Con la masificación de la red de redes, las teorías conspirativas sobre todo lo que pasa en el mundo se han vuelto casi mainstream y hay quienes han logrado capitalizar monetariamente esa necesidad, tan útil a veces, de dudar de todo. Nuestro cerebro busca patrones, ese comportamiento está en nuestro ADN como instrucciones de un software que nos ayudó de alguna manera a sobrevivir y llegar hasta aquí. Este es el origen de la explicación sobre los canales marcianos, la pirámide con rostro humano en Marte o los restos de bases extraterrestres en la Luna.
La llegada de Internet le dio una nueva vuelta de tuerca a este fenómeno con una sobreabundancia de teorías que intentan explicar cosas que nuestra razón se niega a aceptar. De la verdadera historia del asesinato de Kennedy a la vacuna contra el sida, que las farmacéuticas ocultan pasando por trucos infalibles las cuales solo un youtuber conoce. Además, judíos, masones e iluminados tienen en sus manos el orden mundial. Las teorías de la conspiración (y en muchos casos fake news) son perfectas muestras para ilustrar que detrás de un suceso existe una causa de un grupo secreto muy poderoso, extenso, de larga duración y, generalmente, malintencionado estando en el día a día del internauta.
Es la conspiranoia, y seguro que han visto algún video que explica esa «cara oculta». Recuerden: el Universo es en sí mismo una conspiración y como diría el otrora agente Fox Mulder: «La verdad está ahí afuera». Por un lado, explicaciones alternativas a explicaciones consideradas oficiales; por el otro, una red ilimitada de información donde cualquier idea, por más descabellada que pueda sonar, puede encontrarse con pruebas (de muy diversa veracidad) que la sostengan y, aún más importante, un público potencial de millones de personas.
Por supuesto, las teorías de la conspiración no solo son dominio de paranoicos, aunque estos ciertamente son los que más las difunden. También hay muchas personas racionales que creen en teorías de la conspiración porque buscan explicaciones para problemas reales. En la gran mayoría de los casos, habría que tomárselo en serio, ya que es un síntoma que resalta temas muy poderosos que mueven a las personas. Por ejemplo, las teorías de la conspiración sobre el nuevo orden mundial y los illuminati son respuestas a problemas asociados a la globalización y su percepción.
Contrariamente a lo que pueda pensar, no hay evidencia de que las personas sean más propensas a creer en estas teorías ahora que antes de Internet. Aunque todas las personas necesitan sentir que saben la verdad. También necesitan sentirse seguros y protegidos. Y las personas necesitan sentirse bien consigo mismas y con los grupos a los que pertenecen. Para las personas que no satisfacen estas necesidades, las teorías de conspiración se vuelven particularmente atractivas. Es para estas personas, que pueden estar más inclinadas a las teorías de la conspiración en primer lugar, que vemos el mayor impacto de Internet.
I want to believe
Pongamos en el centro uno de los sujetos más propensos a las teorías de conspiración, la figura del presidente de los Estados Unidos de América. Los presidentes de los EU han dado mucho de qué hablar siempre, y se ha dicho de ellos de todo, o casi. Ahí está la siempre recurrente muerte de los hermanos Kennedy que ya mencionamos, pero siempre figurando como el tema estrella del mundo conspirativo, o el famoso Watergate de Nixon, aunque en una línea mucho menos seria, más de fake, leyenda urbana o simple chismorreo cibernético, otros de los inquilinos de la Casa Blanca también han sido protagonistas, en contextos mucho más ridículos.
Justo aquí es donde entra QAnon, una teoría de la conspiración iniciada en 4Chan (todo siempre inicia ahí) en octubre de 2017 que sigue dando mucho de qué hablar en la actualidad. Es alguien que asegura ser un empleado público anónimo con acceso a información clasificada y que ha dejado pistas para destapar todos los grandes secretos del deep state. Sus teorías más importantes son: que Obama, Clinton, Soros y otros manipuladores planean un golpe de Estado; que todos ellos y otros liberales forman parte de un grupo organizado de pederastia masiva e internacional; y que Trump es un justiciero que busca desbaratar la organización. Ya sabemos su tendencia y hasta aquí no hay nada fuera de lo común, uno pensaría que no tiene relevancia alguna; «Q» es un simple usuario (o varios) anónimo de internet que difunde teorías conspirativas sin sustento y que suelen presentar al presidente Trump como alguien que lucha contra complots de diversa índole, sin embargo QAnon es el ejemplo perfecto de por qué una teoría conspiranoica puede desencadenar peligrosos acontecimientos, pues posee elementos que la hacen particularmente preocupante.
Trump constantemente ataca a los medios de comunicación, que en EU no son meros informadores, sino históricamente han interpelado al Gobierno y al poder en general.
Eso, sumado a la nueva ocurrencia de que lo que presentan los medios no es la realidad, suena a oídos de aquellos que desconfían de las instituciones, como una invitación a buscar «fuentes alternativas de información». Además, es conocido que Trump ha dado señales subrepticias de apoyo (retuiteando cuentas que divulgan ideas de esta teoría, recordemos que todos los grandes anuncios de Trump han pasado siempre por Twitter), que periodistas de derecha informan sobre los inconvenientes de la conspiración sin refutarlos en absoluto o que el medio ruso RT está encantado de avivar el fuego conspiranoico de esta trama de pederastia demócrata.
En otras palabras, Trump creó una oportunidad para que este tipo de ideas sean fácilmente propagadas en la nación, porque debido a esa desconfianza hay mucha gente está dispuesta a creer teorías descabelladas, y son fácilmente manipulables para los objetivos concretos del presidente o sus allegados. El propio Trump, a veces, ha sido un proveedor de teorías de conspiración, sobre todo al negarse durante años a dar marcha atrás en su afirmación falsa de que Barack Obama no nació en Estados Unidos.
Entidades como QAnon terminan siendo seductoras para muchos porque tienen ingredientes como el misterio o el supuesto acceso privilegiado a secretos en altas esferas. Muchos pueden encontrar en estas teorías una suerte de alivio a otras situaciones como dijimos, pero contrario a otros difundidores de fake news o teorías conspirativas, QAnon es potencialmente más peligroso debido a que ha salido ya de los rincones oscuros de los chats de internet a las plataformas comunes como Facebook, Instagram o Twitter, además de haber llegado a la agenda de los medios de comunicación nacionales.
Por último, no hay que dejar de lado la íntima relación entre conspiranoicos y fake news. Ambas órbitas no son ajenas entre sí: una investigación de la Northeastern University, dirigida por Walter Quattrociocchi, demostró cómo aquellos que son más adeptos a leer noticias «alternativas» generalmente desconfían de los medios tradicionales y, en consecuencia, tienden a ser más permeables a los relatos sobre conspiraciones.
Para algunos es más fácil aceptar que cualquier villano está moviendo los hilos que aceptar que, realmente, nadie tira de esos hilos, ya que son demasiados. Las teorías de la conspiración simplifican, a menudo, nuestra existencia y el por qué de nuestras limitaciones globales. Al mismo tiempo, tienen que hacer complicadas operaciones para mostrar si X o Y están en complicidad, y por qué todo es parte de un plan maestro. Casi resulta paradójico: suena en extremo muy complejo y sencillo a la vez. Pero:
No me voy a dar por vencido. No mientras la verdad esté allá afuera.