Esa fue su sorpresa electoral. Ya Costa Rica ha tenido la experiencia de tener en gobierno a una fuerza relativamente nueva como lo era el Partido Acción Ciudadana, cuando asumió gobierno en el 2014 y en la coyuntura del 2018 se le volvió a encomendar la tarea de la dirección nacional, lo cual quedó expresado en el resultado de estas elecciones cuando Acción Ciudadana no sacó ni un diputado y prácticamente desapareció del escenario político electoral. Decepción total de sus dos gobiernos, con poca presencia en la Asamblea Legislativa, lo que dificultó su labor en sus dos gobiernos.
Esta sombra es el reto para el Partido Progreso Social Democrático en caso de llegar a gobierno en abril, ya que de manera parecida al Partido Acción Ciudadana tendrá nueve diputados, uno menos de los que ha tenido el partido Acción Ciudadana.
Para la elección que viene, la del primer domingo de abril, para definir la presidencia el abstencionismo va a jugar igualmente su importante papel.
En la actual segunda ronda el aumento del abstencionismo puede favorecer más a Rodrigo Chaves y la reducción del abstencionismo puede darle más fuerza a José María Figueres. De manera que no votar, o llamar a no votar, como están haciendo algunos de los partidos que quedaron totalmente fuera, entre ellos los de izquierda, tiene sus consecuencias políticas. Quienes llamen a no votar están llamando a votar, en la práctica, por Rodrigo Chaves, que sería la fuerza más de derecha que se presenta para la segunda vuelta electoral, y a la inversa, votar más o disminuir el abstencionismo es favorecer más el posible triunfo de José María Figueres, así de simple. Así, en esta ocasión, el abstencionismo, si aumenta o disminuye, puede tener un papel similar, de favorecer a alguno de los candidatos con más fuerza. Los abstencionistas de la primera ronda se dejaron representar en el sufragio por los que llegaron a votaron y produjeron el resultado que conocemos.
Los actuales votantes, electores, y los posibles abstencionistas, tenemos en nuestra conciencia la posibilidad de hacer la mejor escogencia entre los dos candidatos que hay para la Presidencia de la República.
No hay que perder la oportunidad de escoger la mejor opción, dentro de las que hay, para este momento que sigue. La elección que viene es un reto para la democracia nacional. En las urnas del primer domingo de abril está fortalecer la democracia, debilitarla o contribuir a conducirla hacia su muerte.