La manera en que surgió el tema de este texto podría describirse como una epifanía. Mientras me encontraba trabajando con música de fondo que, de vez en cuando, iba cambiando en Spotify, pensé que era sumamente conveniente contar con esa herramienta, en la cual podemos saltar de un setlist a otro a nuestro gusto, placer y antojo. Entonces, recordé la vez, durante mi etapa como docente de escuela —hace ya más de diez años—, en la que con sumo agrado vi a un alumno de sexto grado (última etapa en el Perú de la educación primaria, básica) sentado, leyendo plácidamente un libro que había encontrado en la minibiblioteca del aula, luego de haber «descartado» dos o tres textos.
Debo explicar que me sentí reconfortado porque, al principio, pensé que dicho estudiante no estaba interesado en la lectura, y que iba y venía de su asiento al estante de libros solamente para estirar las piernas y «pasar el rato». Sin embargo, luego de esos intentos fallidos, al verlo por fin sentado, leyendo muy concentrado un libro, supe que implementar el proyecto de Plan Lector había sido un gran acierto. Recuerdo esa mañana también con gran agrado porque, transcurridos los 10 minutos iniciales del susodicho vaivén de aquel pupilo, por fin pude dedicar un valioso tiempo, los 50 minutos restantes de la hora destinada a la lectura libre por placer —momento del Plan Lector en el que el alumno es libre de escoger el libro que desee leer—, para disfrutar (en un ambiente bastante propicio, ya que todos los pequeñuelos estaban en completo silencio) de la lectura de una novela que jamás pude gozar antes: El Principito.
Tuve este tópico del Plan Lector y del fomento de la lectura atravesado en la mente desde el año en que sucedió dicha anécdota, el 2008; último año en el que me dediqué a la docencia a tiempo completo y, todavía, con cierta convicción. A veces, lo he desarrollado en algunos comentarios escuetos expresados en redes sociales. El último al respecto fue este:
Obligar a los adolescentes a leer los clásicos sin previamente haber incentivado su hábito lector es como presionar a un adulto a dedicarse a trabajar en algo para lo cual no tiene verdadera vocación: probablemente lo hagan, pero sin disfrutarlo como se debe y solamente por temor a ser criticados por su «desobediencia»…
A principios de febrero de aquel año 2008, antes de iniciar las clases escolares —que en el Perú comienzan en marzo—, me encargaron investigar, junto con algunos colegas, sobre el Plan Lector, el cual es un conjunto de estrategias pedagógicas que sirven para fomentar el hábito de la lectura en los estudiantes. Así, pude conocer cuál era la manera correcta de desarrollar un proyecto de fomento de la lectura en un centro educativo. Considero que funcionó bien esa experiencia. Las pautas, concretas y claras, se pudieron aplicar adecuadamente y sin inconvenientes. Lo más importante es que resultaron eficaces: varios estudiantes se acostumbraron a leer.
Lamentablemente, al pasar los años, lejos ya de las aulas y dedicado a mis actuales labores, me enteré de que en algunos colegios no se procedía a incentivar ese momento de lectura libre por placer. Además, supe que se asociaba la lectura planificada —segundo momento de un Plan Lector y complementario con la lectura libre, en el que el docente propone a los estudiantes leer una obra y luego debe comprobar su lectura— con la evaluación, mediante la aplicación, por ejemplo, del denominado «control de lectura». Tremenda equivocación.
Al investigar sobre la implementación del Plan Lector, en todas las fuentes que leí se afirmaba que aplicar exámenes sobre el libro leído propiciaría que el estudiante asocie a la lectura con la evaluación. Así, se perdería la oportunidad de promover la lectura como una actividad recreativa, independiente de lo académico. Cabe precisar que se recomienda desarrollar diversas actividades de comprobación de la lectura planificada, las cuales deberían ser del conocimiento de los docentes que desarrollan dicho proyecto, pero implementarlas no consiste en calificar mediante evaluaciones el rendimiento del estudiante luego de leer.
Como afirma Patricia Osorio, especialista en Plan Lector, quien está involucrada en el rediseño del Plan Nacional de Lectura al 2021 —si son peruanos y no han sabido acerca de ese plan, en la segunda parte de este texto explicaré por qué casi nadie lo conoce—, en este proyecto:
No se «evalúa» (menos en términos de calificarlo) al estudiante, no se le aplican fichas de comprensión, fichas de análisis, control de lectura ni nada semejante que esté relacionado con la desconfianza de si cumplió con leer o su capacidad de comprensión. Se trata de evaluar los objetivos del plan que fue elaborado por el docente. Si hacemos preguntas de comprensión para calificarlas, estamos haciendo el trabajo del área de Comunicación, no estamos animando a leer.
Hace poco, supe que, en un colegio de cierto prestigio en el Perú, luego de leer la obra correspondiente al Plan Lector, se obligaba a los niños a elaborar una ficha de lectura. Así pude comprobar que han pasado los años y se sigue presentando la misma situación: la lectura está reducida a una actividad académica más. Osorio explica por qué resulta inconveniente proceder de esta manera al afirmar que, «animación lectora y comprensión lectora son complementarios, pero son dos conceptos independientes, con distintos objetivos».
¿Por qué entonces se sigue obrando tan mal en algunas escuelas peruanas al aplicar el Plan Lector? ¿Alguien debería velar por la adecuada implementación de dicho proyecto para que no resulte contraproducente?
Sin ánimo de plantear una intromisión en la labor de los colegios privados, considero que debería monitorearse la implementación de dichos proyectos. De lo contrario, sin una supervisión acerca de cómo se fomenta la lectura en las escuelas, no se podría determinar si las medidas adoptadas en el aula son las idóneas.
El rol inconcluso del Estado peruano en el fomento de la lectura
Más allá de mi opinión, lo que sí resulta impostergable es definir una estrategia macro que aborde todas esas cuestiones sobre el fomento de la lectura en el Perú. El Plan Lector, a pesar de su relevancia en el aula, solamente es una parte correspondiente a las políticas estatales de fomento del hábito de la lectura en el Perú. Resulta urgente que exista una verdadera sinergia de los esfuerzos conducentes a fomentar el gusto por leer en la población de todas las edades.
Con ese propósito, en el 2006, se anunció la gestación del Plan Nacional del Libro y la Lectura en el Perú, PNLL (título provisional), cuya proyección era a 15 años. Dicho plan, en una versión preliminar, fue elaborado por Promolibro, entidad adscrita en ese entonces al Ministerio de Educación. Lamentablemente, esta iniciativa de planificar el fomento de la lectura en la sociedad no prosperó. En el 2010, esa entidad pasó a conformar el recién creado Ministerio de Cultura (Mincul) y se desatendió su elaboración.
Una evidencia de la inercia en la concreción de este plan de fomento de la lectura a nivel nacional la encontramos en el documento Planes nacionales de lectura en Iberoamérica 2017: objetivos, logros y dificultades, publicado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) en noviembre de ese año. En este informe, que presenta una síntesis de cada uno los Planes nacionales de lectura de Iberoamérica, el Perú ostenta un deshonroso «En proceso» en el casillero correspondiente a «Planes reportados en este documento (2017)». Según dicho documento, hasta esa fecha en toda la región iberoamericana solamente compartíamos dicha deshonra con Bolivia.
Todo ello resulta incluso más penoso si se retoma el análisis de esa situación en perspectiva. El próximo año, debería haber culminado el plan planteado en la versión preliminar por Promolibro, que desde el 2006 nunca se concretó. Hasta el momento, no se anuncia una noticia de su culminación. En enero del 2018, el entonces ministro de Cultura, Alejandro Neyra, hacía unas semanas repuesto en el cargo (dicho sea de paso, desde que el Mincul fue creado el 2010, ya van doce ministros que asumen ese puesto), afirmó en declaraciones recogidas por el portal web de la Biblioteca Nacional del Perú:
Este año deberíamos tener un Plan Nacional de Libro, Lectura y Bibliotecas, documento de gestión que servirá para ver cómo se puede promocionar el libro y la lectura entre los jóvenes nativos digitales…
Pasó el 2018 y no se tuvieron noticias sobre la culminación de dicho Plan.
Debo confesar que empecé a despotricar en unas líneas del borrador previo a este artículo acerca de la dejadez del Estado en esta materia, pero no terminé mi catarsis por dos motivos: primero, me aferré a la esperanza de que se haya avanzado en algo respecto a esta crucial política de Estado; segundo, tuve que dejar de escribir porque debía empezar a dictar un curso de redacción, vía Zoom.
Al terminar mi apostolado virtual, antes de retomar este texto, encontré una luz de esperanza en el portal web del Mincul: el 26 de julio de 2019, en dicha plataforma se informó sobre la «Aprobación del Reglamento de la Ley N° 30853… que establece la formulación de una Política Nacional y un Plan Nacional de Fomento de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas…». Como sé que el papel —y, en este caso, el PDF— aguanta todo, quise comprobar cuáles eran los alcances de esta aprobación. Por ello, revisé el documento en el que se contempla dicha iniciativa (el Decreto Supremo N° DS N° 008--2019-MC) para indagar al respecto y me encontré con esto:
Artículo 6. De la implementación del Plan Nacional de Fomento de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas. La formulación, desarrollo, ejecución e implementación del Plan… se realiza mediante los respectivos planes del SINAPLAN (Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico), establecidos en la formulación y ejecución de la Política Nacional de Fomento de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas según el marco que establece la metodología del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico-CEPLAN…
Es decir, ese tan esperado plan aún sigue en proceso de elaboración.
En este escenario, lo concreto es que estamos a once meses del tan mentado Bicentenario del Perú y este país aún no cuenta con un plan nacional de fomento de la lectura. ¿Será posible que por fin se culmine tan importante labor y dicho documento sea obsequiado a los millones de peruanos como regalo de cumpleaños patrio el próximo 28 de julio del 2021? Parece que ello es pedir demasiado…