Raro es el día en estas últimas semanas que no leemos alguna barbaridad de algún miembro destacado del espectro de la derecha española. Liderados por una Ayuso que parece esforzarse en soltar burradas más grandes cada día, las cabezas visibles de PP, C’s y Vox se han embarcado en una cruzada en pos de una «libertad» absurda que podría costar miles de vidas.
La derecha española vive sus momentos, si cabe, más carroñeros, populistas, ventajistas y patéticos. Quizá por cierta diferencia. Pero esa absurda cruzada por el levantamiento del estado de alarma y el regreso a la «normalidad», para la que muchas comunidades no están preparadas, es un peligrosísimo intento de hacer quedar mal al Gobierno a cambio de muchas vidas que podrían perderse por un virus, y pandemia mundial, aún rampante para el que no estamos cerca de tener una vacuna.
El patético intento de Ayuso de hacer entrar a Madrid en la fase 1 antes de tiempo, liderando en muertos y contagios y siendo la zona más poblada de España, muestra un absoluto desprecio hacia las vidas de los votantes que, increíblemente, la votaron. Obviamente, la presidente madrileña buscaba la negativa de Sánchez para poder quejarse y atacar, como buena populista popular, y para ello se llevó por delante alguna cabeza de su gobierno regional que se lo desaconsejaba por no estar preparados para una masiva vuelta a la vida previa al virus.
Ayuso parece sufrir el efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo común en sociedades occidentales en el que los menos competentes en ciertas materias se creen mejores de lo que son y no dudan en proclamarlo, y lo contrario ocurre con los realmente competentes, que tienden a menospreciar sus propias habilidades y a pecar de extremas modestia y humildad. Obviamente, la presidenta madrileña cae de pleno en el primer grupo. Dunning-Kruger sería una explicación más académica al clásico «la ignorancia es atrevida». Sin duda, superar este efecto es fundamental para nuestra sociedad.
La infantil y absurda pataleta de Ayuso ha desembocado en las surrealistas manifestaciones de los barrios más pudientes de la capital; salen a pedir la vuelta a la normalidad para levantar la economía los que, en muchos casos, menos se expondrán al virus, pero más se beneficiarán financieramente de ese regreso al status quo. Un egoísmo brutal que muestra lo que de verdad importa a las clases altas, de entrada, muy reacias a confinamientos y estados de alarma.
En estas últimas fechas ha recuperado popularidad por su circulación en las redes una opinión del escritor Antonio Machado que ilustra el mundo paralelo en el que viven las clases altas y la derecha:
En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.
Si todo lo que dicen Casado y su séquito es aquello en lo que verdaderamente creen, me da miedo pensar en cómo se habría gestionado la crisis del coronavirus de haber logrado el trío de la derecha la mayoría en las últimas elecciones. Mucho miedo.