Así como los Estados Unidos tuvieron que retirarse de Vietnam y ahora de Afganistán, luego de incontables calamidades, así deberán evacuar Guantánamo y su base militar, donde han tenido «prisioneros de guerra» y «torturados» desde 2003 en que se dio la invasión de Irak. El Imperio se está desmoronando y sus costos pueden ser aún mayores.
Es poco probable que usted no haya escuchado alguna vez una rítmica y hermosa canción, la Guantanamera, que es una especie de «segundo» himno nacional de Cuba, compuesto con versos nada menos que de José Martí. Y es menos probable todavía que encontremos un caso más paradigmático de invasión territorial, de neocolonialismo y neoimperialismo actual, vigente, que la ocupación de un territorio ajeno como lo es la Bahía de Guantánamo por los EE. UU.
La historia de Guantánamo es parte sustancial de la historia de Cuba, y de la relación de Estados Unidos con América Latina. Es una historia dramática, incluso trágica, porque representa un abuso tal de poder que, además de traiciones, implica la más ambiciosa voracidad imperial de quienes sustituían a España como nueva potencia hegemónica en América y en el mundo.
Desde ya consideramos necesaria y válida, además de inevitable, la recuperación de su territorio por parte de Cuba, por vías jurídicas y políticas; pero la estrategia para lograrlo en las actuales circunstancias involucra un despliegue de solidaridad Sur-Sur de gran envergadura, de gran calado. Por lo pronto, poner en marcha la iniciativa de inscribir el tema «Recuperación de Guantánamo» en la agenda de la próxima Asamblea General de la ONU podría hacerse desde ahora, de modo tal que los debates sobre este punto puedan realizarse de manera separada de otro tema que anualmente se vota y que se refiere al «embargo» económico impuesto a Cuba por los Estados Unidos.
El problema de Guantánamo viene de lejos, cuando en 1898 los Estados Unidos se apoderaron de lo que quedaba del imperio español (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y, mediante múltiples traiciones y engaños, le «reconocieron» a Cuba su independencia con la excepción de la base de Guantánamo, de la que se apropiaron directamente con un simulacro de alquiler. Se dice que Fidel guardaba en una cajita, sin haberlos cobrado nunca, los cheques de los yankees por algo así como 1,500 dólares anuales por el «alquiler a perpetuidad de la instalación de Guantánamo».
La «adquisición» de la Bahía de Guantánamo formaba parte de la Enmienda Platt de 1903, como condición para el retiro de las tropas estadounidenses restantes en Cuba desde la guerra. El contrato de arrendamiento firmado entre los dos países «concedió» la autorización a Estados Unidos de usar la tierra como una carbonera y estación naval. Según la Enmienda Platt, la base era necesaria para «permitir a los Estados Unidos mantener la independencia de Cuba». Más adelante Estados Unidos y Cuba firmaron un tratado en 1934, que le concedía el arrendamiento perpetuo de la base.
La Enmienda Platt, ley del Congreso de EE. UU. impuesta a la 1ª. Constitución cubana a principios del siglo XX, bajo la amenaza de que, de no aceptarse, la isla permanecería ocupada militarmente, estableció la obligación de ceder porciones de territorio para instalaciones militares a Estados Unidos. En diciembre de 1903, EE. UU. tomó posesión «hasta que lo necesitasen» de la bahía de Guantánamo, mediante el llamado Tratado cubano-estadounidense. Desde entonces y hasta la Revolución cubana (más de medio siglo) fue centro para una marcada influencia de EE. UU. El gobierno de Cuba considera el enclave ilegal y desde 1960 se niega a recibir el simbólico pago anual del arriendo de 5,000 dólares.
Si volvemos del siglo pasado al XXI, habría que marcar por lo menos dos hitos: la Revolución Cubana alcanzó en 1959 la independencia real y solo queda por liberar la base territorial de Guantánamo.
¿Por qué es tan importante hoy recuperar Guantánamo y reintegrarlo plenamente a la soberanía cubana? ¿Podría entenderse y aceptarse como válido el argumento de reforzar la «seguridad» de EE. UU. en el Caribe, manteniendo allí una base militar a solo unas millas de las que poseen en Honduras, Panamá, Colombia y desde luego en Florida? ¿No estamos más bien ante una «espada de Damocles» que pende sobre las cabezas de los cubanos, para ser rápidamente degollados en cualquier coyuntura estratégica? ¿Por qué no utilizaron mayormente esa base cuando la invasión de Bahía de Cochinos?
Parece evidente y claro que para los EE. UU. Guantánamo tiene y cumple un papel más bien ejemplar e ideológico; para mostrar quién sigue mandando en la región. Es un disuasivo militar, más que una necesidad estratégica. Sirve para mostrar el «músculo» gringo. Ahora bien, cuál sería la posibilidad y la conveniencia para EE. UU. de quedarse o de irse ya de Guantánamo. Vale la pena pensar sobre ello, decidir y actuar.
De Abu Ghraib a Guantánamo
Todo indicaría que, con el paso del tiempo, las tareas a las que estaba destinada esa bella bahía habrían de realizarse y mantenerse relacionadas con malhadadas funciones y peores prácticas de carácter militar y penitenciario.
Efectivamente, es sabido que aún antes de la invasión de Irak se tendría ya prevista la utilización de Guantánamo para compartir con la prisión de Abu Ghraib las terribles y arbitrarias detenciones de «prisioneros de guerra» y también la experimentación de «nuevos métodos de tortura para obtener confesiones». La profusa difusión pública de las fotos de guardias y perros policías atacando a los prisioneros estaban destinadas evidentemente a crear terror y pánico entre los enemigos reales o potenciales de los EE. UU. Pero sirvió también como denuncia pública para dar a conocer las monstruosidades del invasor. Crear un «poder imperial» y mantenerlo vivo siempre ha significado, por definición, injusticia y barbarie.
Desde principios del 2003, se sucedieron numerosos casos de abuso y tortura de prisioneros encarcelados en la prisión de Abu Ghraib por el personal de la Policía Militar de los Estados Unidos, agentes de la CIA y contratistas militares involucrados en la Irak.
El 15 de enero de 2006, nuevas fotografías y videos fueron emitidos en el programa Dateline del canal de televisión australiano SBS en un momento en el que se apelaba por parte del gobierno la decisión de una corte estadounidense que le ordena al Pentágono hacer públicas todas las imágenes existentes sobre los casos de tortura en Abu Ghraib.
Fotografía del prisionero Satar Jabar siendo torturado conectándole al cableado eléctrico por manos y genitales.
Prisionero amarrado con collar para perros.
«Estas fotografías son imágenes de un comportamiento colonial», escribió Phillip Kennicott en The Washington Post, «el ultraje del pueblo ocupado, el insulto a las tradiciones locales, la humillación de los vencidos. No son excepcionales. En diferentes formas, podrían ser imágenes de los holandeses tratando brutalmente a los indonesios; los franceses encarnizándose con los argelinos; los belgas atropellando con saña al pueblo del Congo».
Imperialismo y colonialismo rampantes
Desde 1945 en que la ONU continuó estimulando los procesos de emancipación, a través de una serie de resoluciones elaboradas por su Asamblea General en las que se reiteraba la necesidad de poner fin de forma rápida e incondicional al colonialismo, también se declararon sucesivamente tres Decenios Internacionales para la Eliminación del Colonialismo —el primero entre 1990 y 2000, el segundo entre 2001 y 2010 y el tercero entre 2011 y 2020— que tenían como finalidad aprobar la definitiva terminación de la era colonial.
Sin embargo, hoy en día, en el 2021, siguen existiendo aproximadamente dos millones de personas y diecisiete países que, de manera formal, se encuentran en condiciones de colonia, sometidos a una metrópoli. Pero el problema del neocolonialismo y el neoimperialismo no se percibe solo en los datos estadísticos. Es en la relación de trabajo, capital, comercio y finanzas internacionales donde puede apreciarse la magnitud e importancia que aún hoy mantiene este fenómeno político. Es la confrontación Norte-Sur.
El sistema de injusticia que, desde el 9/11, nosotros hemos implantado en el extranjero y organizado globalmente —desde Guantánamo en Cuba hasta la Base de la Fuerza Aérea de Bagram en Afganistán— es por su naturaleza también un sistema de tortura… Sea en Guantánamo o en Abu Ghraib, en Irak, nunca se pretendió que este mini gulag en gestación fuera un sistema de encarcelamiento para criminales; de ahí la ausencia de acusaciones, y menos de algún tipo de proceso judicial, en cualquier parte del imperio (Tom Engelhatd; 02/06/2004, Irak, Fuentes: MotherJones).
Torin Nelson —reporta Julian Borger del Guardian— quien sirvió como oficial de inteligencia militar en la Bahía de Guantánamo antes de ir a Abu Ghraib como contratista privado, achacó los abusos a una falla del comando de la inteligencia militar de EE. UU. y a una sobredependencia de las firmas privadas. Aduce que «esas compañías estaban tan ansiosas de satisfacer la demanda de sus servicios que enviaron ‘cocineros y camioneros’ a trabajar como interrogadores».
Ya convertida en prisión militar, se estima que unos 780 prisioneros pasaron por Guantánamo desde su apertura (aún permanecen 40 de ellos). El presidente Barack Obama (2009-2017) dijo hacer del cierre de la base una de sus prioridades, pero no logró su objetivo y apenas consiguió vaciar parte del penal al transferir a un total de 196 detenidos a terceros países. Por su parte, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2009, Biden, por entonces vicepresidente, dijo: «Defenderemos los derechos de aquellos que llevamos ante la justicia y cerraremos el centro de detención de la Bahía de Guantánamo». Desde ese momento y ahora bajo un nuevo gobierno demócrata al que le toca presidir, Biden continúa sin cumplir su promesa.
La Mesa de Reflexión Latinoamericana integrada por excancilleres, políticos y académicos de la región exhorta al cierre de Guantánamo, la cárcel de máxima seguridad que Estados Unidos ha utilizado para enviar y torturar a detenidos acusados de terrorismo. La declaración, que lleva la firma de los excancilleres Jorge Taiana, Rafael Bielsa y Susana Malcorra (Argentina), Celso Amorim (Brasil) y José Miguel Insulza (Chile), entre otros, sostiene que la medida podría ser «un símbolo de gran valor en horas de incertidumbre y desafío».
En una carta enviada a Biden el 16 de abril de 2021, el presidente del Comité Judicial del Senado, Dick Durbin, y 23 de sus colegas demócratas plantearon que Guantánamo «ha dañado la reputación de Estados Unidos, alimentado el fanatismo antimusulmán y debilitado la capacidad de Estados Unidos para contrarrestar el terrorismo y luchar por los derechos humanos y el estado de derecho en todo el mundo». Como resultado, destacaron que «ya es hora» de cerrar la prisión para «poner fin a la detención indefinida».
No se trata solo de cerrar Guantánamo sino de devolverlo. Ya es tiempo de que un imperio en retirada reconozca sus límites. Gobernantes y ciudadanos estadounidenses podrán limpiar sus conciencias y dormir cada vez más tranquilos. ¿Por qué seguir los pasos de la bárbara Roma y de la cruel Inglaterra? La opinión pública mundial, realmente global de nuestros días, aplaudirá una acción consecuente con los valores de libertad, justicia y democracia que todos queremos convertir en realidad.