En las últimas semanas de 2021, dos eventos políticos, al parecer sin relación entre ellos, ocurrieron de modo simultáneo. Fue uno de esos extraños momentos en que la caprichosa historia nos regala la oportunidad de ver qué está pasando en nuestro país.
Por un lado, tenemos la kermés navideña organizada por el Gobierno de la Ciudad de México en Zócalo de la capital mexicana. Hubo juegos mecánicos, juegos de destreza, vendedores de comida y dulces. Música, familias y diversión; una verbena popular en la plaza política y simbólica más importante del país. Y por supuesto no faltaron los bailes de danzón.
Un par de días después el presidente de México, López Obrador subió el tono a su pleito personal con el Instituto Nacional Electoral (INE). López ve su proyecto desmoronarse, cómo su sueño utópico mexicano se convierte en una pesadilla de inflación, nulo crecimiento económico, violencia eterna a manos del narcotráfico y un manejo paupérrimo de la pandemia de covid. Ante una realidad que lo acorrala, el presidente recurre a su vieja y confiable estrategia: distraer a la opinión pública polarizando las posiciones. En este caso voltea a ver a uno de sus viejos «enemigos»: el INE.
El presidente detesta al INE pues, entre otras razones, es un instituto político que no se dobla a sus caprichos y que defiende a la democracia representativa que no puede coptar con las trampas y mañas de la democracia participativa, de mano levantada en mitin político. La pretendida casus belli es el presupuesto para la revocación de mandato. En México se ha modificado la constitución para, si el 3 por ciento de las personas con credencial para votar repartidas en al menos 17 entidades solicitan, se lleve a cabo una elección para revocar el mandato del presidente.
La revocación de mandato, como toda elección en México, es organizada por el INE, la máxima y constitucional autoridad electoral. Hasta aquí todo en orden. Pero el presidente y su partido han echado andar una ofensiva contra el INE usando el presupuesto del instituto para cumplir sus funciones (entre ellas la revocación de mandato). El conflicto deberá ser resuelto por la Suprema Corte.
Mientras todavía hacía eco la euforia de la kermés navideña, el presidente propuso que, si al INE no le alcanza para una revocación de mandato, legítima, legal y constitucional, valdría la pena hacer una cooperación voluntaria entre el «pueblo» para contratar a 10 encuestadoras quieres podrían preguntar si la gente quiere que el presidente concluya su mandato. Al diablo las instituciones y sus normas, acá nos organizamos nosotros muchas gracias, pregona el mandatario.
Un presidente de kermés, donde todo es simplemente simbólico, como los «matrimonios» en aquellos registros civiles de mentiras para niños. Un gobierno de caos y fiesta, de empujones y nulo profesionalismo. Un paréntesis donde la realidad no importa, el dominio de los otros datos.
Lo peor, de entre el caos de esta dantesca kermés surge orgullo. El presidente, su partido y sus fieles seguidores parecen orgullosos de su gobierno. La fiesta está destruyendo al país, pero es nuestra fiesta, nuestra verbena; qué importa lo que digan los expertos y los números. Meros tecnicismos que nos quitan dignidad.
Pero podemos jalar más la metáfora. Uno de los más importantes ideólogos del gobierno de López y de su partido MORENA es el escritor e historiador Paco Ignacio Taibo II. Taibo II ha llevado a documental varios de sus libros de historia; en ellos tiene un estilo muy particular donde va a los lugares de los hechos y desde allí describe lo acontecido. Al mismo tiempo, interactúa con el presente de los lugares históricos: habla con la gente, compra fruta y se pierde entre las calles. Es un modo de recordarnos que vivimos cerca, muy cerca, de la historia, que solo hace falta saberlo.
En 2009 Taibo II filmó el documental, Temporada de Zopilotes sobre la Decena Trágica, el golpe de Estado contra Francisco I. Madero y el asesinato de este último. Durante esos oscuros días en la historia de México el ejército mexicano no solo derrocó y asesinó al presidente democrático, también le quitaron la vida a Gustavo Madero mano derecha y hermano de Francisco.
El cobarde asesinato de Gustavo Madero fue en la plaza frente a la Ciudadela de la Ciudad de México, a los pies de la estatua del héroe de la Independencia José María Morelos. En esa misma plaza, Taibo II describe el cruel crimen cuando encuentra que en el siglo XXI en esa plaza se organizan clases y sesiones de baile de danzón. Cito a Taibo II:
Está bien que sobre el suelo donde murió Gustavo Madero hoy se baile danzón. Lo que para otros puede interpretarse como una falta de respeto para mi es todo lo contrario. A Gustavo le hubiera gustado… El danzón es cadencioso, elegante. Es el baile popular elegante contra el vals. Que se jodan los del vals.
Así que mientras que unos bailan el cadencioso y popular danzón, (el presidente, su partido y los alineados a su proyecto), los otros bailan vals; el imperial, elitista, extranjero, lento y pomposo vals. ¿Quiénes son ellos? Si el danzón es de MORENA, el vals es de la oposición mexicana, de los otros partidos políticos, de aquellos que impulsaron y sostuvieron la transformación que vivió México desde los 80 del siglo XX.
Taibo II fue profeta, se jodieron los del vals. La oposición partidista mexicana se encuentra en uno de sus peores momentos. Sin importar la tragedia que es el gobierno de López Obrador, no pierde popularidad y los partidos de oposición no levantan. Los del vals no existen, son irrelevantes y no se han dado cuenta. ¿Quién se acuerda de ellos?
No se han levantado de la derrota del 2018. Su voz no se escucha. Los que votamos por ellos lo hacemos a pesar de ellos. No representan a nadie.
Sus errores del pasado, sus fracasos, su incapacidad para erradicar los vicios de la dictadura del PRI, la tolerancia de la corrupción (herramienta que aceita la maquinaria política mexicana), su elitismo y estar viendo su ombligo pesan demasiado. No hay nuevas figuras políticas. No han hecho una revisión de sí mismos. Son un fracaso.
Así que México inicia el año 2022 en medio de una crisis que se levanta como una sombra que lo domina todo, gobernado por payasos de kermés que bailan danzón y donde los anodinos del vals se fueron al carajo.