La vida y obra de José de Espronceda es sumamente interesante y educativa, sobre todo por el contexto histórico de la primera mitad del siglo XIX en que se desarrolló, después de la Guerra de Independencia, la Constitución de Cádiz de 1812, el absolutismo del Fernando VII, los exiliados liberales, la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, el reinado de Isabel II por la abolición de la Ley Sálica, la regencia del general Baldomero Espartero, las guerras carlistas, los pronunciamientos y, por supuesto, la llegada a España del Romanticismo desde Alemania e Inglaterra, cuya verdadera etimología es revolución y tiempos de cambios en todos los órdenes: socio-políticos, económico-industriales, literarios, y apertura social hacia constitucionalismo y la democracia, donde se abandonan, definitivamente, las gobernanzas del Antiguo Régimen.

Nos hallamos ante una biografía que se debería estudiar con mayor rigor e información sobre el poeta y político liberal del primer Romanticismo, José de Espronceda y Delgado (1808-1842). Es, junto con Mariano de Larra, el prototipo de personaje, escritor y poeta del Romanticismo español liberal. En él convergen los dos aspectos esenciales de la mentalidad romántica: el liberalismo y el ansia de conocimiento. Es un claro ejemplo del hombre romántico que luchó por sus ideales hasta el final. Sus ideas fueron llevadas a Hispanoamérica.

El concepto de Romanticismo y su época

Efectivamente, romanticismo literario no significaba enamoramiento cuando nació en el primer tercio del siglo XIX. El escritor oriolano Ramón Sijé, lo sitúa en 1833, cuando salió Hernani, la obra de Víctor Hugo, con inauditas libertades artísticas, más el famoso prefacio para «Cromwell» que, tomado como manifiesto, inicia el Romanticismo, o bien en 1834 con El moro expósito del Duque de Rivas con prólogo de Alcalá Galiano que también podría entenderse como un manifiesto del Romanticismo. Nacen los pronunciamientos, las barricadas, la exaltación de lo nacional (desemboca en la idea de nacionalismo o de recuperar la memoria nacional) y de lo tradicional y lo revolucionario. Esta es la triple embriaguez romántica: el amor, la libertad y la patria.

Otra obra reivindicativa de lo patrio es la obra traducida Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón de Washington Irving, la cual se publicó en Madrid en cuatro volúmenes, el primero fechado en diciembre de 1833 y los siguientes en 1834. El novelista valenciano republicano Vicente Blasco Ibáñez (1866-1928) fue un ferviente lector de la obra de Irving y, en especial, de la Historia de España, por ello su obra es nacionalista y liberal.

El Romanticismo no tiene reglas, de aquí surge la polémica contra el clasicismo que define un sistema de orden, exactitud, reglas, es decir, inmutable. El éxito del Romanticismo es que sueña «con la perfectibilidad del hombre y su espiritualidad». En las artes interesa el genio individual. Reaparecen los temas medievales, heroicos, leyendas con milagros de José Zorrilla, como Un testigo de Bronce; los temas luctuosos y espirituales como Don Juan Tenorio; el gusto por lo gótico, las cruzadas, la regeneración nacional, como intenta Mariano José de Larra en sus «Artículos de Costumbres».

Espronceda regresa indultado a España en 1833; a la muerte de Teresa Mancha escribe el famoso «Canto a Teresa». En un banquete pronunció un discurso satírico en verso, que hizo hablar a toda la Corte, y fue desterrado a Cuéllar, donde compuso El estudiante de Salamanca. Fue una regeneración que sacaría a las bellas artes de su letargo clasicista.

Como también apuntó Guillermo Díaz Plaja en su libro «Introducción al estado del romanticismo español», con el que ganó el Concurso Nacional de Literatura de 1935, el clasicismo estaba en contraposición con el Romanticismo, porque los primeros mostraban una fuerte resistencia a los cambios y seguían los cánones de la rigidez del Antiguo Régimen.

Las ideas de Schlegel fueron difundidas en España por Juan Nicolás Böhl de Faber, padre de la poetisa que firmaba Fernán Caballero (Recodemos que Juan Nicolás Böhl de Faber, fue cónsul alemán de Federico Guillermo III de Prusia en Cádiz, delegado de la firma comercial Duff Gordon y Cía se casó Francisca Larrea, gaditana con sangre irlandesa, traductora de Byron y de Mary, Böhl defendió el clasicismo del romancero y el teatro español, prácticamente menospreciado en beneficio del teatro francés modernizado, y es famosa su polémica con el gaditano J. J. de Mora).

José de Espronceda hijo de la guerra de Independencia

Nació en el Paraje de la Vega (topónimo hoy desaparecido), término Villanueva de los Barrios (cerca de Almendralejo) (Badajoz) a las 6:30 horas del día 25 de marzo de 1808. Fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación de Almendralejo (Libro de Bautizos volumen 1.242, folio 14, firmado por el presbítero Don Adriano de Valle).

El historiador Luis Maestre, asegura que nació en el palacio del II marqués de Monsalud Juan Nieto Aguilar (destacado miliar en la Guerra de Independencia), cuando su padre Juan José Camilo de Espronceda y Fernández Pimentel (de origen andaluz, de Los Barrios de Cádiz), sargento mayor o coronel —no se sabe bien su graduación— del Regimiento de Caballería de Borbón, que, supuestamente, servía como ayudante del marqués, se dirigía en campaña a Badajoz situada a 65 kilómetros, tras el motín de Aranjuez (17 a 18 de marzo de 1808) para combatir contra las tropas invasoras de Napoleón Bonaparte, acompañado de su esposa Doña Ma. del Carmen Delgado y Lara, natural de Pinos del Valle (GR), embarazada y cumplida de nueve meses.

Era de costumbre que los militares fueran acompañados de su familia: mujeres e hijos, también criados, si pertenecían a la nobleza, hidalgos y caballeros (no pecheros ni plebeyos) que pudieran pagar. El nombre completo que le dieron al bautizado fue «José Ignacio Javier Oriol Encarnación de Espronceda y Delgado». Existía la costumbre del bautizo inmediato, por si se morían, de esa forma evitaban que su alma fuera al Limbo de los Justos.

El exilio a Portugal

En el verano de 1827, José de Espronceda decide abandonar España y dirigirse a Portugal, vía marítima por Gibraltar «llevado de mis instintos de ver mundo», según contará al final de su vida, en De Gibraltar a Lisboa. Viaje histórico, relato del viaje en una balandra sarda (velero de un mástil italiano de Cerdaña) cargado de trigo, en pésimas condiciones junto con 29 pasajeros más miserables que el narrador. Relata con sarcasmo magistral que comieron con cucharas de palo, un rancho de bacalao, con guindillas, ajos y arroz, y que bebieron ginebra, tan fuerte que su estómago pacería el Vesubio.

Menester es haber vivido lejos de los suyos, con el estigma del proscrito en la frente, y el corazón llagado de recuerdos, solo entre la multitud que desconfía del extraño, pobre y sin valimiento propio... menester es haber despreciado la riqueza del extranjero, comparándola con la pobreza del suelo patrio... para comprender, para sentir la Patria, para no poder pronunciar jamás tan dulce palabra sin conmoverse.

De acuerdo con la biografía de José Cascales Muñoz de 1914, fue detenido por la policía portuguesa, como hacían con los emigrados españoles, y llevado a la prisión de San Jorge donde conoce al coronel español liberal Epifanio Mancha, que también estaba recluido en la misma prisión; los consideraban espías. Así conocería a la hija de Epifanio, Teresa Mancha.

Biografía de Teresa Mancha, una mujer del Romanticismo

La bella andaluza Teresa Mancha Arroyal (Torrecilla, Córdoba ¿1810?) falleció en Madrid el 18 de septiembre de1839, a los 29 años. Había nacido en el seno de una distinguida familia andaluza, hija del coronel Epifanio Mancha (Utrera, 1784-1844), que se había casado con Amparo Arroyal Muñoz (natural de Torrecilla) en 1809, unión de la que nacieron cinco hijos. Teresa contrajo matrimonio por orden de su padre con Gregorio de Bayo (de una rica familia de Bilbao) en 1829, con quien tuvo dos hijos. La vida de Teresa estuvo fuertemente marcada por su relación con José de Espronceda, al que conoció durante el exilio de ambos en Lisboa en 1827, (Espronceda tenía 19 años y ella 17 años ambos estaban profundamente enamorados), donde el coronel Epifanio Mancha había marchado exiliado a Lisboa por sus ideas liberales.

Después se encontraron en Londres y París, aquí, en la ciudad del Sena abandona a su marido e hijos para marcharse como amante de José de Espronceda, a un hotel de París y luego a Madrid, por una amnistía tras la muerte de Fernando VII en 1833, (alojándose en casa de la madre de Espronceda). En 1834, tuvieron una hija llamada Blanca. Teresa, por culpa de las continuas infidelidades de Espronceda, y también harta de la vida de conspiraciones del poeta liberal —en última instancia, por la participación de Espronceda en las conspiraciones políticas como el motín de La Granja en el verano de 1836—, lo abandonó en 1836 y a su hija Blanca. Estos abandonos se produjeron dos veces: la primera para huir con un estudiante a Valladolid, donde Espronceda fue a buscarla lleno de ira, y la segunda, y definitiva en 1836 para buscar protección con Narciso de la Escosura, periodista, comediógrafo y político, con el que contrajo matrimonio, y queda protegida dentro de una familia burguesa que le ayuda a evadirse de los celos de Espronceda.

Narciso era amigo de Espronceda y hermano del poeta y ministro Patricio de la Escosura Morrogh (Al quedar viudo Patricio de la Escosura de su primera mujer María Pilar Salvador Udi, contrajo matrimonio en segundas nupcias con su sobrina Isabel de la Escosura Coronel, hija de su hermano Narciso y Carlota Coronel, en 1873).

Consta que Espronceda se batió en duelo con un desconocido. La conjetura que hacemos es que fuera con Narciso, a florete, con alguna herida superficial para salvar el honor de alguna afrenta del pendenciero Espronceda. Teresa tuvo otra hija, esta vez con Narciso, llamada Luisa de la Escosura Mancha, nacida en 25 de mayo de 1837. A la muerte de Teresa, posiblemente al dar a luz, el viudo Narciso se volvió a casar en segundas nupcias con Carlota Coronel López, con la que tuvo cinco hijos: Luis Gonzaga, Clara, García Luis (muerto en la infancia), Clara e Isabel.

A la muerte de Teresa Mancha, en casa de su marido Narciso de la Escosura, de Madrid calle Santa Isabel no. 13, Espronceda contempló su cadáver en el ataúd y escribió «Canto a Teresa» en 44 perfectas octavas reales; una de las mejores elegías de la Literatura castellana, publicada en el Canto II, en el poemario El demonio mundo (1840-1841).

A la muerte de Carlota Coronel, Narciso contrajo terceras nupcias con Blanca Espronceda Mancha (la hija de Espronceda y de Teresa Mancha) en 1854; con ella tuvo tres hijos: Luz, Narciso y José.

Una de las labores editoriales de Blanca Espronceda fue la de publicar, en 1884, dos tomos con las obras de su padre.

La gran elegía de «Canto a Teresa»

La gran elegía de Espronceda a la muerte de la que fuera su amante y madre de su hija Blanca: «Canto a Teresa. Descanse en paz» consta de 44 octavas reales. Esta obra ha sido objeto de discusión entre los críticos con referencia a su no conexión con el resto de los poemas de El diablo mundo (siete Cantos, inacabado y publicado entre 1840-1841 en cuadernos sueltos, siguiendo el sistema de las novelas por entregas), a pesar de que Espronceda nos dice que el Canto II se titula: «A Teresa» y que es independiente y que le sirve de desahogo a su espíritu dolorido por el desenlace de quien ya no era su amante, sino la esposa de Narciso de la Escosura Morrogh.

La gran digresión de este canto de su «desierto corazón herido» (herido en su orgullo por haber sido abandonado por la difunta en vida), nos relata una felicidad pasada, un presente doloroso y un futuro desesperanzador. Nunca comprendió Espronceda que Teresa lo abandonara, ello hirió su orgullo varonil; pero no le hizo reflexionar ni auto-culparse de sus supuestas infidelidades. Hasta que una mujer de valía y bella como ella, dijo: «¡basta!, no te aguanto más». Sin embargo, esta elegía a la muerte de la amada es la idealización de un amor en el apogeo del primer Romanticismo trágico: un idílico amor parecido al «amor cortes» medieval hacia una mujer casada.

En este extenso poema, José de Espronceda, de una forma sublime y a la vez sutil nos hace partícipes directos de sus vivencias, de sus propios recuerdos, de sus frustraciones o de sus desamores, a través de una de las más bellas elegías del Romanticismo y de la Literatura española, junto con «Coplas a la muerte mi padre» de Jorge Manrique (posterior a 1476), «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» de Federico García Lorca, Cruz y Raya, de 1935, o «Elegía a Ramón Sijé» de Miguel Hernández en El rayo que no cesa de 1936.

Análisis métrico

El «Canto a Teresa» consta de 44 octavas reales (ocho versos endecasílabos de rima consonante ABABABCC) de perfecta factura poética y académica. Son estrofas de corte clásico que procede de la poesía italiana, aclimatada a la lengua española en el siglo XVI.

Puliendo la poesía «esproncediana», y haciéndola más sutil e insólita, al tiempo que la complica con hermetismos, adjetivaciones nominales, y al mismo tiempo, fantásticas figuras estilísticas y metáforas sutiles, lo convierte en una verdadera obra de arte, semejante a La fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora.

«Canto a Teresa» se poetiza desde el yo poético, en primera persona de una forma íntima y sincera (diario íntimo de recuerdos) que rompe con el resto del poema de El diablo mundo, en tono satírico, pero que no podía ser descrito de otra manera por el propio carácter del poeta y de su época.

Entre los símbolos se destacan la libertad, en forma de «guerrera nave» (V.1, de la octava 4) similar al bajel pirata de «La canción del pirata». El poeta es como un gran navío que surca con dificultad las traicioneras aguas de la vida y del amor, viajando continuamente por el peligro de zozobrar, pero sintiéndose libre en espíritu juvenil aventurero y respondiendo al menos en parte a la dirección del timonel. La imagen del río se emplea también de modo distinto en «abundante río» o «cristalino río».

Conclusiones

Tanto José de Espronceda con su pluma, como sus contemporáneos con las armas como los generales Riego, Torrijos y otros liberales dieron su vida por un mundo mejor, y merecen ser recordados. Romanticismo significa revolución, cambios y somos herederos de aquellos cambios sociales y políticos liberales contra las monarquías absolutistas del Antiguo Régimen hacia la democracia actual que disfrutamos en libertad. Pero, sin duda alguna, aún queda mucho por conseguir tanto en temas políticos, sociales, igualdad, medio ambiente, etc.