Con un caso tan brutal como mediático, como fue el asesinato del joven gallego Samuel hace unas semanas, en lo que fue claramente un crimen homófobo, sin posible discusión, se volvió a abrir el debate sobre la homofobia, su existencia y las agresiones que causa en España, y todo ello sucedió en el contexto de los días de las celebraciones del Orgullo.
Pero, en realidad, ¿hay más homofobia en España ahora mismo? La pegunta como tal motiva una respuesta complicada. Puede parecer fácil pensar que sí, que la homofobia ha ascendido, y eso seguramente sea lo más seguro para todos, ya que no implicaría, por lo menos de manera irrefutable, la necesidad de cambios sociales y culturales profundos, y además podría dar a entender que el aumento de la homofobia haya sido un problema temporal y circunstancial.
Dicho todo esto, lo cierto es que lo más probable es que no haya aumentado como tal, o no tanto como pueda parecer, sino que simplemente haya estado latente durante décadas y haya brotado en estos tiempos, con el auge de formaciones como VOX, que amparan, legitiman, apoyan y sirven de paraguas para actitudes xenófobas, homófobas y racistas, entre otras.
Obviamente, lo peor, si es que hay algo que pueda ser peor, en estas situaciones es que, si esa homofobia ha estado latente, es porque no se ha ido desde los tiempos de la dictadura, y todo ello significa que la sociedad sí necesita cambios urgentes en los ámbitos culturales, sociales y educativos. Y es que España es un país que pocas veces ha renegado de las herencias del gobierno fascista que dictó los destinos del país con puño de hierro durante cuatro décadas.
Internet y las redes sociales también han sido en los últimos tiempos un lugar donde actitudes homófobas y racistas han campado a sus anchas, pero, de nuevo, no las ha creado, simplemente han aportado un lugar de cierto anonimato y seguridad en que esas opiniones podían ser vertidas impunemente.
Implementar la educación sexoafectiva en las aulas se antoja necesario, pero lo cierto es que, en el panorama político actual con algunas posturas enrocadas en los postulados más retrógrados y conservadores, cuesta imaginar que se pueda llevar a cabo, y resulta imposible hacerlo sin interponer una lucha encarnizada, que mediáticamente puede ser hasta imposible de ganar, por la cantidad de medios de comunicación en manos de corporaciones e instituciones conservadoras.
Entre los argumentos homófobos esgrimidos a lo largo de las épocas destaca, también en contextos religiosos, que la homosexualidad no es natural. Pero, de hecho, es el rechazo de ella que no lo es; en todas las especies que realizan el acto sexual se han observado comportamientos homosexuales, incluso en los bonobos, simios parientes cercanos de los humanos, en una incidencia mucho mayor, especialmente el lesbianismo, y llegando a realizar tríos y orgías, ya que, aproximadamente, el 60 % de la actividad sexual de la especie es entre dos o más hembras.
Por lo tanto, es el rechazo a la homosexualidad lo que aparece como antinatural, impuesto de manera externa a nuestra naturaleza como especie y con orígenes culturales o religiosos. Dicho de otro modo, es lo que, definitivamente, debe (y puede) ser erradicado.
Recuerdo cuando, siendo aún pequeño, aprendí que el nombre del famoso grupo The Breeders (los Criadores) era porque así nos llamaban los homosexuales a los heterosexuales en el lenguaje callejero en muchas zonas de los Estados Unidos. Me pareció brillante y pensaba que ese tipo de bromas y de humor eran sanos y mostraban una gran convivencia entre todos. Pero lo cierto es que quedaba, y queda, mucho camino por recorrer.