Los sucesos y problemas de la naturaleza que afectan a grupos de seres humanos en un lugar no suelen ser hechos aislados; todos somos interdependientes y, a la larga, lo que les pasa a unos afecta a otros, aunque no lo percibamos. El llamado «efecto mariposa» de la teoría del caos, tiene varios parámetros semejantes a la actual pandemia viral de la llamada COVID-19.
La teoría del efecto mariposa dice que pequeños cambios en las condiciones iniciales (como uno de los cientos de mutaciones que sufrió un insignificante y microscópico virus) son las que crean enormes diferencias respecto al resultado final y no son predecibles. En un principio se aplica a lo que en matemáticas se llama «sistemas dinámicos», un conjunto de sucesos que cambian o evolucionan con el tiempo.
La teoría del caos plantea la tesis de que los sucesos en el mundo no siguen un patrón fijo y predecible, sino que dependen en mucho de circunstancias inciertas que se califican como caóticas. Señala que un ínfimo acontecimiento como el aleteo de una mariposa acaecido en un momento o en una situación determinada en un lugar o país, se puede sentir al otro lado del mundo.
En realidad, es un «paradigma científico» cuyo fin es entender que la vida es muy compleja, es decir, que hay una serie de elementos que se llegan a relacionar entre sí y cuyo comportamiento final no habíamos previsto, y es así como también funciona el universo. Hay una serie de hechos que se suman para ocasionar el suceso final.
La inició el meteorólogo Edward Lorenz con un modelo matemático para tratar de pronosticar el tiempo. Señaló que el viento que produce el aleteo de una mariposa en Brasil puede ocasionar un tornado en Texas, EE. UU. Esta teoría predice que pequeñísimas variaciones iniciales, con el tiempo, harán imposible las predicciones, o sea, no hay predicciones exactas, precisas o absolutas sobre el tiempo. Nos habla del azar y de la imposibilidad de predecir el futuro. Se acaba de ver con las nevadas en EE. UU., pronosticadas en sus inicios como leves y que fueron terriblemente fuertes. Lo mismo sucede con las tormentas, los tornados y las inundaciones.
Es una hipótesis altamente compleja y se basa en que un sistema produce una pequeña perturbación inicial y, mediante un proceso de amplificación, puede generar un resultado mediano o grande a largo plazo. Algunos consideran que el cuerpo humano es un sistema caótico, flexible e impredecible. La medicina no puede predecir la evolución del cuerpo de una persona determinada. El problema mundial que afrontamos cuando se trata de una «pandemia» viral, bacteriana o por otras causas graves y universales es que la ciencia médica debe salvar al mundo del daño que nosotros en muchos aspectos le hemos causado, y esta no está preparada inicialmente para hacerlo, como sucedió con la actual COVID-19. Además, con este tipo de virus, nosotros no podemos hacer pronósticos ya que sus variantes no siguen un patrón fijo y predecible, por lo que se requiere, más bien, seguir la evolución y sus cambios, para crear estrategias y defendernos. La reciente variante ómicron resultó extraordinariamente contagiosa, aunque felizmente menos agresiva en cuanto a gravedad (menos casos para las UCI), cuyos servidores humanos ya están a punto de explotar agotados física y psicológicamente. Tienen ya dos años sin parar de estar atendiendo enfermos y vamos para el tercero.
La pandemia viral de la COVID-19 nos ha hecho ver que todo el mundo está correlacionado, no hay personas, pueblos o naciones islas, al igual que predice la teoría del caos.
Al parecer, una mutación le permitió al virus abandonar al murciélago (su hábitat natural), e irse a infectar a un animal silvestre, una especie de armadillo, que ahora vive cerca de los pueblos por la deforestación de las selvas y la creación de pueblos en zonas selváticas. Ese animal, vivo o muerto, fue vendido en un mercado de la ciudad de Wuhan en China, una persona se infectó, esta infectó a otras, y ahí comenzó todo. En suma, un hecho simple y aislado China terminó afectando la salud y la vida de la población mundial en forma sumamente grave e impredecible.
Es importante señalar que el medio de contagio no es el virus, sino las personas infectadas, las que, con sus gotitas de saliva, al hablar, gritar, toser, trasmiten por el aire a los virus y estos llegan a las células de la nariz, boca o pulmones de otra persona y ahí se multiplican.
Hay diversos aspectos a considerar que determinan si una epidemia o pandemia puede ser o no controlada, comenzando con la buena información para combatirla o, por el contrario, con «desinformación» como ha pasado con esta pandemia de la COVID-19. Eso retrasa contenerla ya que grupos de personas, por temor o desconocimiento, se resisten a vacunarse.
Lo que ayuda a frenar el contagio, son las acciones higiénicas que señalan las autoridades de salud a la población: a) usar mascarilla en la calle y en la oficina y escuela o colegio; b) evitar «si es posible» aglomeraciones de personas; c) ventilación adecuada en lugares cerrados; d) lavado de manos y, finalmente, e) vacunación repetida.
La multiplicación del virus en una persona infectada, depende de sus defensas naturales, o sea, de la capacidad que tiene ese ser humano para que, en la sangre, médula ósea, linfáticos, en los epitelios, se produzcan células T (linfocitos T, anticuerpos y células T matadoras, células dendríticas, etc.), para destruirlo y frenar su proliferación.
Ahora bien, una vez que la persona es infectada por el virus, la gravedad del contagio depende de ella: a) puede tener una buena defensa, gracias a su sistema autoinmune. El cuadro clínico puede pasar desapercibido por ligero (asintomático) o tener pocos síntomas. Suelen recuperarse rápidamente; b) mala respuesta defensiva y la persona presenta un cuadro clínico serio con internamiento en hospital o UCI. O hasta incluso fallecer. Su recuperación es muy lenta.
El problema es que si no hay síntomas y están infectados contagian a muchas personas, pues pasan por sanas. En el caso de las infestaciones por ómicron, la mitad de las personas son asintomáticas. El problema con la variante ómicron del virus es la enorme ola de contagios; se están batiendo todas las marcas y eso hace que las hospitalizaciones y empleo de las UCI, puedan colapsar a corto plazo (de acuerdo con la fecha de esta publicación).
La respuesta del sistema inmune de una persona, que ya tuvo la infección puede: a) recuperarse sin molestias; b) presentar secuelas diversas residuales; c) el efecto defensivo puede durar 6 meses máximo y por eso se requieren más dosis; d) si la respuesta del sistema defensivo postvacuna es débil, puede volver a infectarse.
Repetimos: esta pandemia producida por un simple virus ha repercutido terriblemente sanitaria, económica y socialmente en todo el mundo. Por ello, hay que prepararse para la próxima.
Lo positivo de la pandemia es que fueron creadas y desarrolladas vacunas de tipo ARNm (mensajero) a un plazo récord de solo meses, mientras que se tardaba años en crear las antiguas con virus muertos o atenuados, aunque eso sí, el efecto de estas últimas era de por vida o por muchos años, como las de: la viruela, polio, DPT, etc.
Otro problema es el costo elevado de las mismas. Se hará necesario bajar sus precios y, si es posible, obsequiárselas a los países pobres, con el agravante de que en esos países no existe la infraestructura sanitaria adecuada para aplicarla a la población, y por ello, tomará años inmunizar a la población, por ejemplo, en África.
Una nueva dificultad ha surgido con este nuevo tipo de vacuna: Al inicio, hace un año, las empresas farmacéuticas que produjeron la vacuna no hablaron de más dosis. Pero, rápidamente se dieron cuenta que la inmunización que provocaban en las personas duraba pocos meses. Pidieron poner otra dosis para tener un esquema completo, pero, nuevamente señalaron la necesidad de una tercera dosis, y ya vamos hacia la cuarta; de seguir así, con este tipo de vacuna habría que aplicarla cada seis meses y su costo será muy elevado para los países.
Finalmente, hemos visto cómo, desde el punto de vista social, la necesidad de continuar trabajando o estudiando hizo que apareciera una «nueva normalidad» para lograrlo. Esta consistió en la comunicación virtual o digital para interactuar. Empleada antes masivamente para la comunicación y trasmisión de ideas, publicidad y el entretenimiento, ahora se ha convertido en una forma de trabajo o estudio, no solo para evitar el contacto personal, sino también por sus ventajas económicas. Por ejemplo, la famosa asistencia a seminarios, charlas, congresos en un país o en el exterior, con elevado costo económico para las empresas y personas involucradas, ya no será necesaria. Ahora esas han dejado paso a las virtuales. Esto ha constituido un cambio de cultura en el trabajo y la enseñanza. Y ni que decir de la economía en el transporte y respecto a la pérdida de tiempo en el proceso.