En diciembre de 2019, la prestigiosa revista de cine Cahiers du Cinéma eligió a la tercera temporada de la serie Twin Peaks (Showtime, 2017) como la mejor película de la década 2010-2019. Naturalmente, esta elección dio de qué hablar, dada la visible incongruencia de premiar como mejor película a una serie de televisión. Sin embargo, ya meses antes, el director estadounidense Jim Jarmusch había declarado que la mencionada serie era: «Lo mejor del cine estadounidense de la última década», definiéndola como «un filme de dieciocho horas, incomprensible y onírico en la manera más bella y aventurera».
En contra de su condición de película, críticos como Marina Such señalan que, aunque Twin Peaks cuenta una historia desarrollada a lo largo de dieciocho horas, aquella está dividida en capítulos, clausurados en su mayoría con una actuación musical. Por mi parte, coincido con Ángel Sala, director del Festival de Sitges, para quien Twin Peaks «no es una serie, ni es cine, sino pura ficción desencadenada» y añado: Twin Peaks es un universo ficticio en constante expansión.
El Big Bang de la serie, es decir, la gran explosión que inició este universo visual, se produjo en abril de 1990, cuando se estrenó su primer episodio por la señal de la cadena estadounidense ABC. Sus creadores, el reconocido director de cine David Lynch y el guionista Mark Frost, habían diseñado una cautivante trama. En Twin Peaks, un pueblito remoto del estado de Washington, alguien encuentra el cadáver de la joven Laura Palmer junto al río, envuelto en una bolsa de plástico. Se trata de un asesinato que conmociona a todo el pueblo, pues nadie entiende quién pudo haber matado a la bella e inocente Laura. El agente especial del FBI, Dale Cooper, es enviado a resolver este crimen.
Cooper es un personaje muy particular, pues habla constantemente a una grabadora de mano, tiene creencias místicas, confía en sus sueños como pistas para resolver casos y, además, es fanático del buen café y las tartas de cereza. Su carisma es avasallador y, por eso, se hace amigo rápidamente de Harry S. Truman, el sheriff del pueblo, con quien inicia la búsqueda del asesino de la joven Laura.
Mientras se va desarrollando la investigación, van desfilando una serie de extravagantes personajes como Nadine (una mujer con un ojo parchado, obsesionada por el ruido que hacen sus cortinas cuando las abre o cierra), la Dama del Leño (una misteriosa anciana que carga en brazos un pequeño tronco, como si fuera un bebé, al cual le atribuye poderes proféticos), el agente regional del FBI Gordon Cole (que grita en todo momento por estar casi sordo e investiga unos casos sobrenaturales denominados «Blue Rose»), el mayor Garland Briggs (miembro de la Fuerza Aérea e investigador de fenómenos extraterrestres), el doctor Lawrence Jacoby (psiquiatra con métodos poco ortodoxos), entre muchos otros, que incluyen a un enano bailarín y un gigante con poderes sobrenaturales.
Además de estas singulares figuras, otro de los atractivos de la serie era su carácter innovador, pues no encajaba del todo con las convenciones de otras ficciones televisivas de la época. Para empezar, mezclaba características de diversos géneros, ya que, si en principio se presentaba como un thriller detectivesco, era al mismo tiempo una comedia absurda, una telenovela (soap opera), una historia de terror, un relato de misterios sobrenaturales, una fábula surrealista. Tal vez hoy esto sea común para nosotros, pero fue algo realmente innovador en la última década del siglo XX.
Naturalmente, la mayor parte del público de esa época no estaba acostumbrada a estas innovaciones y, por ello, abandonó la serie. Más aún cuando en el capítulo 7 de la segunda temporada se reveló, finalmente, quién era el asesino de Laura Palmer. Esta caída en picada de la audiencia llevó a los productores a demandar cambios en la trama que, además de alejarse de la propuesta inicial de Lynch y Frost, no trajeron resultados positivos. La serie no pasó de su segunda temporada y dejó de emitirse el 10 de junio de 1991. En una de las escenas del último capítulo, desde una sala sobrenatural llamada la «Black Lodge», Laura Palmer le dice misteriosamente al agente Dale Cooper: «I’ll see you again in 25 years» («Te veré dentro de 25 años»).
Y así fue. Bueno, casi, porque la tercera temporada no se estrenaría en junio de 2016, sino en mayo de 2017.1 Como admirador de la serie, fue un gusto haber vivido ese estreno mientras cursaba los últimos años de mi doctorado en Estados Unidos. Recuerdo que, como miles en ese país, me suscribí a la versión digital de Showtime solo para ver el llamado Return de la serie. Como muchos, también me sentí inicialmente decepcionado por Lynch y Frost al descubrir que en esta nueva temporada no había un retorno estricto al pueblo de Twin Peaks y a sus ya conocidos habitantes. Por el contrario, ahora la serie se desarrollaba principalmente en ciudades como Las Vegas, Dakota del Sur, Nueva York y Nuevo México. Iban presentándose, además, nuevos personajes (tan extravagantes como los anteriores, eso sí).
Se trataba, entonces, de una expansión del universo ficticio, que resultó tan fascinante como confusa. Incluso a aquellos que habíamos visto las temporadas anteriores nos costaba seguir el hilo. Todo era un complejo rompecabezas de tramas inconexas y con escenas triviales que se alargaban hasta la desesperación. Para colmo, el dinámico y bonachón agente Cooper había quedado reducido a un muñeco sin alma. De modo que, esta vez tampoco era muy difícil prever que el entusiasmo inicial de los televidentes iría decayendo, como finalmente ocurrió. Y es que Twin Peaks había reaparecido en el siglo XXI para desestabilizar, una vez más, los hábitos de los televidentes, no para complacerlos con la nostalgia de lo que fue revolucionario en su tiempo, pero ya no.
Muestra máxima de esta voluntad de ruptura, de deslumbrante desacomodo, fue el famoso capítulo 8; soberbia pieza maestra de la televisión de todos los tiempos que contiene una escena en la que, envueltos por los terroríficos acordes del Treno a las víctimas de Hiroshima, los espectadores viajamos lentamente al interior de una explosión atómica. Sobre este capítulo, que ahonda en las raíces del mal, el cineasta Steven Soderbergh afirmó: «Si no te ha volado la cabeza, no tienes cabeza».
Luego de este hipnótico viaje, en los siguientes capítulos se fueron encendiendo algunas luces que prometían una salida a ese prodigioso laberinto narrativo y varias piezas del rompecabezas empezaron a encajar. No revelaré detalles para no arruinar la experiencia de algún nuevo espectador. Pero sí diré que, si bien se resuelven algunos enigmas, otros no solo quedan abiertos, sino que se amplían. La experiencia es inolvidable y puede resumirse como la contemplación de un sueño de dieciocho horas, que, como todos los sueños, no siempre es claro y coherente, pero no por ello menos fascinante.
Como nuestro universo físico, que luego del Big Bang ha estado en constante expansión, así el universo de Twin Peaks no ha cesado de extenderse. ¿Se vienen nuevas temporadas? No lo sabemos, pero lo que sí es cierto es que, al igual que como ocurre con el real, de este universo de ficción aún no hemos conseguido develar todos sus deslumbrantes secretos.
Notas
1 En 1992 se estrenó una película llamada Twin Peaks: Fire Walk with Me, pero esta no continuaba con la historia, sino que mostraba acontecimientos previos al asesinato de Laura. Trataba de «cerrar» ciertos huecos de la historia, pero, por fortuna, no hizo sino multiplicar los enigmas.
García J. y Freire J. M. (2017). ¿Ha sido 'Twin Peaks: el regreso' la mejor película del 2017?. el Periódico. Diciembre, 29.
Loser, J. (2017). El capítulo 8 de ‘Twin Peaks’ es un hito de la televisión diseñado para aterrar y reventar cabezas. Espinof. Septiembre, 8.
Quinteros, P. (2019). Cahiers du Cinéma proclama la tercera temporada de Twin Peaks como la "mejor película" de la década. La tercera. Diciembre, 6.
Sharf, Z. (2019). Jim Jarmusch: ‘Twin Peaks: The Return’ Is ‘the Best of American Cinema of the Last Decade’. Indie Wire. Junio, 17.
Such, M. (2017). Porqué ‘Twin Peaks’ no es una película. Fuera de series. Diciembre, 7.