No, no voy a escribir sobre el virus que mantiene al planeta en casa, aunque algunos, como en el título, pasan la cuarentena solos y borrachos, pero ni tan mal. Si algo he aprendido en la intoxinformación de estos días es que hay niveles de desgracia. Para empezar los que han muerto y el inmenso dolor de sus familiares, nuestros mayores indefensos y sin posibilidades, el desastre económico, la pérdida masiva de empleo, los que viven en 30 metros con tres hijos, podría seguir hasta el grado más ínfimo en esta escala de tristezas…con permiso del lector, y de la resaca, dejo a los que están solos y borrachos titulares de un mal menor.
Curiosamente estos días he pensado en Ana Frank, su diario es uno de mis libros favoritos, surgiendo en mí una felicidad sincera, no hay conformismo en esa felicidad, eso lo dejo para las ruedas de prensa que da el Gobierno. Annelies Marie Frank Hollander, se mantuvo escondida con su familia del ejército nazi en la parte trasera de un edificio en Ámsterdam, durante la Segunda Guerra Mundial. Después de dos años oculta en casa, fue descubierta y enviada a un campo de concentración dónde murió de tifus. El único superviviente fue su padre, que tiempo después publicó el diario de su hija.
En los primeros días de marzo en nuestro país ya había españoles confinados en China, pero nosotros estábamos a por uvas, asistíamos a un combate mortal entre dos «grandes ideólogas», Irene Montero y Cayetana Álvarez de Toledo. El Gobierno daba luz verde al anteproyecto de ley de libertad sexual, más conocida como la ley del sólo el sí es sí. El Ministerio de Igualdad publicó en redes sociales varios mensajes explicando las claves de esta ley. En uno de ellos se hacía referencia al lema feminista «sola y borracha, quiero volver a casa». Creo que ese día Irene Montero sobrepasó a Trump, que está en el top one de frases desgraciadas, es difícil, pero lo consiguió.
A más, el capítulo de ciencia ficción de Pablo Iglesias defendiendo a su mujer y llamando al ministro de Justicia «machista frustrado», Cayetana Álvarez de Toledo metiendo ficha, argumentado que Montero era tan torpe que no sabía defenderse sola. Y es que la ley Irene requiere una modificación importante del Código Penal que de momento generará problemas de seguridad jurídica. Juan Carlos Campo, el titular de la cartera, tuvo que hacer malabares para salvar el texto.
Sin dudarlo, esta ley es necesaria, no tanto el enfrentamiento hooligan PSOE y Podemos, ni tampoco las deficientes declaraciones de la ministra de Igualdad, ni que la marquesa ilumine a todas las mujeres españolas explicándonos a su modo «che viste», lo que es una mujer humillada. No estamos ante un problema del espíritu de una ley, vivimos el goteo de asesinatos, las manadas, y el desamparo de las víctimas, estamos ante algo muy preocupante y negativo: cómo se ha gestado la norma. Es defectuosa y acabará en el Tribunal Constitucional.
Este empeño en el feminismo, en la educación sexual por parte del Estado, en demonizar al género masculino como un enemigo común... son percepciones que no ayudan en la educación de las generaciones emergentes. Irene Montero, para quien los hijos de los padres y madres «machistas tienen el mismo derecho a ser educados en el feminismo», me empieza a preocupar. No porque ella decida si un padre o una madre son machistas, sino porque además considera un derecho ser educado en el feminismo.
Consideraciones aparte de cualquier ideología o identidad, LGTB, feministas, homosexuales, heterosexuales, está el derecho de los padres a educar a sus hijos. La escuela enseña y la familia educa, el artículo 27 de la Constitución lo dice:
La educación tendrá como objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana…los poderes públicos garantizarán el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
Al nuevo Gobierno hay que explicarle que los hijos no pertenecen al Estado, y esto es un mensaje para la ministra de Educación, que también lleva dorsal en la carrera de sacar leyes rápidamente para explicarnos nuestras libertades sexuales. Isabel Celaá está cocinando la ley de la reforma educativa, el texto aún está en una fase muy inicial de redacción, pero el contenido en educación sexual da tanto miedo como la ley Irene. De entrada, la prevención de la violencia de género y el respeto a la diversidad afectivo-sexual requiere un profesorado especializado, porque desgraciadamente si explica la clase la directora del Instituto de la Mujer será peor el remedio que la enfermedad. No está contratado ese tejido educativo en nuestro país.
Considero que la educación afectiva-sexual es materia de los padres, porque el Estado y la escuela pública no son neutros, en temas discutidos y discutibles, que tienen una especial relación con la moral y la religión. Es sangrante el proceso de ingeniería de conducta por parte del Gobierno, imponiendo su ideología. Hemos pasado de la lucha de clases a la lucha de sexos, a las nuevas generaciones se les enseña la ideología de género como un logro de pensamiento moderno…perdón, el totalitarismo de la emancipación sexual no tiene nada de nuevo.
Adoctrinar a los niños y los jóvenes en el respeto y la diversidad es una cosa, pero el problema, visto lo visto, es que las damas socialistas juegan una partida que agrede la libertad de escoger una ideología contraria a su revolución sexual. De esto a que te llamen facha hay un segundo. Por todo esto y por más, deben ser los padres los encargados de transmitir una visión de los temas relacionados con la sexualidad y la afectividad, que deje de lado el relativismo de la lucha de géneros.
Muchos españoles se quejan de los independentistas violentos en Cataluña, defienden que son fruto de la educación en sus escuelas. ¿Puede existir una fragmentación de géneros en el futuro si dejamos en manos de los podemitas y socialistas la educación sexual de los más jóvenes?