El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar.
(Pericles, siglo V a.C.)
La llegada del coronavirus está afectado a todas las facetas de nuestra vida: nuestras creencias personales, nuestro estado de animo, nuestra sociedad, la económica y también la política.
Todos los Gobiernos, sean del color que sean, se han visto contra un enemigo mucho más grande que ellos. Este enemigo invisible ha requerido a los jefes de Gobierno un liderazgo que ninguna crisis política interna le había pedido hasta la fecha.
Una vez más, el poder de la palabra, de la comunicación ha sido un papel fundamental a la hora de expresarse con la ciudadanía.
No quiero discutir medidas concretas ni criticar a Gobiernos con los cuales puedo estar de acuerdo o no. Pero es indudable que la incertidumbre es el peor enemigo de la comunicación. Y que no basta saber hacer bien las cosas, sino que hay que comunicarlas. La falta de psicología y de empatía política está matando a los partidos políticos. Muchos líderes políticos se enfrentan esta crisis utilizando estrategias de comunicación completamente obsoletos y en algunos casos totalmente desligado de la realidad ciudadana, quiero decir, sin mensaje, sin tener claro a quien están hablando.
No existe una fórmula única ni recetas mágicas para comunicar en tiempos de crisis. Sin embargo, sí que existen recomendaciones.
Ante todo, necesitamos una estrategia de comunicación, hay que preparar el discurso, no podemos dejar nada al azar o la improvisación. Los peores discursos se han dado sin o con poca preparación.
El mensaje debe ser veraz. La información y datos solo se comparten una vez han sido comprobados y verificados. Por eso tienes que ser más preciso, más riguroso y transparente que nunca.
Siempre decir lo más importante al principio y repetirlo varias veces a lo largo del mensaje. La mejor herramienta para construir liderazgo político es contar con una idea poderosa y ceñirse a ella. Construye tu idea poderosa, un relato que desarrollar y actualízala constantemente. Una idea potente que nos una, que cree identificación nacional, como Macron, que fue el primero a leer la crisis del coronavirus como algo bélico, y su relato estaba lleno de metáforas de guerra.
Hablar en forma de titular periodístico a la hora de transmitir los mensajes ayuda a remarcar esta idea que te has marcado. Los lectores se quedan con el titulo, se quedan con la sensación de entender todo lo que ocurre en el país solo por el titular. Lo mismo tiene pasar con el discurso verbal, que además no tiene que ser largo. Justin Trudeau, primer ministro canadiense explica todo en video muy cortos, Sánchez hace comparecencias larguísimas a veces repitiendo lo mismo. O Giuseppe Conte, primer ministro italiano, en un día ha salido en rueda de prensa casi seis veces.
Hay que comunicar como un líder humano y no como un héroe. No pasa nada si nos equivocamos, iremos mejorando cada día, hay que demostrar humildad y amabilidad que son los dos rasgos mas valorados en un líder.
Cuando cargas de emoción la información teórica y los datos, de repente cobran vida, se hacen más impactantes y son recordados con mayor facilidad. Tienes que ser intenso y esperanzador, tienes que colmar esa distancia que nos separa físicamente. El liderazgo es una transferencia de entusiasmo. Sobre un rumbo, un camino de salida de la crisis, un proyecto de reconstrucción para esa sociedad que te escucha. Y, sobre todo, tu comunicación no verbal tiene que trasmitir esta esperanza. De poco nos vale un líder que habla de victoria, pero su rostro es de derrota y desconcierto.
Tal vez es justo esto lo que falta, creerse el relato, sentirlo y hacerlo nuestro. Preguntarse: ¿Qué quieren oír los ciudadanos? ¿Cómo puedo hacerlos sentir bien? ¿Cómo demuestro que me importan y que soy uno de ellos?
Muchas veces estas preguntas se contestan con una comunicación sencilla, mucho más simple, con menos oratoria y más palabras con significado.