Esta es una de las preguntas que me hago y me hacen a menudo y que, en realidad, no tiene fácil respuesta. Alguien podría afirmar lo contrario y decir simplemente que escribir es escribir. Pero, una respuesta así, no nos lleva a ninguna parte. Por otro lado, esta pregunta no tiene una respuesta única, porque hay muchos modos de escribir, tantas maneras de vivir el proceso y varios resultados posibles. Escribir es narrar; usar las palabras; construir frases; crear una historia con personajes, situaciones y temas. Escribir es comunicar; transmitir algo y crear reacciones entre los lectores; entregar un mensaje —una experiencia— que nos invita a ver el mundo desde otra perspectiva. En este sentido, escribir tiene bastante en común con hacer cine, componer música y pintar un cuadro. Ir poblando de imágenes y situaciones el imaginario colectivo que es el territorio donde vivimos y percibimos el mundo en que nos encontramos y, así, nos acercamos al tema y a una posible respuesta.
Nuestra relación con los otros, el mundo y las cosas está intermediada por ideas, objetivos, puntos de vista y valores. No podemos estar en el mundo sin ser parte de una historia, pues nuestro espacio se desdobla, es interno y externo. Los puentes entre estos dos universos son las imágenes y el lenguaje. Por eso, cuando respondo a la pregunta: ¿qué significa escribir? mi respuesta —en parte— hace referencia a ese tejido de historias sobre el cual vivimos, sentimos, reflexionamos y actuamos, donde, además, nos adaptamos a nuevas situaciones y exigencias. Pues bien, escribir significa —desde esta perspectiva— alimentar ese universo para que podamos vivir nuestras vidas.
Recuerdo —años atrás mientras conversaba— decirle a una persona que, a pesar de conocer la lengua y poder expresarme en ella sin dificultades, me faltaban las referencias comunes porque yo provenía de otro universo. Esta me preguntó inmediatamente en qué sentido y le expliqué que detrás de las palabras, las frases y los mensajes existe una dimensión que da dirección a todo lo que hacemos y que muchos llaman narrativa; lo que a mí me faltaba eran esas imágenes porque no era aún parte de esa cultura y le cité incontables casos de referencias de películas, libros, hechos históricos y canciones, que yo intuía, pero en gran medida desconocía. Por eso, me autodefinía como un extranjero. Bien, esas referencias son el texto con el cual se define nuestra existencia y escribir es actualizarlo, presentando nuevas versiones y temas. Otro ejemplo es cuando uno pasea por una ciudad de un país lejano donde no conoce bien la lengua. Uno puede pronunciar los nombres de las calles pero estos, los nombres, evocan solamente un vacío y una referencia hacia algo desconocido de lo cual no tenemos memoria.
¿Qué significa escribir? No es solo una pregunta sobre el acto de escribir, si no que también es un excurso antropológico sobre lo que significa vivir y hacer cultura. Escribir es hacer uso del lenguaje para alterar las representaciones de nuestra realidad, sugiriendo nuevos horizontes y posibilidades. La política —a veces— también es escritura como todas las ideologías y religiones, porque parten de un texto, una interpretación, creando un cosmos y ofreciendo algunas respuestas. Una novela, cuento, artículo o poema —aunque más encuadrados— tienen la misma función; la de hacernos observar el cielo y reconocer en él formas, constelaciones y estrellas. Nuestra relación con el texto es siempre un diálogo y el escritor nos alimenta con sus reflexiones, paradojas y preguntas para que agrandemos nuestro espacio vital y podamos incluir en él soluciones a nuestros grandes dilemas.