A partir de hoy lunes, 4 de mayo, retornan a sus puesto de trabajo alrededor de 4,2 millones de personas, un 25% del total de los empleados y trabajadores en Italia. Será posible pasear, hacer actividad física al aire libre. Las escuelas permanecen cerradas y los bares y restaurantes podrán ofrecer exclusivamente servicios de catering. Aumentará el tráfico, los niños quedarán en casa, obligando a los padres a la situación difícil de cuidarlos sin la ayuda de las instituciones.
Aumentarán los contagios a pesar de todas las precauciones como distancia social y máscaras, que en muchos lugares son ya obligatorias, sobre todo en el trasporte público. Abrirán los cementerios, se podrán efectuar funerales con un máximo de 15 personas, misa al aire libre y se podrán visitar familiares siempre que sea en la misma región y evitando aglomeraciones de más de unas pocas personas. Han pasado semanas de aislamiento, muchos han perdido el trabajo y parte de los ingresos y el retorno a la «normalidad» seguramente no será lo soñado.
Esta crisis sanitaria que aún no termina, ha evidenciado todas las debilidades de la sociedad. La desigualdad enorme, la falta de solidaridad, diferencias entre géneros, vulnerabilidad de la familia, exposición de los ancianos y también ha permitido demostrar el impacto negativo que nuestras actividades tienen en la naturaleza y el ambiente. En estas semanas de cierre productivo, se ha reducido la contaminación ambiental, la concentración de micro- partículas en el aire y la flora y la fauna han mostrado su presencia en las ciudades. Las actividades recomienzan gradualmente y este proceso de transición será lento y frágil y no podemos excluir que se vuelva atrás, si los contagios aumentan incontroladamente.
Nuestras sociedades tienen que redefinirse a nivel productivo, ambiental, económico y social. Esto es innegable y el primer paso, que en cierta medida ya se ha dado, incluye mayor solidaridad, revaluación del sistema sanitario, redefinición de las prioridades en general y un nuevo contrato social. El programa de reconversión económica hacia un sistema productivo más sostenible, ya, en parte, lanzado por la comisión europea tendrá que ampliar sus horizontes e incluir una lucha frontal a la marginación social.
En este contexto de cambios y diálogo es necesario otro aspecto importante, redefinir la representatividad política, desburocratizándola y permitiendo una mayor participación por parte de los ciudadanos. En este sentido las nuevas tecnologías podrían afectar positivamente el proceso democrático, pero no tenemos que olvidar los grandes déficits en educación cívica y en general.
La sociedad contemporánea del conocimiento tiene los pies de barro en la ignorancia de masas y verticalización de las competencias. El desafío, en pocas palabras, es crear una nueva realidad social basada en la capacidad, participación directa, control más amplio de las decisiones políticas, menos ideología y un diálogo abierto y sin retórica vacía, que nos permita aprender, pensar y actuar con responsabilidad.
Todo cambia y a veces esto nos sorprende y el mayor riesgo ante el cambio es reaccionar sin pensar, sin entender lo que sucede y sin tener objetivos claros y un plan a implementar y constantemente mejorar con la experiencia acumulada y con la capacidad de observar sin prejuicios lo que nos muestra la realidad. Los mayores perdedores en esta pandemia han sido aquellos que por defender ideas insostenibles no han sabido cómo actuar.