Ya hace muchos años que el pistolero por excelencia de Hollywood —uno de sus más célebres tipos duros— realizó una reconversión inesperada y extraña: el pistolero inexpresivo se volvió un director magistral en la gestión de temas sensibles y sus matices. Ha fascinado a todo el mundo con algunas de las películas más exquisitas y sensibles de las últimas décadas. Un tono que parece querer mantener con el filme que estrenará este 2021: Cry Macho.
No es novedad decir que el Eastwood director superó en su calidad artística hace mucho tiempo al Clint actor. Y eso que el propio intérprete, ya con 90 años, ha sido candidato al Oscar dos veces bajo su propia dirección.
Sería difícil especificar en qué momento de la carrera de Eastwood su vertiente de director pasó a ser más relevante artísticamente que su lado interpretativo. Quizá fue con Sin Perdón (1992), un brutal western que ganó el Oscar a la mejor película y le brindó otro a su director, quien estaba nominado también como mejor actor principal; esta fue la primera vez que aspiraba a un Oscar como actor.
En 1967, Eastwood fundó su productora, Malpaso Productions; ese nombre empezó asociado mayoritariamente al western y al cine de acción de tipos duros como los que solía interpretar el propio Eastwood, aunque pronto se coló alguna película romántica que Eastwood dirigió.
Pero fue en la década de los 80 y, especialmente en los 90, que con títulos como Los Puentes de Madison, Un mundo perfecto o Medianoche en el jardín del bien y del mal Clint empezó a dejar ver una mayor sensibilidad y una maestría en la gestión de momentos y de matices de las que muy pocos pueden alardear.
Mystic River fue la primera de sus enormemente significativas películas de principios de siglo. Obras maestras como Million Dollar Baby y Gran Torino, de las que se paladea cada segundo, son dos filmes dolorosamente preciosos, desgarradores y reconfortantes a la vez —y muy difíciles de calificar— también son dos películas en las que Eastwood regala esos momentos intimistas de sus personajes protagónicos con un hilo de banda sonora de fondo; estos filmes permiten a uno saborear el matiz del momento y darse cuenta del magnífico cine que está presenciando.
Curiosamente esas películas, junto con alguna otra del repertorio de Clint, sorprenden por su naturaleza transgresora y por su mensaje progresista. Million Dollar Baby trata la eutanasia mucho antes de que fuera un tema político; en Gran Torino regalaba un mensaje integrador hacia la inmigración y la igualdad de todos los seres humanos. Lo cierto es que Eastwood siempre ha sido asociado con valores conservadores, pero más por su cine de tipo duro que por los mensajes que destilaba a lo largo de los años, entre otros a favor del matrimonio homosexual.
En ese grupo de películas destacables de la primera década del siglo XXI también entra Invictus —quizá por debajo de las otras dos, pero igualmente una gran obra— que le deja a uno una sensación de melancólica euforia, espoleada tanto por el éxito del rugby surafricano, como por el a la vez frágil y poderoso del Mandela de Morgan Freeman. Este es otro filme con un mensaje progresista, aunque este apoyado en los hechos históricos que narra el libro de John Carlin.
Una tendencia no muy marcada en los últimos años —alimentada en la medida que el propio Eastwood ha ido envejeciendo— es la de que sus películas han tenido más ese elemento del arrepentimiento y de la búsqueda de redención, especialmente si él interpretaba personajes en la historia: Million Dollar Baby, Gran Torino y La Mula tenían mucho de eso.