El concepto de Pax sínica o «paz china» se utilizó para referirse a los períodos de estabilidad mantenidos durante las épocas de hegemonía dinástica china. Las más destacadas de sus respectivas épocas fueron las dinastías Han (206 AEC – 220 EC), Tang (618 – 907), Yuan (1271 – 1368), dinastía Ming (1368 – 1644) y la Qing (varios períodos, siendo la última en 1912).
Durante sus épocas de apogeo existieron importantes cuotas de poder en los ámbitos económicos, militares y de influencia cultural sobre la región. Con la hegemonía económica y el uso del poder blando que ha practicado el país bajo su sistema moderno, la República Popular de China pasó de ser un «gigante dormido» a transformarse en una pieza fundamental de la estabilidad global.
Este país ha sabido aprovechar el binomio de las relaciones internacionales de cooperación – conflicto para conservar estabilidad de su agenda tanto nacional como internacional. Pese a tener diferencias con países como Estados Unidos o la India, tienen la capacidad de evaluar bien las fuerzas centrípetas que mantienen la estabilidad y los elementos centrífugos que podrían eventualmente transformarse en amenazas.
Hasta el año 2019 era la segunda economía global más importante por debajo de los Estados Unidos, poseyendo además el tercer país más poderoso a nivel militar superado solamente por los Estados Unidos y Rusia respectivamente. Sin embargo, al poseer una agenda con alcance estratégico sobre todo el mundo; ya sea de manera directa en relaciones entre Estados o indirecta por medio de empresas de origen chino que se abren espacios, haciéndolo incluso frente a la nariz de los estadounidenses y el bloque europeo que son sus opositores y detractores más importantes.
A pesar de los buenos números, una serie de factores conducen a la crítica constante hacia las acciones de la República Popular de China, como las acusaciones de violación a los derechos humanos, incluyendo señalamientos de intento de etnocidio contra la población tibetana, o las constantes violaciones en contra de la minoría musulmana uigur.
Sumado a lo anterior, China no las tiene todas a favor porque sigue teniendo grandes dificultades para ejecutar plenamente algunos proyectos relacionados con su proyecto de «una sola China», ya que han tenido usar la violencia contra la población de Hong Kong para someterla a la noción de un único sistema de gobierno, y este territorio que fue una colonia británica posee facciones separatistas que promueven su autodeterminación.
También se ha acusado en infinidad de oportunidades a la República Popular China por amenazar constantemente la soberanía de Taiwán quien cabe señalar cada vez se encuentra más aislada en el mundo.
De igual manera, su proyecto Made in China 2025 es señalado por analistas occidentales como una amenaza no solo en materia de competencia comercial, sino también en la seguridad a través del desarrollo tecnológico, aplicaciones informáticas que aportan a la guerra cibernética y arriesga el robo de datos o ataques de otro nivel.
El proyecto «Una sola franja, una sola ruta» (One Belt, One Road), que es su proyecto de establecer una ruta comercial a la usanza de la vieja Ruta de la Seda, con un formato tomado por megainfraestructuras y sistemas de información de última generación, tiene detractores que buscarán socavar para que este no llegue a ejecutarse plenamente, ni tampoco le saldrá barato hacerse con algunas alianzas por donde desea lleva cada camino de esta ruta, que es probable tendrá que replantear de cara a una realidad como la actual.
A continuación, se describirá de manera muy general la relación que tiene la República Popular de China con algunos países y su papel en determinadas regiones según su cuota de participación e intereses.
Relación de interdependencia con los Estados Unidos
A pesar de sus diferencias, China y Estados Unidos mantienen un interesante intercambio comercial donde el mercado chino es el principal desde el cual Estados Unidos importa.
Solamente en el 2018 el flujo de importaciones fue de 563.203 millones de dólares, cerca del 22% de las importaciones estadounidenses.
Así también las exportaciones desde Estados Unidos hacia ese territorio significaron el tercer mercado de importancia con 120.148 millones millones de dólares, por encima del 7%. Ambos datos según World Integrated Trade Solution (WITS).
Aunque el Gobierno del presidente Donald Trump mantiene una posición de beligerancia con respecto al Gobierno chino, las relaciones son técnicamente de un divorcio inviable, tal y como lo planteó David Shambaugh, profesor de Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales en la Universidad George Washington, ante un panorama de una economía liberalizada, y lo que se genera de cara a la opinión pública es un supuesto de competencia donde no se dan confrontaciones directas y más bien, como indicaría William A. Callahan, profesor de Relaciones Internacionales en la London School of Economics and Political Science, el Gobierno chino más que buscar un enfrentamiento sin duda está procurando asumir su rol como potencia en el corazón del mundo, tal y como lo plantean una y otra vez las teorías deterministas sobre el «Corazón del mundo».
La Federación Rusa y la fusión del «Oso Dragón»
En un interesante artículo para la revista Medium, Velina Tchakarova quien funge como directora del Instituto en el Instituto Austriaco de Política Europea y de Seguridad (AIES) en Viena, le ha llamado a la relación entre rusos y chinos como rivales naturales que conviven bajo el marco de una relación asimétrica temporal.
Su principal objetivo pasa no solamente en convertirse en una alianza de contrapeso en contra del Gobierno de Estados Unidos, sino que va más allá y tiene que ver con lograr una conectividad euroasiática como una respuesta al dominio marítimo en las regiones del Indo-Pacífico donde sus principales competidores son la India y Japón, en búsqueda del control de una de las rutas más importantes del comercio global.
No se prevé que exista grandes dificultades en las relaciones en un largo plazo, ni por la competencia contra los estadounidenses, ni tampoco por la necesidad de complementarse mutuamente entre chinos y rusos.
Tampoco se puede comprar la idea de que todo será armonía porque como se dijo al inicio de este breve espacio, son rivales naturales y en algún momento la relación podría tensarse y llevar a un cisma poco claro en las relaciones actuales entre ambos países, pero conforme la agenda marque la necesidad de expandirse más, esto los llevará a un constante alejamiento entre ambos, algo típico en las relaciones de poder, en particular cuando las agendas no lleguen a un consenso en todos proyectos que poseen.
Continente asiático hoy
Las relaciones chinas en Asia pasan en los roles de «amor y odio», por un lado, el control que ejercen con el poder logrado a través de organizaciones como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), cooperación con el Banco Euroasiático de Desarrollo, la Organización de Cooperación de Shanghái; donde además es parte la India con quien China tiene una importante competencia regional, entre otras organizaciones.
Mientras que, por otra parte, China es acusada constantemente de actuar con mucha agresividad, reclama unilateralmente todo el Mar del Sur de China como territorio soberano, construye islas artificiales para reforzar estas anexiones territoriales, activa una zona de exclusión aérea y amenaza con derribar naves que atraviesen lo que ellos denominan su territorio.
Genera tensiones con la India llevándolos a choques por disputas territoriales en la zona de la cordillera del Himalaya o involucrándose como un tercero interesado sobre a tensión con Pakistán por el territorio de Cachemira que además de ser una importante región fértil con acceso a recursos de primera mano, franquea también esa importante cordillera. Desde ese punto se convierte en una región trascendental para la defensa nacional en este caso de la India que necesita de ese dominio para evitar eventuales invasiones, y por otra parte se explica uno de los intereses chinos para tener tan importantes inversiones en Pakistán a través del Corredor Económico desarrollado por los chinos bajo la venia del gobierno de Islamabad.
Ese tema de las relaciones China – Pakistán tiene sus propias críticas, porque más allá de las relaciones entre ambos gobiernos de manera «solidaria», apoyando incluso en el conflicto entre los gobiernos de Nueva Delhi e Islamabad, hay situaciones anómalas que demuestra las verdaderas intenciones chinas.
Un ejemplo de lo anterior es que, según un informe realizado a petición del primer ministro paquistaní, Imran Khan se ha descubierto que las facilidades a empresas chinas productoras de electricidad han elevado los costos para el consumidor final porque los precios son excesivos, acusando incluso a China de ser un actor económico depredador de la economía paquistaní.
Diría Steven W. Mosher que la República Popular China bajo el liderazgo del presidente Xi Jinping se está convirtiendo rápidamente en el «matón de Asia», sin embargo, más allá del carácter autoritario que siempre ha demostrado el Gobierno chino; ante lo que nunca ha ocultado su rostro de ser controladores frente a su población o de tener intereses que su proyecto tenga alcances globales.
Tampoco se puede omitir que este tipo de políticas están en la línea de lo que es funcional de las relaciones en los países asiáticos, donde aplica con mucha naturalidad el binomio de relaciones cooperación – conflicto, por lo que pese a tener algunas diferencias que pueden parecer irreconciliables, hay otros factores por los que mantienen cercanías o vínculos así sea de carácter económico.
Finalmente; al menos para la columna de este período, estas líneas no serán suficientes para desarrollar las otras relaciones importantes que tiene la República Popular de China con otros actores del sistema internacional, por lo cual para un futuro artículo se ampliará lo presentado acá y se añadirá la agenda de intereses de China en Oriente Próximo, el dilema de la Unión Europea, el camino a la codependencia en África y Latinoamérica, así como su rol en Oceanía y la influencia sobre las zonas del Pacífico.