Lo que los italianos más han echado de menos durante la cuarentena han sido los abrazos…y el cafecito.
Lunes 15 de junio
Italia empieza a salir del atolladero pandémico, aunque las autoridades sanitarias insisten en que «no hay que bajar la guardia» y es necesario seguir atentamente las normas establecidas, como la distancia social, el uso de mascarillas en lugares cerrados y el de guantes en los mercados y ferias libres. Y aquí el primer traspiés: llego al mercado donde me acoge una sinfonía de aromas y colores: los amarillos y rosados de damascos (albaricoques) y melocotones (duraznos), el negro brillante de las cerezas, mezclados a los amarillos y rojos de los pimentones, al verde intenso de las lechugas y al más tenue de los zapallitos italianos (calabacines).
Muchos lectores y lectoras se preguntarán por qué puse entre paréntesis los nombres de algunas frutas: por experiencia personal. Resulta que durante mucho tiempo con mi marido venezolano nos referíamos a los mismos productos vegetales con nombres diferentes. Al zapallo, por ejemplo, se le llama auyama en Venezuela, calabaza en España, mientras la sandía en algunos países del norte de América del Sur se conoce como patilla, para no hablar de los porotos, denominadas caraotas en Venezuela, frijoles o fríjoles en algunos lugares, judías en España.
Toda esa maravilla de productos de la tierra se ve ofuscada por algunos «detalles», que como se verá en tiempos de coronavirus no son insignificantes: en casi ningún puesto de frutas y verduras los vendedores usan guantes, algunos ni siquiera mascarilla. Cuando le pregunto a la señora Marcella, mi verdulera, las razones, me contesta que la mascarilla le procura dolor de cabeza y que los guantes se le acababan de romper.
Explicaciones en cierto modo plausibles, mucho menos la actitud de un par de señores que sin guantes escogían la fruta. Ahí sí no me contuve y en el mejor modo posible, aunque en voz un poco alta (lo confieso) amenacé con llamar a los vigilantes. Lo curioso es que varias personas que estaban ahí en fila, y que primero se hacían las desentendidas, luego de escuchar mi reclamo, hasta aplaudieron. Y los señores, después de un par de exabruptos…se pusieron guantes.
Una noticia intranquilizadora llega desde Filipinas: la condena a seis años de prisión de Maria Ressa, periodista de ese país, y una de las críticas más aguerridas contra el Gobierno del controvertido presidente Rodrigo Duterte. Hace dos años fue elegida, junto a otros cuatro periodistas, una de las personalidades del año por la revista Time.
Maria fue detenida el año pasado en las oficinas del sitio de información Rappler, fundado por ella y dejada en libertad tras haber pagado una fianza. Las acusaciones son difamación contra el presidente Duterte, atribuyéndole vínculos con el narcotráfico y con los traficantes de seres humanos. Ahora, con la sentencia en firme, corre el riesgo de pasar seis años en las cárceles filipinas.
El sitio Rappler, se ha convertido en una de las pesadilla del Gobierno de Duterte que no cesa de perseguirlo con diferentes motivaciones que van desde evasión fiscal a la violación de leyes sobre la propiedad de los medios: más allá de la veracidad de estas acusaciones, no puede dejar de preocupar la frase de Duterte respecto de la prensa: «Solo por el hecho de ser periodista no quiere decir que no puedas ser asesinado».
Martes 16
La Cultura con mayúscula vuelve a ocupar el sitio que le corresponde: después de tres meses los Museos Capitolinos abren de nuevo sus puertas con la exposición El Tiempo de Caravaggio en las obras maestras de la colección Longhi. Al lugar se accede por esta estupenda plaza denominada «Del Campidoglio» (en español: «de la Alcaldía»), diseñada nada menos que por Miguel Ángel. Al centro se yergue una copia de la estupenda estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, cuyo original desde el siglo XVI presidía la plaza; desde hace años, a raíz de la contaminación se expone en un espacio cerrado, ahí mismo, en los Capitolinos.
Menos mal que había un día bonito, porque la Conferencia de Prensa se hizo en un patio al aire libre. Cada cierto tiempo se sentían los graznidos de gaviotas y cuervos. Muchos colegas miraban preocupados hacia arriba. Yo no lo hacía, y no por demasiada suspicacia, sino porque ya había estado ahí y sabía que se trataba de «audios disuasivos», utilizados justamente para evitar la cercanía de estos pájaros.
La muestra, cuya joya es el famoso cuadro Muchacho mordido por una lagartija de Caravaggio, está dedicada al gran historiador, coleccionista y crítico de arte, Roberto Longhi, una de las figuras más importantes de la crítica del siglo XX, de quien se recuerda este año el cincuentenario del fallecimiento.
La exposición presenta obras de contemporáneos de Caravaggio, que demuestran la importancia de su herencia pictórica, entre ellos José de Ribera (conocido como el «Españoleto», durante su estadía en Nápoles) en su ciclo de los Evangelistas; Valentin de Boulogne, con su obra Negación de Pedro, recientemente expuesto en el Metropolitan Museum of Art, de Nueva York y el Museo del Louvre, de París.
Paso a almorzar a la Asociación de Prensa Extranjera y me encuentro con un brindis: Cristal, la hija del concesionario del restaurante dio ayer su examen de grado en Economía y Comercio. «Lo gracioso», comenta, es que mientras en la parte superior estaba bien arreglada, maquillada y hasta con aros, de la cintura para abajo el look era bastante más casual, incluso estaba «en pantuflas». Otra peculiaridad en estos tiempos: examen de grado en zapatillas de casa.
Como si no fuese suficiente con la pandemia, el líder de Corea del Norte Kim Jong-un ordenó destruir el edificio donde se realizaban las conversaciones con Corea del Sur, después de las amenazas lanzadas por su hermana, quien, según se dice, sería la verdadera «eminencia gris» del régimen. Tras este episodio Kim incluso amenazó con invadir la zona fronteriza desmilitarizada.
Miércoles 17
Es casi seguro que miles de adolescentes italianos estuvieron anoche en vela porque hoy es el gran día: el examen de madurez, que en otros países se llama bachillerato, en otros prueba de selección universitaria, etc.). En todo caso, más allá de la denominación específica es el examen que encamina a los y a las jóvenes hacia otra etapa de la vida, y, como tal provoca diversas sensaciones, sobre todo ansiedad.
En períodos normales estas pruebas duraban entre cuatro y seis días y constaban de exámenes orales y escritos. En tiempos de pandemia se redujo a una interrogación oral de una hora y media: el alumno, sin mascarilla, sentado a la debida distancia de la comisión examinadora, que sí estaba enmascarada.
Como concesión especial, el Gobierno informó que se permitía la presencia de un acompañante, hecho que no deja de ser curioso, ya que todos lo alumnos y alumnas tienen más de 18 años, por lo tanto son mayores de edad: pueden manejar, pueden votar para elegir a los representantes que regirán sus destinos ¿y no pueden enfrentar un examen sin apoyo emocional?. Estamos de acuerdo en que Italia es el país donde «la Mamma es la Mamma», pero en realidad me parece un poquitín exagerado. Y es un asunto solo de los últimos años. ¿Será que a mayor desarrollo tecnológico, mayor déficit emocional? Tarea para sociólogos y sicólogos.
Jueves 18
Anoche fiesta en gran estilo en Nápoles por la Copa Italia (uno de los torneos de fútbol de este país, diferente del Campeonato, como me explicó un amigo expertísimo en esta materia) obtenido por el equipo de esa ciudad. Tras el pitazo final del partido, Nápoles de desbordó: caravanas de autos, bocinas, brindis en las calles, en fin, todos los festejos que hacen las y los hinchas cuando gana el equipo favorito.
Dos «pequeños» detalles: el partido, se jugó a puertas cerradas, es decir sin público, Además según los reglamentos la final de este torneo, Copa Italia se juega en la capital, es decir en Roma.
El otro «detalle» es que recién en este país se está saliendo de la fase aguda del covid-19. Claro, no hubo público, pero sí abrazos y besos al final del partido entre los jugadores y técnicos.
Se podrá argumentar que se trataba de Nápoles, que los napolitanos, gente del sur, son pasionales y poco dados a las reglas. Sin embargo, conversando esta mañana con amigos hinchas, coincidíamos en que si hubiese ganado el otro equipo, que era el Juventus de Turín, hubiese pasado exactamente lo mismo. Claro, probablemente no habríamos visto cuatro personas en una moto (sí, ¡cuatro!: el papá, probablemente, adelante; dos niños entre 7 y 10 años en el medio, y una que seguro que era la mamá, atrás, y sin mascarillas, ni por supuesto, casco).
Lo del casco en Nápoles es curioso. Voy frecuentemente a esa ciudad porque tengo buenos amigos, (en realidad el tiempo del verbo está equivocado, tengo que decir «iba» frecuentemente….), quienes me contaban que lo de no usar casco tiene su razón: significa que la persona no tiene segundas intenciones, por lo tanto no tienes necesidad de esconder el rostro. «Hay que preocuparse cuando los motociclistas llevan casco. Es bastante probable que no anden en nada bueno», me explicaban.
Después de 100 días abrieron dos importantes museos romanos; el Palacio Altemps, en el corazón de esta ciudad, cerca de la famosa Plaza Navona, según algunos, la más bella del mundo (tema opinable) y el Palacio Massimo en una esquina de la estación Termini, la más importante de la ciudad. El primero, de arquitectura renacentista, desde hace poco forma parte del Museo Nacional Romano, cuya sede principal está en el Palacio Massimo, un edificio del siglo XIX que hasta 1960 fue un colegio jesuita y hoy es uno de los museos más importantes de esta ciudad, porque permite «respirar» in situ la historia de Roma a través de sus esculturas, joyas y objetos de la vida diaria.
Viernes 19
Muy interesante una encuesta de una sociedad de investigaciones sobre las «nuevas necesidades y esperanzas de los italianos»: lo que más le ha faltado durante el confinamiento a un 70% son los abrazos a parientes y amigos, mientras muchos otros (52%), lo que más han echado de menos es el cafecito con los colegas y/o amigos, mientras muchos habitantes de este país reconocen que ahora dan un nuevo valor al tiempo. ¿Qué piden, en vez, los italianos? Seguridad sobre todo. Yo agregaría, además, certezas, pero probablemente sería pedir demasiado.
Estupenda ( y sobre todo esperanzadora) la declaración de sesenta personalidades españolas del mundo de la cultura, ciencias, arte, universidad, sindicalismo que suscribieron un manifiesto bajo el lema Vamos a salir en el que reivindican un «gran pacto» para la reconstrucción social del país, basada en la defensa de los servicios públicos, y en el que también se pide abandonar «la confrontación y el odio» para lograrlo.
Entre quienes firmaron este «Pacto para la reconstrucción social de España» se encuentran cineastas como Pedro Almodóvar; escritores como Almudena Grandes, Elvira Lindo, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás; poetas como Luis García Montero, Benjamín Prado, José Manuel Caballero Bonald; actores como Antonio de la Torre, Alberto San Juan; cantantes como Rozalén, Joaquín Sabina, Ana Belén, Víctor Manuel, Juan Manuel Serrat, Ismael Serrano, Marwan. Hermoso gesto en un momento en el que en muchos países, por ejemplo Italia, no se escucha la voz de los intelectuales.
Otro luto ha golpeado España: el fallecimiento tras una larga enfermedad en Estados Unidos del escritor Carlos Ruiz Zafón. Al dar la noticia, la editorial española Planeta expresa:
Hoy es un día muy triste para nuestra editorial, ya que en los 20 años durante los cuales hemos trabajado juntos, se creó una amistad que trascendió la relación profesional.
Y en la cuenta Twiter del escritor la noticia de su muerte fue acompañada de una de sus frases:
Cada libro, cada tomo que lees, tiene un alma, el alma de quien la escribió, de quien la leyó, vivió, soñó.
Sábado 20
En su primera audiencia pública después del confinamiento el papa recibió al personal sanitario de Lombardía, la región del norte de Italia más afectada por la pandemia. Francisco agradeció a todos por el trabajo desempeñado comunitariamente durante la crisis sanitaria, recordó a los difuntos y puso en guardia sobre la necesidad de no volver a centrar la vida en el propio individualismo humano, una vez que todo haya pasado.
Las manifestaciones contra el asesinato del afroamericano George Floyd han cruzado el Atlántico: numerosas estatuas de esclavistas han sido destruidas o manchadas con pintura, sobre todo en Gran Bretaña. En Roma, el busto del general Antonio Baldissera, comandante de las tropas italianas en Etiopía y gobernador de la colonia italiana a fines del siglo XIX, fue manchado con pintura roja.
La acción fue reivindicada por el grupo «Red Sigamos Humanos» cuyo objetivo es desmantelar los símbolos del colonialismo en esta ciudad, condenando «las brutalidades cumplidas por hombres que aun son celebrados hoy por nuestras instituciones, que los consideran grandes personajes que han contribuido a la cultura de este país, ocultando la verdad sobre las violencias y los exterminios de los italianos en África».
En este clima aparece la figura de Indro Montanelli, uno de los periodistas italianos más importantes del siglo XX, fallecido en el año 2001 a los 92 años: en Milán, su estatua fue manchada con pintura roja y con la palabra «racista». A los 26 años, Montanelli partió como voluntario durante la invasión a Etiopía y se casó con Destá una niña etíope, con quién según las propias palabras del periodista: «me casé regularmente comprándosela al padre….tenía 12 años, en África es así, me lavaba la ropa y me cocinaba».
Hay que decir que estos «matrimonios» eran vistos con buenos ojos por el Comando Militar para evitar que los soldados buscaran prostitutas con el riesgo de contagiarse con enfermedades transmitidas sexualmente. Otros tiempos, otras costumbres, otros valores. Surge la interrogante ¿Es lícito condenar con ojos contemporáneos sucesos acaecidos en otros contextos…aunque la esclavitud siempre haya sido esclavitud?
Domingo 21
Mucha muerte, malas noticias, angustia, desesperanza. Por eso, hoy que empieza el verano quiero sumergirme en los jardines del Palacio Real de Caserta (Reggia di Caserta), en el sur de Italia, cerca de Nápoles. Con un estilo barroco y neoclásico, es una de las residencias reales más grandes del mundo en cuanto a extensión, con sus 1.200 habitaciones y 1.742 ventanas, construido en la segunda mitad del siglo XVIII bajo el reinado napolitano de los Borbones.
Si bien el Palacio es interesante, son sus jardines los imperdibles. Saliendo del edificio central un camino principal divide dos jardines, el primero es el denominado «a la italiana», muy ordenado con parterres de flores de todo tipo, flanqueados a su vez por un bosquecito de encinas y hojaranzos, dispuestos simétricamente en forma semicircular para crear una escena casi teatral. Imponente la Gran Cascada: el agua cae hacia en un enorme estanque adornado con la alegoría del grupo escultórico de Diana y Attenoe. La diosa está rodeada por sus ninfas en el momento en que está por sumergirse en el agua, mientras el pobre cazador Atteone que había tenido la osadía de mirarla desnuda ya ha sido en parte transformado en ciervo, cercado por perros rabiosos que están por despedazarlo.
De aquí se sigue hasta el jardín inglés que se caracteriza por un aparente desorden que logra el objetivo de sumergir a quien lo recorre en una naturaleza incontaminada: riachuelos, estanques que semejan lagos, «ruinas», según el estilo que estuvo de moda tras las primeras excavaciones de Pompeya a mediados del siglo XVII. También hay numerosas plantas autóctonas y algunas consideradas exóticas, como es sin duda una araucaria araucana que se yergue solitaria.
Después de estos recuerdos de hace pocos meses, aunque en realidad parecen prehistóricos, nos adentramos en una semana en la que en Italia se abrirán nuevos espacios culturales y de diversión a los que podremos acceder siempre y cuando el virus continúe su marcha descendente. Roma sigue su andar tropical en lo que a clima se refiere: esta mañana 30 grados de calor y un cielo que parecía salido de la paleta del Beato Angélico, mientras a las cinco de la tarde nubes negras, truenos, relámpagos y una lluvia de goterones espesos que duró aproximadamente una hora. Después de nuevo el sol, como una alegoría de los claroscuros a los que nos estamos enfrentando a diario.