La figura del demonio del mediodía aparece en la tradición europea a raíz de un error de traducción, de una coincidencia. En el salmo 91 de la Torah se dice: «no temerás del espanto nocturno, ni de la flecha que vuela de día, ni de la peste que ronda en tinieblas, ni del azote que asola al mediodía». Habría de ser el parecido formal entre la palabra hebrea “azote” (yashûd), y la palabra “demonio” (yeshed), lo que hiciera que la Vulgata tradujera esa pereza diurna como el daemonio meridiano.
Desde entonces, y dada la naturaleza solar del sur, no es de extrañar que los pueblos del norte hayan descalificado abiertamente a la cultura mediterránea por su aparente desidia o su pereza, perpetuando los estigmas de ese demonio del sur o meridión. Este ente se aparecería precisamente en las horas más luminosas, en torno a la hora de comer, cuando la luz del sol no proyecta sombras y los cuerpos casi parecen dejar de existir; cuando los espectros de la digestión, el sueño o el cansancio confunden la imaginación con la percepción.
Amie Siegel (1974, Chicago) lleva cerca de dos décadas suspendiendo también esa fina línea que separa lo consciente de lo inconsciente, explorando el potencial de una imagen que se ramifica por el espacio y lo pliega, haciéndolo coincidir en la memoria. Para Siegel el tiempo de la imagen es un poco como ese mediodía daimónico, habitado por relaciones secretas y parentescos silenciosos que solo salen a la luz cuando decidimos parar el flujo diario y detenernos a mirar, trazando otras formas de continuidad entre las cosas que el mundo consciente insiste en separar.
Las obras de Siegel se han descrito con frecuencia como representaciones de una economía compleja que anuda a la autoría con el género, el valor o el espacio arquitectónico. Esto es cierto en Provenance (2013), una de sus piezas más conocidas, la cual describe un recorrido que va desde los salones de distintos apartamentos de lujo, decorados con sillas de Le Corbusier, hasta los edificios gubernamentales que el arquitecto construyó en Chandigharh, en donde esas mismas sillas quedan amontonadas como escombro. Sin embargo, más allá de enfrentarnos a las paradojas de un sistema de valor especulativo como el del mercado del lujo o del arte, las suspensiones de Siegel revelan además una forma de entender el tiempo por sedimentación: como si se tratase de arquetipos jungianos, de inconscientes colectivos, Siegel es capaz de revelar que la temporalidad de una silla, en subasta por 34.000 dólares, es simultánea, es igual de real y de pregnante, que el tiempo de esa misma silla como material de oficina desechable. En su forma de mirar nada precede ni sucede, ni gira en círculos. Todas las diferencias son al mismo tiempo.
Para este segundo capítulo del ciclo, Siegel reúne una colección de trabajos que continúa esa experimentación temporal. El eje en esta ocasión es la película De Jean-Luc Godard Le Mépris (1963), basada en la novela homónima de Alberto Moravia Il disprezzo (1954), cuyo argumento a su vez estaría influenciado por la Gradiva de Wilhem Jensen, famosa por inspirar a Freud en su desarrollo sobre lo reprimido.
Esta cascada de datos, lejos de ser gratuita, es en realidad una pequeña muestra del sistema desbordante de relaciones que Siegel pone en marcha en la obra central de la exposición, Genealogies (2016), cuyo objetivo es explorar la cadena casi infinta de personajes, datos e imágenes que una película o lugar es capaz de concitar cuando uno se detiene en sus detalles insignificantes. De esta forma, como una alucinación a plena luz, Genealogies es capaz de convencernos de que existe una familiaridad delirante entre Sir John Soane, la marca de gafas Persol, la Esposizione Universale Roma, Brigitte Bardot, el abierto de Pink Floyd en Pompeya, Alain Robbe-Grillet, el porno softcore, Hugo Boss o los cuadros de Chirico, entre otras muchas referencias, al hacer que todos estas historias coincidan en un mismo acantilado rocoso sobre el que se erige la Villa Malaparte, al borde del Mediterráneo, donde se rodó parte de la película.
Esta es además una de las pocos veces que que Genealogies (2016) se presenta en una galería al margen de su obra gemela, The Noon Complex (2016), inspirada en un texto de Roger Caillois de título homónimo acerca, precisamente, de los efectos del cénit solar sobre la imaginación. Siguiendo esa lógica espectral de lo que no proyecta sombra, en esta instalación multicanal Siegel borra el cuerpo de Brigitte Bardot de todas las escenas en la que ésta sale desnuda en Le Mépris. El objetivo de esta operación parecería simple pero su efecto es doble: mientras que la intención de Siegel es jugar poéticamente con la visibilidad e invisibilidad del sesgo de género de la película, en la que se pedía que Bardot “enseñara más culo” para rentabilizar la inversión, el efecto de su ausencia hace que los planos originales de Godard se vuelvan gestos de cámara arquitectónicos que bien podrían ser ahora de la propia Siegel. Lo que reubica al espectro de lo femenino de ser lo mirado a ser lo que mira.
Así, como poseídos por el demonio mismo del mediodía, asistimos a la exposición de una obra sin sombras que sin embargo está presente en forma de sombra parcial: y es que The Noon Complex se expone en este segundo capítulo del ciclo sólo a través de uno de sus tres canales, en la forma de un monitor mudo Phantom Limb (2016). En él, vemos a una doble de Bardot repitiendo cada uno de los movimientos que han sido borrados, reencarnándola sólo que, en un escenario neutral, museístico, siendo ahora el decorado, el contexto de la Villa Malaparte, el que desaparece sin dejar rastro.
De esta idea de decorado de lo corporal participa también la pieza invitada Mass Seat (2019), de la diseñadora Sara Regal (1989, Viveiro), cuyo trabajo camina siempre sobre la delgada línea entre el mobiliario funcional y la escultura abstracta. Y es que la obra de Regal no solo coincide en alterar una jerarquía, al tratar un material de desecho industrial como el poliuretano con el acabado pulido de la pintura de coche, sino que también cuestiona la temporalidad de un asiento, de un pararse a contemplar, al diseñar este banco modular bajo la forma de un fluido espeso.
Completan la selección de obras los Body Scripts (2015) de Siegel, en los que la artista ha bloqueado diferentes partes de la novela original de Moravia con el color azul turquesa del mar, dejando visibles solamente aquellas que aluden a la protagonista femenina, y el carrusel de diapositivas de Surrogates (2016) en el que se subraya la cosificación del cuerpo femenino como escultura mediante las imágenes de rotura y reparación de diferentes piezas clásicas del Museo Nacional de Arqueología de Nápoles.
La etnografía surrealista se dio cuenta hace casi cien años de que este “complejo del mediodía” de las culturas europeas del sur estaba en progresiva decadencia, favoreciendo a la medianoche como nueva “hora bruja”. Para Caillois la pérdida de ese instinto que confunde al cuerpo con el espacio y alimenta la fantasía durante la vigilia, se debía en gran medida a la aparición del reloj y a la división moderna del tiempo diurno en horas de trabajo y horas descanso. De esta forma los demonios de la imaginación han quedado relegados a vivir para siempre separados de la luz, en la nocturnidad del tiempo productivo. La obra de Siegel parece querer confirmar que, si nos detenemos aquí, al borde del pantano, podemos estar seguros de que los tiempos seguirán coincidiendo a plena luz del día.
Amie Siegel (1974, Chicago) trabaja entre el cine, la fotografía, la performance y la instalación. Entre sus exposiciones individuales recientes se incluyen South London Gallery; Metropolitan Museum of Art, Nueva York; Museum Villa Stuck, Munich; Audain Gallery, Simon Frasier University, Vancouver, B.C.; Kunstmuseum Stuttgart and the MAK, Viena. La artista ha participado en exposiciones colectivas en Witte de With, Rotterdam; Whitney Museum of American Art, Nueva York; Hayward Gallery, Londres; KW Institute for Contemporary Art, Berlín; CCA Wattis, San Francisco; MoMA PS1, Nueva York; MAXXI Museum, Roma; Swiss Institute, Nueva York; Haus der Kulturen der Welt, Berlín; y Walker Art Center, Minneapolis. El trabajo de Siegel está incluído en colecciones públicas como Whitney Museum of American Art, The Metropolitan Museum of Art, Tate Modern y Solomon R. Guggenheim Museum. Sus primeras películas se han mostrado Cannes, Berlín, Toronto y festivales de Nueva York, The Museum of Modern Art, Nueva York y The National Gallery of Art, Washington, D.C. She has been a fellow of the DAAD Berliner-Künstlerprogramm and the Guggenheim Foundation, the Fulton Fellow at The Film Study Center at Harvard University, ha recibido el ICA Boston’s Foster Prize, Sundance Institute and Creative Capital Awards. Vive y trabaja en Nueva York.
Sara Regal (1989) creció en Viveiro, un pequeño pueblo de la costa de Lugo, entorno natural que le influiría en su practica creativa. Después de acabar sus estudios en la Universidad de A Coruña, se mudó a Londres donde ganó experiencia trabajando en distintas disciplinas, desde diseño industrial de producto y mobiliario hasta proyectos arquitectónicos de interiorismo. Tiempo después realizó el Master de Diseño de Producto en la Ecal, Suiza, lugar que le ha permitido explorar y desarrollar su propia metodología. Allí ha desarrollado un enfoque intuitivo a la vez que experimental, centrándose en las cualidades de los materiales y en la producción, influenciados por las tendencias en color y la dirección artística. De lo artesanal a lo industrial, de lo sintético a lo natural. Después de su residencia artística en la HKDI de Hong Kong, comenzó a trabajar para la empresa española Camper como set & interior designer. Recientemente ha expuesto su trabajo en la New York Design Week.