El presidente de Argentina, Alberto Fernández, recientemente, con motivo del recibimiento del presidente de España, Pedro Sánchez, en visita oficial a su país, hizo una declaración pública, desatinada, tratando de quedar bien con el huésped que recibía, en que se refirió despectivamente a las culturas originarias, autóctonas de la región, afectando por lo manifestado a Argentina, a México y a Brasil.
Dijo el presidente Fernández: «Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos de Europa. Así construimos nuestra sociedad».
A ello agregó: «América Latina, y Argentina puntualmente, somos por sobre todas las cosas americolatinistas, creemos en América Latina y en nuestro continente, en la unidad de nuestro continente, pero particularmente también soy un europeísta, soy alguien que cree en Europa».
Tratando de aclarar lo dicho llegó a añadir: «Se afirmó más de una vez que ‘los argentinos descendemos de los barcos’. En la primera mitad del siglo XX recibimos a más de 5 millones de inmigrantes que convivieron con nuestros pueblos originarios. Es un orgullo nuestra diversidad».
La reacción no se hizo esperar. De distintas trincheras le cayeron al presidente de Argentina. Su expresión se consideró racista, discriminatoria, ignorante de su propia historia patria y nacional, como una vergüenza nacional, irreproducible. Le exigieron desde distintos sectores políticos pedir disculpas por la ignorancia mostrada y por la discriminación con los pueblos originarios, con los países que había mencionado, con los propios argentinos y con América Latina a quien ofendió.
En Brasil manifestaron que sus declaraciones habían sido racistas. Cuando trató de justificar en unas palabras similares dichas por Octavio Paz, también le desmintieron y le pidieron no inventar frases del Premio Nobel mexicano de Literatura.
El presidente brasileño, donde hay una población mayoritaria negra e indígena inmediatamente reaccionó publicando una foto suya con indígenas del Brasil, en contraste con la imagen de los argentinos que se consideran principalmente de ascendencia europea, originaria de España e Italia, que los hace sentir diferentes a los otros pueblos latinoamericanos, y de la región del cono sur, sin olvidar que también se ha visto a Argentina como un refugio de los nazis al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Si el presidente argentino quiso hacer una buena conexión con el presidente español, no hizo la mejor alusión a esa presencia española en la Historia argentina. Desconoció de tajo que los europeos durante tres siglos, durante el período de la conquista y la colonia, en el continente, acabaron, hasta donde pudieron, a las culturas autóctonas, originarias, e introdujeron africanos como esclavos.
Aun cuando en Argentina no haya hoy una gran población indígena o afrodescendiente, no se puede negar ni ocultar su presencia. Si hace 200 años, se calcula, que en Argentina la población negra alcanzaba el 20% de algunas regiones como Buenos Aires y Santiago, pudiendo haber llegado al 60%, hoy son casi ignorados por desaparecidos, por ser casi inexistentes, porque los acabaron.
Cuando fui embajador en Venezuela, 2008-2010, recuerdo que la embajadora argentina era negra, muy bonita, de facciones muy finas. Hablando con ella me llegó a manifestar que como embajadora, con pasaporte oficial, muchas veces en el aeropuerto de Buenos Aires, la detenían y la pasaban a un cuarto oficial de interrogación, porque las autoridades portuarias de migración creían que su pasaporte podía ser falso al ser ella una ciudadana negra, y no podían entender que una afrodescendiente pudiera representar oficialmente al gobierno y a la presidenta, en ese entonces, de Argentina, de quien ella era muy amiga, casi sobre la percepción de que en Argentina no hay negros, y por eso mismo podrían considerar que tampoco hay presencia de culturas indígenas originarias.
El presidente argentino probablemente se siente descendiente de europeos olvidando o ignorando esta presencia indígena y negra.
En Argentina, como en el resto del continente las culturas originarias fueron aniquiladas, diezmadas, por la presencia europea. La eliminación de las culturas indígenas produjo en parte la introducción de los negros como esclavos, para sustituir la mano de obra de las economías locales. En Argentina, como en el resto del continente, hay instituciones que se dedican a estudiar ese pasado histórico, no solo por sus restos culturales sino también porque todavía hay presencia de los pueblos originarios.
Las Naciones Unidas considera que casi 400 millones de personas se agrupan en más de 5,000 comunidades indígenas distribuidas en casi 100 países, representando poco más del 5% de la población mundial. Las Naciones Unidas, a la vez, considera que estas comunidades o pueblos indígenas son una rica expresión de cultura, de preservación de la naturaleza, pero que son poblaciones muy desprotegidas y de las más desfavorecidas del planeta. Por eso, establecieron el día 9 de agosto para conmemorar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, como una manera de concientizar a la opinión pública, y llamar la atención de los gobiernos hacia esta temática como un grave problema que hay que atender y resolver, en lo cual políticas públicas pueden ayudar.
En algunas regiones al problema indígena se asocian problemas migratorios, de desplazamientos forzados, de territorios invadidos y no respetados, de expropiaciones forzosas, de invisibilización de estas comunidades y, con ello, de los atropellos que sufren y del asesinato de sus líderes. Algunos de estos problemas se viven en Costa Rica.
En los países de tradiciones militares, los ejércitos y cuerpos militares desde el siglo XIX han usurpado sus territorios, exterminado a las comunidades indígenas, han hecho desaparecer a sus líderes, les desconocen derechos.
En Argentina, los institutos que estudian los pueblos originarios distinguen entre comunidades y pueblos, donde hay identificaciones con organización social propia, que comparten un pasado cultural, histórico y territorial que les es común, con lenguas e identidades distintivas, con su propia ancestralidad, espiritualidad y cosmovisión. En las comunidades indígenas de Argentina en la actualidad hay caciques mujeres y caciques hombres.
En el caso de Argentina las culturas originarias más importantes son: Atacama, Chané, Charrúa, Chorote, Chulupí, Comechingón, Diaguita, Guaraní, Guaycurú, Huarpe, Iogys, Kolla, Kolla Atacameño, Lule, Lule Vilela, Mapuche, Mapuche Tehuelche, Mocoví, Mbya Guaraní, Ocloya, Omaguaca, Pilagá, Quechua, Ranquel, Sanavirón, Selk'Nam (Ona), Tapiete, Tastil, Tehuelche, Tilián, Toba.
Igualmente, se considera que están distribuidas en 38 pueblos en toda la Argentina, según el registro Nacional de Comunidades Indígenas. Estos pueblos son: Atacama, Chané, Charrúa, Chorote, Chulupí, Comechingón, Diaguita, Guaraní, Guaycurú, Huarpe, Iogys, Kolla, Kolla Atacameño, Lule, Lule Vilela, Mapuche, Mapuche Tehuelche, Mocoví, Mbya Guaraní, Ocloya, Omaguaca, Pilagá, Quechua, Ranquel, Sanavirón, Selk'Nam (Ona), Tapiete, Tastil, Tehuelche, Tilián, Toba (Qom), Tonokoté, Vilela, Wichí, todos ellos agrupados en 1,653 comunidades indígenas con casi 1,450 que tienen debidamente su personería jurídica inscrita.
En el caso de las culturas indígenas argentinas existen las lenguas quechuas, tupi-guaraní, mapudungun, aimara y las mataco guaicurúes. A ellas se agregan las lenguas en extinción tehuelche, vilela, y chaná. Y hay conocimiento de una docena de lenguas ya extintas o desaparecidas.
La afirmación del presidente Fernández carecía de fundamento histórico es cierto, pero respondía quizá a la realidad argentina expresada en el Censo Nacional, del 2001, de que el 95% de la población argentina se considera de la raza blanca, descendientes de españoles e italianos, un 4.5% resultante de mezclas raciales y apenas un 0.5% de población indígena «pura».
Sin embargo, estudios del 2005 señalaban que el mestizaje amerindio en Argentina alcanzaba el 21%, y por los modernos estudios genéticos se estima que el mestizaje amerindio es cercano al 30%.
Internacionalmente se han adoptado Convenios, por parte de la OIT y la ONU, como el del 27 de junio de 1989, arrogado por la Organización Internacional del Trabajo; el Convenio internacional 169 sobre Pueblos indígenas y tribales en países independientes; la Resolución 61/295, Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 13 de septiembre de 2007; la Declaración americana sobre los derechos de los pueblos indígenas; la Resolución AG/RES. 2888 (XLVI-O/16), aprobada por la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos el 14 de junio de 2016.
Es claro que el presidente Fernández ignora estos Convenios que han sido ratificados por Argentina, además de que desconoce buena parte de la Historia de su país
Las palabras altisonantes del presidente Alberto Fernández me hicieron recordar otras palabras disonantes del entonces presidente de Costa Rica, Daniel Oduber, 1974-1978, cuando recibió, en septiembre de 1977 al rey Juan Carlos I en su primera visita al país, y le manifestó desatinadamente: «Desde hace 400 años os esperábamos», comportándose como un vasallo y un súbdito.