Tres flagelos amenazan hoy a la humanidad:
La pandemia de Covid-19 (ya más de 230.000 muertes a 1 de mayo de 2020). La explosión y propagación del coronavirus están, según casi todos los científicos, estrechamente vinculadas, entre otras cosas, a la devastación ambiental de los últimos decenios y al deterioro de las condiciones de higiene y salud en la mayoría de los países del mundo.
El desastre climático y ambiental debido, entre otras cosas, a la deforestación y la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y el agua. El año pasado, por ejemplo, la huella ecológica (indicador de sostenibilidad a nivel mundial) nos mostró que a principios de agosto de 2019 ya habíamos «consumido» el capital biótico renovable anual de tierra y agua del planeta.
El hambre y la sed: 7,9 millones de niños menores de 5 años murieron en 2018 a causa de enfermedades debidas, entre otras cosas, a la falta de acceso al agua potable. En un mundo que en 2019 se proclamó «rico», estimando su PIB mundial en unos 80 billones de dólares, casi 1.000 millones de personas padecen hambre, 2.100 millones de personas no conocen el agua potable y 4.200 millones no saben lo que es un retrete.
El mundo inaceptable
Las dramáticas condiciones en las que 1.000 millones de personas (1 de cada 8 personas en el mundo) viven en barrios marginales insalubres, inseguros y socialmente violentos, así como los 175 millones de adultos desempleados (en su mayoría jóvenes) y los 850 millones de trabajadores pobres (que ganan menos de 2 dólares al día), indican que la desigualdad y la negación de los derechos humanos para miles de millones de personas son los productos concretos de nuestras sociedades, nuestras economías. Demuestran el fracaso del sistema establecido, de su «crecimiento económico», de su «desarrollo humano«, de su lógica de guerra.
Ni la guerra ni la pobreza son inevitables
Según el SIPRI, en 2019 los Gobiernos del mundo gastaron más de 1,910 billones de dólares en armamento (38% de los cuales fueron gastados por los Estados Unidos solamente), es decir, más de 5.000 millones de dólares al día. Para atacar, matar, fortalecerse, no salvar vidas, no salvaguardar el medio ambiente, no proteger la tierra…
Nadie nace pobre por destino o por casualidad. Hoy en día, más del 90% de la humanidad tiene que conformarse con menos del 10% de los bienes del mundo porque la economía dominante, regida por los principios de la sociedad capitalista, ha mercantilizado, privatizado, desregulado, liberado, financierizado todas las formas de vida material e inmaterial en beneficio de los más fuertes, los conquistadores, los guerreros dominantes, mientras que la vida y el vivir con dignidad, libertad y justicia pertenecen a todos.
El mundo debe cambiar
Tenemos que cambiar el sistema ahora, atacando las raíces.
No podemos obedecer el imperativo del crecimiento económico, que consiste en obligar a los habitantes de la tierra a salir rápidamente de su encierro y entrar en la segunda fase de la «gestión de la pandemia», «vivir con el virus». No podemos asumir el riesgo de salud y muerte -aunque con ciertas precauciones- para volver a trabajar y poner en funcionamiento la máquina económica de producción y consumo, sin modificar ninguno de los principios fundadores y mecanismos clave del sistema fallido.
No creemos que sea prudente y justo volver al trabajo esclavo, que humilla y excluye, para volver a ser un comprador/consumidor irresponsable, pasivo y masivo; para ganar un dinero deshumanizante que reduce todo, incluso a los seres humanos, a un recurso por rentabilizar.
Primera propuesta de acción
Actuar contra la desigualdad y la exclusión que genera el hambre y la sed. Para una nueva regulación del trabajo y de la economía.
Declaremos ilegal la pobreza, producto del trabajo esclavizado a los imperativos del crecimiento económico desigual y depredador de la vida al servicio de la supervivencia y los intereses de los poderosos.
Proponemos que nos neguemos a quedar atrapados en las «cadenas de valor» de nuestras fábricas, granjas, oficinas, escuelas, universidades, hospitales, deportes, etc.. No debemos volver a los lugares de depredación y robo de la vida de antaño, operando en nombre del PIB (aunque sea verde, azul, circular, digital...) y del ROI (Retorno de la Inversión).
Necesitamos que se definan nuevas normas laborales como condición para «volver al trabajo». Entre ellas, debe darse prioridad a las actividades económicas centradas en la salvaguardia y promoción de los bienes y servicios públicos comunes de interés fundamental para la vida, comenzando por un importante programa mundial sobre el agua y los servicios hídricos comunes como fuerza motriz de un cambio económico y social estructural en materia de salud, agricultura/alimentación, vivienda, renovación urbana, economía ambiental, tierra, transporte público y otros bienes comunes naturales y culturales.
Los protocolos de reincorporación al trabajo no deben limitarse a las medidas de precaución sanitaria. El trabajo debe ser liberado de actividades que contaminan, son peligrosas y dañinas para la salud y la seguridad de los ciudadanos y para el medio ambiente, como ciertas producciones químicas, actividades mineras, producción de armas, etc. El flujo irracional de productos a través del comercio internacional debe ser reducido. Hay una creciente presión para la reterritorialización de la producción comunitaria y la autogestión. La simplicidad y la sobriedad en el acto de consumir están ganando visibilidad. La globalización de las últimas décadas debe ser abandonada. La economía mundial de las próximas décadas no necesita el ejército de habilidades y profesiones dedicadas a hacer que las finanzas especulativas, la evasión de impuestos y los paraísos fiscales funcionen y prosperen. Muchas de las funciones de la banca y los seguros tendrán que desaparecer. El trabajo debe finalmente ser sinónimo de igualdad de derechos y dignidad.
Segunda propuesta de acción
Actuar a favor de la ciencia y la tecnología al servicio de la vida para todos los habitantes de la comunidad mundial de la vida en la tierra.
Campaña mundial sobre el diseño, la fabricación y el uso de una vacuna mundial, común, pública y gratuita contra el Covid-19.
La manipulación de organismos vivos con fines privados y de lucro es inmoral e inaceptable. Ha llegado el momento de construir una sociedad (y una economía) capaz de valorar y promover el conocimiento (la ciencia) y su aplicación (la tecnología) como un bien y un servicio común (res publica) bajo la responsabilidad primordial de las comunidades humanas.
La vacuna debe ser el resultado de la cooperación y de la solidaridad entre los científicos y los pueblos del mundo y no de la competitividad y de la rivalidad.
La humanidad no necesita una guerra de vacunas. No hay ninguna buena razón para que la(s) futura(s) vacuna(s) sea(n) propiedad privada de las compañías farmacéuticas durante al menos 17 a 20 años. Como es bien sabido, están actuando claramente en interés de los propietarios de su capital produciendo y comercializando (mediante subvenciones públicas y reglamentos públicos) medicamentos destinados principalmente a tratar a pacientes que pueden pagar el precio fijado por las propias empresas. El dinero sigue esclavizando la salud. No es cierto que la ciencia y la economía estén al servicio de la gente. Hay otros receptores padrones antes que el pueblo.
Por estas razones, la asociación Ágora de los Habitantes de la Tierra, presente en diferentes países del mundo (desde Argentina a Bélgica, pasando por Francia, Brasil, Camerún, Quebec, Italia, Portugal, Alemania, India...) propone el lanzamiento de una campaña transnacional cuyo objetivo es adoptar un protocolo global sobre una patente pública común para la vacuna Covid-19.
La ciencia (y la economía) para la salud de los habitantes de la tierra. Por una vacuna común, pública y gratuita de Covid-19.
Por una alianza ciudadana transnacional
Proponemos que la campaña sea concebida, planificada y dirigida por una red mundial de asociaciones, movimientos e instituciones de la sociedad civil. La red se establecerá durante el mes de mayo para que el lanzamiento pueda se llevará a cabo en junio de 2020.
El objetivo indirecto de la campaña es impedir que la o las vacunas para frenar el Covid- 19 se conviertan en un nuevo acto de expropiación económica, social y política de la vida por parte de poderes privados con el apoyo de las autoridades públicas nacionales e internacionales.
La ciencia debe dejar de ser un instrumento utilizado principalmente al servicio de la guerra, el poder y la desigualdad. El conocimiento es una res publica sobre cuya base debemos construir las comunidades humanas justas, responsables, «ricas», libres, pacíficas.
Este Manifiesto es una invitación a todos los que comparten las propuestas a expresar su apoyo y adhesión, especialmente, dada la urgencia, a la campaña Una vacuna Covid-19 común, pública y gratuita a nivel mundial.
Gracias, en solidaridad.
Manifiesto 2020, Ágora de los Habitantes de la Tierra