Hace 40 años falleció en Liubliana, Eslovenia, el mariscal Josip Broz Tito, quien fue sepultado en Belgrado, en un funeral de Estado que ha sido el más grande del que se tenga memoria, con representantes de 128 países: 4 reyes, 31 presidentes, 6 príncipes, 22 primeros ministros y 47 cancilleres1 . Hace 29 años, en 1991, desapareció del mapa de Europa la República Federativa Socialista de Yugoslavia, luego de una cruenta guerra civil e intervención extranjera, que puso fin al período de paz en Europa iniciado al término de la Segunda Guerra Mundial.
Tito fue un croata nacido en el seno de una familia campesina, bajo el Imperio austrohúngaro. Se especializó como obrero cerrajero, emigró a Viena, fue reclutado por el ejército imperial y enviado al frente en la Primera Guerra Mundial. Fue hecho prisionero, enviado a Siberia de donde escapó, y testigo de la Revolución Rusa. A su regreso, en Zagreb, se unió al partido comunista y al poco tiempo cayó preso por sus actividades políticas y condenado a 6 años de cárcel. Regresó a Moscú y fue testigo de las purgas de Stalin y aniquilamiento de gran parte de sus compañeros comunistas yugoslavos. Retornó a Yugoslavia para ser un dirigente en la clandestinidad; reestructuró al partido comunista que llegó a contar con 12.000 militantes al inicio de la resistencia armada contra la invasión alemana, en 19412 . Tito se fue a las montañas, desde donde organizó el Ejército Partisano de Liberación y enfrentó a los invasores italianos y alemanes, principalmente.
Fueron años duros, de muerte, guerra contra los ocupantes y sus aliados yugoslavos: los ustachas croatas y los chetniks serbios, ambos crueles en sus odios atávicos. Alemania impuso un Estado títere en Croacia (1941-1945) con la complicidad de los ustachas, del clero y del cardenal Aloysius Stepinac, quien como arzobispo, bendijo las tropas alemanas cuando entraron a Zagreb. Los ustachas crearon Jasenovac, uno de los peores campos de exterminio durante la SGM, donde al menos 100.000 serbios, comunistas, judíos, gitanos y patriotas fueron asesinados. Por su parte, los chetniks, nacionalistas serbios extremos, monárquicos, anticomunistas, aliados de los italianos, lucharon contra las fuerzas de Tito y contra los ustachas croatas, cometiendo atrocidades con los prisioneros.
Tito, a la cabeza del partido comunista y de las fuerzas patriotas del Ejército Partisano, liberaron el país de ustachas y chetniks. Durante la guerra, Yugoslavia fue invadida por cinco ejércitos extranjeros, de Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria y Rumania, que junto al llamado Nuevo Estado Croata, hacían parte de los aliados «títeres» de Hitler.
En Yugoslavia, no fueron los soviéticos los que derrotaron a Alemania y sus aliados, como ocurrió en la parte oriental de Europa. Tito liberó a su país sin la participación del Ejército Rojo, excepto el apoyo que prestó para la liberación de Belgrado. Ello le dio la legitimidad de iniciar su propia búsqueda de un camino al socialismo. Cuando Stalin intentó alinear a Tito a sus órdenes, en 1948, vino la ruptura que terminó con la expulsión de los comunistas yugoslavos de la Kominform (acrónimo en ruso de Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros). En esos años, no fue fácil oponerse a Moscú, a la hegemonía que ya había impuesto en el movimiento comunista mundial y menos a la maquinaria de propaganda soviética que se dedicó a calumniar a Tito y su revolución.
Se jactaba Stalin con que bastaba que moviera su dedo meñique para hacerlo caer. No fue así e incluso intentó asesinarlo en varias oportunidades. Tito le envió una carta, que se dice se encontró entre los papeles que Stalin conservaba en su caja fuerte al momento de su muerte. En ella le decía que en cinco oportunidades habían habían capturado a los asesinos: «Deja de enviar gente a matarme, yo enviaré solo uno, no será necesario enviar a más»3 .
La ruptura con Moscú tuvo consecuencias duras en Yugoslavia, hubo persecución de comunistas acusados de ser pro soviéticos junto a fusilamientos, campos de concentración y presos políticos. Tito inició un nuevo camino basado en el socialismo autogestor con fronteras abiertas que permitió la libre emigración, economía de mercado limitada, propiedad privada de pequeñas empresas y de la tierra, que marcaba una diferencia sustancial con los otros países socialistas. Tampoco adhirió, obviamente, al Pacto de Varsovia, la alianza militar dirigida por Moscú. El socialismo construido por los comunistas yugoslavos, con sus particularidades, fue una dictadura de partido único, sin libertad política ni de prensa y desarrolló el culto a la personalidad de Tito.
En plena Guerra Fría, en 1961, Tito, junto con el líder egipcio Gamal Abdel Nasser y al Primer Ministro indio, Sri Pandit Nerhu, impulsaron la creación del Movimiento de Países No Alineados, que llegó a tener a más de 100 países miembros al momento de su muerte, en 1980. Con gran visión, se declararon no seguidores de las políticas de Moscú ni de Washington, generando una amplia adhesión de los países en desarrollo al condenar el colonialismo, favoreciendo la autodeterminación e independencia y apoyando activamente la paz.
Los años 60 y 70 del siglo pasado, dieron prestigio y respeto a Yugoslavia por sus esfuerzos y compromisos en los grandes temas de la agenda mundial. Fue un Estado fuerte, con una historia victoriosa de un líder que enfrentó a Hitler y a Stalin, con un ejército poderoso en Europa, un país que contaba en la escena internacional.
La muerte de Tito, la carencia de un líder, la caída del Muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética, fueron parte de los elementos que derivaron en el inicio de la guerra civil y el desmembramiento de Yugoslavia, país que había nacido al término de la Primera Guerra Mundial, en 1918. Fue una creación de las potencias vencedoras que pusieron juntos a serbios, croatas, eslovenos y alrededor de veinte minorías étnicas.
En 1991, Alemania fue el principal sostenedor de la división y desmembramiento del país. Berlín, de manera solitaria, sin apoyo de la entonces Comunidad Europea ni Estados Unidos, fue el primer país en reconocer la independencia de Eslovenia y ello fue el paso para desatar la guerra civil.
Caudillos mediocres en Croacia y Serbia, imbuidos de un nacionalismo primitivo, dieron a origen a 6 nuevos países y a uno que aún busca su reconocimiento internacional. Dos de estos Estados balcánicos lograron ingresar a la Unión Europea, Eslovenia y Croacia, mientras los otros esperan en la fila.
La limpieza étnica y la guerra civil dejaron más de 120.000 muertos, miles de heridos, mujeres violadas, ciudades destruidas. La OTAN bombardeó Belgrado dejando 5.000 víctimas. Aún flota la pregunta: ¿dónde estuvo la Unión Europea, las Naciones Unidas? Ninguno de los nuevos países que surgieron, tienen peso en la escena internacional ni el respeto que tuvo la Yugoslavia de Tito.
1 Goldstein, Ivo i Slavko. Tito. Profil, Zagreb, 2015, p.796.
2 Ibid, p.177.
3 Ibid y Simon Sebag, citado en La Vanguardia.