El 6 de junio pasado se efectuó el balotaje en las elecciones presidenciales realizadas en Perú donde venció el candidato de izquierda, Pedro Castillo, con el 50.12% de los votos a la candidata de la derecha, Keiko Fujimori, quien obtuvo 49.87%. Hasta hoy, el Jurado Nacional de Elecciones no ha proclamado oficialmente al ganador debido a las 242 solicitudes de nulidad e impugnaciones presentadas por su oponente, con quien mantiene una diferencia de solo 44.058 votos. Los diversos observadores internacionales de la elección han señalado que se desarrolló con completa normalidad.
En la primera vuelta electoral efectuada el 11 de abril participaron 18 candidatos produciéndose una dispersión de votos que favoreció a Castillo, un profesor rural, con especialización en psicología educativa, y dirigente sindical del norte del país, quien obtuvo el 19.09% de los votos, seguida por Keiko Fujimori, con el 13.36%. Esta última, empresaria, con estudios en administración en Estados Unidos, es hija del expresidente Alberto Fujimori. Ha sido congresista y dos veces candidata a la presidencia en 2011 y 2016, siendo derrotada en ambas ocasiones por un estrecho margen. Hoy insiste en cuestionar los resultados. Sobre ella pesan cargos en la justicia por fraude y lavado de activos, entre otros, con riesgo de terminar en la cárcel. La población urbana, concentrada principalmente en la capital, Lima, que con 11 millones de habitantes concentra prácticamente un tercio de la población, votó mayoritariamente por Keiko, al igual que la costa norte y parte de la zona amazónica, mientras que el resto del país lo hizo por Castillo.
Perú posee un territorio de 1.285.216 kms2, una población de 33 millones de habitantes, con 70 etnias y más de 60 lenguas. Tahuantinsuyo fue la más importante y rica cultura que dominó gran parte de América del Sur entre los siglos XI y XV —hasta la llegada de los españoles— conocido como Imperio inca, palabra que designaba a los 13 gobernantes que tuvo desde su capital, Cuzco. La riqueza arqueológica e histórica del país es inmensa y se remonta a más de tres mil años antes de nuestra era, como ocurre con la cultura Caral, considerada la más antigua del continente. Machu Picchu, en lengua quechua, significa Montaña Vieja y fue la ciudad sagrada de los Incas, descrita en el poema de Pablo Neruda, Alturas de Machu Picchu publicado en el Canto General, en 1950. Ubicado a casi 2.500 metros de altura, es considerada uno de los grandes tesoros de la humanidad y reconocida como tal por la UNESCO, en 1983. Entre los siglos XVI y XIX, en la época colonial de dominio de España, Lima fue el virreinato más importante por la cantidad de riquezas que aportaba a la corona. Los 300 años de presencia hispana quedaron reflejados, entre otras cosas, en el mestizaje, la arquitectura y arte colonial, pero también en la cocina que goza de merecida fama.
La economía peruana fue severamente afectada por las acciones armadas de grupos guerrilleros como Sendero Luminoso, de inspiración maoísta, que desestabilizaron el país entre 1980 y 2000, dejando un número aproximado de 70 mil muertos y desaparecidos. La concentración de la riqueza y la pobreza extendida, así como la falta de inversión en la educación e infraestructura en las zonas rurales, problemas más o menos comunes a la mayoría de las sociedades latinoamericanas, contribuyeron al deterioro y radicalización de sectores que fueron favorecidos por la geografía para ocultarse y desarrollar acciones armadas para intentar tomar el poder.
El país fue finalmente pacificado por el gobierno del presidente Alberto Fujimori (1990-2000) quien no vaciló en salirse del Estado de derecho y romper el marco democrático para terminar con el terrorismo. Ello lo llevó a escapar y renunciar a la presidencia desde Japón, a través de un fax, el 19 de noviembre del año 2000. Hoy cumple pena de prisión en Perú por cargos de asesinatos, secuestros de personas y corrupción.
Luego de esta convulsionada etapa, Perú inició una época de relativa estabilidad política y crecimiento con la introducción de reformas económicas, apertura de la economía a la inversión extranjera, privatización de empresas públicas, firma de acuerdos comerciales y estímulos al sector exportador de materias primas, pesca y agro frutícola. Así las cosas, la tasa promedio de crecimiento entre los años 2000 a 2019 alcanzó al 4.4% mejorando los índices macroeconómicos y reduciendo la pobreza multidimensional de un 20% en 2006 a un 12.7% en 2019, de acuerdo con los indicadores entregados por el UNDP.
Po otro lado, la pandemia del Covid-19, como en todo el mundo, afectó severamente la economía en 2020, produciendo una caída de 11.1% y aumentando la deuda pública, como porcentaje del PIB, de 26.7% en 2019, a 34.5% en 2020. El ingreso anual per cápita de Perú cayó el año pasado de 7.027, en 2019, a 6.126 dólares, de acuerdo con cifras del Banco Mundial.
El crecimiento económico no ha dado estabilidad política a Perú. Desde el año 2001, con la elección del expresidente Alejandro Toledo, los sucesivos mandatarios han terminado prófugos, como el mismo Toledo, quien está en Estados Unidos acusado de corrupción; suicidados, como el exmandatario Alan García, o cumpliendo condenas como son los casos de los expresidentes Ollanta Humala, Pedro Kuczynski y Martín Vizcarra. Quien sucedió a este último, Manuel Merino, permaneció solo 5 días en el cargo y el parlamento designó al actual mandatario Francisco Sagasti, el pasado 17 de noviembre de 2020.
En este marco, el electo presidente Pedro Castillo, tendrá no solo que enfrentar las consecuencias de la peste que asola al mundo y que en Perú han superado las 200 mil muertes, si no, como ha manifestado, poner en marcha un plan de reactivación y programa económico de reformas duras basado en lo que ha denominado «economía popular con mercados» en oposición a lo que es la economía social de mercado a la que califica de neoliberal. Ha indicado que el próximo 28 de julio, cuando tome posesión del cargo ante el Congreso —en una fecha simbólica porque además Perú celebrará su bicentenario— anunciará el llamado a una asamblea constituyente para escribir la «primera constitución del pueblo». Su concepción económica comprende la nacionalización de las riquezas básicas, petróleo, gas, comunicaciones, pensiones, revisar los acuerdos comerciales y otras medidas similares. Ello significa que el Estado entrará a competir en todos los planos con las empresas privadas y de materializarse pondrá en cuestión las políticas seguidas sucesivamente por los gobiernos peruanos a partir de los años 90. Castillo, en sus declaraciones, repite que: «no somos chavistas ni comunistas, somos trabajadores. Somos emprendedores y garantizaremos una economía estable, respetando la propiedad privada, respetando la inversión privada y por encima de todo respetando los derechos fundamentales, como el derecho a la educación y la salud».
Sus oponentes lo identifican como seguidor de las políticas que emprendieron el fallecido Hugo Chávez en Venezuela, o Rafael Correa y Evo Morales en Ecuador y Bolivia, respectivamente, desatando temores del sector empresarial y conservador que se volcó a apoyar en las elecciones a Keiko Fujimori. Incluso se ha insinuado de que es cercano a sectores de Sendero Luminoso, a lo que ha respondido de que basta del llamado «terruqueo» o que lo acusen de «terruco» a él y sus colaboradores, con la expresión derivada de terrorismo. No han pasado desapercibidas las señales de militares en retiro que ya han manifestado su desazón por la eventualidad que Castillo asuma la presidencia.
Asimismo, habrá que ver cómo actuará el gobierno de Estados Unidos que recientemente anunció que donará a los países en vías de desarrollo 80 millones de vacunas de las cuales dos millones de Pfizer irán a Perú. Ello forma parte de la campaña global del presidente Biden para contrarrestar la creciente presencia y ayuda de China y Rusia en la región. El presidente electo peruano ha anunciado, sin ambigüedades, medidas radicales en el plano económico y una natural alineación con los gobiernos de izquierda de América Latina. Perú mantiene, entre otros, un Acuerdo de Libre Comercio con China, país que es su principal socio comercial, con más de 170 empresas operando en sectores estratégicos, donde las inversiones suman alrededor de 30 mil millones de dólares.
Lo que sucede hoy en Perú es similar a los procesos de «izquierdización» que se han hecho presente en otros países de la región y que buscan poner fin a una concepción económica que ha generado crecimiento, pero no desarrollo. Las privatizaciones y la concentración de la riqueza han crecido mucho más rápido que las políticas distributivas. Perú, tiene seis billonarios en la lista de Forbes y las proyecciones indican que, a causa de la pandemia, probablemente retrocederá a niveles de desigualdad similares a los de 2010. Serán muchos los desafíos para un presidente electo que no tendrá mayoría parlamentaria y que está enemistado con el líder y fundador de su partido, Perú Libre, Vladimir Cerrón, que recoge las tesis del influyente teórico peruano, Carlos Mariátegui, quien tomó parte importante del pensamiento marxista para interpretar la realidad social peruana. Cerrón ha declarado como irrenunciable el compromiso de llamar a una Asamblea Plurinacional Constituyente para una nueva Constitución.
Además, Castillo no cuenta con un equipo fuerte, ha anunciado medidas, pero no tiene programa de gobierno ni un método definido y usa la retórica clásica del discurso izquierdista muy cercana al populismo. Sin duda, señalan los conocedores de la política peruana, que Castillo es una persona honesta, una suerte de artesano de la política y que tuvo recientemente su bautismo internacional en un encuentro telemático con el Grupo de Puebla, foro iberoamericano que agrupa a políticos y académicos. Ahí se reunió con los actuales presidentes de Argentina y Bolivia, Alberto Fernández y Luis Arce, respectivamente, y con los ex mandatarios de Brasil, Dilma Rouseff; de Bolivia, Evo Morales; de Colombia, Ernesto Samper y de Paraguay, Fernando Lugo, en una conversación franca, dirigida por el político chileno Marco Enríquez-Ominami.
Posteriormente se amplió la reunión con participantes como el expresidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, Maite Mola del Partido de Izquierda Europeo y otras personalidades, en un llamado a defender la democracia, la soberanía popular en Perú y la victoria de Castillo. La consolidación del triunfo del presidente electo puede ser una buena noticia para los intentos en curso de revivir el proceso de integración sudamericano conocido como UNASUR, actualmente paralizado.
En los próximos días, el Jurado Nacional de Elecciones deberá oficializar el triunfo de Pedro Castillo. Desde 2016 hasta hoy, el país ha tenido 4 jefes de Estado incluyendo el actual, que asumió el 17 de noviembre de 2020. Por su parte, Keiko Fujimori está por tercera vez disputando una segunda vuelta electoral. La primera, en 2011, perdió por 2.71 puntos contra el expresidente Humala y luego, en 2016, por una diferencia de solo 0.24% contra el exmandatario Kuczynski. Esta vez ha sido 0.25% la diferencia y salvo que el máximo tribunal electoral declare lo contrario, deberá aceptar una tercera derrota.
El parlamento unicameral está compuesto de 130 congresistas y en esta última elección quedaron representados 10 partidos políticos. El de Castillo, Perú Libre, cuenta con 37 escaños y el de Keiko, Fuerza Popular, con 24. El resto se diluyen en pequeños grupos lo que hará muy difícil la gobernabilidad, como ha ocurrido hasta ahora. A Keiko se le atribuye haber derribado a los gobiernos de Humala y Kuczynski, por lo que Castillo, sin respaldo fuerte parlamentario, tendrá que aprender a gobernar en medio de la crisis económica, la pandemia y la sombra de Keiko.