La actual pandemia es causada por un coronavirus, abundante en la naturaleza, huésped de los murciélagos sin enfermarlos, así como de otros animales silvestres. El que nos afecta hoy, mutó y pasó a los seres humanos, provocando enfermedad a 190 millones de personas, incluyendo la muerte de más de cuatro millones a la fecha, aunque esta cifra, al igual que la de los contagiados debe ser mayor. Después de un año y ocho meses de sufrir la pandemia y, a pesar de las vacunas, la ciencia no ha podido eliminar a este virus con una tremenda capacidad para cambiar como veremos más adelante.
Algunos consideran que esta pandemia viral es solamente un síntoma de una enfermedad mayor, como son los trastornos climáticos que nos afectan. Los animales de todas las especies incluyendo al hombre, las plantas, las bacterias y hasta los virus, viven en un equilibrio precario, pero útil y necesario para sobrevivir en la naturaleza. Los humanos, abusando de la tecnología que han venido creando gracias a su ciencia, están explotándola en demasía. Nos hemos multiplicado exageradamente como especie, sin medir las grandes diferencias y extremos en que lo hemos hecho, desde la gran riqueza de unos pocos donde todo les sobra, a la gran pobreza de millones a los que todo les falta y que viven en focos de pobreza extrema.
Lamentablemente, la pandemia ha agravado la desigualdad social ya que los ricos se han hecho más ricos y los pobres, los más afectados en todo sentido, son aún más pobres; además, ahora para millones de jóvenes en todo el mundo hay menos oportunidad de trabajo, todo ello es caldo para una crisis social ya existente en muchos países, pero que se puede agravar aún más.
Hemos contaminado con los deshechos de nuestros descubrimientos el aire de la atmósfera y el agua de los ríos y mares. Día a día aumenta la destrucción de bosques y selvas causando, entre otros, la muerte de millones de animales que viven ahí, amén de que, el exceso de pesca de los mares está causando la desaparición de numerosas especies, entre ellas las ballenas, tiburones, atunes, salmones, etc. A su vez, la deforestación ha aproximado a los animales silvestres a las ciudades y estos son reservorios o huéspedes de virus, en especial de coronavirus; los animales a la venta en carnicerías ya sea porque han sido manipulados o ingeridos, terminan luego infectado a las personas. Entre los virus que portan los murciélagos, como ya señalé, se encuentran los coronavirus que han causado las epidemias recientes del ébola, la del SARS y el actual. Agregado a lo anterior tenemos que, los cambios climáticos están provocando un sobrecalentamiento global, funesto a un relativo corto plazo, y entre cuyos males se encuentran, los huracanes e inundaciones con destrucción de ciudades costeras, como pasó en una región de Alemania recientemente y, a su vez, sequías en otras regiones o momentos. El sobrecalentamiento de los mares está, así mismo, causando la muerte de los corales y otras especies marinas.
Se nos olvida que la naturaleza no perdona y ejemplo de esto ha sido la aparición de ese mutante viral, la COVID-19, impredecible en su forma de comportarse en cuanto a los cambios que sufre para adaptarse a las dificultades que encuentra en el ambiente, una nueva variante o mutación llamada Delta, muy contagiosa, está ocasionando una cuarta ola de contagios y enfermedad en todo el mundo, incluyendo ahora a los jóvenes y hasta niños. Lo peor del caso es que esta mutación va a impedir la inmunización de rebaño y, entre mayor tiempo se dure en ser eliminado con las vacunas, existe la posibilidad de que surja una variante resistente a estas.
Estudios recientes muestran que los microbios, bacterias y hongos son parte del ecosistema en que vivimos los humanos; se encuentran por miles en el aire, en los diferentes asientos (sillas), en los pasamanos, en comedores, cines, escusados y hasta en los zapatos, sin hacernos daño la mayoría de ellos.
La epidemia viral nos ha mostrado que en la Tierra no hay personas, pueblos o países islas, todos estamos interrelacionados y, en menor o mayor grado, nos necesitamos y ahora nos damos cuenta de que el proceso de contagio provocado en una nación por este coronavirus afecta a las personas de toda edad y sexo, a los pobres y a los ricos, a los profesionales y a los recogedores de basura, y si bien por su poder económico la mayoría de las naciones del primer mundo están logrando una vacunación muy amplia, eso lamentablemente no sucede con los países de escasos recursos. En Costa Rica nos jactábamos de que, siendo un país en vías de desarrollo, teníamos un sistema universal de salud de primer mundo, hoy sabemos que eso no era cierto y la tercera ola tiene al borde del colapso a los hospitales y el sistema sanitario, aparte del económico que ya está haciendo aguas. Y ni que decir de países como Brasil y la India, que creíamos tenían un regular sistema de salud, donde, sin embargo, el contagio está causando estragos con alta morbilidad y mortalidad. Ya nos imaginamos qué pasará cuando afecte a países pobres como Bangladés o la mayoría de los africanos; en estos la pandemia será devastadora desde cualquier punto de vista que se le mire y la enfermedad se prolongará por muchos meses, sino es que años, antes de lograr su contención con la vacunación.
Otro problema es el que causarán las personas o grupos que no se vacunen, situación que se da incluso en los Estados Unidos; estos grupos constituirán un riesgo a largo plazo para todos, ya que, al no lograrse una vacunación completa en una ciudad o país, esos serían focos residuales de contaminación de la población pudiendo dar lugar a una nueva catástrofe sanitaria igual a la que hemos vivido. A esta gente hay que señalarles que, si enferman, les puede quedar en una proporción elevada de secuelas muy molestas por muchos meses.
A propósito de la India y su problema, la primera democracia del mundo en cuanto a población —1,400 millones de habitantes—, aún llena de pobreza, está sufriendo por la rápida y extensa contaminación viral, que achaca a la aparición de cepas más virulentas la enorme morbimortalidad en su pueblo. Y fíjese el lector en la paradoja de esta situación provocada por intereses económicos ya que, el Instituto Serum de la India, es desde hace años el primer productor de vacunas para el mundo (60% de las vacunas mundiales se producen en la India) y, sin embargo, en lugar de producir inicialmente la vacuna para su país, estuvo exportando la vacuna o la materia primar para fabricarla. La Fundación Gates subvencionó al Instituto con 300 millones de dólares, para que entregara al sistema COVAX de la OMS 200 millones de dosis, pero no entregó nada. Hoy sin capacidad de impulsar la producción de grandes cantidades de vacuna, le pide al mundo que se la envíen.
Expertos mundiales señalan que la pandemia pudo haberse evitado y que, la OMS se tardó mucho en declarar emergencia sanitaria mundial, lo hizo hasta el 6 de marzo y desde enero China había implementado un cerco a la ciudad de Wuhan sede del virus y, además, ya este se había extendido a los países vecinos. Advierten sobre la tremenda falla de no reconocer tempranamente que se propagaba por contagio aéreo tipo aerosoles, pese a que decenas de investigadores ya lo habían señalado y así mismo, lo tarde que recomendó el uso de mascarillas, cuando la población de China y los países asiáticos la empleaban desde enero, y era una cuestión de sentido común usarlas.
Cuando un virus, una bacteria, parásito, etc., ingresa a la sangre de una persona, se le clasifica como «antígeno», este desencadena una respuesta defensiva llamada «inmunitaria» consistente en lo siguiente: en la sangre hay células B (linfocitos B-memoria) que, al entrar en contacto con el antígeno, proliferan rápidamente y comienzan a producir anticuerpos en gran cantidad, los cuales van y cubren a los antígenos para que los macrófagos de la sangre y en especial las células T (linfocitos T asesinos) ataquen y los destruyan. En los infectados o vacunados, se han encontrado células plasmáticas B en la medula ósea, que tienen «memoria» y si, meses o años después vuelve el mismo antígeno (el coronavirus), se estimulan y producen anticuerpos. Con la vacuna tipo ARNm (mensajero) o la de virus atenuados o muertos hay igual respuesta en el organismo de la persona afectada. La aparición de anticuerpos puede solo ser por pocos meses, pero la de células B se prolonga usualmente por años. Los «anticuerpos» (son inmunoglobulinas de varios tipos como la gama o IgG, la beta o IgB, etc., son proteínas producidas por el sistema inmunitario del organismo cuando detectan un antígeno, al que marcan o cubren para que sea reconocido y destruido por los macrófagos y células T.
Toda persona que adquiere la infección, si sobrevive y son más del 95% los que lo logran, esto se debe a que generó una respuesta inmunitaria defensiva que le ayudó a vencer el contagio. Pero esta reacción depende del estado del sistema inmunológico de cada uno, que debe ser normal en la persona sana, pero puede estar disminuido en los inmunosuprimidos que han recibido quimioterapia, radioterapia o corticoides prolongadamente, o en las personas con enfermedades graves y debilitantes, o en los diabéticos, obesos o hipertensos y los pobres con mala alimentación o hacinados en sus áreas de pobreza. Se señala que, de los contagiados, aproximadamente el 50% no tiene síntomas y el 40% los tiene leves o moderados como una gripe. El 10% restante requiere hospitalización.
Respecto a las personas vacunadas, debemos señalar que no deben bajar la guardia, aunque los laboratorios digan que concede inmunidad en un 90%. Todos deberán continuar usando bien la mascarilla en lugares cerrados o en aglomeraciones y con el lavado de manos. A pesar de estar vacunada, una persona puede volver a contagiarse (no gravemente y nunca le causa la muerte esta segunda infección), la razón es que, la inmunidad conferida por la vacuna depende de la respuesta inmunológica defensiva de cada persona. «No hay enfermedades sino enfermos», decía Hipócrates, y no se equivocaba.
Al parecer la vacuna genera una respuesta inmunológica mejor que la que se produce en los contagiados. Entre los contagiados, los que enferman clínicamente (sintomáticos) tienen una mayor respuesta que los asintomáticos. Se señala que las personas recuperadas de una infección o los vacunados son capaces de llevar el virus y trasmitir la infección a otros, sin que los afecte.
Recapitulando; si el sistema inmunológico defensivo del vacunado genera una buena y prolongada respuesta (sucede en la mayoría), este no volverá a contagiarse. Si la respuesta es baja o de corto tiempo podrá enfermarse nuevamente. Los anticuerpos contra el coronavirus son, al parecer, cuatro: Anti-S, Anti-M, Anti-N y Anti-E que corresponden a las cuatro proteínas que tiene el virus. La vacuna solo tiene una proteína del virus, la S y por eso solo genera anticuerpos contra (S). La vacuna de Pfizer ataca la proteína S necesaria para que el virus pueda ingresar a la célula.
Las autoridades de los laboratorios farmacéuticos señalan, que habrá que revacunarse por lo menos cada año; la verdad, es que no corresponde a ellos decirlo con propiedad. La OMS señala que hasta el presente no parece ser necesario; si es así, será un gran negocio para las transnacionales y un enorme problema para los sistemas sanitarios de los países. Al momento, se desconoce con certeza cuanto tiempo dura la respuesta inmune; en general, en los vacunados se acepta que entre 6 y 12 meses.
La Dra. Mojica Gandhi, de la Universidad de San Francisco-California, dice que recordemos que el coronavirus que produjo la pandemia de gripe tipo SARS CoV en el año 2003 era un tipo de virus similar al actual de la COVID-19, y que la inmunidad de células T de los recuperados de esa infección se mantiene aún a pesar de haber transcurrido tantos años. Le parece que las variantes del actual virus SARSCoV2 podrían estar cubiertas con la vacuna. Además, es sabido que la inmunidad por células T de la vacunación es duradera a largo plazo.
Se ha comprobado también que, para los que tienen niveles más elevados de linfocitos T en la sangre, la infección suele ser ligera; los pacientes graves tenían bajo estos linfocitos. El aparato respiratorio es la vía de entrada del virus, y cuando los linfocitos T en la sangre de los vasos del pulmón están bajos, más grave es la infección.
A pesar del optimismo de la Dra. Gandhi, tenemos, en primer lugar, el temor de que alguna variante más contagiosa y letal por mutación del virus pueda evadir la respuesta inmune de las personas a la infección, con lo que se pondría en peligro la campaña de vacunación masiva y los sistemas sanitarios del mundo que la enfrentan.
Otro problema existente es que las vacunas chinas Sinovac y Sinopharm, al parecer, solo inmunizan en un 50% y 70%, comparadas con la de Pfizer y Moderna, un 90%. En Mongolia, las Seychelles, Indonesia, Bareín e incluso en Chile, donde se usaron estas y se vacunó a más del 50% de la población, están apareciendo contagios en los vacunados. Hay que esperar nuevos estudios al respecto.
Todas las personas deben vacunarse, la vacunación mundial ofrece la mayor esperanza para erradicar la pandemia y proteger las vidas de las personas del planeta. Insisto, si continuamos con la destrucción de la naturaleza agregado a los problemas de contaminación y hacinamiento por la pobreza, otra pandemia nos espera a la vuelta de la esquina; de hecho, ya investigadores chinos dicen que se avecina otra pandemia gripal por un nuevo virus el H5N8. Así es que los sistemas sanitarios no podrán bajar la guardia nunca más y más bien habrá que reforzarlos mundialmente para que puedan combatir pandemias virales o bacterianas y, además, continuar atendiendo con prontitud a los restantes enfermos con otras patologías; injusticia que se ha dado en estos últimos meses en todo el mundo.