Es una evidencia que la tecnología está cada vez más presente en nuestras vidas e, incluso, que el contexto de pandemia la ha potenciado hasta unos niveles esperables en algunos años más; no tan rápidamente. Y así, conceptos como el «IoT» (Internet de las cosas) son casi ya caducos y podemos hablar de un «Internet de todas las cosas» (Internet of Everything). ¿Qué podemos esperar de los tiempos que vendrán —¿si es que no están ya aquí?
La llamada «Cuarta Revolución Industrial», potenciada por el efecto de la presente pandemia en el llamado «darwinismo digital» —que está suponiendo un acelerador de muchos procesos que, o bien eran embrionarios, o apenas habían comenzado—, está precipitando a gran velocidad cambios drásticos, no solo en los modelos de negocio, sino también en el trabajo y en la relación con él. Por ejemplo, y como está más que aceptado, en los próximos 20 años la manera de trabajar va a cambiar más que en los últimos 2,000. Muchas profesiones, directamente, desaparecerán, incluso algunas hoy en día, continúan aparentando ser útiles cuando, en realidad, ya pueden ser sustituidas por acción «no humana». Razones más culturales que racionales, imperan aún.
Las habilidades hasta ahora necesarias para entrar a ser una pieza en el sistema laboral están cambiadas radicalmente; cada vez son menos necesarios los conocimientos académicos, estos pueden ser programados en una máquina para que desarrolle ese trabajo sin apenas errores y con mayor productividad. ¿Entonces qué habilidades deber adquirir el ser humano? Pues básicamente, las llamadas soft skills (habilidades blandas), a saber, resiliencia, creatividad, pensamiento crítico, escucha activa, comunicación, resolución de problemas complejos, empatía, sentido común, autoconocimiento, capacidad de toma de decisiones, entusiasmo, proactividad, compromiso, tolerancia, curiosidad, adaptabilidad, etc.
Las habilidades técnicas se dan por hechas por un doble factor: se dará por sentado que son un conocimiento que se debe poseer de forma cuasi natural (como si vinieran de serie) y, en caso de no tenerlas, no habrá inconveniente, las máquinas tendrán las mismas o mejores habilidades técnicas (y conocimientos teóricos por acumulación)… cuestión de programación y de autoaprendizaje (machine learning).
En cambio, y como se ha dicho antes, la demanda de soft skills aumentará, bueno, no, para ser más exactos, ya está aumentando en todos los sectores laborales. Otra cosa es que muchas empresas no se hayan dado cuanta todavía. No hay problema, esta «Cuarta Revolución Industrial» se llevará por delante a muchas de ellas si no saben ver los cambios a tiempo.
No hay más que ver cuáles son las políticas de contratación de colaboradores de empresas referentes en esta revolución, como Google, Amazon, Apple… Basta con analizarlas rápidamente para ver que ponen el foco en las competencias humanas. Tras consultar —una simple consulta, sí— las habilidades que precisan en sus descripciones de puestos, las siete primeras capacidades son soft skills y, al final de la lista, aparecen las relacionadas con conocimiento, teoría, ciencia, tecnología, etc.
Y ahora para ilustrar esto, unos ejemplos curiosos y más que representativos. ¿Sabían que el fundador de PayPal (Peter Thiel) es filosofo?, ¿sabían que Carly Fiorina, exdirectora ejecutiva de HP, estudió Filosofía e Historia Medieval?, ¿sabían que Frederic Mazzela, fundador de BlaBlaCar, es músico?, ¿sabían que la directora ejecutiva de YouTube, Susan Wojcicki, estudió Historia y Literatura?
El nuevo paradigma de la empresa que viene, o al menos, de las empresas que aspiran a ser líderes tras esa «Cuarta Revolución Industrial», la de la digitalización, IoT, IA, el Big Data, etc., se basa en que, lógicamente, las habilidades técnicas son muy importantes, pero no resuelven los problemas de la empresa que son más complejos; ni siquiera sirven para resolver los continuos desafíos de la vida cotidiana. Además, como puede verse en muchas organizaciones, el uso excesivo de la tecnología como mecanismo de ahorro o control de costes, vía mayor productividad, está llevando a situaciones que restan más que de lo que suman a largo plazo. Por ejemplo, el CEO de Tesla, Elon Musk, comentaba que el exceso de automatización había obstaculizado la creatividad y la productividad en su empresa.
Evidentemente, no quiere decirse que esto sea un juego de «suma cero» o de blancos y negros. No, no es así. Lo ideal es encontrar el equilibrio de la tecnología y del mundo de las humanidades. Es decir, lejos de buscar, como se ha hecho hasta ahora con fruición, super especialistas (o supuestos, muchas veces, impostados), en el nuevo contexto deben buscarse generalistas con formación en humanidades. También afirmaba esto en una entrevista no demasiado lejana el presidente de Telefónica, José María Alvarez-Pallete (Cadena SER, Hoy por Hoy).
No en vano, debemos tener en cuenta que, siempre y en cualquier sector, la actividad de las compañías se dirige a los clientes y, en definitiva, los clientes son personas. ¿Podemos permitirnos el lujo de prescindir de los elementos más «humanos» en aras de una tecnología que nos provee una vida mejor, más fácil, pero que también nos brinda un universo más reduccionista?
Prácticamente todas las profesiones que supongan acumulación de saber, pueden ser asumidas por máquinas. En Estados Unidos ya hay varios despachos de abogados donde los casos son llevados (y ganados) por robots y máquinas programadas. Para eso está el machine learning, una máquina puede acumular todo el saber de legislaciones, códigos, incluso, las últimas sentencias y jurisprudencia, mezclarlo todo, buscar la mejor solución y sacar adelante un juicio.
También, y como es más lógico aun, todas las profesiones basadas en «herramientas» son totalmente prescindibles. En los últimos años se han demandado profesiones que no tenían una ciencia detrás, sino que eran simples herramientas. La informática, el uso de programas de edición digital, de mercadotecnia digital, programación, etc., no son más que herramientas en las que se puede entrenar a cualquier máquina.
El espacio que le queda al ser humano en esta «Cuarta Revolución Industrial» es el mejor de todos: el que le dirige a no ser una herramienta, ni seguir el dictado de una acumulación de conocimientos y técnicas para poder tener una vida. Sera suficiente, como se apuntó antes, con ser humano, y qué más humano que ser creativo, curioso, ganar espacio al dialogo, a la tolerancia, al autoconocimiento… con la inquietud, basta.
Muchas empresas aún no lo saben, y muchas personas tampoco, pero estamos asistiendo a la desaparición de un mundo caduco, sobrevalorado, que ha provisto de una alta calidad de vida al ser humano, pero restándole algunos de los elementos más valioso que posee y que en un espacio muy breve de tiempo, va a recuperar.